132 Zenbakia 2001-07-20 / 2001-07-27

Gaiak

Aprendiendo a ser ciudadanos. Retrato socio-político de Pamplona (1890-1923)

LARRAZA, María del Mar

Aprendiendo a ser ciudadanos. Retrato socio político de Pamplona (1890 1923) Aprendiendo a ser ciudadanos. Retrato socio político de Pamplona (1890 1923) María del Mar Aprendiendo a ser ciudadanos. Larraza Retrato socio político de Pamplona, 1890 1923, es la historia del lento pero progresivo proceso de socialización política protagonizado por los pamploneses de entresiglos, proceso cuyas claves se hallan en la política del momento, pero también en la historia, la mentalidad, las costumbres sociales, la morfología urbana o el tipo de economía preferente en la ciudad. En rigor, se trata de un estudio de sociología electoral retrospectiva, que tiene por objeto el análisis de las pautas del comportamiento político electoral de los pamploneses desde la implantación del sufragio universal masculino, pero es también, y sobre todo, un estudio particular de la vida colectiva de una pequeña capital de provincias, que ha pasado a ser en su riqueza y singularidad el verdadero sujeto histórico de la tesis doctoral de M.M. Larraza. Pamplona. "Los electores, las elecciones, los elegidos" constituyen los tres principales bloques temáticos que estructuran el trabajo, en correlación con las tres grandes piezas presentes en todo proceso electoral. El objetivo de fondo de ofrecer una visión de conjunto, que verdaderamente incardine la vida política en la realidad global de la Pamplona de la restauración, lo afronta la autora a partir del análisis estadístico de dos censos electorales del periodo los de 1900 y 1920 , cuya información individualizada y convenientemente depurada mediante el cotejo con otras fuentes coetáneas padrones y catastros , es puesta en relación con los indicadores electorales de la participación y la orientación del voto. De resultas del análisis cruzado de las variables personales de todos y cada uno de los electores edad, procedencia, profesión y condición cultural con su comportamiento político, se obtiene un retrato matizado, hasta ahora no muy frecuenteen estudios de esta naturaleza, que ahonda en la dimensión social de la política y que descubre las más diversas facetas de una sociedad en tímido proceso de modernización, en la que comienzan a convivir lo viejo y lo nuevo. En efecto, al finalizar el siglo XIX, Pamplona se muestra como una ciudad de pequeñas dimensiones, con apenas 30.000 habitantes, y un censo de poco menos de 5.000 electores. Es una ciudad tradicional en sus más diversos ámbitos: desde un punto de vista económico, predomina en ella la actividad atomizada de los pequeños talleres artesanos y del comercio al por menor, a los que se une el trabajo agrícola en los terrenos circundantes del casco urbano. Apenas existen industrias de cierta envergadura, y el movimiento comercial de la plaza es mínimo. La situación empieza a variar lentamente en los primeros veinte años del siglo XX, pero los cambios son escasos. Se instalan algunas fábricas modernas, la actividad agrícola disminuye fuertemente y crece el número de "trabajadores de cuello blanco", pero el tono socioeconómico lo siguen dando artesanos y pequeños comerciantes. También la estructura social habla de una sociedad tradicional. Sus dos rasgos principales son el claro contraste entre la elite y la gente del común, y, a su vez, la convivencia pacífica de ricos y pobres, reforzada por la misma mezcolanza en el espacio urbano y por una mentalidad que, en muchos casos con gran resignación, admite las desigualdades como parte del orden natural de las cosas. Entre los de "arriba" y los de "abajo" el contraste, que, a veces, es abismo, apenas queda mitigado por grupos intermedios. La variedad de tipos humanos es notable y propia de una pequeña capital de provincias: artesanos, comerciantes, obreros empleados en talleres y comercios, seminaristas y militares, empleados medios e inferiores, y gentes de clase acomodada, cuyos vestidos, maneras y vida placentera constituyen el ideal para toda la población. Pamplona. Puente de Rotxapea. 1885. En veinte añosel cuadro general sufre pocas transformaciones, si bien algunas son decisivas. El fenómeno social por excelencia al comenzar el XX es la inmigración, básicamente intraprovincial: aunque de forma intermitente, la llegada de inmigrantes data de mediados del siglo XIX, pero es a partir de 1900 cuando se convierte en avalancha y desbarata el precario equilibrio de recursos y servicios que hasta entonces mantenía la capital. En la escena pública surge con fuerza el problema social; la pirámide social ensancha su ya ancha base y se muestra aún más contrastada entre sus dos extremos. Aunque a las alturas de 1920 la capital no presenta la tranquilidad social de dos décadas antes, desde luego tampoco ofrece la confrontación social vivida por otras ciudades más industrializadas. El asociacionismo obrero que surge en estos años da un protagonismo