Vasconia altomedieval: crisol de culturas Vasconia altomedieval: crisol de culturas Roldán Jimeno Aranguren Como colofón a su convulsa tardoantigüedad, Vasconia penetró en los umbrales de la edad media protagonizando un alzamiento contra el rey godo Rodrigo, momento aprovechado por los musulmanes enviados por el gobernador de Ifriquiyya Musa ibn Nusayr y dirigidos por Tariq ibn Ziyad para atravesar el Estrecho de Gibraltar y comenzar la conquista de la Europa cristiana (711). Adueñados los árabes para el 714 de la práctica totalidad del antiguo dominio hispano godo y truncada la expansión de los invasores en Poitiers (732), las fronteras entre las dos grandes civilizaciones del mundo occidental quedaron establecidas por unos siglos en los rebordes montañosos del norte peninsular. Desde ese momento la realidad cultural vascónica sufrió una importante mutación caracterizada por la ocupación musulmana de la porción meridional de la actual Navarra y la configuración paulatina de unos espacios de poder cristiano que no llegaron a articular una entidad histórica compacta, aspectos analizados por Ángel Martín Duque en el capítulo anterior. Tampoco existió una unidad ni territorial ni de gobierno personal en la organización eclesiástica, aspecto en el que las fronteras territoriales políticas se diluían a través de un panorama diocesano que en los siglos bajomedievales acabó dividiendo a los guipuzcoanos entre Pamplona, Bayona y Calahorra, a los navarros entre Pamplona, Bayona, Calahorra, Tarazona y Zaragoza, y a los vizcaínos y alaveses entre Calahorra y Burgos. Los territorios de la Vasconia septentrional estuvieron a su vez repartidos entre las diócesis de Bayona, Dax y Olorón. Aquel oscuro panorama comenzó a cambiar a partir del siglo IX y fundamentalmente a partir del nacimiento del reino de Pamplona (905). En los territorios norpirenaicos el letargo de las fuentes se extendió algún siglo más. El siglo X marcó el inicio de una reconquista bajo un mando unitario, que culminaríacon la recuperación de antiguos dominios vascones y nuevas tierras, con la consiguiente expansión de su cultura por la actual Rioja y extremo nororiental burgalés. Aquella centuria conoció el nacimiento de las lenguas romances, precedentes del actual castellano. El mosaico cultural de Vasconia se enriqueció a partir de finales del siglo XI con gentes y lenguas francas y gasconas, elemento este último ya conocido en algunas zonas de Labourd, singularmente en Bayona. Con la riqueza de los burgueses llegaron los judíos anteriormente ya asentados en el dominio musulmán , completando así una sociedad multiétnica y pluricultural, a la que se unió a partir de 1154 la presencia inglesa en la comarca de Lapurdum. En un número anterior de Eusko News & Media tuvimos la oportunidad dar a conocer el sustrato cultural mayoritario en la Vasconia altomedieval: el euskaldún o vascohablante. En esta ocasión trataremos del resto de sedimentos culturales del territorio. Cultura de las Elites. Aquellos espacios de piedad se constituian en los auténticos focos irradiadores de la denominada cultura intelectual. Aunque el fenómeno monástico fue transformándose a lo largo de los siglos altomedievales, continuó invariable su influyente monopolio en la posesión del legado cultural occidental. En el año 848 como consecuencia de su frustrado intento de adentrarse en las Galias, San Eulogio visitó, en compañía del obispo Teodemundo, diferentes monasterios de la Navarra oriental, algunos tan adentrados en la cordillera pirenaica como Igal y Urdaspal. Estos primeros testimonios reveladores de una intensa vida religiosa no eran fruto de una política carolingia que ya se hacía notar al sur de los Pirineos, sino a iniciativas indígenas depositarias de la tradición hispano goda. Tres años después remitió el prelado cordobés al obispo Guilesindo de Pamplona una carta en la que agradecía sus atenciones y a la que acompañaba, por medio de un hijo de Eneko