771 Zenbakia 2022-04-19 / 2022-05-18

KOSMOpolita

Mujeres vascas en Estados Unidos, 1850-1950. La formación de una comunidad (I/II)

SAN SEBASTIÁN, Koldo

Douglass y Bilbao recuerdan que “el inmigrante vasco más característico del Oeste americano fue durante mucho tiempo el joven varón soltero”.[1]  Por lo que se refiere a la emigración a los estados del Este, el patrón es el mismo, aunque no siempre, debido a la especialización del emigrante. En este último caso, la mayoría eran marinos mercantes y muchos estaban casados. La facilidad que tenían estos últimos para conseguir la nacionalidad propiciaban, por un lado, la reunificación familiar y, por otro, las bodas con paisanas y su traslado al nuevo país.[2]

En todos los casos, no es hasta la llegada de las mujeres cuando puede hablarse de una comunidad vasca en Estados Unidos. Recordaba Jon Bilbao, refiriéndose entonces a los vascos del Oeste, que, “durante el siglo pasado (s. XIX) eran más los que volvían al País Vasco que los que se quedaban. En cambio, en los últimos sesenta años ha ocurrido todo lo contrario. Ello se ha debido principalmente a la emigración de la mujer vasca. Los tenderos, los patronos de borregas, el ranchero, estaban ya en posición de formar un hogar. De otra parte, los hoteleros necesitaban chicas para atender a sus clientes, especialmente en época de Navidad. Y estas chicas (…) pasaban en poco tiempo de criadas a esposas de rancheros, tenderos u eleros (…) Es entonces cuando comienza la verdadera colonización vasca de estados como Nevada y Idaho[3], los nuevos matrimonios construyen su rancho y el pastor se convierte no solo en pastor de borregas sino en agricultor”. La venida de mujeres vascas se acentuó especialmente después de la guerra hispanoamericana (1898). Durante los primeros años del siglo XX y hasta 1922 la comunidad fue en aumento rápido. Algunos agentes de emigración y hoteleros vascos de “organizaron expediciones de criadas vascas para las pensiones de pastores”[4]. La “importación” de solteras vascas se convirtió como veremos en un buen negocio para los hoteleros. Era una forma de atraer a sus establecimientos clientes solteros. Aunque, claro, no todas llegaban como criadas.

Sorprende, por otro lado, que, a pesar de la importancia de la mujer en la constitución (y consolidación) de la comunidad, no haya recibido atención de la Academia. Sydney Sthal Wimberg, una de las grandes especialistas norteamericanas en la cuestión, resalta que “el estudio de la inmigración ha sido distorsionado y empobrecido por la omisión de los papeles de las mujeres en la transición a la vida en Estados Unidos”. Sin embargo, sí existen diferentes estudios sobre mujeres inmigrantes pertenecientes a  minorías: irlandesas, japonesas, chinas, mexicanas, puertorriqueñas, noruegas, judías … en los Estados Unidos que, en algunos casos, nos muestran algunos caminos para recorrer en el caso de las vascas.[5] Gloria Totoricagüena afirma que estas últimas “han sido omitidas en los primeros estudios sobre emigración, y cuanto se consideraba como un todo, se han percibido únicamente como una enmienda a los hombres que han emigrado”.[6]  La antropóloga Teresa del Valle refuerza el aserto cuando señala que “la emigración de las mujeres vascas se ha relegado al silencio”.[7]

No es extraño por tanto que no abunde la literatura sobre la mujer vasca en los Estados Unidos. Uno de los pocos ensayos relevantes es el de Marie Pierre Arrizabalaga, Las mujeres pirenaicas y la emigración en el siglo XIX.[8] Hay otras obras como las de Asun Garikano incluye un capítulo (“Emakumeak ere joan ziren Amerikerara”: “Las mujeres también fueron a América”) en su libro sobre los vascos del Oeste. [9] Joan Errea publicó My Mama Marie sobre su madre.[10] Otros son Catherine Etchart: a Montana Love Story, de Monique Urza.[11]  o  The Basque hotelera: Implications for a broader study, de Jerónima Echeverria.[12] Un punto de vista más contemporáneo lo encontramos en Janet C. Inda. Basque Sheepherders Daughter.[13] También hay algunas referencias en algunos recetarios de cocina vasca publicados en Estados Unidos en los que se cuenta la historia de las cocineras que los inspiraron.[14]

El origen de las mujeres emigrantes

La mayor parte de las mujeres vascas que emigraron a Estados Unidos procede de entornos rurales tradicionales. Su vida giraba en torno a la granja (caserío: baserri, etxe). Teóricamente, en cada caserío, solo vive un grupo doméstico. Normalmente, este grupo comprende un hombre activo (etxeko jauna: el señor de la casa), su mujer (etxeko andrea: mujer de la casa), sus hijos, sus parientes y/o los consanguíneos solteros de cónyuge que vive en su caserío natal.[15]  El etxeko jauna es nominalmente la primera autoridad[16], sin embargo, las funciones económicas de etxekoandrea complementan las de etxekojauna. Su finalidad fundamental consiste en la acertada gestión del ciclo doméstico. Hace la compra de todo lo que se necesita al día, como alimentos, ropa, cacharros de cocina y cosas parecidas. Como la etxekoandrea realiza la mayor parte de las transiciones económicas que afectan al grupo, casi siempre lleva el control del dinero y no es raro que el etxekojauna pida a su mujer el dinero que necesita.[17]

Hay algo más: la casa (caserío, etxe, baserri) la hereda el primogénito, lo que lógicamente refuerza la autoridad de etxekojauna. El sistema de herencia evitaba la división de la propiedad hecho que, en la mayor parte de los casos, por el tamaño de ésta, la llevaba a la ruina.[18] La mujer puede heredar la casa. En este último caso, la autoridad estará también encarnada por la etxeko andrea, y su marido no tendrá mayor importancia que otro miembro de la casa.[19]

Como resalta la etnógrafa Amaia Mugika Goñi, hubo un tiempo en el que el matrimonio, en general, era de conveniencia, con la firma de un contrato en cuyas capitulaciones se especifican las respectivas aportaciones de los contrayentes y las servidumbres para con la casa (etxe) (padres, hermanos, criados) y, por supuesto, la dote.[20] En muchos casos, las capitulaciones y el sistema de dotes se extendió a las mujeres que se casaban para ir a las Américas.[21]

Kasdan señala que, en algunas comunidades vascas de Pirineo, mientras que los varones jóvenes emigraban, las mujeres quedaban “para casa”, para atender a las personas mayores y a esperar que regresase algún emigrante con cierta fortuna para casarse con él.[22] El retornado, bien se quedaba en el lugar, o regresaba con su esposa al lugar al que había emigrado.

Pero, también hubo mujeres que llegaron desde zonas urbanas. Así, por ejemplo, entre 1895 y 1924, emigraron al Oeste americano unas 200 mujeres de Lekeitio, un pueblo de pescadores de la costa de Bizkaia[23]. La mayoría se instalaron en Boise, Idaho, y sus alrededores. Otras lo hicieron en Oregón y Norte de Nevada, y muy pocas en California.[24]  La mayor parte de las mujeres de las comunidades vascas del Este proceden de los pueblos costeros de la Bizkaia oriental, vascoparlantes y tradicionales. La etxekoandre en este caso se encarga de la administración del hogar y de cuidado de los hijos mientras el hombre está en la mar. Pero, como veremos, la mujer también trabaja fuera de casa -en las fábricas de conservas, cosiendo redes, como criadas- lo que le daba cierta independencia económica.

La mujer vasca ha trabajado fuera de casa -en su inmensa mayoría como criadas- desde tiempos inmemoriales. William Douglass habla de las jóvenes de Etxalar; y de Aulestia-Murelaga y   que se iban a trabajar como criadas, o a hoteles de la Cote Basque, en el caso de las de Etxalar. Algunas de aquellas muchachas llegaron hasta Paris. También era mujeres solteras de Etxalar la que iban (a pie) a trabajar en la cosecha de trigo de la Navarra media.[25] Los ejemplos se multiplican en todo el País Vasco. La antropóloga Monique Selim, por su parte, estudió la emigración a Paris de muchachas de Barcus-Barkoxe, Soule-Zuberoa. No todas emigraban por razones económicas. Las había que huían del duro trabajo en su casa (granja) o, simplemente, en busca de independencia. Viviendo lejos, no se veían obligadas a romper con las normas de la sociedad tradicional que les ahogaban.[26] Algunas de aquellas mujeres acabarán emigrando a Estados Unidos. Algunas, como en el caso de Anuntzi Amías Jayo, de Boise, utilizaron el dinero para financiar en parte su viaje a Estados Unidos lo que les daría una mayor libertad frente a las jóvenes que tenían que pagar íntegramente el importe del viaje y otras deudas.[27]

Estados Unidos, destino de emigrantes

Hasta la segunda mitad del siglo XIX, la emigración vasca se dirigió, sobre todo, a la América Latina independiente, y, en menor medida, a Cuba y Filipinas que todavía eran colonias españolas. Los primeros en llegar fueron los vascofranceses en la década de los 1830.[28] Luego, los vascos de España. La inestabilidad política y los conflictos armados en las nuevas repúblicas y la aparición de oro en California hizo que los vascos comenzaran a dirigirse al Oeste, la emigración se intensificó tras la Guerra de Secesión (1861-1865). Proceden, en su mayoría, de las provincias pirenaicas: Labourd (Lapurdi), Basse Navarre (Nafarroa Beherea) y Soule (Zuberoa), en Francia, y de Navarra y la parte oriental de Bizkaia, en España. Precisamente, la guerra de secesión americana frenó la inmigración que se reanudó tras la contienda. Entre 1872 y 1892 se intensifica la emigración desde los Bajos Pirineos -departamento en el que se encuentra el País Vascofrancés- al Oeste americano. Entre los vascos, muchos proceden de los pueblos del valle de los Aldudes (Banka, Aldude y Urepel) en Nafarroa Beherea.[29]  Por lo que se refiere a los vascos de España, la emigración se intensificó tras la Tercera Guerra Carlista (1872-1876). Durante casi un siglo, los vascos del Oeste se dedicaron mayoritariamente al pastoreo de ovejas. Entre los del Este, por el contrario, eran mayoritariamente marinos mercantes.

