689 Zenbakia 2014-09-03 / 2014-10-01

Elkarrizketa

Joseba Achotegui Loizate. Psiquiatra y Psicoterapeuta: Antes se hablaba de vicios y de pecados capitales, ahora todo son trastornos mentales

AGUIRRE SORONDO, Juan

Joseba Achotegui es un psiquiatra para quien la Psiquiatría no es una ciencia exacta sino que frecuentemente se hace pasar por tal al servicio de planteamientos que tienen más que ver con el control social que con el estricto conocimiento de la complejidad humana. Desde una percepción práctica de su trabajo, tiene la convicción de que solo al contacto con los pacientes, las familias y los grupos sociales afectados puede el psiquiatra entrar en el cerebro del prójimo para llegar a ayudarle. Al doctor Achotegui le debemos la acuñación del “Síndrome de Ulises”, definido como el estrés crónico y múltiple que afecta a inmigrantes, un concepto que hoy ya circula en el lenguaje científico, periodístico y hasta literario.

Muchos de nuestros males, como occidentales, vienen provocados por la insatisfacción o la frustración ante una felicidad tantas veces prometida como nunca conquistada. Sin embargo, quizá convenga recordar que nuestro cerebro humano no está hecho para eso... o al menos no es su principal función que seamos felices.

Sí, la perspectiva evolucionista considera que se van produciendo cambios en la naturaleza, que hay una gran diversidad en el mundo —esto lo podemos observar continuamente—, y esa gran diversidad va siendo seleccionada por un proceso que se llama “de selección natural” dentro del cual ha surgido el cerebro. Es decir, la perspectiva evolucionista nos dice que el cerebro no responde a un plan específico sino que es consecuencia de mutaciones, de cambios, de la aparición de funcionamientos que han sido adaptativos y que han permitido que la especie continúe, que la reproducción funcione, que personas con un cerebro que actúa en contacto con la realidad tengan más éxito para emparejarse, para tener hijos, para reproducirse... Es así que decimos que el cerebro ha surgido por ese proceso de selección natural y no para que seamos felices.

Una vez que tenemos cerebro, podemos intentar ser felices, y es muy positivo y valioso, pero el planteamiento evolucionista considera que realmente lo que existe, existe porque funciona y ha sido escogido por selección natural, y eso es importante aplicarlo a la psicología, a la psicopatología. Es decir, que los trastornos mentales también han sido seleccionados en la evolución y, por lo tanto, tienen algún sentido.

Tenemos un cerebro primitivo, el reptiliano, y sobre él un cerebro mamífero y por último el específicamente humano, el racional. El encaje de estos niveles tan diversos ¿se produce naturalmente? ¿Se puede decir que varía de un individuo a otro?

El cerebro se ha ido construyendo sobre la marcha, es decir, nosotros no podemos parar de funcionar o moriríamos. Yo suelo poner como metáfora a un autobús de varios pisos que se va construyendo sobre la marcha, sin poder parar. Así, hay un cerebro reptiliano, que es común con todas las especies primitivas, los reptiles, etc., luego tenemos un cerebro mamífero, que es un cerebro de las emociones, del apego, de los vínculos, y después un cerebro cortical, de la razón, de la memoria. Se han ido montando uno sobre otro sobre la marcha, como hemos podido. Por eso, los seres humanos tenemos dificultades de adaptación, tenemos rasgos inmaduros, por eso algunas personas tienen trastornos mentales, porque les cuesta integrar esos tres cerebros para que funcionen adecuadamente.

En este sentido, no hemos de estigmatizar el trastorno mental y ver a esas personas como cargadas de negatividad, de elementos malos: el cerebro es el resultado de un largo y complejo proceso evolutivo, y la naturaleza de esa construcción hace que a todos nos cueste integrar nuestro funcionamiento humano, si bien a algunos les cuesta aún más de lo común.

