137 Zenbakia 2001-09-28 / 2001-10-05

Gaiak

'Tiempo muerto', una vanitas musical

VILLASOL, Carlos

"Tiempo muerto", una vanitas musical "Tiempo muerto", una vanitas musical Carlos Villasol Como el vuelo de Ícaro, como la pretensión agustiniana de comprender el mar en una pequeña concha, "Tiempo muerto" una pieza de música de cámara compuesta por quien estas líneas suscribe, recientemente repuesta en Musikaste, la semana musical de Rentería, y publicada bajo el formato de disco compacto es también una aventura imposible. ¿Cómo matar el tiempo en un arte que, como la música, es temporal por definición? ¿O es que pudiera concebirse acaso manifestación sonora alguna al margen del tiempo? ¿Qué sentido tiene entonces hablar de la muerte del tiempo en una disciplina artística que consiste precisamente en todo lo contrario, en su exaltación? Nada que esté vivo puede sustraerse al dominio del dios Cronos, nos recuerda esa verdad tan antigua como el mundo. Y la música, siendo como es la expresión más elevada del movimiento, del devenir, del pánta rhêi de Heráclito, aún menos. No pretende acariciar esta obra, sin embargo, conceptos que trasciendan el ámbito de la mera música. Un simple juego, un trompe l'oreille que juega a crear en el oyente sensaciones de percepción de espacios a partir de la experiencia temporal, de la experiencia de un tiempo específicamente musical, es lo que humildemente propone. Esa espacialidad se intenta poner en práctica a partir de la aplicación de unos cuantos principios, que pueden resumirse en tres: primeramente, en la elección de un tempo reposado, implacable y único para toda la obra; después, en la repetición continua de esquemas métricos y rítmicos; y, finalmente, en la renuncia a cualquier voluntad de desarrollo del material en un sentido estricto, acogiéndose antes al concepto de simple evolución en el tiempo. La puesta en funcionamiento simultánea de estos principios va delimitando un espacio sonoro que, para quien se deje seducir por él con un mínimo de esfuerzo de concentración el mismo que se requiere para escuchar cualquier músicaque no sea de simple consumo , va a ir diluyendo toda sensación temporal en favor de otra sensación nueva, decididamente espacial. Algo así como lo que todos hemos experimentado en alguna ocasión cobijados bajo ciertos techos naturales o arquitectónicos una gruta o una cripta románica podrían ser buenos ejemplos , en cuyo seno parece haberse detenido el paso de las horas. Aquí, paradójicamente, esa misma sensación es obtenida, no a partir del propio espacio, sino única y exclusivamente del tiempo: del tiempo musical. Como en el infinito del célebre poema de Leopardi, donde "s'annega il pensier" es decir, toda noción temporal , también "il naufragar in questo mare m'è dolce". La partitura de "Tiempo muerto" fue escrita en el otoño de 1998 a partir de otra obra, de menor extensión, fechada diez años antes. Aquella primera versión nació como respuesta a un encargo de Manuel Enríquez, el excelso compositor y violinista mejicano que por aquel entonces ocupaba el cargo de director de música del Instituto Nacional de Bellas Artes de su país. Allí, en las lejanas tierras centroamericanas, conoció su primera audición, dentro del marco del Foro Internacional de Música Nueva. Le siguieron varias interpretaciones más, tanto en Méjico como en otros países. Una década después acometí la labor de revisar la partitura e introducir en ella algunos cambios sustanciales. El más llamativo de todos fue la adición a la plantilla instrumental, integrada por un clarinete, un violín, una viola y un violonchelo, de una voz femenina. Sin embargo, esta novedad no pretendía en absoluto modificar el sentido de la pieza, que no deja de ser música pura. Cada uno de los tres breves movimientos en que se divide, no debe entenderse, pues, como una canción, más o menos en el sentido tradicional del género. Nada de la estructura ni de la concepción misma de la partitura puede hacernos pensar en los arquetipos de la canción acompañada. La voz canta, sí más bien, casi declama , textos provenientes deleyendas de relojes de sol antiguos, pero hace en el conjunto más la función de un obbligato que de verdadera solista. I. Vulnerant omnes, ultima necat II. O nigra umbra, regina temporis III. Hora fugit, stat tempus Estos son los tres breves textos que, de manera asaz lacónica, y correspondiéndose con cada uno de los movimientos, nos hablan de esa espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas desde que los ojos ven la luz primera. Tiene su equivalencia musical esta austeridad lapidaria en una exigua paleta de elementos, que es la que vertebra estos pentagramas, y que, en última instancia y para los oídos más atentos, remite a una bien conocida canción de Franz Schubert. En efecto, "Tiempo muerto" no se aleja ni en una sola nota de los materiales del lied "La muerte y la doncella" del maestro vienés, hasta el punto de poder considerarse la obra toda, más que una glosa, una verdadera recomposición si pudiésemos aceptar tal término de la página schubertiana; o mejor, de tres recomposiciones, una por cada uno de los movimientos. Algo, pues, muy similar a lo que en el cine se conoce como remake; es decir, la refilmación desde otro punto de vista de una película ya existente. La fugacidad del momento, la caducidad de lo vivo, la irremediabilidad del paso del tiempo, la presencia simbólica de la muerte a través del lied de Schubert ... nos ponen en la clave para entender el sentido estético de "Tiempo muerto". ¿Estaría desencaminado considerarlo una versión musical moderna de aquellas pinturas del siglo XVII que trataron esta hermosa retórica con tal profusión, que lograron convertirla en todo un género de las artes plásticas? "Tiempo muerto" sería también a su manera una vanitas que ése es el nombre con que quedó aquel género para la historia , pero una vanitas, naturalmente, musical. Si la pieza, en su primera redacción de 1988, iba dedicada a Manuel Enríquez, en la segunda y definitiva lo va a su memoria, puesto que en el intervalo que media entre una y otra,el maestro que con su cordialidad sirvió de estímulo para su creación, nos había abandonado. Unas palabras del poeta portugués Eugénio de Andrade insertas en el frontispicio de la partitura cumplen también, en cierto modo, la función de segunda dedicatoria: ...a noite, e as águas do silêncio, e o indelével tempo sem tempo. Euskonews & Media 137.zbk (2001/9 28/10 5) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria