193 Zenbakia 2002-12-20 / 2003-01-10

Gaiak

La mujer nueva. Bilbaínas de clase media durante los años veinte y treinta

LLONA GONZÁLEZ, Miren

La mujer nueva. Bilbaínas de clase media durante los años veinte y treinta La mujer nueva. Bilbaínas de clase media durante los años veinte y treinta Miren Llona Para los años veinte y treinta la clase media bilbaína estaba ya constituida plenamente. La mayor parte de los elementos que configuraban la mentalidad y la cultura de clase media estaban presentes en la sociedad bilbaína del primer tercio de siglo. Desde el siglo XIX uno de esos elementos, fundamental e insoslayable entre las señas de identidad de la clase media, estuvo relacionado con la identidad de género; nos referimos al ideal de feminidad, a la señorita. Este proyecto de género asoció de forma indisoluble el espacio privado, el hogar y la familia con la responsabilidad femenina y con el destino de las mujeres. De esta manera, las mujeres de clase media tuvieron que responder a las expectativas que su posición de clase les exigía enclaustrándose en el mundo privado y renunciando a tener alguna actividad en el espacio público, en el mundo de los estudios medios y universitarios o en el terreno laboral. Profesoras y alumnas destacadas de la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao. Octubre de 1910. Fotografía: Auñamendi Así, el ideal de mujer que encarnaba estas expectativas de género y de clase de estos estratos sociales era la señorita. Las señoritas eran la expresión más genuina del poder económico y cultural de la clase media: por un lado, ellas mostraban la capacidad económica de un cabeza de familia, que podía prescindir del trabajo remunerado de todas las personas de sexo femenino de su familia; por otro lado, gracias a este modelo de mujer doméstica se constituía el ideal burgués que separaba estrictamente el espacio público del privado. Las señoritas reencarnaban todos los valores del mundo doméstico y familiar, y desde el punto de vista simbólico eran la pieza clave en la configuración de la identidad de clase media. El ideal de señorita estuvo siempre comprometido en situaciones límite. Diferentesaccidentes tales como la ruina económica o la desaparición del cabeza de familia, o la ausencia de pretendientes y la soltería de la mujer, provocaban la crisis del modelo. En esas circunstancias, señoras y señoritas sin recursos económicos lograban sacar a duras penas a la familia adelante y sobrevivir manteniendo lo que constituía su seña de identidad de clase, es decir, renunciando al trabajo remunerado y a la presencia física en el mundo público. Pero esta crisis se vio agudizada en el Bilbao de los años veinte y treinta. Las fluctuaciones económicas, así como los efectos de la que se dio en llamar "la crisis del matrimonio" sacudieron a la clase media. Muchas señoritas tuvieron que enfrentarse a la disyuntiva de mal vivir o lanzarse a la realización de un trabajo remunerado. Se produjo entonces un proceso de redefinición de ciertos empleos que, aunque hasta entonces habían estado en la órbita de actividad masculina de clase media, cambiaron de carácter y se hicieron compatibles con el ideal de feminidad de clase media. Así, el magisterio, el trabajo en oficinas, o los estudios de filosofía y letras y de farmacia resultaron ser, cada vez más, actividades apropiadas al carácter femenino. El elemento que permitió la redefinición de esos empleos, así como la adscripción en exclusiva de los trabajos de enfermería a las mujeres, fue su asociación directa con la maternidad y con los roles domésticos atribuidos de forma exclusiva a la identidad femenina de clase media. De esta manera, las mujeres, gracias a sus cualidades femeninas, pasaron a estar mejor dotadas que los hombres para la realización de labores de educación, de cuidado y de administración, también en el ámbito público. La redefinición cultural de estos empleos facilitó la incorporación de muchas jóvenes de clase media a los mismos y disminuyó las contradicciones insalvables que existían entre ser una señorita y realizar un trabajo remunerado. Durante los años veinte y sobre todo durante los años de la IIRepública, otros espacios de la esfera pública también se vieron alterados por la presencia femenina en Bilbao. La acción social de mujeres, comprometidas en asociaciones como Acción Católica o Emakume Abertzale Batza, fue muy importante y vino a confirmar en versión local los avances que el feminismo de clase media había logrado tras la ruptura de los moldes y las convenciones de género provocada por el desorden cultural y simbólico desencadenado en Europa tras la primera Guerra Mundial. Las colaboradoras de estas asociaciones se propusieron tutelar la sociedad desde principios éticos emanados de su cultura femenina. Así, estas mujeres católicas y nacionalistas trataron de incorporar a la esfera pública actitudes y valores representativos del mundo doméstico. La beneficencia y la atención sanitaria hacia los colectivos más necesitados y empobrecidos, fueron proyecciones sociales del carácter maternal femenino, que debía, en opinión de estas mujeres, tener una vertiente pública. Estas trabajadoras sociales aunque no desafiaron el orden establecido, sí hicieron una experiencia de acción colectiva útil y fortalecedora de la conciencia femenina. Presidencia de Emakume Abertzale Batza en el "Homenaje a la Mujer Vasca", en Bilbao. Año 1933. A la izda., Julene Urzelay Fotografía: Auñamendi Otra faceta de la vida pública que las nuevas mujeres de los años veinte y treinta tuvieron la oportunidad de experimentar fue la acción patriótica en los núcleos organizativos del nacionalismo vasco. Las mujeres propagandistas participaron activamente en la expansión proselitista de Partido Nacionalista Vasco. Pero, el Partido Nacionalista Vasco intentó redefinir los límites de esa acción patriótica femenina desde los parámetros de género tradicionales. Para el PNV la auténtica acción política continuó siendo una actividad exclusivamente masculina. De esta manera, el trabajo patriótico de estas mujeres fue considerado una labor que, guiada más por la emoción que por la razón, constituía,en realidad, una proyección pública del espíritu maternal de la mujer vasca. A pesar de ello, la incorporación de estas mujeres a la lucha política modernizó la imagen de la mujer vasca e incorporó al ideal de feminidad de la época una nueva versión de mujer activa y consciente que logró transgredir la imagen dulce y pasiva de la señorita tradicional. Planteamos, entonces, que el Bilbao de los años veinte y treinta fue testigo de cambios y transformaciones en el ideal femenino de clase media. Las nuevas mujeres que transitaban por sus calles representaban el síntoma de una renovación de las costumbres de gran calado, dentro de la clase media. Sin embargo, estas mujeres estaban lejos de constituir el modelo de mujer moderna que se había extendido en Europa durante la década de los años veinte. Aquella mujer moderna independiente y libre, activa sexualmente y con un sentido individualizado de su destino fue un fenómeno muy poco extendido en el Bilbao del primer tercio del siglo XX. Este estereotipo de mujer sí mantuvo su vitalidad desde el punto de vista discursivo, y constituyó para la mentalidad de la clase media la gran amenaza al orden sexual tradicional que había que combatir. En definitiva, creemos que la modernidad durante esos años en Bilbao estuvo determinada tanto por el rechazo al modelo de mujer que representaba la garçonne, como por la implantación de una nueva redefinición sobre lo que estaba permitido o no a las mujeres de clase media. La conquista de esas nuevas formas de ser mujer permitió la realización de nuevas experiencias a toda una generación de jóvenes de clase media, que saludó con entusiasmo los nuevos espacios de actuación conquistados. Miren Llona Doctora en Geografía e Historia por la UPV/EHU Euskonews & Media 193. zbk (2002 / 12 / 20 2003 / 01 / 10) Euskomedia: Euskal Kultur Informazio Zerbitzua Eusko Ikaskuntzaren Web Orria