a las clases subalternas desconocido hasta entonces. De acuerdo con las propias tradiciones de la ciudad, adopta, sin embargo, distintas fórmulas que van desde el sindicato mixto a la sociedad de resistencia, pasando por el sindicalismo católico libre. En la capital navarra, contrariamente a lo ocurre en grandes núcleos industriales, el obrero de derechas tiene mayor presencia que el de izquierdas. Aunque el conflicto existe, sobre todo al final del período contemplado, la sociedad pamplonesa no llega a perder la dosis básica de equilibrio y armonía que le venía caracterizando. La armonía no sólo proviene del escaso impacto de la industria, de su atomización y dispersión, o, de la influencia de la Iglesia y la oligarquía local, aunque todos estos factores sean decisivos. Otros hechos como la inexistencia de bolsas de pobreza, la ausencia de tradición conflictual, el peso moderado de las organizaciones obreras de clase, la importancia numérica del pequeño artesanado urbano, la obligada convivencia física de clases, el peso fundamental del sentimiento católico y de los valores de hermandad, respeto y también resignación que nacen de él,el papel activo de los organismos oficiales en la articulación de las relaciones laborales y, probablemente, la presencia disuasoria de varias unidades del ejército en la capital, son igualmente determinantes para comprender las bajas cotas de conflictividad social. Tímida industrialización frente a pujanza del artesanado, contrastes sociales tamizados por la convivencia de grupos, problema social encarado con fórmulas nuevas y antiguas; algunos de los cambios y pervivencias que se observan en la Pamplona del tránsito de siglo tienen que ver también con su propia fisonomía urbana. La presencia agobiante de las murallas, cuya demolición para la edificación del II Ensanche no tiene lugar hasta finales de la segunda década del XX, no sólo provoca un grave problema de salud pública y de falta de viviendas, sino que probablemente también influye en el estancamiento económico, y condiciona de igual modo las relaciones de vecindad: prolonga la convivencia de estratos sociales diferentes y, asimismo, ayuda a la inserción del elemento inmigrante, si bien ésta también se ve favorecida por la propia similitud en las creencias, hábitos y costumbres de navarros y pamploneses. El protagonismo del espacio social, que bien puede considerarse como una conclusión más del trabajo, se advierte tanto al contemplar la ciudad en su conjunto como, sobre todo, al tener en cuenta la relativa diversidad que alberga en su seno, distinguiéndose un norte más deprimido frente a un sur más acomodado. Aunque la indiferenciación urbana y la mezcolanza de grupos son los rasgos predominantes, la avalancha de inmigrantes contribuye a remarcar las diferencias internas, y asimismo, es la principal protagonista de la primera segregación espacial de importancia vivida por la capital. Así, el barrio extramural de la Rochapea adquiere pronto una fisonomía inequívocamente obrera, que contrasta con la heterogeneidad de gentes del casco urbano y que se traduce en unas relaciones de vecindad diferentes, de tipohorizontal. Pamplona. Tejería mecánica. 1910. La coexistencia de avances y permanencias que caracteriza a la sociedad, tiene también su traducción en la vida política. Del contraste entre Pamplona capital y su circunscripción se obtienen los dos primeros indicadores de la peculiaridad del medio urbano; en él la proporción de votantes es por sistema inferior a la del entorno rural y, asimismo, los resultados favorecen a las fuerzas al margen del sistema, sobre todo en los comicios municipales. El análisis estadístico pormenorizado de las treinta y cinco consultas electorales municipales, provinciales y legislativas celebradas en el período, demuestra, a su vez, una notable coherencia en la orientación del voto y en el comportamiento participativo de los electores pamploneses tanto a través del tiempo como del espacio, lo cual nos sitúa ante la presencia mayoritaria de un voto auténtico, que es de por si una conclusión significativa, que avala la hipótesis del trabajo relativa al papel desempeñado por las ciudades como avanzadilla en la oposición a la política al uso, y como plataforma principal en el lento cambio de las pautas político electorales. Quizá el hecho que ofrece un mayor interés histórico en este sentido es la fuerza mayoritaria del voto carlista en la capital a lo largo de todo el periodo considerado. No hay duda sobre su autenticidad: está presente prácticamente en todas las consultas y es depositado por un número casi constante de electores, que ronda entre el 20 y el 25% del cuerpo electoral. Es un voto que nace del apego a una causa, la defensa del "Dios y Fueros", y esa lealtad junto a la memoria de la guerra concitan una adhesión vital más allá de la esfera política, que se traduce en una disciplina incondicional como mejor arma del partido en la lucha electoral. Este voto auténtico podría