706 Zenbakia 2016-03-02 / 2016-04-06

KOSMOpolita

Juan Francisco de Aguirre, el marino de Donamaría

RECARTE, Sergio



Hubo un navarro que tuvo un objetivo primordial en su vida: el de volcar afanosamente en un diario todo cuanto pudo observar y estudiar. Se llamaba Juan Ignacio Francisco de Aguirre, uno de los tantos a los que la historia, injustamente, no les dio un lugar destacado y que vino al mundo el 18 de julio de 1758, allí, en el país del Bidasoa, en las estribaciones del Pirineo y en la aldea de Donamaría.

Aguirre, por cuestiones de la demarcación de límites entre España y Portugal como consecuencia del tratado preliminar de San Ildefonso de 1777, debió de trasladarse a la América meridional en calidad de comisario y como teniente de fragata de la Real Armada español. Su estadía en las tierras del Río de la Plata le ocupó 16 años de su vida, con constantes viajes y exploraciones, y durante la misma su salud no salió bien librada a causa de las muchas penurias que tuvo que padecer. Una misión de reconocimiento que le permitió reunir una voluminosa fuente de información con numerosas anotaciones, que el navarro, con disciplina científica, registró y organizó en varios libros a los cuales los acompañó con diferentes y extensas notas y documentos.

Formidable manuscrito que se conoce con el título de Diario del capitán de fragata Don Juan Francisco Aguirre. Valioso legado de primera mano que hasta el día de hoy es materia de consulta por historiadores e investigadores debido a los aportes históricos, geográficos y humanos de aquellas zonas afectadas por las cuestiones limítrofes entre las dos coronas en las postrimerías del siglo XVIII, en especial la que por entonces era la Gobernación del Paraguay.

Pero Aguirre fue más allá, en su Diario hay una minuciosa descripción de las costas bonaerenses, incluso de las costas patagónicas e islas Malvinas como también de la propia capital de Virreinato del Río de la Plata y la ciudad portuaria de Montevideo

Hay que decir que la carrera marítima y militar de Aguirre, como era habitual en esos tiempos, comenzó a temprana edad. Tenía 14 años y siendo el menor de 7 hermanos, tomó la decisión de dejar su aldea y el cómodo y espacioso palacio familiar donde había nacido, antiquísimo solar y cuna de uno de los linajes más antiguos de Euskal Herria. El destino del joven fue el puerto de Cádiz, donde ingresó en el cuerpo de Nobles Guardias Marinas una vez que pudo demostrar su condición de hidalgo, algo necesario en la carrera de oficiales de la marina de guerra en aquellas épocas. De ahí en más la carrera como marino fue vertiginosa, ascendiendo de jerarquías gracias a su empeño durante las distintas singladuras por medio mundo y en algunos cruceros científicos por el Mediterráneo. Hasta que en 1781 fue nombrado Teniente de Navío y escasos meses después, Comisario del Rey en las Comisiones Demarcadoras entre las coronas de España y Portugal. Con este encargo, y junto a otros selectos marinos, abandonó el continente europeo, partiendo del puerto de Lisboa en los primeros días de 1782 rumbo a Río de Janeiro bajo las órdenes del comandante, el gallego José Varela y Ulloa.

Pero en las instrucciones a los comisionarios, además de las cuestiones inherentes a los límites fronterizos, existían otras obligaciones que debían realizar, todo con el objetivo de acrecentar el conocimiento de aquellos lejanos dominios del vasto imperio. Fue así que al conjunto de comisarios se les encargó la observación y estudio de la naturaleza y todo lo relacionado a las poblaciones existentes, sus economías y a las fertilidades de las tierras de esas regiones. Tarea que Aguirre comenzó a realizar no bien desembarcó en Brasil en los primeros meses de 1782 para luego proseguir viaje a Montevideo y finalmente arribar a Buenos Aires un año después de haber salido de Europa.Los Aguirre en el Río de la Plata

En ese itinerario, hasta llegar al Paraguay y a la zona fronteriza con tierras lusitanas, Aguirre tuvo oportunidad de reencontrarse con su hermano mayor Juan Pedro quien había venido al Río de la Plata junto con un primo, también donamariarra, Agustín Casimiro de Aguirre Micheo. Los dos como representantes de la compañía naviera Ustáriz perteneciente al conde de Reparaz y al marqués de Echandia, tío y sobrino respectivamente.

Juan Pedro y por criterio de la compañía, debió de fijar residencia en Montevideo y a los pocos meses de llegar, contrajo matrimonio con María Margarita de Viana Azaybar, hija del alavés y mariscal de Campo José Joaquín de Viana y de la vizcaína María Francisca de Alzaybar Ealo y Guesala. Mientras, a Agustín Casimiro le tocó en suerte la ciudad de Buenos Aires, donde llegó a convertirse en un prominente vecino, casándose con María Josefa Xaviera Engrasia de Lajarrota y Rozas. En ambas hogares se hospedó el comisario real y teniente de fragata Juan Francisco Aguirre.