La aparición de oro en California marcó una nueva etapa que ha sido estudiada con detalle y maestría por W.A. Douglass y J. Bilbao en su Amerikanuak. Basques in New World[30]. La mayor parte de estos “forty-niners” (los del 49) llegaron desde los países del Cono Sur, navegando desde Valparaíso. Las noticias de California se expandieron con tanta fuerza por Viejo Mundo que algunos incluso viajaron a aquel lugar “doblando” el Cabo de Hornos. En este periodo llegaron asimismo algunas mujeres vascas y, en 1866, Juan Miguel Aguirre, de Etxalar, abrió con su esposa Martina Lavayen, el primer hotel vasco con su frontón en San Francisco. Aguirre llamó a su sobrino Juan Miguel Arburua que se casó en San Francisco con Josefa Lavayen, sobrina a su vez de Martina, a quien había llamado su tía.

Sabemos que las mujeres vascas que emigraron a los países del Cono Sur (Argentina, Uruguay y Chile) se emplearon como camareras, costureras, nodrizas, cocineras. Estas últimas, en hoteles y fondas, no en el campo donde los cocineros eran solo hombres.[31] Como veremos, las que emigran más tarde a Estados Unidos realizarán los mismos trabajos, aunque ellas sí cocinarán en los ranchos y campamentos ovejeros. En los hoteles y restaurantes del Este, por el contrario, son mayoritariamente los hombres quienes cocinan (eran cocineros de barco).

Las primeras vascas contemporáneas, como ha quedado dicho, llegaron al Oeste en los días del gold rush. Unas lo hicieron desde los países del Cono Sur especialmente, desde Argentina que vivía los convulsos días de la dictadura de Rosas[32]. Un primer grupo estaba formado por vascas continentales (francesas) y peninsulares (españolas). Algunas son mujeres cuyos maridos se encuentran ya en California. Otras lo hacen directamente desde Europa”[33].

Si hay un oficio que, durante un siglo, ha identificado a los vascos en el Oeste de Estados Unidos ese ha sido el pastoreo de ovejas. Miles de vascos se dedicaron a esa actividad, aun cuando sus empleos en el Viejo Mundo no tenían que ver -o tenían que ver poco- con el mismo. En realidad, eran carpinteros, canteros, pescadores, … pero acabaron en las montañas o en los desiertos del Oeste rodeados de centenares de ovinos sin más compañía que la de sus perros y la soledad. Una vida que se convierte en epopeya en el clásico de Robert Laxalt, Sweet Promised Land. El protagonista, el padre de del autor, se casó con una vasca cuando él ya “era rico en ovejas”[34].

Pero, en algunos rincones del país, surgieron comunidades de marinos con sus pensiones, restaurantes, clubes sociales… predominantemente en el Este, en ciudades como Nueva Orleans, Boston, Filadelfia y, sobre todo, Nueva York.  También en el Oeste se localizaron comunidades de marinos en Los Ángeles-San Pedro, Monterey, San Francisco, Seattle o Columbia británica. El Centro Vasco-Americano de la ciudad de Nueva York (hoy, Euzko Etxea), ya centenario, fue fundado por marinos. La vida de los vascos de esta última ciudad quedó reflejada en la novela de Nea Colton, The Rivers are Frozen[35].

En ambos casos, los trabajos que realizan pastores y marinos son estacionales lo que les obliga a pasar tiempo en lugares concretos. Generalmente en pensiones (boarding houses, ostatuak u hotelak, en lengua vasca) que Garteiz, un avispado hotelero vasco de Nevada, bautizó como “un hogar lejos del hogar” (home away from home). En estas pensiones, sobre todo las frecuentadas por pastores, las mujeres vascas tuvieron, como veremos, un papel fundamental. [36]