decirse que es un voto moderno, en el sentido de que acepta las reglas de juego del sistema liberal, aunque sea de modo coyuntural y oportunista, favoreciendocon ello una movilización que ayuda en el proceso de progresiva concienciación política ciudadana. La lenta movilización política también tiene otros actores: liberales, republicanos y, más tarde, socialistas, absorben un voto nuevo que se hace presente desde comienzos de siglo, primero en las municipales y después en las provinciales, y que tiene como detonante un mayor interés ciudadano por la vida pública a raíz del planteamiento de las cuestiones social y religiosa. Dichas opciones, sobre todo las de republicanos y socialistas, canalizaron también en otras ciudades españolas el avance en sentido democratizador. El hecho pone de manifiesto las difusas fronteras entre lo tradicional y lo moderno; habla de la persistencia de unas formas tradicionales de participación, basadas en lealtades o prestigios personales, que experimentan una lenta mutación a tenor de los nuevos tiempos, y que coexisten con otros modos en los que resulta más determinante la fuerza de la ideología y que han sido decididos ante una pluralidad de opciones. De resultas del estudio político de los procesos electorales ha quedado un cuadro ambivalente de avances y rémoras, paralelo al que ofrecía la realidad sociológica de la capital. El sentido de la evolución política adquiere un aire modernizador en aspectos tales como la mayor pluralidad de partidos, el crecimiento lento pero sostenido de la participación, o el avance de las fuerzas de arraigo popular; pero manifiesta claramente sus límites, y hasta sus retrocesos, en el aumento de la práctica de la compra del voto, en las alianzas electorales entre partidos de ideología opuesta, o en los altibajos del comportamiento participativo. La clase política también participa de los rasgos tradicionales y modernizadores que conviven en esta etapa de tránsito. De entre los varios aspectos que ha resaltado su caracterización de conjunto a partir de un análisis prosopográfico de todos los representantes políticos elegidos por los pamploneses (alrededorde 200) destaca, quizá como el más significativo, la similitud de los perfiles entre los políticos de las distintas formaciones. La similitud se refleja en los más diversos ámbitos de su proyección pública. Desde un punto de vista profesional, predomina el tipo de político que combina la condición de propietario y abogado, especialmente en el marco provincial, figura que introduce un matiz importante en la distinción que la historiografía viene haciendo entre notables y políticos profesionales. En el ámbito económico, por su parte, ha de subrayarse tanto el estatus elevado de una mayoría de los hombres públicos considerados como su sintonía en la actitud adoptada ante las oportunidades y los nuevos cauces económicos de su época. Además de coincidir en el perfil socio profesional, la clase política pamplonesa comparte en muchos casos unos mismos ámbitos en el trabajo, en la diversión, en la proyección social y en la cultural. La confluencia nace de su común pertenencia a la elite social de la capital y de la provincia, y significa, en esta sociedad marcada por sus profundos contrastes sociales, un incuestionado protagonismo que alcanza a todos los puestos rectores. Los lazos familiares refuerzan aún más el carácter reducido y selecto de las gentes de la cúspide, aunque quizá la concatenación es la inversa, es decir, que la preeminencia social tiene una de sus bases principales en las relaciones de parentesco. La política es el espacio donde la elite marca sus diferencias, si bien la fuerte confrontación ideológica característica de la época no pondrá en cuestión la comunidad de intereses y relaciones, de tal forma que una y otra coexisten e hacen posible una cultura de la tolerancia basada en el consenso sobre unos principios básicos. Sólo al final del Periodo comienzan a observarse algunos tímidos cambios en el perfil sociológico de los representantes municipales, ya sea por la Condición obrera de algunos Políticos republicanos y socialistas, ya por la pujanza de losprofesionales liberales y cuadros medios entre los nacionalistas. Pero la fisonomía de las entonces llamadas "clases directoras" experimenta tan sólo tímidos cambios que no harán peligrar las bases de su preeminencia. La tímida evolución en todos los ámbitos considerados resume, a modo de conclusión final, el estudio diferenciado de los electores, las elecciones y los elegidos. Quedan muchas cuestiones abiertas. La presente tesis aporta una primera aproximación a la caracterización sociológica de la Pamplona de la Restauración y avanza algunas claves para una compresión global de su rica y compleja realidad. María del Mar Larraza, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Navarra Fotografías: Enciclopedia Auñamendi Euskonews & Media 132.zbk (2001 / 7 / 20 27) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria