158 Zenbakia 2002-03-08 / 2002-03-15

Gaiak

Reflexiones en torno al reparto del trabajo entre mujeres y hombres

LARRAÑAGA SARRIEGI, Mertxe

Reflexiones en torno al reparto del trabajo entre mujeres y hombres Reflexiones en torno al reparto del trabajo entre mujeres y hombres Mertxe Larrañaga Sarriegi Las mujeres, iguales de derecho desde hace bastantes años, siguen siendo desiguales de hecho. Así ocurre en particular en la esfera profesional. Sin duda alguna, el reparto desigual del trabajo familiar y doméstico pesa sobre las desigualdades entre hombres y mujeres en el mercado laboral y limita la autonomía de las mujeres. En las últimas décadas, las mujeres entendieron que su liberación pasaba por trabajar fuera de casa y cobrar por su trabajo y protagonizaron una enorme "revolución silenciosa". La irrupción casi simultánea de la crisis del empleo, la consolidación de un paro masivo, duradero y estructural no han interrumpido la progresión de la actividad femenina. La feminización del colectivo asalariado, iniciada a principios de los sesenta, prosigue de manera inexorable, pero esta progresiva feminización no ha supuesto la desaparición de las desigualdades. Evidentemente, si se compara la evolución de los diferentes indicadores de la desigualdad, la situación ha evolucionado: las diferencias salariales se han reducido un poco, algunas profesiones masculinas se han feminizado sin desvalorizarse, algunas mujeres promocionan más fácilmente en sus carreras, etc. Pero en relación con los progresos realizados en materia de formación y de cualificación, y a la vista de la continuidad de las trayectorias profesionales, su situación en el mercado de trabajo parece más injusta, más injustificable hoy que ayer. Las mujeres están tanto o mejor preparadas que los hombres pero siguen estando considerablemente peor pagadas, concentradas en un pequeño número de profesiones feminizadas y continúan siendo más numerosas en las filas del paro y del subempleo. El reforzamiento de la posición de la mujer en el mercado laboral y la todavía pendiente implicación de los varones en el trabajo doméstico podría verse beneficiadopor las propuestas de reducción del tiempo de trabajo y de reparto del empleo. Sobre todo, porque unos empleos menos absorbentes pueden crear las condiciones necesarias para que mujeres y hombres dispongan de más tiempo para el trabajo familiar. Estas propuestas podrían, de hecho, contribuir a generalizar también para los hombres el modelo de la "doble presencia" familiar laboral reservado hasta ahora casi exclusivamente para las mujeres. Sin embargo, un repaso a la historia basta para cerciorarnos de que una reducción del tiempo de trabajo asalariado no garantiza, por sí misma, un reparto más igualitario ni del trabajo doméstico ni de los empleos; porque el problema no es sólo la duración sino también la distribución de ese tiempo de trabajo asalariado. De todas maneras, es justo reconocer que las reducciones históricas de jornada laboral se han producido en un contexto distinto al actual, un contexto en el que el hombre era el que trabajaba a tiempo completo en el mercado mientras que la mujer ejercía de ama de casa a tiempo completo. En el momento actual, una reducción del tiempo de trabajo en el mercado, aunque no garantiza el reparto de "todo" el trabajo entre mujeres y hombres, sí que puede ser considerado como un requisito para lograrlo. En todo este debate se echa de menos la presencia de la perspectiva femenina. En primer lugar, se habla constantemente de "reducción del tiempo de trabajo" con lo que se identifica empleo y trabajo y se sugiere, tal vez de manera inconsciente, que el trabajo doméstico no merece esa consideración. En segundo lugar, parece que prima, sobre todo, el criterio de creación de empleo y no cómo queda a partir de ahí el complejo mundo del trabajo. En tercer lugar y desde un punto de vista más idealista, se habla también, de la reducción del tiempo de trabajo como una puerta hacia la sociedad del "tiempo liberado". Rara vez se menciona que para las mujeres una parte importante del tiempo liberado del trabajo asalariado es una puerta nohacia el ocio sino hacia el hogar, hacia el trabajo doméstico. Y el tiempo de trabajo doméstico, evidentemente, no tiene por qué disminuir por el hecho de que lo haga el tiempo de trabajo asalariado. En realidad, no es