343 Zenbakia 2006-04-14 / 2006-04-21
C Universidad "Distrital" de Bogotá. uando en el avión voy llegando a la ciudad de Santa Fe de Bogotá, vislumbrar la “sabana” al pié de la cordillera, es un espectáculo sin igual, que me anuncia la extensión de estas tierras y su verdor natural, salpicado de casitas, vacas, cultivos, senderos, caminos olvidados, ríos, granjas..., habitadas por familias colombianas apegadas a sus tierras, a su ¡tierra colombiana!. Tierras en las que el cultivo de las flores resulta ser uno de los mejores negocios de exportación al mundo entero, pues Colombia exporta flores bellísimas de todo tipo, siendo la orquídea, la que la representa nacional y simbólicamente.
Esta vez he recorrido parte de la sabana en tren, escuchando en sus vagones música colombiana, he degustado su carne asada al carbón acompañada de yuca, aguacate, arroz y ají, en la ciudad artesanal de Cajicá, al tiempo que disfrutaba de una compañía familiar muy amiga, en la que tres generaciones se hacían presentes, al mas puro estilo colombiano.
Pero también he recorrido parte de “la loma” de la misma cordillera, la que rodea la ciudad, conformando un auténtico cinturón de miseria, en donde malviven cantidad de desplazados de sus tierras (y no desplazados) por la muy cruel situación político-social del momento. Cuando me comentaron que un 60% viven por debajo de la miseria, me aterroricé y posteriormente, al hilo de la pedagogía de Paulo Freire y de alguna otra circunstancia, he tenido la oportunidad de ver con mis propios ojos, esa perversa e insoportable situación.
Loma arriba y loma abajo, la textura de mi piel ha sido marcada por la presencia de personas que me han sabido acoger con extraordinaria dignidad, en medio de tanta indignidad escalofriante, pudiendo todavía sentir un ápice de sensibilidad humana. Por eso al recopilar de manera puntual y resumida esta vivencia bogotana, me sitúo anclando mis pies en “la loma”, en un intento de agradecimiento y cariño, a todas las personas, con quienes he tenido el privilegio de abrazar y compartir esta pedagogía freireana, a la que tan bien se aproxima y degusta, ese alumnado, magisterio y profesorado colombiano.
“Hacer una semblanza de una vida, de una historia de vida, de la propia vida, cuando se ha estado rodeado por la muerte, puede resultar de lo mas extraño, pero convencido como estoy que El Amor es la Certeza de la Vida, acudo al exorcismo de la muerte y del olvido para que los recuerdos hablen y dejen florecer la vida que ha sido asesinada en primavera”.
Con estas palabras comienza un relato personal que me fue entregado en propias manos, tomando un café, minutos antes de entrar el día 3 de noviembre, en la universidad Distrital de Bogotá, para participar en la inauguración de este mismo mes que iba a ser dedicado a Paulo Freire. Lo recibí de las manos de un joven al que no olvidaré porque su mirada me pareció un abismo de experiencias y un reclamo de ternuras. Otro profesor y yo íbamos a tomar parte en aquel acontecimiento con nuestras respectivas comunicaciones. Había mas de trescientas personas ante nosotros, y al lado izquierdo en un poste de la entrada, un afiche de Freire que nos protegía con su mirada. Así lo sentí y así fue. Experimenté que el pedagogo brasileño sigue tocando sensibilidades, desde lo académico, como en sus mejores tiempos. Iba a ser el mes de noviembre un mes freireano con un programa estupendo compartido en diferentes talleres con temas como los siguientes:
Su vida y su época; su obra epistolar; la educación como práctica de libertad y en la ciudad, sin olvidar el binomio: política-educación; su pedagogía, la del oprimido, la de la esperanza y la de la autonomía. Todo ello con una reflexión final aterrizada en la pedagogía del entorno actual.
La convocatoria tenía como título: “Seminario “taller” PAULO FREIRE. VIDA, OBRA Y VIGENCIA”. Cristina Rodríguez y Chinca Porras.
