445 Zenbakia 2008-06-20 / 2008-06-27
La prevención de algunas enfermedades infecciosas por el simple hecho de lavarse las manos fue un importante avance con el que se consiguió una disminución en la morbi-mortalidad en el siglo XIX. En aquella época la fiebre puerperal hacía estragos en las mujeres y en algunas clínicas europeas la tasa de mortalidad por esa enfermedad alcanzaba el 4%.
Philip Semmelweis, joven médico húngaro, fue quien, sin conocer la naturaleza infecciosa de la fiebre puerperal (sus trabajos son anteriores a las publicaciones de Louis Pasteur sobre la etiología de los procesos infecciosos) propuso, entre otras medidas, el lavado de manos antes de atender el parto. Defendió con vigor su descubrimiento, lo que le llevaría al rechazo y confrontación con sus propios colegas.
Simultáneamente, Oliver Wendell Holmes, médico y escritor estadounidense, recomendaba en sus publicaciones “el lavado cuidadoso de las manos, cambio de ropa y espera de 24 horas antes de atender un parto tras participar en necropsias de mujeres fallecidas por fiebre puerperal”. Los obstetras más importantes de la época rechazaron públicamente estas propuestas. A pesar de ello, ambos médicos son considerados pioneros en antisepsia y prevención de la infección hospitalaria.
Todavía, hoy en día, las infecciones que se relacionan con los cuidados sanitarios constituyen una de las causas más importantes de mortalidad y morbilidad de los pacientes hospitalizados.
En países desarrollados, entre un 5% y un 10% de los pacientes que ingresan en un hospital llegarán a padecer una infección hospitalaria o nosocomial (es decir, una infección adquirida como consecuencia directa del ingreso hospitalario, que no estaba en periodo de incubación ni presente en el momento del ingreso). En algunas áreas de hospitalización la frecuencia de infección nosocomial puede llegar a superar el 25% de los pacientes hospitalizados y la tasa de mortalidad alcanzar el 50% de los afectados. Foto: Fran-cis-ca.
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Cientos de millones de pacientes se afectan cada año en todo el mundo lo que supone no sólo hospitalizaciones mas prolongadas (en ocasiones, como consecuencia de afecciones graves) sino también una enorme carga económica adicional para el sistema sanitario.
Los datos proporcionados por el programa EPINE (estudio de prevalencia de las infecciones nosocomiales en España) ofrecen para el estado español una situación similar a la que presentan otros países desarrollados en cuanto a frecuencia, coste y mortalidad de la infección nosocomial. Este estudio tiene por objeto ayudar a los hospitales a determinar la prevalencia de infecciones hospitalarias en su centro, en el conjunto de cada comunidad autónoma y en todo el estado.
Según este estudio, en los hospitales de la Comunidad Autónoma del País Vasco, la frecuencia de infección hospitalaria está en torno al 5-7% de media (cifra similar a la de otros países desarrollados).
La higiene de las manos del personal sanitario se considera la medida de mayor importancia para la prevención de la infección nosocomial, tanto por su eficacia, claramente demostrada, como por su reducido coste. Sin embargo, el incumplimiento de esta medida es altamente preocupante.
Un estudio epidemiológico realizado en 1994 en hospitales adscritos a la Universidad de Ginebra ya apuntaba un cumplimiento algo inferior al 50%. Mas llamativos son los datos recientemente publicados de un estudio llevado a cabo en un hospital universitario del estado español que revelan una cifra de cumplimiento de un 31% o incluso inferior al 20% entre aquellos que llevan a cabo actividades con elevado riesgo para transmisión de microorganismos patógenos como la inserción de catéteres vasculares o la cura de heridas.
Y es que las manos del personal sanitario son un perfecto elemento de transmisión de patógenos hospitalarios. Porque la piel humana normal se encuentra colonizada por múltiples microorganismos que viven como saprofitos en la superficie y en los folículos pilosos. La flora cutánea está conformada por dos grandes grupos de microorganismos: la flora residente y la flora transitoria. Aquellos microorganismos que presentan capacidad de multiplicarse y sobrevivir adheridos a la superficie cutánea son los llamados residentes y son los constituyentes dominantes de la piel. Los que conforman la flora transitoria, simplemente son depositados en la superficie de la piel desde el medio ambiente y solo permanecen durante un periodo corto de tiempo. En el personal sanitario, esta flora transitoria o contaminante son microorganismos hospitalarios (muchas veces, patógenos resistentes a los antimicrobianos) que a pesar de su corta supervivencia en la piel de las manos, poseen un gran potencial patógeno.
El objetivo de la higiene de manos en el caso del personal sanitario es, precisamente, la reducción-eliminación de esa flora transitoria, para prevenir su transmisión entre los pacientes hospitalizados. Foto: la_cola_de_mi_perro
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La higiene de manos requiere técnica y tiempo. La forma convencional de lavado, con agua y jabón antiséptico, ha demostrado importantes limitaciones (efectos adversos en la piel o necesidad de tiempo –que no debería ser inferior a un minuto– entre otras).
En los últimos años, se han introducido derivados alcohólicos, que consiguen mejores efectos en menos tiempo (15-30 segundos de aplicación) y apenas ocasionan efectos adversos en la piel. La disponibilidad de estos preparados alcohólicos para la fricción de manos es fundamental para fomentar prácticas de higiene eficaces, sobre todo en entornos sin acceso a agua corriente. La introducción de preparaciones de este tipo ha mejorado el cumplimiento de las normas de higiene entre los profesionales sanitarios y ha disminuido las infecciones relacionadas con la atención sanitaria.
Es importante señalar que el empleo de guantes no reemplaza el lavado. De hecho, la utilización de guantes en los cuidados sanitarios debe ser una medida adicional –no sustitutoria– de la correcta limpieza de manos.
La mayor parte de las defunciones y del sufrimiento causadas por las infecciones hospitalarias pueden evitarse. La higiene de manos, una acción aparentemente sencilla, sigue siendo la medida primordial para reducir su incidencia y la propagación de microorganismos resistentes, lo que mejora la seguridad del paciente en todos los ámbitos. Sin embargo, el cumplimiento de las normas de higiene es todavía muy escaso en todo el mundo.
Por este motivo, la OMS (Organización Mundial de la Salud), a través de un grupo de trabajo creado tras su 57a Asamblea, la “Alianza Mundial para la Seguridad del Paciente”, que ha centrado parte de sus acciones en el proyecto “Reto Mundial por la seguridad del Paciente”, elaboró en los años 2005-6 unas Directrices sobre la higiene de manos en la atención sanitaria cuya finalidad es proporcionar a los profesionales de la atención de salud, los administradores de hospitales y autoridades sanitarias, los mejores datos científicos y recomendaciones que les permitan perfeccionar las prácticas y reducir las infecciones relacionadas con la atención sanitaria. En la actualidad se están ensayando en una fase piloto en diversos centros sanitarios de todo el mundo con objeto de determinar la estrategia definitiva más fiable y adaptable, que luego pueda aplicarse en todo el mundo. Porque el problema es una realidad de alcance mundial: hoy día, no hay hospital o sistema sanitario que pueda negar la importancia del cumplimiento de las recomendaciones sobre la higiene de las manos. En palabras del profesor Didier Pittet, Director del programa Reto mundial para la seguridad del paciente, “unas manos limpias previenen sufrimientos y salvan vidas. “Una atención limpia es una atención mas segura” es el lema de la campaña, y no solo se trata de una opción sino de un derecho básico de los pacientes a una atención de calidad”.