descartable que suceda lo contrario sobre todo si la reducción del tiempo de trabajo asalariado va acompañado de una reducción salarial que obligaría a las familias a aumentar el esfuerzo en la esfera privada para intentar mantener el poder adquisitivo y el nivel de bienestar. Habría que aprovechar este debate sobre reducción del tiempo de trabajo para intentar reorganizar todos los tiempos de trabajo de manera que el resultado sea que todos los trabajos, tanto los de mercado como los que no son de mercado, sean realizados entre todos, es decir, reparto del trabajo asalariado entre todos los ciudadanos y reparto del trabajo no asalariado entre los hombres y las mujeres. En un informe de la UE se menciona que para lograr este objetivo lo más adecuado sería implementar una combinación de políticas sobre jornada laboral, distintas pero coordinadas y se habla explícitamente de tres posibilidades: La primera posibilidad es una combinación de reducción de jornada y de medidas que favorezcan la flexibilidad durante el ciclo vital. La segunda posibilidad consiste en el uso de incentivos financieros para fomentar una semana más corta y más uniformemente repartida. La tercera posibilidad es promover la flexibilidad a escala local mejorando la coordinación del horario de trabajo con el horario de la ciudad. La reivindicación del derecho al trabajo por parte de los defensores de la reducción del tiempo de trabajo aparece, en la mayoría de los casos, asociada a la vieja utopía del pleno empleo a tiempo completo para todos, lo que exige la búsqueda de nuevos empleos que sustituyan o compensen los que se van perdiendo. Se trata de crear nuevos puestos de trabajo para realizar productos socialmente útiles pero que el mercado no da ni puede dar. Entre estos nuevos empleosse encuentran las relacionadas con la vida diaria. Se trata, entre otros, de servicios de cuidado de las personas dependientes tan importantes y, hasta ahora, tan poco valorados: servicios a domicilio a las personas mayores y con minusvalías; cuidado y educación de niños por debajo de la edad escolar, actividades extraescolares para niños en edad escolar; asistencia a jóvenes en dificultades, etc. Con ello se apuesta por avanzar en el proceso de externalización de los trabajos domésticos. El desarrollo de estos servicios de la vida diaria aparece como un factor importantísimo para las mujeres por múltiples razones. El crecimiento, sobre todo, de los servicios a domicilio y del cuidado de los niños haría más fácil compaginar el empleo con el trabajo familiar, es decir, se trata de servicios clave para facilitar la conciliación de la vida privada y de la vida pública. Podría, asimismo, promoverse el empleo de las mujeres en el mercado laboral por tratarse, en general, de profesiones altamente feminizadas y porque muchas mujeres, al verse liberadas de una parte del trabajo que históricamente les ha sido asignado, tendrían la posibilidad de participar de manera más activa en la esfera pública. Y, finalmente, tampoco hay que descartar que una mayor valoración social de las tareas de cuidado fomentaría la asunción de las mismas en la esfera privada por parte de los varones. Pero trátese de "verdaderos empleos" o de "nuevas servidumbres", estos empleos caracterizados por condiciones de empleo dispares pero a menudo precarias y a tiempo parcial o, a la inversa, por jornadas muy largas en el caso empleadas domésticas; están poco valorados y mal remunerados. Su desarrollo podría contribuir a reforzar, por consiguiente, la división sexual del trabajo y el reparto desigual de las tareas y de los empleos entre las mujeres y los hombres y entre las propias mujeres. Y es que el desarrollo de los servicios personales no es posible, en opinión de algunos autores, más que en un contextode creciente desigualdad social, en el que una parte de la población acapara las actividades bien remuneradas y obliga a la otra a desempeñar el papel de servidor. Es probable que la segmentación del mercado de trabajo se agudice y que se intensifique también en el mercado de trabajo femenino: mujeres con un elevado nivel profesional que descargan el trabajo doméstico en otras mujeres, que se convierten en servidoras suyas y de sus familias. Mertxe Larrañaga Sarriegi, UPV/EHU Euskonews & Media 158.zbk (2002 / 3 / 8 15) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria