682 Zenbakia 2014-02-05 / 2014-03-05

Gaiak

El Codex Calixtinus y los vascos

AGUIRRE SORONDO, Antxon



En recuerdo a Antxon Aguirre Sorondo, fallecido el pasado 30 de enero de 2014, recuperamos algunos artículos publicados en Euskonews.

Por fin, tras más de un año “perdido” se ha recuperado el famoso Codex Calixtinus que había sido robado en la catedral de Santiago de Compostela.

Uno de los mejores trabajos sobre esta obra fue el realizado por Millán Bravo Lozano y editado por el Centro Estudios Camino Santiago (Sahagún, 1989) de quien tomamos los presentes datos.

Se trata de una guía para los peregrinos escrita aproximadamente en el siglo XII. El citado códice recibe ese nombre por haberse atribuido su paternidad al Papa Calixto II, ya que efectivamente su nombre encabeza varios capítulos de la obra y una carta suya sirve de prologo-presentación. Hoy se conoce dicha obra como Liber Sancti Iacobi. Tiene 225 folios. En realidad todo parece indicar que fueron varios sus autores, ya que es un compendio de diversos trabajos. La última o quinta sección se trata de una guía, un relato personal de la peregrinación por el conocido “camino francés” y todo parece indicar que su autor fue un tal Aymeric Picaud, originario de Parthenay (en el Poitou).

Iglesia de Santiago en Roncesvalles/Orreaga, el edificio más antiguo del conjunto.

Foto: Antxon Aguirre Sorondo

De lo mucho e interesante que hay en dicha obra nos centraremos nosotros en el Capitulo VII en el que se hace referencia a su paso por nuestras tierras y que dice así (me he permitido tomar la libertad de subrayar lo que a mi modo es más significativo):

....Viene luego, cerca de Port de Cize, el territorio de los Vascos, con la ciudad de Bayona en la costa, hacia el Norte. Es ésta una región de lengua bárbara, poblada de bosques, montañosa, falta de pan y vino y de todo género de alimentos excepto el alivio que representan las manzanas, la sidra y la leche.

En este territorio, es decir, en las proximidades de Port de Cize, en las localidades de Ostabat, Saint Jean y Saínt Michel Piedde Port, los recaudadores de portazgo son tan malvados que me recen la más absoluta condena, porque armados con dos o tres garrotes, salen al paso a los peregrinos arrancándoles por la fuerza injustos tributos. Y sí algún caminante se niega a pagar el dinero que le piden, le golpean con los garrotes y en medio de amenazas le registran hasta las calzas y le quitan el censo.

Las gentes de esta tierra son feroces como es feroz, montaraz y bárbara la misma tierra en que habitan. Sus rostros feroces, así como la propia ferocidad de su bárbaro idioma, ponen terror en el alma de quien los contempla. Como legalmente sólo pueden cobrar impuestos a los mercaderes, el que cobran a los peregrinos y viajeros es ilegal. Cuando la tarifa sobre algo es de cuatro o de seis monedas, ellos cobran ocho o doce, es decir, el doble.

Por lo cual, exigimos y rogamos ardientemente que estos recaudadores, juntamente con el Rey de Aragón y demás personas acaudaladas que de ellos reciben el dinero de los tributos, así como aquellos que lo consienten, como son Raimundo de Soule, Viviano de Agramonte y el Vízconde de San Miguel con toda su descendencia, a la par que los referidos barqueros y Arnaldo de Guinia con toda su descendencia y con los restantes señores de los referidos ríos, que reciben injustamente de los mismos barqueros el dinero del pasaje, junto con los sacerdotes que a sabien das les administran la penitencia y la eucaristía, o les celebran el oficio divino o les admiten en sus iglesias, que sean diligentemente excomulgados, no sólo en sus sedes episcopales, sino también en la basílica de Santiago, en presencia de los peregrinos, mientras no se arrepientan con prolongada y pública penitencia, y moderen sus tributos. Y cualquier prelado que, por afecto o por lucro, pretenda perdonarlos, reciba el golpe de la espada del anatema.

Es preciso saber que los recaudadores del portazgo no deben cobrar tributo alguno a los peregrinos, y que los referidos barqueros no pueden cobrar, como tarifa por la travesía, más que un óbolo por dos personas, si son ricas; y uno sólo por el caballo; y si son pobres, nada. Y que están obligados a tener barcas grandes, en las que quepan cómodamente las personas con sus caballerías.

En territorio todavía de los Vascos, el Camino de Santiago pasa por un monte muy alto, denominado Port de Cíze, bien por ser la puerta de España, o porque por ese monte se transportan las mercancías de un país a otro. Tiene ocho millas de subida y otras ocho de bajada: su altura, en efecto, es tanta que parece que toca el cielo. A quien lo sube le parece que puede palpar el cielo con su propia mano. Desde su cumbre puede verse el mar británico y occidental, así como los confines de tres regiones: Castilla, Aragón y Francia. En la cima de este monte hay un lugar llamado la Cruz de Carlomagno, porque en él, en tiempos pasados, Carlomagno se abrió camino con hachas, piquetas, azadas y otras herramientas, cuando, al frente de sus ejércitos, se dirigía a España. A continuación alzó figuradamente en alto la cruz del Señor, y doblando las rodillas en dirección a Galicia, elevó sus preces a Dios y a Santiago. Por este motivo, los peregrinos tienen por costumbre hincarse allí de rodillas y orar vueltos hacia la patria de Santiago, y cada uno deja clavada una cruz, estandarte del Señor. Hasta mil se pueden encontrar allí. De ahí que se tenga a éste por el primer lugar de oración a Santiago en el camino.

