227 Zenbakia 2003-10-24 / 2003-10-31

KOSMOpolita

La organización de la diáspora (I de II)

AUZA, Gonzalo

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2003/10/24-31 La organización de la diáspora (I de II) Gonzalo Javier Auza

Plantear un nuevo tiempo para la diáspora vasca implica abordar algunas cuestiones vinculadas a su forma de organización en cada ámbito local y regional y en el plano internacional.

Con instituciones distribuidas a lo largo y ancho del mundo, las comunidades carecieron tradicionalmente de instancias estables de coordinación nacional, regional y global. Recién a partir de mediados del siglo XX comenzaron a surgir las federaciones nacionales y continentales (la FEVA - Federación de Entidades Vasco Argentinas en 1955; la NABO - North American Basque Organization en 1974, en el caso de dos de las colectividades más importantes; y en el mismo período la CEVA - Confederación de Entidades Vascas de América; etc.). Durante ese lapso algunas de estas organizaciones se consolidaron, mientras otras –como la CEVA- desaparecieron.

El proceso de federación creciente siguió caminos distintos en cada país e impuso ritmos, condiciones y estilos diversos a las diferentes colectividades. Dos modelos posibles: distribuido y horizontal o centralizado y jerárquico

Si se comparan las condiciones de las colectividades de Argentina y Estados Unidos –por tomar dos ejemplos destacados del orden nacional- se pueden notar las profundas diferencias en las formas organizativas. Lo que en términos exteriores puede verse como una situación simétrica aparece con matices cuando se sondea más profundamente.

Según Gloria Totoricagüena la NABO es concebida como una organización al servicio de los clubes vascos. De tal modo que los centros tienen la libertad de involucrarse en los proyectos de NABO o abstenerse de participar. “Funciona de modo similar a una confederación porque no infringe la autonomía de cada centro vasco”. No son anecdóticas para este modo de organización la absoluta independencia económica de cada centro, tanto respecto de la misma NABO como de los subsidios públicos y del Gobierno Vasco; y las políticas de privacidad de información y otras protecciones legales vigentes en Estados Unidos.

Es curioso notar que la organización argentina pareciera ser la contracara de este modelo. Existe una federación similar a la norteamericana, pero es notorio que la pertenencia o no a ella implica de algún modo premios y castigos. Los centros pequeños pugnan por ser parte de la federación a la par que ser reconocidos por el Gobierno Vasco, como si fueran las dos instancias únicas de reconocimiento en el plano del colectivo vasco nacional e internacional. Evidentemente no escapa a estas circunstancias el hecho de que el reconocimiento por parte del gobierno es una condición para acceder a los subsidios y la vinculación con FEVA un requisito para la recepción en tiempo y forma de materiales didácticos para la enseñanza, información sobre subsidios, planes y becas, etc.

La pertenencia a la FEVA también tiene sus condiciones. Una de ellas se vincula con cierta vulneración de las autonomías locales. En el caso de los subsidios, por ejemplo, en muchas oportunidades la misma federación pide que se centralicen mediante su intervención los pedidos al gobierno vasco (o que se envíe copia a sus oficinas de dichos trámites). De esa manera la privacidad respecto de los planes, destino de fondos, etc. de cada centro queda prácticamente a disposición pública, sobre todo cuando no son explícitas las normas de confidencialidad. Es evidente que el destino de fondos debe ser claro, pero la relación debe ser transparente entre quien otorga el subsidio y quien hace usufructo de él; no necesariamente terceras partes; pues cada centro debe tener la libertad de difundir o no sus programas específicos.

La vulneración de las autonomías locales puede darse a través de políticas mucho más sutiles y no necesariamente con premeditación. Cuando el modelo de organización nacional promueve la dependencia de una instancia central coarta la libertad de iniciativa de los centros y se llega a los extremos en los que la misma federación compite en la organización de actividades con instituciones del mismo país que gozan de independencia de criterios (no siempre bien vista). La circunstancia que ayuda a esta situación es el hecho de que muchos centros descansan en numerosos aspectos de su desarrollo institucional a la espera de las iniciativas de la federación. Esto se ve claramente cuando nace alguna idea creativa y, en lugar de llevarla delante de modo individual un centro o de modo colectivo varios centros asociados, se espera de inmediato la intervención de la FEVA para ver si toma a su cargo la puesta en marcha de la idea. A favor de una supuesta coordinación positiva y una mayor eficiencia se pierde seguramente agilidad y libertad. Naturalmente, una federación que depende mayormente del trabajo voluntario no puede hacerse cargo de la organización general del colectivo vasco en un país de la extensión de Argentina. A duras penas puede coordinar, con mucho esfuerzo y resultados relativos, la distribución de información, la articulación de programas, etc.