En la capital del flamante virreinato, el navarro fue recibido por su pariente, el virrey Juan José de Vertiz y Salcedo con el fin de ajustar detalles de la misión, obteniendo el mando de la 4º partida demarcadora, grupo que le competía investigar la línea divisoria entre los ríos Paraná, desde el Igurey y el Paraguay hasta el Jaurú. Las otras tres expediciones les tocaron en suerte al capitán de navío, José Varela y Ulloa, el teniente de navío Diego de Alvear Fernández Ponce de León y el capitán de fragata Félix de Azara respectivamente.

Y mientras aguadaba órdenes de marcha a Asunción, Aguirre, en común acuerdo con su hermano Juan Pedro, hizo cesión ante el escribano Público y de Residencias Joseph García Echaburu, del derecho al Mayorazgo y de su casa natal, el Palacio de Cabo de Armería de Donamaría, a su hermano José Joaquín. Éste, una vez en posición de la propiedad, procedió a ampliar y mejorar el señorial caserón, llegando a nuestros días como el Palacio de Aguirre, construido en parte sobre las ruinas y los materiales de la antigua casa fuerte. Sólido edificio erigido en el siglo XVII, transmutado a partir del año 1960 en Convento de las Madres Carmelitas de Santa Teresa de Lisieux. Palacio que debió de sufrir los embates de las invasiones francesas, tanto durante la guerra contra la Convención —especialmente feroz y devastadora en esos valles del Pirineo vasco—, como las razzias de las huestes napoleónicas en sus escaramuzas contra la guerrilla. A consecuencia de ello, la mayor parte de la documentación familiar fue destruida, pero no existe constancia que la estructura del edificio en sí padeciera algún tipo de daño a causa de esas situaciones beligerante contra la población civil. Una vez en posición de la propiedad, procedió a ampliar y mejorar el señorial caserón, llegando a nuestros días como el Palacio de Aguirre, construido en parte sobre las ruinas y los materiales de la antigua casa fuerte. Sólido edificio erigido en el siglo XVII, transmutado a partir del año 1960 en Convento de las Madres Carmelitas de Santa Teresa de Lisieux.Rumbo a tierras guaraníes

Finalmente Aguirre y los suyos llegaron a Asunción el 25 se abril de 1784, y permanecieron en el Paraguay alrededor de 12 años, aunque el objetivo principal de esas expediciones no pudo concretarse. Sus pares portugueses, a pesar de las tratativas y acuerdos previos, nunca se acercaron a esas posiciones limítrofes ya que las más altas esferas de la corona portuguesa habían evaluado que el tratado de San Idefonso no era conveniente a sus intereses. Aun así, el explorador y escritor no malgastó su tiempo. Durante esa permanencia en dicha gobernación, recorrió de manera exhaustiva esas tierras siempre acompañado por su paisano, el pamplonica Pablo Zizur, a la sazón alférez de fragata y primer piloto de la Real Armada, hasta que éste debió de regresar a Buenos Aires por orden del virrey para preparar una expedición científica a las Salinas Grandes ubicadas en la región pampeana.

Además, el navarro durante su estadía en Asunción, hurgando los Archivos del cabildo, se topó con un tesoro documental de primera mano: las crónicas escritas en 1612 por Ruy Díaz de Guzmán en esa misma ciudad, que contenían datos sobre las primeras exploraciones y descubrimientos en la amplia región del Río de la Plata. Aguirre, tomando como base lo aportado por uno de los primeros historiadores de la India, depuró, según su criterio, algunos errores con la perspectiva y el juicio que le otorgaba el paso del tiempo, trabajo al que el navarro denominó su Diario Histórico, obra por la cual sintió especial orgullo.

Y en esas andanzas y correrías científicas anduvo Aguirre, siempre consignando en su inseparable Diario todo lo que se ponía a su alcance, hasta que un día evaluó que nada más quedaba por hacer en aquellas latitudes. Así que una vez que se le otorgó el permiso, regresó a Buenos Aires con una enorme cosecha de datos, planos, croquis, descripciones y comprobaciones topográficos, algo que por cierto, los historiadores e investigadores del pasado del Paraguay agradecieron y agradecerán de por vida.

