
Gaiak
Mito y Mujer. El redescubrimiento literario de la mitología vasca
Las mujeres en todo el mundo están subordinadas a los hombres. Es decir, todas las sociedades existentes interpretan la diferencia biológica entre hombre y mujer de tal manera que ortogan un estatus social inferior de la mujer. En vista de este hecho, la mitología vasca representa un caso excepcional: La diosa madre Mari reina sobre una multitud de otros seres mitológicos. ¿Pero qué significa esto para la mujer vasca? Las respuestas científicas van desde un antiguo matriarcado vasco hasta la interpretación de los mitos de Mari como una forma de rebelión contra estructuras patriarcales existentes, pasando por una posición social ligeramente mejor de la mujer vasca.
Con su Trilogía del Baztán, Dolores Redondo también parece querer llegar al fondo de esta cuestión. En sus novelas policíacas publicadas en los años 2013 y 2014, la autora entrelaza investigaciones de la policía foral con el drama familiar y la mitología vasca – concentrándose, según ella misma, en la mujer. En su obra la sociedad narrada tiene una ideología mitológica activa. Es decir, el mito tiene un efecto decisivo en el comportamiento de sus creyentes. Hasta se confirma la existencia de algunos seres mitológicos, pero cabe duda con repecto a la veracidad de otros genios o acontecimientos míticos. ¿Qué efectos tiene tal ideología en la imagen de la mujer?
Las características de Mari son descritas en la obra como parte de cada mujer y se encuentra un parallelismo particularmente llamativo entre Mari y la protagonista Amaia. Esto se ve sobre todo en el énfasis de cualidades como la maternidad, el acceso a la ésfera mitológica, la vinculación con la naturaleza y un espíritu de luchadora.
Como consecuencia directa de la existencia de una diosa madre, la maternidad desempeña un papel central en la trilogía y viene representado como la meta más importante en la vida de cualquiera mujer, lo que crea una imagen bastante traditional y conservadora de la feminidad. Por medio de la experiencia personal de Amaia, se formula una crítica dura de la romantización de la maternidad y la respectiva presión social a la que se ven sometidas las mujeres. También la propia Mari lo critica cuando encuentra a Amaia en el segundo tomo: para ella la maternidad constituye algo instinctivo y natural. Sin embargo, esta opinión subraya la designación de la mujer para tener hijos y convierte a Mari en una rebelde ilusoria. Aquí el lector está ante una imagen controversa de lo femenino: Por un lado destaca la fortaleza de la mujer por medio de la posición dominante de Mari y por otro lado se insiste en el papel tradicional de la mujer como madre. Esto es menos sorprendente si tenemos en cuenta que, con el mito de Mari, estamos ante una imagen de la mujer muy antigua.

En la Trilogía del Baztán la ésfera mitológica representa un dominio femenino y constituye una faceta indispensable de la feminidad. La mayoría de los hombres en la obra no son capaces de entender el enlace con el mito, no tienen acceso a esta “sabidura secreta” femenina. Aparte de las mujeres que ven el mito en su función explicatoria del mundo, también figuran personajes femininos que usan el mito como herramienta para obtener efectos mediante la ejecución de rituales: brujas. Aunque la autora incorpora diferentes imagenes de brujas en su obra, todas las brujas en la trilogía tienen en común la belleza, la perfección, el poder, la maldad y una sexualidad femenina activa. Esto es problemático, ya que las imagenes de brujas suelen dibujar una imagen inversa de lo que se considera el ideal de lo feminino en una sociedad. A la inversa, se puede deducir que aquí este ideal incluye debilidad y un elemento de abstinencia.
Mediante la vinculación de los temas de maternidad, mitología y naturaleza, las mujeres en la obra aparecen más cercanas a la naturaleza que los hombres. Es muy interesante porque la construcción simbólica de género y la subordinación de la mujer frecuentemente están explicadas como consecuencia de las funciones fisiológicas femeninas como la menstruación y la capacidad de dar a luz. En contraste, los hombres son asociados con la cultura. Ya que la cultura está controlando y manejando la naturaleza, se asigna la cultura a un nivel superior lo que tiene por consecuencia que se considera a los hombres superiores a las mujeres. Por lo tanto, el énfasis en la cercanía entre mujer y naturaleza no es de ningún modo insignificante: reafirma la justificación simbólica de la subordinación femenina.
La cercanía de la naturaleza y el acceso al mundo mitológico destacan en las novelas como algo positivo y le aportan a la mujer un poder imaginario que, sin embargo, no tiene consecuencias para su estatus social. Por consiguiente la realidad social en la trilogía muestra a las mujeres como víctimas de asesinatos, de violencia y acoso sexual, así como de presíon social. La sociedad no es capaz de protegerlas. Mientras en el plano simbólico las mujeres mantienen una posición de poder a causa de la mitología, identificamos en el plano social un patrón de la indefensión femenina.
La naturaleza luchadora de Mari aparece sobre todo en el concepto de la extekoandere, una mujer vasca particularmente fuerte, dominante y dura. La posición social ligeramente elevada de la extekoandere en la sociedad tradicional vasca puede ser explicada por un lado con la ausencia de los hombres y por otro lado con la función femenina de comunicadora con el mundo mitológico. Por ambas razones la mujer obtiene más responsabilidades. Muchas de las mujeres en las novelas son presentadas como tales exteko andreak y con las caraterísticas correspondientes. Desde luego, el otro lado de la moneda es que la multitud de responsabilidades no solo resulta en más poder sino que conlleva consigo la obligación de cumplir estas tareas para no perder la estima social. Entonces el aumento en resposabilidades también propone una carga para la mujer y destaca su papel como ama de casa.
A través de la fortaleza e independencia de las mujeres baztanesas se introduce otro elemento en la imagen de la mujer en la trilogía: los arquetipos de la Gran Madre y del Puer, formulados por el psicoanalista Carl Jung. Estos arquetipos representan partes inconscientes de la personalidad y, según algunos, son vestigios de un antiguo matriarcado vasco en el Paleolítico. En la obra se alude a esta teoría describiendo la sociedad narrada con una estructura psicosocial centrada en el símbolo de la Madre: a los hombres se refiere frecuentemente como niños en sus relaciones de pareja. La relación con sus esposas muchas veces tiene paralelos notables con una relación entre madre e hijo. Por consiguiente surge una imagen de la mujer como gobernante en el ámbito privado; lo que viene apoyado también por el concepto de la extekoandere. No obstante, en la ésfera pública, sobre todo en el mundo laboral, predominan los hombres, aunque existan en la obra unas mujeres muy exitosas en su trabajo.
Si bien el lector espera una imagen progresiva de la mujer debido a la posición dominante de Mari en la mitología vasca, la Trilogía del Baztán cuenta con una imagen de la mujer bastante tradicional y reaccionaria. Resumiendo, se puede constatar que en las novelas el mito actua como mecanismo de legitimación de estructuras sociales ya existentes: subraya el papel de la mujer como madre, su cercanía a la naturaleza, su función como ama de casa y gobernante en el ámbito privado, así como su función comunicatora y de vínculo con el mundo mitológico. Este último le da a la mujer un poder simbólico que no se puede transferir al ámbito social. Desde un punto de vista psicológico, el mito representa una oportunidad de ejecer un control ficticio y de este modo satisfaciendo el deseo de igualdad de género – lo que explica la actualidad que aún tienen los mitos de Mari.