Otra situación que consolida el modelo centralizado y jerárquico es la promoción o la resistencia a la creación de nuevas entidades. En Argentina está creciendo el número de centros nuevos, se están recreando centros antiguos –en especial en localidades medianas de la provincia de Buenos Aires- y se dan casos de rupturas que generan nuevas organizaciones a partir de otras preexistentes. En todos los casos sería esperable una posición de prescindencia de FEVA a favor o en contra de cualquiera de estas circunstancias, lo que no se da en la realidad, pues algunas instituciones son apoyadas mientras otras reciben silencio de radio a sus solicitudes.

Pareciera que el caso estadounidense propone un modelo de organización nacional distribuido y de “red” –según indica Totoricagüena-, en el que la articulación de las partes genera instancias de coordinación. De algún modo es un modelo “de abajo hacia arriba”.

En cambio la forma de organización de la colectividad argentina, aunque requiere la preexistencia de cada comunidad local, genera una centralización que finalmente opera como un modelo jerárquico, en gran medida, “de arriba hacia abajo”. En esto cooperan las políticas de la inmensa mayoría de los centros y de FEVA; y la forma de relación entre la colectividad argentina y el Gobierno Vasco.

Evidentemente, un modelo distribuido y con características de independencia local parece a primera vista mucho más democrático que el alternativo. Por otra parte, responde al paradigma imperante en la actualidad en todo el mundo como modelo de organizaciones sociales eficientes. La enseñanza del caso armenio

Razmik Panossian sorprendió un poco en el último Congreso Mundial de Colectividades Vascas cuando señaló que la persistencia y el activismo de la diáspora armenia se debían a dos factores principales: la ausencia de unidad y la independencia de las instituciones de la madre patria.

Según este académico de la London School of Economics “el hecho de que no exista una organización global que unifique los distintos elementos de la diáspora garantiza la supervivencia del conjunto”, pues “la unidad implica centralización, igualdad y control ejercido por uno o dos centros”. De esta situación Panossian destaca que “una dinámica de tal naturaleza sería perjudicial para la diáspora que, por definición, es plural, reflejo de las identidades y realidades locales”.

Es de interés tomar en cuenta estos comentarios que pueden aportar luz a la organización futura de la diáspora vasca. El caso armenio muestra que “es fundamental para la supervivencia en el tiempo” el respeto de las realidades locales; y que “además, una diáspora descentralizada significa que cuando una parte esté en peligro o una organización esté en declive otras partes u organizaciones podrán sobrevivir de forma independiente”. Podría ocurrir, como en el caso armenio, que muchas comunidades vascas entren (o hayan entrado) en decadencia y desaparezcan, pero que la diáspora en su conjunto perviva, “cambiando su centro de un lugar a otro precisamente porque la descentralización lo permite”.

Parece importante también tomar en consideración el segundo factor de éxito de la diáspora armenia: su independencia de la madre patria. Sus “partidos de la diáspora y sus organizaciones satélite, la gran mayoría de las instituciones y los centros de la diáspora, sus medios de comunicación, etc. son independientes de la República de Armenia”. Es fundamental para esta independencia política, por supuesto, la autonomía económica, que en el caso armenio implica, incluso, la preeminencia financiera de los exiliados por sobre el mismo gobierno nacional.

“El gobierno de Armenia nunca ha podido imponer su deseo en la diáspora y viceversa”, explicó Panossian; para agregar luego que la “diversidad de opinión y posicionamiento es saludable tanto para la diáspora como para la madre patria”; y que eso es posible debido a que no existen estructuras formales que permitan la presión de una de las partes por sobre la otra.

Hace un tiempo propusimos que sería esperable “el establecimiento de una relación de mayor madurez” entre centros vascos y Gobierno Vasco (Presente y futuro de los centros vascos en Argentina (II de III), Euskonews, N° 215, 20 al 27-6-2003). La experiencia armenia nos muestra que las relaciones de paridad entre diáspora y gobiernos centrales de la madre patria aseguran beneficios mutuos. Referencias Bibliográficas

Auza, Gonzalo J., "El futuro de los centros vascos en Argentina (II de III)", Euskonews, N° 215 (20 al 27-6-2003).

http://suse00.su.ehu.es/euskonews/0215zbk/frkosmo.htm

Panossian, Razmik, “La diáspora armenia hoy: grupo de presión, política e identidad”, ponencia en el 3° Congreso Mundial de Colectividades Vascas, Gasteiz, junio de 2003. (inédita) Totoricagüena Egurrola, Gloria, “The North American Basque Organization, Incorporated”, Euskonews N° 193 (20-12-2002 al 10-1-2003).

http://suse00.su.ehu.es/euskonews/0193zbk/kosmo19301en.html