Libro Los trastornos mentales. Un enigmático legado de la evolución de Joseba Achotegui.

En su libro Los trastornos mentales. Un enigmático legado de la evolución (ediciones El Mundo de la Mente, 2012) trata de responder a la siguiente pregunta: “¿Por qué la evolución ha seleccionado la psicodiversidad y no ha eliminado los trastornos mentales?”. ¿Qué es la psicodiversidad?

La psicodiversidad es un término que en realidad no está recogido de una manera habitual en la psicología. Es la existencia de numerosísimos tipos de rasgos y funcionamientos psicológicos que si los tenemos, si la selección natural los ha escogido y los mantiene, es porque tienen alguna utilidad.

En ese sentido, los trastornos mentales serían conductas que nos resultan extrañas en nuestra vida habitual, pero que han podido ser adecuadas en algunos contextos muy difíciles que hemos podido vivir en momentos evolutivos. Por ejemplo, la psicosis: se considera que las personas que la sufre tienen una conducta inadaptada, problemática, pero son conductas que en algunos momentos muy duros de la evolución, en los que ha sido muy difícil sobrevivir, pudieron resultar útiles, por eso conservamos los genes que los produjeron, y esos genes se han ido reproduciendo. Por eso conservamos genes que nos predisponen al trastorno mental, lo que pasa es que la inmensa mayoría de la gente los integra y los controla. Pero algunas personas porque tienen muchos genes de este tipo, porque han vivido situaciones difíciles en la infancia, y sobre todo porque viven en contextos donde no se les acoge, no se les comprende, se les rechaza, viven traumas y circunstancias difíciles, lo que da lugar a que aparezca lo que llamamos el trastorno mental.

Es como un catálogo de respuestas que hemos conservado.

Sí, eso estaría bien planteado. Y claro, nos interesa tener un catálogo realmente muy grande, porque quién sabe lo que nos espera en el siguiente recodo del camino de la evolución, más vale que tengamos un buen repertorio de conductas, y no dos o tres conductas que ahora nos funcionan muy bien, pero ¿y mañana? Por ejemplo, sabemos que en la evolución la caída de un gran meteorito sobre el Yucatán mexicano originó la desaparición del 90% de la vida en la Tierra, solo sobrevivió un determinado tipo de organismos que en aquel momento tenían muy poco éxito a nivel general. No sabemos lo que nos espera mañana, cuantas más cartas tengamos en la mano, y alguna en la manga, mejor.

Ha citado los traumas que padecen quienes viven en contextos hostiles. Esto se da en quienes padecen el “Síndrome de Ulises” que usted ha descrito. ¿Cuáles son sus características y manifestaciones, así como su incidencia?

Emigrar se está convirtiendo hoy para millones de personas en un proceso que genera unos niveles de estrés tan intensos que llegan a superar la capacidad de adaptación de los seres humanos. Estas personas sufren el riesgo de padecer el Síndrome del Inmigrante con Estrés Crónico y Múltiple o Síndrome de Ulises (haciendo mención al héroe griego que padeció innumerables adversidades y peligros lejos de sus seres queridos). La realidad es que nunca antes en nuestro trabajo en la atención en salud mental a los inmigrantes desde los años 80 nos habíamos enfrentado con situaciones tan dramáticas como las actuales. Y sin embargo, consideramos que existe una gran deshumanización al abordar las migraciones de hoy ya que se presta muy poca atención a los sentimientos, a las vivencias de los protagonistas de la migración: los inmigrantes. Se tiende a ver solo el aspecto económico o demográfico de las migraciones.

Los estresores, los problemas más importantes de estos inmigrantes son: la separación forzada de los seres queridos que supone una ruptura del instinto del apego, el sentimiento de desesperanza por el fracaso del proyecto migratorio y la ausencia de oportunidades, la lucha por la supervivencia (dónde alimentarse, dónde encontrar un techo para dormir), y en cuarto lugar el miedo, el terror que viven en los viajes migratorios (pateras, ir escondidos en camiones...), las amenazas de las mafias o de la detención y expulsión, la indefensión por carecer de derechos, etc.