Arista, las reliquias de San Zoilo y San Acisclo.Sabemos que el santo andaluz quedó admirado de la rica biblioteca legerense, donde encontró desde una Historia del falso profeta Mahoma hasta autores como San Agustín, Virgilio, Juvenal, Horacio, Porfirio, Adhelelmo y Avenio. Desde que Carlomagno revitalizara el monacato y, fundamentalmente desde que el consejero monástico de Luis el Piadoso, San Benito de Aniano (+821) difundiera la regla benedictina en el imperio franco, aquel código fue penetrando en las tierras cispirenaicas. La difusión de la religión no conocía fronteras, siendo muestra de ello el papel desempeñado por la clerecía francesa al sur de los Pirineos desde Cataluña a Navarra en los siglos altomedievales. Pero la influencia meridional también se hizo notar en la otra vertiente, como se atestigua a través de la devoción a los santos mártires de Zaragoza y Tarragona en el País Vasco septentrional, existiendo cinco iglesias dedicadas a San Vicente, dos a Santa Engracia y una a Santa Eulalia y San Fructuoso respectivamente. Los círculos monásticos eran fundados o sostenidos por los propios monarcas, cuya importancia debió ser mucho mayor de lo que puede confirmarse documentalmente. Es ilustrativo que los centros visitados por San Eulogio de Córdoba en el siglo IX anteriores, por tanto, a la creación de la monarquía pamplonesa, reaparezcan posteriormente dentro del dominio regio. Los monarcas acostumbraron visitar con mayor o menor asiduidad los santuarios más prestigiosos, con inevitable influencia dentro de la religiosidad popular. En la alta edad media el pueblo veía al rey imbuido de un carisma religioso. El soberano pamplonés, imaginariamente elegido por el Altísimo como su vicario, realizaba donaciones y favores a monasterios, incentivando la emulación de otros seniores. El papel de los reyes fue igualmente fundamental en el encargo y sostenimiento económico de diversas empresas artísticas a partir del siglo X, de mayor o menor importancia según el reinado, destacando en todo caso las relacionadascon los monasterios de fundación y protección regia, focos principales de producción artística. La monarquía pamplonesa se asentó sobre unas bases o principios intelectuales en los que se reflejaba la memoria histórica propia, plasmada en el llamado Códice Vigilano o Albeldense y, sobre todo, en el Códice Rotense, elaborados en el último cuarto del siglo X. Este segundo aglutina textos propios y foráneos articulando, como se ha afirmado recientemente, un proyecto intelectual coherente y de clara intencionalidad política. Descendiendo de lo universal a lo local, la epístola del emperador Honorio a su milicia de Pamplona (c. 418) constituye el texto propio más antiguo conservado y transmitido por las sucesivas generaciones hasta su inclusión en el códice. El primer texto de elaboración propia fue el elogio de Pamplona (De laude Pampilone), reflejo del profundo sedimento cultural y religioso de la ciudad. Fue redactado seguramente en el mismo siglo X por los recopiladores del Rotense. La naciente monarquía pamplonesa se valdría del texto para reafirmar su identidad, en definitiva, empleando una fórmula propagandística similar a la utilizada por los elogios del régimen político eclesiástico gestado en torno a Pavía y Milán en los siglos altomedievales. Textos como el De laude son comunes a toda la Europa occidental, teniendo su origen en la antigüedad y perviviendo a lo largo de los siglos medievales. Estas glosas ensalzadoras culminaban con la apoteosis de la estirpe regia, plasmada en las Genealogías de Roda, recopiladas por voluntad de Sancho Garcés II (970 994), y de las que habla A. Martín Duque en el siguiente estudio. A manera de apéndice, los últimos folios del códice recogían noticias sobre los últimos Banu Qasi, la lista de los años de reinado y fallecimiento del círculo familiar de los primeros reyes, una copia aislada de la adición pamplonesa a la Crónica Albedense, y un obituario