Desde los primeros días del siglo XX, en algunos barcos que llegaban a Estados Unidos con emigrantes vascos, viajaban más mujeres que hombres. Por ejemplo, en 1904, llegaron a Estados Unidos a bordo del Cymric procedente de Liverpool Eleuteria Yturbe, cocinera, dio como referencia la de su hermano en Winnemucca. María Landa (doméstica) que viajaba con se hermano de 11 años (Ricardo) dio como referencia la de su tío Bautista Alzaga en Reno. Cándida Zabaljauregui (criada). Dio como referencia la su cuñado Marcelino Laucirica en Paradise Valley. Gregoria Garteiz (criada). Dio como referencia la de su hermano Facundo en Winnemucca. Aquilina Basurto (criada) que dio como referencia la de su tío José Agustín Yribar en Winnemmuca, Amalia Mendiola (criada) que iba a San Francisco donde tenía un primo. Regresaba a esta ciudad, acompañada de su marido Ángel, Magdalena Aramburu (que hasta poco antes había regentado ella misma una boarding house en el número 504 de Powell St). En el mismo barco regresaba a Nueva York, donde residía, Carmen Izaguirre acompañada de su hijo Zenón. En aquel viaje concreto el número de mujeres duplicaba al de hombres.[37]

También comenzaron a llegar las esposas e hijos de los pioneros. A provechando un viaje al País Vasco de José Navarro[38] y su esposa Pía en 1908, regresaron con ellos, José Uberuaga, otro pionero, que iba con su esposa Felipa y sus hijas María y Blanca. También viajan Paula Fresnedo con sus hijas Paula y María, Además, María Eiguren (y su hermano Félix), Santa Gabica (y su hermano José) Dolores Zabala, Gabina Goitia y Filomena Acorda. Además, José Galletebeitia, Julián Amias y Gregorio Yrusta.[39]

Mujeres vascas en Boise, ID, 1939.

En busca de una mujer trabajadora

Cuando el emigrante (pastor o marino) decide asentarse y quedarse en el país, piensa en que necesita una mujer que cumpla las funciones de la etxekoandre tradicional, tal como se ha descrito anteriormente. Además, no debía divorciarse. Para un emigrante un divorcio era una tragedia (suponía dividir lo que tan duramente le había costado ganar).

Así que hay que organizar una boda. La primera opción era una paisana, acostumbrada al trabajo duro desde niña -por lo que no protestaría por las duras condiciones de la emigración- y que, por cuestiones religiosas (eran católicas), no se divorciaban.  En los primeros tiempos, fueron muchos los que viajaron al país en busca de una esposa que se encargase del hogar, criar los hijos, hacer la compra de provisiones, cocinar y lavar la ropa de los hombres (en los ranchos) y, en ocasiones, cultivar una pequeña huerta, así como cuidar de gallinas y conejos. En el Este, además de atender a su familia, trabajaban como domésticas, en labores de limpieza en hoteles, …  Algunos no conocían a la mujer con la que iban a casarse: había dejado el pueblo cuando estas eran unas niñas, o no habían nacido. O, simplemente, buscaban jóvenes casaderas en un pueblo vecino. Otros fueron a buscar o llamaron a las novias que había dejado en el viejo país. Los hubo, en un porcentaje menor, que llamaron a sus esposas e hijos. También están los casos de los que se casan a distancia, a través de casamenteros profesionales, por poderes, con auténticas desconocidas.

Pero, para casarse con una paisana (hasta, por lo menos, la generalización de los hoteles vascos) se necesitaba dinero, así que muchos optaron por buscar mujeres que se acercasen a los requisitos: trabajar y no divorciarse. No era tarea fácil, pensando en el tipo de trabajo que realizaban y que los pastores, en general, residían en lugares aislados y donde no había concentraciones de vascos. Muchos emigrantes vascos, como segunda opción se casaban con católicas que, por lo menos (y, como principio), tampoco se divorciaban. Fueron muchos los que se casaron con mexicanas, sobre todo, en Arizona, New México, sur de Nevada o California. En el Este lo hicieron con españolas (asturianas y gallegas, en un porcentaje alto) y, sobre todo, con puertorriqueñas. El patrón se reproduce en otros lugares del mundo. Por ejemplo, en Australia, los vascos se casaban con italianas y croatas católicas.

Flora Alzola y Meliton Bengoetxea.

Flora Alzola Barainka, una de mis bisabuelas paternas, nació en la casa Etxebarri de la anteiglesia (aldea) de Bedarona en Bizkaia el 23 de noviembre de 1880. Sus padres eran agricultores arrendatarios (la casa y las tierras no eran suyas). Siendo una niña, la enviaron a servir a una casa burguesa de Bilbao donde aprendió castellano y ahorró algo para el arreo. [40]A finales del siglo XIX y principios del XX, numerosos jóvenes de Bedarona habían emigrado a Estados Unidos. En 1899, su hermano menor, Nicanor, se fue por primera vez a Idaho.