Es importante señalar que el Síndrome de Ulises se halla en el límite entre el área de la salud mental y el área de la psicopatología. Es importante por un lado no banalizar este cuadro, considerando que no les pasa nada (la peligrosa “banalización del mal” que señalaba Hanna Arendt), ni por otro lado medicalizarlo considerando que estos inmigrantes padecen una enfermedad mental.

¿Cómo se les puede ayudar?

Dado que el Síndrome de Ulises no es un trastorno mental sino un duelo migratorio extremo, un cuadro de estrés muy intenso, la intervención ha de ser sobre todo psicosocial (incremento de las redes de apoyo social, asesoramiento...) y psicoeducativa con técnicas del tipo higiene del sueño, de habilidades sociales, grupos de contención y apoyo, empowerment, etc.

Las inmigrantes con Síndrome de Ulises son personas resilientes, con capacidad de tolerar adversidades pero que se hallan en una situación límite y necesitan ser ayudadas.

Hablemos de la depresión, que ha sido llamada “la epidemia del siglo XXI” en el mundo desarrollado. ¿Qué explicación se le puede dar? Porque, en principio, la depresión parece antievolutiva en tanto que obstáculo para el éxito reproductivo.

Aquí hay que matizar algunas cosas. La tristeza y la depresión también serían adaptativas, y por eso conservamos la predisposición a la tristeza y a la depresión. Porque la tristeza es un mecanismo que nos lleva a parar, a vencernos cuando las cosas no nos van bien. Si no fuera por la tristeza seguiríamos peleando y peleando por cosas que no nos van a dar resultado, nos agotaríamos, gastaríamos recursos, incluso podríamos acabar lesionándonos. Es decir, la tristeza nos lleva a detenernos, a repensar, a replantearnos, a veces hemos cambiado cosas importantes en nuestras vidas después de que nos hemos entristecido por fracasos.

Por tanto, la tristeza también sería adaptativa. Lo que no es adaptativo es seguir adelante sin ver aquello no tiene sentido, sin admitir que realmente estamos planteado mal las cosas. Desde este punto de vista todo el repertorio de funcionamientos psicológicos que tenemos sirve para algo, pero hay que ver el momento en que se usa. Si te pones triste cuando estabas haciendo algo que vale la pena, en ese momento no es adaptativo. Pero si te sirve para reconocer un fracaso, que te has equivocado, pues será muy positivo.

Joseba Achotegui desde hace más de treinta años trabaja sobre la salud mental de los inmigrantes, empeño por el que ha sido reconocido con el Premio Solidaridad del Parlamento de Cataluña o la medalla José Chávez otorgada por las asociaciones de inmigrantes hispanos de California.

Al hilo de esto, a veces se confunde depresión con tristeza. Usted se muestra muy crítico con la banalización que se hace desde el denominado “pensamiento positivo”.

La psicología positiva tiene elementos muy valiosos, pero creo que está siendo utilizada de una manera poco adecuada, porque al final lo que se busca es que la gente consuma. Se considera que la positividad, la propensión a hacer cosas, favorece que consumas, que no mires los problemas, que no mires las dificultades y vayas consumiendo.

Está bien ser optimista pero también es importante saber aceptar la tristeza. Es más, la tristeza tiene su lado de belleza, la tristeza está en el arte, en la literatura, en la poesía... si no, nos convertiríamos en una especie de autómatas.

La paranoia es la psicosis más común entre los humanos de todas las latitudes. ¿Cómo se interpreta esto desde el punto de vista evolucionista?