de los prelados pamploneses del siglo X hasta Sisebuto. Cierra el repertorio elepitalamio de la fabulosa reina Leodegundia, excusa poética para volver a ensalzar Pamplona. Los monarcas navarros tuvieron que esperar hasta finales del siglo XII o principios del XIII hasta contar con un nuevo texto de corte histórico propio. El Cronicón Villarense o Liber regum, redactado en romance navarro aragonés, desciende del escenario universal cristiano al acontecer peninsular, para finalmente recalar en lo navarro, y narrar sucintamente los acontecimientos regios desde Eneko Arista hasta Sancho el Mayor. Al no constituir reinos específicos, el resto de Vasconia carecía en esta época de unos textos elaborados para el ensalzamiento de un ambicioso proyecto político. Igualmente paupérrima se muestra la producción literaria, inexistente en estos territorios y muy escasa en Navarra. Pese a constatar documental e iconográficamente la presencia de juglares en el viejo reino, carecemos nuevamente de literatura propia hasta el denominado Cantar de Roncesvalles, conservado incompleto y redactado en romance navarro. Aunque su letra es de principios del siglo XIV, este centenar de versos, elaborado bajo influencia jacobea aunque sin una vinculación con la Chanson francesa, podría datarse en el primer tercio del siglo XIII. Los seguidores de Allah. Cuando Musa ibn Nusayr alcanzó con su ejército las orillas del Ebro (714) el comes hispano godo Casius abrazó el Islam, convirtiéndose en cabeza de una dinastía, los Banu Qasi, que mantendría bajo su gobierno las tierras del Ebro Central. El territorio pamplonés supo mantener su especificidad jurídica, económica, social y cultural gracias a un compromiso de pago tributario, roto en los momentos de debilidad de los musulmanes. Restablecido el poder de los seguidores de Allah retornaba la situación tradicional, tras las consiguientes incursiones en el corazón de Pamplona. Las expediciones musulmanas alcanzaron también tierras alavesas y, por supuesto, tuvieron que cruzar Vasconia para su proyecto expansivo continental frustradoen Poitiers. Restos del Castillo de Deyo. La cultura musulmana apenas dejó poso alguno sobre el territorio reconquistado en el siglo X. La expansión máxima de los Banu Qasi alcanzó por unos años el estratégico castillo de Deyo, sin que ello hubiera supuesto una merma de la idiosincrasia cultural local. Lugares como Arróniz, Allo, Lazagurría o Mendavia al oeste, o Tafalla, San Martín de Unx, Olite, Beire, Pitillas, Santacara, Mélida, o Carcastillo al este, indican un sustrato cultural vasco al sur de la frontera entre los poderes cristiano y musulmán. Conviviendo con esta realidad, el legado árabe también dejó su huella en el territorio, bautizando algunos lugares como Azagra (de al sajra, 'la peña'). La reconquista continuó de manera desigual en el tiempo. La centuria que discurre entre Sancho el Mayor y la muerte de Pedro I (1004 1104) conoció el avance cristiano desde Funes hasta Arguedas. Alfonso I (1104 1134) culminaba el proceso recuperando las tierras de la Ribera tudelana, que pasaron en adelante a ser cristianas y lingüísticamente romances, si bien manteniendo todavía buena parte de la población musulmana, agrupada tras los consiguientes pactos en comunidades o morerías diferenciadas. Tudelano contemporáneo era el prestigioso poeta árabe Abul Abbas al Tutilí (+1126), autor de numerosas jarchas. Los mudéjares mantuvieron sus bienes, costumbres y prácticas religiosas. La capitulación de Alfonso el Batallador disponía que, pasado un año, los musulmanes debían evacuar el recinto urbano para trasladarse a un barrio extramural, aislados de la población cristiana. Existieron morerías en Tudela, Corella, Cascante, Cadreita, Arguedas, Valtierra, Murillo de las Limas, Murchante, Monteagudo, Pedriz, Barillas, Ablitas, Vierlas, Fontellas, Ribaforada y Cortes. Posteriormente aquellos musulmanes navarros se nutrieron en algunos casos de modestos aportes debidos