Parroquía de San Juan Bautista de Mondragón Parroquía de San Juan Bautista de Mondragón Ana Isabel Ugalde La Parroquía de San Juan Bautista tras su restauración La restauración y reciente inauguración de la parroquia de la villa vasca, no exenta de polémica como sucede cuando el nivel de intervención es notorio, ha motivado la aparición en la prensa local y regional de algunos artículos periodísticos en los que se resalta, sobre todo, la antigüedad y la especificidad de su cabecera, pero pocos han incidido en el ambiente en que fue construido ni en el monumento mismo. Habría que destacar en el aspecto positivo al Consejo Promotor del proyecto de conservación y restauración de la mencionada parroquia, quien en su informe de presentación de 1993 hacía una larga introducción de los apuntes históricos más interesantes sobre la iglesia de San Juan Bautista. El fin de estas líneas no es realizar ninguna valoración de la actuación restauradora, en la que ha primado obviamente lo arquitectónico por encima de cualquier otro aspecto, sino que su única pretensión es acercarse a él y contextualizarlo en su época, para comprenderlo mejor y, a la vez, mostrar nuestra admiración hacia aquella feligresía que con su esfuerzo titánico contribuyó a hacerlo realidad. Abside de la Parroquía de San Juan Bautista Mondragón, villa fundada por el rey castellano Alfonso X en 1260, fue codiciada por los señores del entorno desde que inició su andadura histórica. Las fricciones fueron continuas, sobre todo las habidas con el conde de Oñate, de la poderosa familia de los Guevara, que ejercía su jurisdicción hasta las mismas puertas del recinto amurallado. La tensión llegó hasta el punto de dirimirse en territorio mondragonés el enfrentamiento entre los gamboínos, liderados por el Guevara, y la facción rival de los oñacinos. Sucedió la víspera de San Juan de 1448 y la villa de Mondragón quedó reducida a cenizas. El historiador Esteban de Garibay dejó escrito una centuria después que se quemó laiglesia con sus órganos, campana, reloj, retablos y ornamentos, es decir, todo. El templo, francamente revalorizado con esta restauración, es, por tanto, posterior a esta fecha y promovido en un tiempo que no era especialmente propicio para ello. No obstante las dificultades inherentes a una población que era preciso rehacerla, a los ingresos ordinarios de la iglesia se añadieron dos fuentes pecuniarias que contribuirían a que la carga de la obra nueva fuera menos gravosa. Nos estamos refiriendo, por una parte, a la petición que los sacerdotes Ochoa Pérez de Zumárraga y Eneco Ibáñez de Gomistiano realizaron al papa Inocencio VIII para que concediera una serie de indulgencias a quienes colaboraran en su erección. Y, por otra, a la donación hecha a la parroquia de San Juan en 1461 por Iñigo de Guevara, el principal condenado por el incendio, de todas las tierras y heredades pertenecientes al monasterio de San Miguel de Bedarreta, cuya portada románica sirve de entrada actualmente al cementerio de Aretxabaleta. Parroquía de San Juan Bautista La parroquia de San Juan es, pues, fruto de aquel empeño. Se halla ubicada en el centro mismo de la villa, entre dos calles y lindando con uno de los cantones que la atraviesan transversalmente. Esta circunstancia hizo que el muro postrero se cortara oblicuamente, de forma que se ajustara al trazado urbano. Y, probablemente unido a la necesidad de espacio, motivó que su torre campanario se alzara sobre grandes arcos apuntados por encima de dicho cantón, peculiaridad que parece exclusiva de esta iglesia. Las tres portadas de acceso se abrieron precisamente en cada una de las calles y cantón y se resolvieron con gran sencillez. La única concesión a la escultura la hicieron en la situada debajo del campanario, en la que una estrecha greca vegetal adorna el arco escarzano que sostiene el tímpano, ocupado por una imagen moderna del titular. Mayor sentido monumental reviste la que se abre a la calle Iturrioz, donde lo escarpado del terrenohizo precisa una escalinata, que recuerda la del Santuario del Yermo en Llodio, al igual que el pequeño conopio presente en ambas portadas. Es de planta de cruz latina, con tres naves escalonadas de otros tantos tramos, crucero desarrollado en planta y en altura, y tres ábsides en batería, el central de sólo cuatro paños, como el de la catedral de Pamplona, comenzada a fines del siglo XIV. Estas características, al igual que los soportes de núcleo cilíndrico y octogonal con columnillas adosadas, están presentes en edificios construidos según modelos en boga desde los primeros siglos del gótico, con ejemplos señalados en San Juan de Laguardia o San Pedro de Vitoria, iniciadas a fines del siglo XIII, y el más tardío de Orduña, todos con antecedentes en tierras burgalesas y castellanas. Además, presenta la particularidad de que las tras capillas de la cabecera se hallan comunicadas entre sí a través de grandes arcos apuntados que han permanecido ocultos hasta ahora, y que también los podemos ver en el santuario del Yermo de Llodio, antes citado. Le fueron añadidas posteriormente pequeñas capillas funerarias abiertas en el muro perimetral, que apenas distorsionan el proyecto primitivo. A pesar de los vanos, la iglesia resulta bastante oscura. La iluminación, tamizada por las vidrieras, se realiza a través de algún óculo, los cuatro ventanales rasgados en las tres capillas de la cabecera (1, 4, 1) y, principalmente, por los que se abren en cada tramo meridional, totalmente descentrados. La utilización del arco de medio punto para una de ellas, concretamente para la situada en el tramo de los pies, es evocadora de las fechas ya adentradas en el siglo XVI en que fueron construidas. Los abovedamientos son muy sencillos. Crucería cuatripartita, en las naves laterales, de paños en la cabecera y recorrida por un nervio espinazo, en la nave principal. Dicho nervio lo utilizaron en el País Vasco, irradiado de Castilla, en la capilla de Santiago de Vitoria y en Santa Cruz de Campezoa comienzos del siglo XV, y coetáneamente a Mondragón, en San Juan de Salvatierra. La escultura es, sin embargo, muy escasa en cantidad y en calidad. Se reduce a ciertos capiteles corridos, algunas ménsulas y las claves de bóveda, con una ejecución mayormente torpe, siendo lo más destacado la clave de bóveda de la capilla de San Miguel y las gárgolas exteriores. Diríase, en definitiva, que se trata de un edificio erigido con un decidido propósito monumental, aunque con un planteamiento arcaizante para la época. El maestro cantero que lo trazó en el tercer cuarto del siglo XV conocía lo que se hacía comúnmente en Castilla por aquellos años, pero no acertó a incorporar las novedades que iban llegando paulatinamente de los países nórdicos y que habían sido totalmente asimiladas a comienzos del siglo XVI, que fue cuando se dio por concluida la iglesia. Ana Isabel Ugalde Gorostiza, Licenciada en Historia
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