La paranoia tiene un origen muy claro. ¿Cuántos momentos de peligro no hemos sufrido en nuestra historia evolutiva? Que nuestra especie siga viva es casi un milagro: los depredadores, el hambre, las enfermedades... hemos sobrevivido a circunstancias verdaderamente tremendas. El miedo y la paranoia están ligados a los peligros de ser devorado, atacado, lesionado... por lo que es muy normal que esos temores existan. Porque el miedo es el sentimiento más primitivo de cuantos existen, el exceso de desconfianza para protegernos supone un error de funcionamiento típicamente humano.

El paranoico es una persona muy sensible que ve el mundo demasiado hostil. Es cierto, hay hostilidad, pero no tanta como la percibe el paranoico.

Es como una respuesta exagerada, un poco como pasa con el sistema inmunológico cuando se dan las alergias.

Es que todos los trastornos mentales son respuestas exageradas, pero en sí mismas no son respuestas incomprensibles. A la persona que está triste la podemos comprender, es algo que nos puede pasar a todos; a la persona que ve peligro donde no lo hay, también podemos entenderla. Todos los trastornos mentales son comprensibles, por eso desde la psicopatología evolucionista discrepamos de la psicopatología estándar oficial que considera el trastorno mental como algo a erradicar igual que un virus. No, lo que hay que hacer es comprender, integrar, ayudar... Queremos señalar que todos esos funcionamientos tienen una lógica.

De manera que el abordaje de una terapia se plantea de una forma diferente en estos casos.

No, todas las terapias abordan los problemas que tiene un sujeto ayudándole a encontrar mecanismos para llevarlos mejor; la terapia intenta integrar. Quizá la psicofarmacología que no se combina con psicoterapia, la que consideraría que si hay un síntoma lo sacamos y se acabó, sea la más dura, menos integradora... Ese sería un funcionamiento inadecuado. En cambio, una farmacología combinada con psicoterapia puede dar muy buenos resultados porque el fármaco lo que hace es disminuir la intensidad de un síntoma que se ha convertido en algo tan grande que impide incluso hablar con la persona y trabajar sus problemas, dado que si no tiene un cierto nivel de estabilidad no podemos hablar ni entender lo que le pasa.

Al final de este interesante análisis, doctor Achotegui, nos preguntamos: entonces, ¿dónde está la frontera entre el trastorno y la enfermedad?

En realidad no la hay, es un continuum, no tenemos una medida exacta para delimitarla. Hoy en día se está tendiendo a considerar como patologías muchas conductas que forman parte de la adaptación, de la inmadurez, de las limitaciones que tenemos los seres humanos. Alguna vez he escrito en mi blog: “Antes se hablaba de vicios y pecados capitales y ahora todo son trastornos mentales”. Es decir, estamos psicopatologizando todo, en el manual de diagnóstico de psiquiatría (DSM) se estaba planteando considerar que era un trastorno meterse los dedos en la nariz...

Va a llegar un momento en que cada uno de nosotros tendrá su propia patología personal...

El famoso DSM empezó teniendo cien trastornos, y ya va por los cuatrocientos, es decir, lleva un desarrollo exponencial. En la línea en la que comentabas, un colega bromeaba diciendo que “Al final nos pondrán un trastorno para cada uno y se acabaron las discusiones”.Joseba Achotegui Loizate (Durango, 1952) Es Doctor en Medicina por la Universidad del País Vasco, especializado en Psiquiatría en la Universidad de Barcelona. En esta última imparte como Profesor Titular la materia de Psicopatología Evolucionista. Desde hace más de treinta años trabaja sobre la salud mental de los inmigrantes, empeño por el que ha sido reconocido con el Premio Solidaridad del Parlamento de Cataluña o la medalla José Chávez otorgada por las asociaciones de inmigrantes hispanos de California. Además, es Secretario General de la Sección de Psiquiatría Transcultural de la Asociación Mundial de Psiquiatría. Dentro del ámbito de los medios de comunicación, viene desarrollando labores de difusión y divulgación sobre temas de salud mental.