a correligionarios emigrados de Al Andalus. La mayor parte de los mudéjares se dedicaron, como en época bajomedieval,a las labores del campo, algunos incluso en tierras de su propiedad. Los había también artesanos y dedicados a otros oficios. Tudela. Nuevas culturas foráneas. Europa experimentó a partir del siglo XI una expansión demográfica y económica que tuvo su reflejo inmediato en el desarrollo urbano, que en Vasconia hizo florecer numerosas villas desde finales de aquella centuria. El asentamiento de grupos ultrapirenaicos supuso un nuevo aporte socio cultural concretado en los núcleos francígenas del Camino de Santiago y los burgos gascones del litoral cantábrico. Importaban nuevos modos de vida, actividades económicas, devociones, cultos religiosos y lenguas. La llegada de los nuevos elementos poblacionales supuso para la población autóctona una revolución urbana, cuyo rasgo común fue su constitución en una nueva clase social, la burguesía, formada por hombres jurídicamente libres y económicamente independientes, dedicados especialmente a actividades industriales y comerciales. Ubicada en los centros ubanos, la burguesía se desvinculaba de los lazos señoriales, estando organizada de manera autónoma. Aquellos municipios constituían núcleos de vida con organización propia e incluso, con un derecho particular recogido en los fueros municipales. El aporte francígena en Navarra. La colonización franca de Vasconia se centró fundamentalmente en Navarra. Sancho Ramírez extendía el fuero jaqués al reino de Pamplona, iniciando en las últimas décadas del siglo XI una política de atracción de pobladores ultrapirenaicos, siempre en el marco de una política de potenciación demográfica, económica, social y religiosa de sus dominios, muy especialmente en torno a las poblaciones del Camino de Santiago, cuando las peregrinaciones compostelanas estaban desarrolladas plenamente en el Occidente europeo, fenómeno que fue aumentando conforme avanzaba la edad media. El concepto franco se refería al carácter étnico del habitante del nuevo burgo, si bien pronto se generalizó y pasó a designar tambiénuna condición social diferenciada de la nobleza de sangre y del campesinado. El auge de las vías jacobeas que surcaban el territorio supusieron un auténtico motor comercial y la apertura de nuevos horizontes hacia Europa. El ramal principal, heredero de la antigua ab Asturica Burdigalam, atravesaba Pamplona para seguir camino hacia tierras riojanas a partir del siglo X, aunque recientes análisis de los testimonios advocacionales jacobeos han demostrado la continuidad en el uso del ramal que seguía por el corredor del Arakil y tierras alavesas. Otra de las vías más transitadas fue la denominada jaquesa, que entraba en Navarra tras atravesar la Canal de Berdún, uniéndose a la ruta principal en el término de Obanos, para entrar inmediatamente en Puente la Reina. A lo largo de estas arterias Sancho Ramírez, acorde con el signo de los tiempos, llevó a cabo un cambio radical en el sistema poblacional del reino pamplonés. Repitió la experiencia del fuero de Jaca en poblaciones como Estella (c. 1084) y poco después en Sangüesa, Puente la Reina o Monreal. Veamos, por su importancia, el caso de los francos pamploneses. Estella. La llegada de Pedro de Andouque o Roda a la silla episcopal supuso un impulso en el proceso repoblador en la capital del reino. La condición de señorío episcopal impedía cualquier proyecto repoblador de la monarquía en Pamplona, por lo que la transformación del pequeño núcleo campesino en una ciudad de francos tuvo que venir de la mano del obispo. A la vieja ciudad de la Navarrería se le unieron dos nuevos núcleos de pobladores extranjeros, el Burgo de San Cernin y la Población de San Nicolás, esta última con un componente mixto. En los siglos sucesivos tuvieron que convivir tres conjuntos urbanos cuyo origen étnico, organización jurídica, municipal y eclesiástica poseían características peculiares. A