394 Zenbakia 2007-05-11 / 2007-05-18
Nuevamente no presento mi curriculum. Diré que la pintura da sentido a mi vida, me sirve para comunicarme en un lenguaje instintivo, a través de las búsqueda de la armonía en el color.
No copio a la naturaleza sino intento expresarla. Su valor corresponde al placer que me supone realizarla. No intento compararme con los demás.
Como en otras ocasiones diré que quien quiera conocerme solo tiene que ver mis pinturas.
Sara Otaño expone durante este mes de mayo en el Parador Nacional de Hondarribia.
Como nací el mismo día que el Emperador que da nombre a la fortaleza donde ahora ha aposentado sus reales el Parador de Hondarribia, y ya he comentado alguna otra vez la obra de esta sencilla a la vez que alegre pintora, considero que ya ha llegado la primavera. Ya que el trabajo de Sara recuerda más a esta estación que a las reminiscencias a su primer apellido debidas.
Pero me ratifico en sus fuentes, y es que Sara me recuerda a un Cezanne con el colorido de Van Gogh, y como a aquel a ella también le gusta mucho el campo y repetir motivos silvestres desde todos los ángulos, latitudes y distancias.
Sin querer exagerar en la documentación puedo apreciar la ermita de Guadalupe en una vista desde Jaizkibel, en un día muy soleado.
Le siguen otros 2 cuadros de una misma iglesia de Hondarribia. Y luego un idílico valle con cuadro enmarcado por cipreses sin sombra -ni triste ni alargada- dado que se ve con la luz del mediodía.
Luego se ve una costanilla que sale de la Marina de Hondarribia, y con la iglesia de S. Pedro al fondo —una de nuestras mejores iglesias de pescadores junto el Santo Cristo de Lezo y la de Mutriku o la de Zumaia—.
En el siguiente se ve la misma iglesia desde Jaizkibel. Este es un tema que aprecio y disfruto más que modelos precedentes sobre este tema como el de Balerdi, ya que aunque conozca más la obra de éste, la forma de plasmarla de Sara es más acorde con la estación actual y no con la otoñal del donostiarra.
La Iglesia de S. Pedro desde el club de remo y la ría que separa éste del aeropuerto y la excepcional bahía de Txingudi.
Y junto a unas vista que desconozco, una que conozco mucho; la vista con el monte Larraun al fondo desde la Playa de Hondarribia, a la que iba de pequeño cuando sus arenales la hacían una de las más anchas de Gipuzkoa. O igual era porque era pequeño, y como pequeño que soy me dejo guiar por la utilización por parte de Sara con colores muy vivos, y trazos nada estridentes, y gracias a ella aprendo a apreciar todo lo que gusta a “todas las criaturas grandes y pequeñas”.
Espero que disfrutéis de la exposición, como yo me animo, gracias a ella, a pasear entre las amapolas que Sara Otaño tan bien recrea.
Ramuntcho Robles Quevedo