Mi amiga Cristina Rodríguez es profesora de educación física en el colegio San Cayetano allá en lo alto de la loma de Usme. La directora del colegio accedió a que yo compartiera con el profesorado del colegio, aspectos fundamentales del “legado de Freire”. Subir y subir la loma en el autobús es una especie de catarsis preparatoria antes de llegar a este colegio, edificado hace 5 años, y yo diría que el edificio mas digno de este entorno. Cuando entré, en el patio del mismo estaban reunidos sus 1.800 alumnos y alumnas cantando el himno nacional, para dar comienzo a la fiesta que aquel día celebraban. Había disfraces, premios, aplausos, representaciones etc. Aquel espectáculo maravilloso de una infancia, adolescencia y juventud, expresando su alegría vital, fantasía, y arte, con la colaboración del profesorado, era realmente satisfactorio y conmovedor. No pude menos de recordar aquella frase de Freire: “se creen que porque somos pobres somos idiotas” (creo que era así mas o menos, desde luego, su contenido era el expresado). Mas de 30 educadores y educadoras quisieron escuchar sobre Freire y yo sentí una vez mas sus miradas, su acogida, su reconocimiento a esta pedagogía y esa tensión interior que crea la forma de decir y hacer del pedagogo brasileño. Como estábamos a 3.300 metros de altura, la Directora no consintió en que nos despidiéramos sin el correspondiente “tente en pié” servido y compartido con una amabilidad y sencillez que resultaban extraordinarias, para poder, según ella, enfrentar la altura y el desgaste de energía. ¡Bonitos cuidados, auténtico gesto pedagógico! La loma de Usme (Bogotá).
En Ciudad Bolivar, otra de las lomas, en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán vive Manolo Martinez, un sacerdote donostiarra, compartiendo su vida sacerdotal con el entorno. Me impresiona llegar a las puertas de la misma y vislumbrar a mano izquierda, como quien no quiere la cosa, pero con toda la dignidad y sencillez del caso, el Santísimo expuesto día y noche, en un cuartito pequeño. Entrar en aquel espacio, como mínimo, resulta contradictorio y después de un tiempo, trascendente. Alberga un potencial de energía inexplicable y se sale después de la reconfortante y humilde visita, lo que vulgarmente se dice, “en otra”. Puede ser otro gesto pedagógico en la vida de aquel entorno.
El padre Manolo (como todos le llaman) me ofreció la oportunidad de subir a la loma para compartir con educadores y educadoras, también con colaboradores y colaboradoras de la pastoral parroquial, y finalmente Janet Rivera (colaboradora pastoral) me proporcionó un encuentro, este ya bajando de la loma, que a continuación explicaré. Pero allá en la propia loma, el encuentro mas genial fue, aquel compartir aspectos educativos, entre unas 34 mujeres, la mayoría por no decir todas, madres. Auténticas catedráticas de la vida, muy preocupadas y angustiadas con la propia circunstancia que les ha caído en suerte, pero muy madres, como ocurre en estas tierras. Sabiendo tanto de cómo sobrevivir, querían saber más y escuchaban con una atención espectacular, porque en definitiva estaba en juego la vida de sus hijos e hijas. A cada una de ellas colocaría yo el diploma de “mujeres por excelencia”. Se están organizando para formar una cooperativa en el taller que trabajan. ¡Suerte! En la parroquia de Sto. Domingo de Guzmán de Ciudad Bolivar, con un grupo de de educadores/as.
Continuando con Janet y esta vez con la complicidad de Pachita también..., acudí con mucho gusto a una reunión como de unos setenta educadores y educadoras, pertenecientes a la escuela “Marco Antonio Carreño Silva”, que por estar en obras el colegio en el momento se celebró en la capilla de la parroquia de “Nuestra Señora de la Sabiduría”. ¡Precioso nombre que me dio el aterrizaje de lo que nos traíamos entre manos! El rector del colegio, Luis Baudilio Albornoz, además de muy amable, me pareció un educador vocacional, inteligente y aterrizado. Compartir aquella mañana en aquella Capilla fue muy agradable, enriquecedor y como siempre un aprendizaje para mi, pues este profesorado colombiano sabe mucho. Me encantaría que se lo creyeran profundamente, y así, desde esa convicción sincera, fueran transformando el espacio educativo, en esa Colombia que tanto quiero y tanta sabiduría oculta, en el auténtico lugar de encuentro entre “educador y educando”, al mas puro estilo freireano. En la iglesia de “Nuestra Señora de la Sabiduría” de Bogotá, un grupo de educadores y educadoras de la escuela “Marco Antonio Carreño Silva”.