finales del siglo XI se instalaron en la capital del reino los primeros pobladores francos, estando para 1100 agrupados en el Burgo Nuevo en torno a la iglesiade San Saturnino. Al igual que los de Estella, estos repobladores provenían de las tres rutas de peregrinación unidas en Ostabat (Baja Navarra). Su onomástica evoca las regiones de Provenza, Languedoc, Gascuña, Limousin, Poitou, Turena y Normandía, aunque provenían mayoritariamente de la región tolosana, como sugiere la advocación de su iglesia, que dio nombre al nuevo barrio. La Población de San Nicolás tuvo su origen hacia mediados del siglo XII, si bien no aparece documentada hasta 1177. Estos nuevos francos tuvieron que convivir con navarros de condición no servil en un terreno que era propiedad del arcediano de la Tabla de la catedral, por lo que los nuevos vecinos debían abonarle un censo anual por la ocupación del solar. Posteriormente, en la extremidad de San Saturnino fue alzada la iglesia de San Lorenzo, configurándose en torno a ella la Pobla Nova del Mercat, aunque parece que en su población predominaba el elemento autóctono. Con la llegada de los francos asistimos a una gran revolución lingüística. Se impuso un lenguaje de estirpe occitana utilizado por los comerciantes, una koiné o hibridación resultado de la minimización de dificultades particulares, que se conservó al amparo del vascuence, aunque se demostró indefenso ante el romance navarro cuando las barreras legales y sociales que protegían a los francos fueron desapareciendo. Estas oleadas de lengua extraña procedentes del norte del Pirineo no supusieron retroceso alguno de la lengua de los nativos. El componente lingüísticamente vascongado era elevado en San Nicolás y privativo de la Navarrería y los arrabales. Pero ni siquiera el hermético Burgo pudo escapar a la simbiosis con el elemento circundante, teniendo ambos que convivir en el abastecimiento de los mercados y diferentes labores. La situación geohistórica de Vitoria pudiera haber sido susceptible de albergar un núcleo franco similar al pamplonés, pero su repoblación no se realizó con elementos extrapeninsulares, sino con pobladores alavesesy probablemente navarros, y acaso de otras regiones peninsulares. La fundación de la villa obedecía a un proyecto regio para fortalecer su poder frente a los señores rurales de la tierra alavesa circundante. Quizás sería esa una de las razones por las que Sancho el Sabio otorgó el fuero de Logroño, añadiéndole algunas normas de carácter local. Gascones norpirenaicos. La romanizada Bayona adoptó el latín como lengua propia, dando paso al gascón bayonés en un proceso similar al romance peninsular. Extramuros, los pescadores de la costa siguieron ajenos a este proceso, conservando sus viejas costumbres y su euskera laburdino. Confirma la importancia de la lengua gascona su utilización en la redacción del fuero de Bayona en el siglo XIII. Este gascón bayonés es una variedad de la llamada langue d'oc, teniendo rasgos dialécticos diferenciados. Bayona. Algún autor ha querido ver un divorcio entre las comunidades vasca y gascona, acabando Bayona como un cuerpo extraño dentro del área laburdina. Pero realmente el gascón bayonés, al igual que le ocurría al franco del Burgo de San Cernin, se veía obligado a convivir con el euskera, siquiera como vehículo de comunicación con estas gentes extramurales. Finalmente la lengua gascona bayonesa se extendió por los alrededores hasta Biarritz y el norte de Baja Navarra. El mosaico cultural de la Vasconia norpirenaica se completó con la introducción del poder anglo normando en Labourd. A mediados del siglo XII la hija y heredera del Duque de Aquitania, Leonor, se divordió del soberano francés Luis VII. En 1154 contrajo matrimonio con Enrique Plantagenet, conde de Anjou, duque de Normandía y rey de Inglaterra, motivando con ello la entrada de Aquitania y de Bayona en la órbita inglesa, y abriendo un período de ambiciones francesas por el