Melitón Bengoechea Anduiza, mi bisabuelo, nació asimismo en Bedarona (casa Zarakondegi-goikoa), el 11 de febrero de 1868.  Con 13 años se embarcó como grumete y, luego, como cocinero, en una goleta, tras más de diez años en la mar, en 1893 se fue a Estados Unidos llamado por su hermano José que había prosperado como ganadero en Nevada -y que llegó a ser el ovejero más rico de Idaho hasta que se arruinó-. Con José, ya estaba otro hermano, Gabriel. No les iba mal y los hermanos Bengoechea pensaron que uno de ellos debía casarse. Necesitaban una mujer capaz de atender la “casa” (aunque ésta fuese una tienda de campaña) y cocinase y lavase la ropa de los hombres: la de los hermanos y la de los pastores que trabajaban para ellos. Preferían que esa mujer fuese vasca campesina, estaban acostumbradas al trabajo duro y tenían fama de buenas administradoras. Los hermanos financiarían el viaje del más joven, Melitón. La guerra hispano-norteamericana retrasó el mismo.  Tras el final de la contienda, Melitón, (que, en aquel momento, tenía treinta y dos años), se fue a Bedarona en busca de la esposa que necesitaban. Las guerras y la emigración habían vaciado de varones jóvenes y casaderos los pueblos y aldeas de los contornos por lo que abundaban las mujeres solteras.  Eligió a Flora de dieciocho años. La tradición familiar dice que la seleccionó entre un grupo de chicas reunidas en la cocina de una casa del pueblo.

El 14 de mayo de 1900, se firmaba el contrato matrimonial ante el notario de Gernika Pedro Pascual de Areitio y Asua, sometidas las capitulaciones al Fuero de Bizkaia. Al convenio, Melitón aporta 20.000 pesetas-oro en ovejas “que posee en Estados Unidos”. Los padres de Flora aportan una dote de 2.750 pesetas y otras 550 pesetas más para el arreo.[41] El 26 de mayo, días después de su boda católica en la iglesia de Bedarona, Melitón y Flora Bengoechea embarcaron en Le Havre a bordo de “La Bretagne”, llegando al puerto de Nueva York, el 3 de junio de 1900, entre los dos traían 230 dólares y declaraban tener domicilio propio en Boise (Idaho).

Se instalaron en Bruneau, condado de Owyhee. En los primeros meses, mientras Melitón estaba en el monte con las ovejas, Flora se empleó como criada en un rancho de la zona (el Tindall Ranch). Luego, se mudó a una casa pequeña, poco más que una modesta choza, donde Flora se encargaba de las labores domésticas, además de cocinar y encargarse de la ropa de los hermanos Bengoechea, como ha quedado dicho, también la de los pastores vascos que trabajaban para ellos en el “campamento”. Durante el invierno, Flora atendía a los demás pastores vascos de Bruneau. Aún no se habían generalizado los “hoteles vascos”.  Eso sí, les cobraba unas monedas por su trabajo que utilizaba para comprar alimentos, mantas, material de costura, ... en Mountain Home, que era el pueblo más cercano. El invierno del 1900 fue especialmente duro para la joven ya que, además, estaba embarazada.  Muchos años después, contaba que, para conseguir agua, Melitón, su marido, debía romper el hielo de una laguna cercana con un hacha.  El 21 de marzo de 1901, nacía en Bruneau la primera de sus hijas, Flora, convirtiéndose en quizá la primera mujer vasca nacida en el estado de Idaho. La noticia apareció recogida en un diario local. [42]

El matrimonio tuvo dos hijos más: Luis (Boise, 31 de enero de 1903) y Balbina (Boise, 6 de enero de 1906). Los tres hijos fueron bautizados en la catedral de Boise, dado que era el único templo católico que había en los alrededores.[43] La vida de Melitón se repartía entre el monte y el rancho. Mientras tanto, en 1901, junto a su hermano José, inició los trámites para conseguir la nacionalidad. En 1906, había concluido los trámites. En el censo de 1910, ya aparece como ciudadano.

Jóvenes vascas en Boise, 1939.

Las criadas

La institución vasca más persistente en los Estados Unidos han sido las pensiones, pequeños hoteles, boarding houses (ostatuak, en lengua vasca), que se extendían por los estados del Oeste y, en menor medida, en algunas ciudades del Este, especialmente Nueva York. Durante décadas, además de hogar y lugar de descanso, fueron centros de reunión, de contratación de hombres, de organización de bodas, de celebración, de asistencia mutua …[44] Jerónima Echeverria resalta que “la mayor parte de las jóvenes vascas que viajaban al Oeste de Estados Unidos para reunirse con vecinos y familiares en las pensiones habían preacordado un empleo en los ostatuak. En general, se encargaban de cuestiones domésticas: limpiar cocinar, servir. (…) Una gran mayoría de esas mujeres encontraron a sus maridos mientras trabajaban en los ostatuak o mientras asistían a bailes y funciones sociales allí”[45].