En Buenos Aires, Aguirre permaneció durante dos años más, tiempo suficiente para dedicarse a recorrer y estudiar ambas márgenes del Río de la Plata y parte de la costa de lo que hoy es la provincia de Buenos Aires. También sumó a su Diario —que a esa altura se había convertido en un voluminoso mamotreto—, numerosas descripciones de interés científico y etnológico en torno a las costas patagónicas e Islas Malvinas. Lugares a los cuales no viajó, empleando para su registro, no obstante, aquellas ajustadas informaciones realizadas por el navarro Pablo Zizur en anteriores exploraciones.Fin de su peregrinaje en el Nuevo Mundo

La ansiada partida de Juan Francisco Aguirre hacia la metrópolis pudo concretarse una vez que se embarcó en la fragata “Santa Clara”, nave que partió del puerto de Montevideo. Antes de hacerlo, el navarro se despidió de la familia de su hermano Juan Pedro, quien había fallecido dos años antes. El destino del marino fue la ciudad gallega de la Coruña, a la que arribó en abril de 1798 luego de una azarosa travesía de ochenta días, en la que a punto estuvo su nave de ser capturada por los ingleses. Una vez desembarcado dio aviso de su llegada al Director Secretario del Despacho Universal de Marina de España e Indias, don Juan de Langara y Ugarte, recibiendo como respuesta por mérito de sus acciones, el grado de Capitán de Fragata.

El 28 de julio de 1805 fue nombrado capitán interino del guipuzcoano Puerto de Pasajes y en los momentos previos a la invasión de los ejércitos napoleónicos a la península, recibió la orden de ocupar el cargo de Director en una de las más importantes instalaciones fabriles y mineras con fines militares: las Reales Fábricas de artillerías y municiones existentes por entonces entre dos poblaciones santanderinas, Liérganes y La Cavada. Destino honroso que le permitió dedicarse a las observaciones y correcciones astronómicas, en particular en el País Vasco y en Cantabria.

Pero en esa nueva ocupación a Aguirre, fiel servidor a su rey Borbón, le tocó lidiar con el gobernador de Santander, Francisco Amorós y Ondeano, conspicuo colaborador de José Bonaparte, cuando éste obtuvo la corona de España tras la huida de Carlos IV y su hijo Fernando VII. En consecuencia, la situación del navarro no sería para nada cómoda, sobre todo cuando el nuevo régimen exigió juramento de fidelidad a todos aquellos funcionarios nombrados por la anterior administración.

Las relaciones con Amorós no tardaron en tensarse, y aún más cuando éste, considerado por las autoridades francesas como un aliado idóneo para defender la casa bonapartista, fue nombrado por José I, comandante militar y político de los puertos y costas cántabras.

Todo este cuadro adverso de situaciones, llevó a Aguirre a renunciar al cargo de director y buscar refugio en el interior de las montañas y al amparo de aquellos humildes pobladores de las aldeas de los valles asturianos, en su mayoría enemigos acérrimos de los ocupantes franceses. Esta nueva aventura la emprendió el navarro con la salud notablemente deteriorada por las fiebres contraídas en sus excursiones en tierras paraguayas. A punto tal, que gravemente enfermo, intentó buscar ayuda médica en la capital santanderina, cuando la muerte lo sorprendió en el camino el 26 de febrero de 1811 en el pequeño poblado de Orejo.

Ocho años después de su muerte, los originales de su obra, casi cuatro mil folios, considerado el cuerpo documental más extenso de la época, fueron donados por sus herederos a la Real Academia de Historia de España, entidad a la que había pertenecido el ilustre navarro desde el año 1805 como miembro correspondiente por la provincia de Guipúzcoa.

Un breve vuelo sobre la existencia de Juan Francisco de Aguirre, para muchos el precursor de la historiografía en el Río de la Plata donde, como dejó constancia en sus escritos, “allí, en esas tierras lejanas, donde he pasado los años más felices de mi vida”.

Fuente:

Zapio, Hilda Raquel, De prácticas, comportamientos y formas de representación en el Buenos Aires d los siglos XVII y XVIII. Editorial de la Universidad del Sur, Bahía Blanca

Ibarguren Carlos Federico, Los antepasados a lo largo de la historia argentina, Tomo II, Los Aguirre www.genealogiafamiliar.net/getperson.php?personID=14624&jrff=BVCZ;

Bresso, Liliana, Colección Gente que hizo historia: Juan Francisco de Aguirre, Nº7, Asunción, Paraguay, junio 2013

Castillo Alicia, 50 años de Las Carmelitas en Donamaría, en “Diario Vasco”, 15/5/2010

Gianello Leoncio, Imagen de un marino poco conocido por los argentinos, en Diario “La Nación”, 19/7/1981.

Sirvent, Rafael Fernández, Notas sobre propaganda probonapartistas: Proclamas y Gazeta de Santander (1809), en El Argonauta Español Nº3, año 2006

“Los oficiales y dotación de los navíos de la Real Armada española de finales del siglo XVIII”, artículo basado en la tesis doctoral del Miguel Alía Plana: La Armada y la enseñanza naval 1700-1840 www.todobabor.es/vida_barcos/oranización.htm

Groussac, Paul, Noticias biográficas de Don Juan Francisco de Aguirre y examen crítico de su Diario, Editorial Conti Hnos, Buenos Aires, 1905.