nuevo dominio inglés, que no culminarían hasta ser incorporada por Carlos VII a la Corona francesa (1453). Sin embargo aquel nuevo elemento cultural apenas dejó poso en el territorio, que se mantenía vascongado,gascón o mixto. Gascones en Gipuzkoa. El aporte ultrapirenaico guipuzcoano vino de la mano de los gascones bayoneses, integrantes mayoritarios del nuevo proyecto mercantil donostiarra gestado en 1180. Expulsados quizás por los anglo normandos y atraídos por sus capacidades comerciales y para asentar el poder navarro en esta zona guipuzcoana, estos gascones poseyeron una legislación propia que primaba sus actividades mercantiles. Su éxito les haría extenderse posteriormente a otras villas circundantes, singularmente a Hondarribia. En los primeros siglos de la villa donostiarra, los gascones dominaron el gobierno local, formando un grupo cerrado, de espaldas a los habitantes autóctonos. Entre aquellos pioneros del desarrollo local destacaron los Mans, convertidos en la oligarquía preponderante a lo largo de los siglos sucesivos. En San Sebastián coexistían gascones y euskaldunes, predominando este segundo elemento en zonas como el Antiguo, solar del primitivo núcleo poblacional gestado en torno al monasterio de San Sebastián. Desde el principio los asentamientos gascones de Donostia y Hondarribia influyeron considerablemente sobre el resto de habitantes de la tierra guipuzcoana, ya que estas dos villas tenían cierta dependencia de productos del sector primario, ofreciendo como contrapartida los más variados productos de importación. A su vez, esta interdependencia provocó un paulatino mestizaje que en épocas posteriores acabaría diluyendo la singularidad gascona. Como los vecinos de los burgos navarros, aquellos gascones guipuzcoanos empleaban su lengua particular, en este caso el gascón bayonés, vehículo de relaciones comerciales entre los mercaderes del Urumea al Adour. La capital guipuzcoana conservó de manera residual este patrimonio lingüístico hasta comienzos del siglo XX, conservándose en la toponimia urbana indicadores tan significativos como Urgull, Miramón, Mompás, Ayete, Morláns, Ulía o Polloe, y antropónimos como Laffitte, Gamón, Brunet o Lafón. El gascóndonostiarra, bien conocido desde el siglo XIV al XVII por sus documentos administrativos, se adscribe a la familia de los scripta bearneses, en contraposición a los scripta tolosanos propios de los francos de Navarra. El elemento judío. Con los burgueses llegó la riqueza y con ésta los judíos. Existía sin embargo una comunidad judía importante en la Navarra musulmana, ya que los seguidores de Allah favorecieron su asentamiento. Con la conquista del Batallador la floreciente judería tudelana huyó temerosa, regresando al poco tiempo con la concesión del fuero. La ciudad ribera se convertía a partir de entonces en uno de los focos más importantes del judaismo de Vasconia y en referencia indiscutible para el judaísmo occidental altomedieval, naciendo en ella prestigiosos escritores como Yehudá ha Leví (c. 1070 1141), Abraham ben Meír ibn 'Ezra (1089 1164) y Benjamín de Tudela (1130 1173). Los tres destacaron por su formación y proyección internacional, destacando singularmente Benjamín de Tudela, cuyo libro de viajes fue ampliamente difundido durante varios siglos. La albala tudelana poseyó otras juderías en Caparroso, Cadreita, Valtierra, Arguedas, Corella, Cintruénigo, Cascante y Cortes. El impulso urbanizador en torno al Camino de Santiago trajo consigo nuevas implantaciones de comunidades judías vinculadas al fenómeno repoblador. Desde finales del siglo XI la comunidad hebrea del barrio estellés de Elgacena aparecía diferenciada del núcleo cristiano, tal y como ocurre en las otras juderías de Vasconia. Su exitosa experiencia animó al obispo, deseoso de incrementar la población de sus dominios, a instalarlos en Pamplona y Huarte, siendo autorizado por el monarca y otorgando a los futuros moradores el mismo régimen que gozaba