Muchas de las mujeres (y también algunos niños) que emigran a Estados Unidos lo hacen siguiendo una vieja costumbre vasca. Para aligerar la carga de una familia, los padres enviaban a sus hijos e hijas a trabajar como criadas a otra casa “tripa-truke” (hand to mouth). Es decir, no tenían salario. Recibían un regalo anual y algo de ropa. Muchas realizaban trabajos extra para poder ahorrar algo.

Hotel Borderre.

Como hemos visto, los hoteles vascos se convirtieron en agencia de inmigración para mujeres solteras (y, de paso, en una agencia matrimonial). Generalmente, eran las “hoteleras” quienes se encargaban de ambas labores. Estas recababan información sobre jóvenes solteras en sus pueblos y aldeas. Por ello, en la mayor parte de los casos, son paisanas o parientes de la “hotelera” las que llegan a Estados Unidos. Así, durante años, las criadas de hoteles como el Borderre de Santa Bárbara o el Noriega de Bakersfield proceden de Urepel o de Aldude, pueblos de origen de las patronas.

José Borderre y su esposa Jeanne Alfaro, ambos de Urepel, abrieron el Borderre French Hotel en Santa Barbara, que, durante años fue el centro de la vida vasca en la ciudad[46]. Durante años, muchas jóvenes de Urepel tuvieron allí su primer trabajo. Este fue el caso de, entre otras, las hermanas Marianne y Maria Louise Erreca. De Urepel era asimismo Jeanne Erreca Burubeltz que había llegado al país en 1882. Se casó con Jean Burubeltz, de Lasa. Juntos regentaron una boarding house, primero en Los Ángeles y, luego, en Barkersfield. Al fallecer el marido, se ocupó un tiempo del hotel. Con ella, vivió un tiempo su sobrina Jeanne Erreca.

Marianne Laxague de Aldude, pueblo vecino a Urepel, se casó con un joven catalán Pablo Galtes que había abierto una tienda en Bakersfield, CA. llamó a sus sobrinas, Marianne y Louise Inda, para trabajar en la tienda. La primera se casó con un comerciante bearnés, Jean B. Bergés. La segunda, Louise, con Faustino Mier Noriega. En sociedad con Fernando Etcheverry, construyó el Iberia Hotel, luego Noriega que, como señala Mary Grace Paquette está en los comienzos de “migraciones a gran escala de vasco-franceses y vasco españoles a Kern County, en 1893”[47].

Eva Hunt Dockery señala que, a finales de 1909, residían unos 6000 vascos en Idaho. En el cómputo, solo unas 200 mujeres, “y a ninguna chica le estaba permitido permanecer mucho tiempo soltera, ante tal cantidad de pretendientes”. Cuando la periodista intentó fotografiar a las diez jóvenes que acaban de ser “importadas” por Benito Arego, la esposa del hotelero se impidió: “Eran chicas muy bonitas, y podrían irse tan pronto como pudiesen, pero si se publicaba una foto en la que apareciesen todas a la vez ella no podría emplearlas en su casa, los vascos llegados de todos los rincones del país asaltarían la casa y ella las había traído para que le ayudasen en la pensión”[48].

El trabajo de aquellas muchachas era extenuante. Marie Jeanne Goyenetche, de Banka, por ejemplo, “se levantaba a las cuatro de la mañana y muchas veces seguía trabajando a las 12 de la noche. (…) Tenía que cocinar tres comidas al día, trabajaba en el trabajo de camarera (maid) del hotel, y ayudaba a la dueña a hacer la compra. Por esto, le pagaban treinta dólares al mes, más alojamiento y comida”.[49] Cuando Marie Jeanne logró pagar el dinero que le había prestado su hermano para el viaje, entonces llegó el momento de casarse.


 

Precisamente, Benito Arego protagonizó un caso que define cómo trabajaban algunas jóvenes en los ostatuakAnastasia Arriandiaga “Ana” tenía 14 años cuando sus padres la enviaron a Boise a servir como criada a su pensión. Habían llegado a acuerdo con Arego que era del mismo pueblo, Elantxobe. El trato era que le pagaría 5 dólares al mes hasta satisfacer los gastos del viaje (que eran de 150 dólares). Las condiciones de trabajo eran durísimas y, demás, según comentó la joven a su hermana, sufría malos tratos. El cuñado de la joven, José Alastra, copropietario del Howell Spring Valley Ranch, se reunió con Arego para llegar a un acuerdo que permitiese “liberar” a Ana. El hotelero se negó y el caso acabó en los tribunales.  La joven –que temía que aquello perjudicase a sus padres- pudo abandonar su trabajo, tras reconocer la cantidad adeudada[50]

Jerónima Echeverria recoge asimismo el ejemplo de Margarita Aramayo, de Ondarroa. Esta última había llegado a Boise en 1918 para trabajar como criada en el hotel de Barbero. Había acordado con ella un sueldo de 18 dólares al mes, cantidad que nunca recibía porque se retenía para pagar el viaje[51]. El 6 de febrero de 1919 se casó en Boise con Marcelino Osa, de Ibarrangelua.  Como hemos visto, esta especie de “compra de libertad” acabó en algún momento ante los tribunales del estado.