En ese monte, antes de que el cristianismo se extendiese por todo el territorio español, los impíos de los navarros y de los vascos, tenían por costumbre, a los peregrinos que se dirigían a Santiago, no sólo asaltarlos, sino montarlos como asnos y matarlos. Junto a este monte, en dirección norte, está el valle llamado Valcarlos, en el que acampó el mismo Carlomagno con sus ejércitos, cuando sus guerreros murieron en Roncesvalles. Por él pasan también muchos peregrinos camino de Santiago cuando no quieren escalar el monte. A continuación, en la bajada, están el hospital y la iglesia en la que se encuentra el peñasco que el poderosísimo héroe Roldán, con su espada partió por medio de arriba a abajo, de tres golpes. Viene luego Roncesvalles, el lugar donde tuvo lugar el gran combate en el que perecieron el rey Marsilio, Roldán y Oliveros con otros cuarenta mil combatientes cristianos y sarracenos.

Hoy aún los peregrinos que pasan por esta zona, el alto de Ibañeta, colocan sus modestas cruces, tal y como lo indicaba el Codex se hacía en el siglo XII.

Foto: Antxon Aguirre Sorondo

Pasado este valle, viene la tierra de los navarros, rica en pan, vino, leche y ganados. Navarros y vascos tienen características semejantes en las comidas, el vestido y la lengua, pero los vascos son de rostro más blanco que los navarros. Los navarros se visten con ropas negras y cortas hasta las rodillas como los escoceses y usan un tipo de calzado que llaman abarcas, hechas de cuero con el pelo sin curtir, atadas al pie con correas y que sólo envuelven las plantas de los pies, dejando al descubierto el resto. Gastan, en cambio, unos mantos negros de lana que les llegan hasta los codos, con orla, parecidos a un capote, y a los que llaman sayas. Como se ve, visten mal, lo mismo que comen y beben también mal, pues en casa de un navarro se tiene la costumbre de comer toda la familia, lo mismo el criado que el amo, la sirvienta que la señora, mezclando todos los platos en una sola cazuela, y nada de cucharas, sino con las propias manos; y beben todos del mismo jarro. Cuando los ve uno comer, le parecen perros o cerdos. Y oyéndoles hablar, te recuerdan los ladridos de los perros, por lo bárbaro de su lengua. A Dios le llaman urcia; a la Madre de Dios, andrea Maria; al pan, orguí; al vino, ardum; a la carne, aragui; al pescado, aragui; a la casa, echea; al dueño de la casa, iaona; a la señora, andrea; a la iglesia, elicera; al sacerdote, belaterra, que significa bella tierra; al trigo, gari; al agua, uric; al rey, ereguia; y a Santiago, iaona domne iacue.

Son un pueblo bárbaro, diferente de todos los demás en sus costumbres y naturaleza, colmado de maldades, de color negro, de aspecto innoble, malvados, perversos, pérfidos, desleales, lujuriosos, borrachos, agresivos, feroces y salvajes, desalmados y réprobos, impíos y rudos, crueles y pendencieros, desprovistos de cualquier virtud y enseñados a todos los vicios e iniquidades, parejos en maldad a los Getas y a los sarracenos, y enemigos frontales de nuestra nación gala. Por una miserable moneda, un navarro o un vasco liquida, como pueda, a un francés. En algunas de sus comarcas, en Vizcaya o Alava por ejemplo, los navarros, mientras se calientan, se enseñan sus partes, el hombre a la mujer, y la mujer al hombre. Además, los navarros fornican incestuosamente al ganado. Y cuentan también que el navarro coloca en las ancas de su mula o de su yegua una protección, para que no las pueda acceder más que él. Además, da lujuriosos besos a la vulva de su mujer y de su mula. Por todo ello, las personas con formación no pueden por menos de reprobar a los navarros.

Sin embargo, se les considera valientes en el campo de batalla, esforzados en el asalto, cumplidores en el pago de los diezmos, perseverantes en sus ofrendas al altar. El navarro, cada vez que va a la iglesia, ofrece a Dios pan, vino, trigo, o cualquier otra ofrenda. Dondequiera que vaya un navarro o un vasco se cuelga del cuello un cuerno como un cazador, y acostumbra a llevar dos o tres jabalinas, que ellos llaman auconas. Y cuando entra o vuelve a casa silva como un milano. Y cuando emboscado para asaltar una presa, quiere llamar sigilosamente a sus compañeros, canta como el buho o aúlla como un lobo...

No hay duda de que el autor de este texto poca simpatía tenía a vascos y navarros.

Artículo publicado en Euskonews con motivo de la desaparición del Codex Calixtinus

Lista de artículos de Antxon Aguirre Sorondo para Euskonews