la aljama estellesa (1154). La judería de la capital estaba situada en el ámbito de la Navarrería y, al igual que la de Estella, sufrió un gran crecimiento durante estos siglos. Otras juderías localizadas en la ruta jacobea fueron las de Sangüesa,Monreal, Puente la Reina, Los Arcos y Viana. Nuevas poblaciones recibirían en época bajomedieval asentamientos judíos. En el siglo XIII los encontramos en Álava, instalados en núcleos vinculados a las rutas comerciales. En esta centuria existían juderías en las poblaciones de Antoñana, Antenaza, Barrio Espejo, Berantevilla, Caicedo Yuso, El Villar, Estavillo, Fontecha, Guevara, Labastida, Laguardia (reino de Navarra), Mendoza, Morillas, Ocio, Peñacerrada, Puentelarrá, Salinas de Añana, Salinillas de Buradón, Salvatierra, Santa Cruz de Campezo y, como aljama más destacada, Vitoria, donde se constata la presencia hebrea inmediatamente después de la fundación de la villa (1181). Como en Pamplona, la capital alavesa contó con su judería, que en este caso dio nombre a una calle. Otras aljamas se unirían a esta relación posteriormente. El resto de territorios vascos conocieron la implantación judía a partir de los últimos siglos medievales, encontrándolos en Balmaseda y Abadiano (Bizkaia), Arrasate/Mondragón y Segura (Gipuzkoa) y, en los albores de la modernidad, en Bayona, Biarritz, San Juan de Luz y Ciboure (Labourd) y Bidache (Baja Navarra). BIBLIOGRAFÍA FUNDAMENTAL BARRENA OSORO, Elena, La formación histórica de Guipúzcoa. Transformaciones en la organización social de un territorio cantábrico durante la época altomedieval, San Sebastián: Universidad de Deusto, 1989. GARCÍA DE CORTÁZAR Y RUIZ DE AGUIRRE, José Ánguel, La organización del territorio en la formación de Álava y Vizcaya en los siglos VIII a fines del XI, en "El hábitat en la Historia de Euskadi", Bilbao: Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro, 1981, p. 135 155. GOYHENETCHE, Eugene, Bayonne et la Région Bayonnaise du XIIe au XVe siècle. Études d' histoire économique et sociale, Leioa: Universidad del País Vasco Euskal Herriko Unibertsitatea, 1990. LACARRA Y DE MIGUEL, José María, Navarra entre la Vasconia Pirenaica y el Ebro en los siglos VIII y IX, en "El hábitat en la Historia de Euskadi",Bilbao: Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro, 1981, p. 159 166. LARREA, Juan José, La Navarre du IVe au XIIe siècle. Peuplement et société, Paris; Bruxelles: De Boec, 1998. MAÑARICUA, Andrés Eliseo de, Vizcaya, siglos VIII al XI. Los orígenes del Señorío, Bilbao: Caja de Ahorros Vizcaína, 1984. MARTÍN DUQUE, Ángel Juan (dir.), Signos de identidad histórica para Navarra, Pamplona: Caja de Ahorros de Navarra, 1996. 2 vols. MARTÍN DUQUE, Ángel Juan, El Reino de Pamplona, en "Historia de España Menéndez Pidal, VII 2, Los núcleos pirenaicos (718 1035). Navarra, Aragón, Cataluña", Madrid, 1999, p. 39 266. TENA GARCÍA, Mª Soledad, La sociedad urbana en la Guipúzcoa costera medieval: San Sebastián, Rentería y Fuenterrabía (1200 1500), Donostia San Sebastián: Doctor Camino Gipuzkoa Donostia Kutxa, 1997. VVAA., El fuero de San Sebastián y su época/Donostiako Forua eta bere garaia. Donostia: Eusko Ikaskuntza, 1982. VVAA., Vitoria en la Edad Media. Actas del I de Estudios Históricos, Vitoria, 21 26 de septiembre de 1981, Vitoria Gasteiz: Ayuntamiento, 1982. VVAA., Las Formas de Poblamiento en el Señorío de Vizcaya durante la Edad Media, Bilbao, 1978. Roldán Jimeno Aranguren, historiador Euskonews & Media 140.zbk (2001/10/19 26) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria
Webgune honek cookieak erabiltzen ditu, propioak zein hirugarrenenak. Hautatu nabigatzeko nahiago duzun cookie aukera. Guztiz desaktibatzea ere hauta dezakezu. Cookie batzuk blokeatu nahi badituzu, egin klik "konfigurazioa" aukeran. "Onartzen dut" botoia sakatuz gero, aipatutako cookieak eta gure cookie politika onartzen duzula adierazten ari zara. Sakatu Irakurri gehiago lotura informazio gehiago lortzeko.