No todas las muchachas vascas se emplearon en los hoteles. Otras trabajaban en los campamentos ovejeros (también en los madereros) y como criadas en los ranchos en los que había muchos hijos y la madre no podía atender sola a los hombres y a los niños.


[1] William A. Douglass and Jon Bilbao (1975), Amerikanuak. Basques in the New World, Reno: University of Nevada Press. p. 424.

[2] Anna M. Aguirre y Koldo San Sebastián (2018), Newyorktarrak, Vitoria-Gasteiz: Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, pp. 99-100.

[3] Esto sirve para los demás estados del Oeste con presencia vasca: Washington, Oregon, California, Montana, Utah, Arizona, Wyoming. Colorado y New México.

[4] Jon Bilbao. “Vascos en el Oeste”, Conferencia, 1959.

[5] Sydney Stahl Weinberg, Donna Gabaccia, Hasia R. Diner and Maxine Schwartz Sel, “The Treatment of Women in Immigration History: A Call for Change [with Comments and Response]”, Journal of American Ethnic History. Vol. 11, No. 4 (Summer, 1992), pp. 25-69 

[6] Gloria Totoricagüena, “Interconnected Disconnectedness: How Diaspora Basque Women Mantain Etnic Identity”, en Linda White & Cameron Watson, eds), Amatxi, Amuma, Amona: Writings in Honor of Basque Women, Reno-Nevada (2003): Center for Basques Studies, p. 101,

[7] Teresa del Valle, “Introducción”, en William A. Douglass (1991), Cultura vasca y su diáspora. Ensayos teóricos y descriptivos, Donostia: Baroja, p.15.

[8] Marie Pierre Arrizabalaga, “Las mujeres pirenaicas y la emigración en el siglo XIX”, en Julio Hernández BorgeDomingo L. González Lopo (2008), Mujer y emigraciónuna perspectiva plural, Santiago: Universidad de Santiago de Compostela, pp. 107-131.

[9] Asun Garitano (2009), Far Westeko Euskal Herria, Iruña- Pamiela, pp.194-218.

[10] Joan Errea (2013), My Mama Marie, Reno-Nevada: Center for Basque Studies.

[11] Monique Urza (1991), “Catherine Etchart: a Montana Love Story” en Richard W. Etulain (ed), Basques in the Pacific Northwest. Pocatello. Idaho State University Press, pp. 40-50.

[12] Jeronima Echeverria, “The Basque hotelera: Implications for a broader study”, en W.A. Douglass, C. Urza, L. White, J. Zulaika (eds) (1999), The Basque Diaspora, Reno-Nevada: Basque Studies Program, pp. 239-248.

[13] Christy Ann Webber (dr) (1982), Janet C. Inda. Basque Sheepherders Daughter, Reno-Nevada: Oral History Program. University of Nevada-Reno.

[14] Mary Alustiza (1996), The Basque table, Stockton: Azitsula. / M Ancho-Davies (2001), Chorizos in an Iron Skillet, Reno. University of Nevada Press/ Ann Rogers (1968), A Basque history cookbook, New York: Charles Scribner’s sons.

[15] William A. Douglass (1969), Death in Murelaga, Seattle: University of Washington Press, p. 7.

[16] Rodney Gallop (1948), Los Vascos, Madrid: Ediciones Castilla, p. 55.

[17] W.A. Douglass, Death in…p. 105 y ss.

[18] Pierre Lhande (1975), En torno al hogar vasco, Donostia. Auñamendi, pp. 23-66.

[19] Rodney Gallop, Opus cit, p. 55.

[20] Amaia Mugika Goñi, “Euskal ezteiak”, en Deia, Bilbao, 23-XII-2014.

[21] Marie-Pierre Arrizabalaga (1986), A Statistical Study of Basque Immigrant into California, Nevada, Idaho and Wyoming 1900 and 1910, Reno: University of Nevada, p. 20.

[22] Leonard Kasdan (1965), “Family Structure, Migration an the Entrepeneur”, Comparative Studies in Society and History, Vol.7, p.350.

[23] En el Archivo Municipal de Lekeitio, existe abundante documentación sobre la solicitud de permisos para emigrar “a California” por parte de mujeres jóvenes. Asimismo, en los listados de matrimonios del estado de Idaho, aparecen los nombres de las lekeitiarrak que contraen matrimonio. Referencias para Idaho, Nevada y Oregon aparecen, asimismo, en Iban Bilbao & Chantal de Eguiluz, “Matrimonios vascos en Idaho y Nevada (1862-1941)”, en Diaspora Vasca: 4, Vitoria-Gasteiz, 1983.