En la ciudad de Soacha visité al P. Octavio Arias. Su espíritu evangélico y su excelente humor hicieron de aquel encuentro una mañana y un almuerzo agradabilísimo. Concordamos en que me avisaría si conseguía juntar profesorado de algunos colegios para compartir la tan traída y llevada pedagogía de Freire. La respuesta fue positiva, la llamada existió y el encuentro también. Como unas treinta personas, profesores y profesoras, acudieron aquella mañana de frío y niebla, a primera hora al salón parroquial, para ratificarse en este conocimiento pedagógico o para descubrir nuevas posibilidades aún no descubiertas. Para mi fue un encuentro especial, pues fue justamente el P. Octavio el que hace 33 años me encaminó hacia esta pedagogía impulsándome a que asistiera a unas jornadas que se iban a celebrar en Vélez (Colombia), en torno al famoso método de Alfabetización de Adultos.
Universidad Javeriana de Bogotá. De izquierda a derecha: Omayra Parra; P. Antonio José Sarmiento; Arantxa Ugartetxea; Maruja Porras; P. Gonzalo Vargas. Y Casi subiendo la escalera del avión para mi regreso a Donostia, con un pié aquí y otro allá, me había quedado pendiente el encuentro con un grupo de la “Universidad Javeriana” que estaban haciendo un diplomado sobre “encuentro jóvenes-adultos”, organizado por el Instituto Pensar de dicha universidad y cuya mano derecha es Omayra Parra. Hace dos años, este mismo Instituto organizó unas jornadas freireanas y nos habíamos quedado con las ganas de más. Las ganas se transformaron en realidad y el 12 de noviembre estaba yo en medio de aquel grupo queriendo decir que había muchas Colombias y que la neutralidad personal y educacional no existen, como tantas veces escuché al profesor brasileño. Les hablé desde la loma, desde esa otra realidad que conforma su país. La tan cruel como tierna sensibilidad que yo había sentido en las inmensas cumbres de miseria, la quise compartir. Me permitieron decir. Acogieron mis expresiones inteligente y generosamente, y me acogieron también a mí, que procuré bañar mis palabras en ese estilo pedagógico de la propia palabra de Freire, el pedagogo que no tuvo ningún inconveniente en dedicar “Pedagogía del oprimido” “A los deharrapados del mundo y a quienes, descubriéndose en ellos, con ellos sufren y con ellos luchan”, dedicatoria magistral que sigo considerando de total actualidad, no solo en Colombia sino en mi tierra también. Un grupo del diplomado “encuentro jóvenes-adultos”.
Y es que la escalofriante y extraordinaria utopía de Paulo Freire me sigue conmoviendo e interpelando, porque su esperanza está asentada en ese, ES POSIBLE el cambio, que se sustenta en la emoción inteligente de quien vislumbra que: la impotencia y debilidad que podamos sentir, ESA FRAGILIDAD, es mas fuerte si la sabemos trabajar, que la propia opresión, al mismo tiempo que, capaz de liberar no sólo al oprimido sino también al opresor. Y dicho esto, contemplarlo como ese telón de fondo que alimenta toda la pedagogía freireana, me lleva a intentar entender mejor el sustrato de esta vivencia humana del maestro brasileño, cargada de una real trascendencia, la misma que he sentido en la loma sumergida en la fragilidad humana, y la misma que siento en Donostia algunas noches, cuando al regresar a casa, veo dormir en la calle, al amparo o no de algún alero, personas desconocidas, pero que conforman la actualidad de esta ciudad que duerme, y que considero también mía. Por eso apelo con “saudade” al maestro brasileño que conocí y al Maestro al que con tanta confianza le rezaba, la maestra y mística chilena Gabriela Mistral: “¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que tu llevaste por la Tierra... Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mi este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren... Hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida... Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana... Aligérame la mano en el castigo y suavízamela mas en la caricia”.