[24] A través de la obra del escritor vasco americano Robert Laxalt se puede comprender mejor la mentalidad y la tierra de aquellos vascos que emigraron a Estados Unidos. Ver, por ejemplo, In a hundred graves. A Basque Portrait, Reno (1972): University of Nevada Press o The Land of my Fathers. A Son’s Return to the Basque Country, Reno (2000): University of Nevada Press.

[25] William A. Douglass (1975), Echalar and Murelaga. Opportunity and Rural Exodus in two Spanish Basque Villages, London. Hurst & Company, p. 120 y ss.

[26] Monique Selim, “Algunos aspectos sobre la migración vasca femenina a Paris”, en F.Xavier Medina (comp.)( 1997), Los otros vascos. Las migraciones vascas en el s. XX. Madrid: Fundamentos.

[27] Anuntzi Amias era una joven inquieta. Su padre era pescador. Su madre, costurera. Comenzó a trabajar con ocho años cuidando a sus primos. Luego estuvo sirviendo en Elantxobe, Zarautz y Barcelona, regresando a Lekeitio donde se empleó en una fábrica de conservas. Para entonces, había reunido unos pequeños ahorros “para el arreo”. Pero, tenía un tío en Idaho que le convenció para viajase a América. No se lo pensó y utilizó todos sus ahorros en financiar parte del viaje. El resto se lo prestó su tío. Al llegar se empleó en el hotel del lekeitiarra Peru Anchustegui en Mountain Home donde estuvo dos años. Logró pagar su deuda, enviar dinero a casa y guardar algo para sus gastos. Siete años más tarde, casada ya con Anastasio Jayo y viviendo en Boise, pagó el viaje a su hermana Lucía. BMSS Oral Histories, J. Chertudi, 1975.

[28] Claude Mehats (2995), Organisation et aspects de l’emigration des Basques de France en Amérique, 1832-1976, Vitoria-Gasteiz: Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco.

[29] Henry de Charnisay (1996), Emigration Basco-Bearnaise en Amèrique, Biarritz: J& D. p. 217.

[30] Douglas & Bilbao, Opus cit.

[31] María Eugenia Cruset (2017), “Migración y exilio: el papel de las mujeres”, Revista Trasversos, Rio de Janeiro, p. 128.

[32] Vid. Jay Monaghan (1973), Chile, Peru and the California Gold Rush of 1849, Berkeley: University of California Press.

[33] Henry de Charnisay (1996), Emigration Basco-Bearnaise en Amèrique, Biarritz: J& D, vv.pp.

[34] Robert Laxalt, Swett Promised Land, New York (1957): Harper & Brothers.

[35] Nea Colton, The Rivers are Frozen, New York (1942): Coward-Mc Cann

[36] Ver Jeronima Echeverria, “The Basque ‘hotelera’: Implications for a Broader Study”, en William A. Douglass, Carmelo Urza, Linda White & Joseba Zulaika (eds.), The Basque Diaspora, Reno-Nevada (1999). Basque Studies Program, pp.238-248.

[37] List or Manifest of Alien Passengers for the US Inmigration Officers, 8-10-1904. Navarro está considerado -junto  Antonio Azcuenaga- el pionero de los vascos de Oregon.

[38] Sarah Baker Munro, “Basque Folkore in Southeastern Oregon”, en Richard W. Etulain (1991), Basques in Pacific Northwest, Pcatello: Idaho State University Press, p. 26.

[39] List or manifest of alien passegers for the United States, April, 18th, 1908

[40] El arreo es la ropa que la novia lleva al matrimonio, que había sido confeccionada por ella o sus familiares y amigas, y lo diferenciaban de la dote que es el conjunto de dinero y bienes aportados por la novia o su familia. Las muchachas comenzaban desde muy jóvenes a preparar su arreo. Con lo ahorrado, podía comprar telas, algún encaje, botones,…

[41] En el caso de las vascas de Francia no existía este tipo de contratos, como señala Terexa Lekunberri: Emazte horrek ez du sekulan ezkontza kontraturik egin bere senarrarekin. Aldiz ezkondu eta 20 urteren buruan, joan ziren notariora, "elgarren premu" (donation entre époux) aktoa izenpetzeko, zernahi gerta ere bati, bestea babestua izan zadin.

[42] Idaho Daily Stateman, 24-03-1901

[43] Mi padre siempre presumía de que su madre había sido bautizada en una catedral.

[44] Jerónima Echevarria, Home away from home. A history of Basque boarding houses, Reno-Nevada (1999): University of Nevada Press,

[45] Ibidem, p. 227

[46] Ibidem, p. 126.

[47] Mary Grace Paquette, Basques to Bakersfield, Bakersfield (1982): Kern County Historical Society, p.5 y ss.

[48] Eva Hunt Dockery, Opus cit.

[49] Joan Errea, Opus cit., pp. 55-56.

[50] Idaho Statesman, 1908-11-24

[51] J.Echeverria, Opus cit, p. 227.


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