613 Zenbakia 2012-02-17 / 2012-02-24
María Luisa Larrañaga, cien años de historia (II/II)
María Luis Larrañaga falleció después de la publicación de este artículo en Guregandik N°7 Introducción
Aquel día 24 de abril de 1937 la tragedia se abatió sobre la localidad de Eibar.1 Las líneas defensivas del ejército vasco se quebraron ante el empuje de las fuerzas franquistas y una lluvia de fuego y metralla devastó el casco urbano. Fue terrible esa jornada y peores las siguientes. A ese cuadro de destrucción y muerte había que añadirles los ataques aéreos de los aviones alemanes e italianos y el posterior incendio que se propagó por las casas y talleres de la villa. Las pérdidas humanas son difíciles de calcular y muchos eibarreses abandonaron el pueblo. El 26 de abril las tropas nacionales entran triunfantes en Eibar y juntas a ellas los marroquíes reclutados por el Bando Nacional en los miserables poblados de la colonia española del Ifni, al sur de Marruecos.2 No cuesta suponer el pánico de los habitantes. Estaba en el imaginario republicano grabado a sangre y fuego la brutalidad de aquellos hombres.
De estos sucesos han pasado 73 años y seguramente por la cabeza de la eibarresa María Luisa Larrañaga aún desfilaran los ingratos y dolorosos recuerdos de aquellas jornadas que les tocó padecer. Ella ha cumplido el siglo de vida y por algunas enfermedades está imposibilitada en el presente de transmitir esas vivencias. María Luisa pasa sus últimos años en un geriátrico de la localidad bonaerense de General Villegas donde es visitada por sus familiares y en su silencio obstinado, sus días van cayendo lentamente como las hojas desprendidas de los árboles en las mañanas de otoño. Eibar: proletaria, euskalduna y republicana
Esta historia tiene, como todas, un punto de partida y en este caso, una fecha concreta; 25 de junio de 1911, cuando aún flotaba en el aire del pueblo de Eibar los ecos de la magna Exposición de Productos Industriales inaugurada tres años atrás en plenas fiestas eúscaras y que había sido visitada por el rey Alfonso XIII, significando de ese modo el reconocimiento oficial al importante y próspero desarrollo industrial eibarrés. En ése día y en el seno de una humilde familia venía al mundo María Luisa. Una típica familia eibarresa donde el apego por el trabajo era, al igual que sus vecinos, la característica que marcaba la propia idiosincrasia del conjunto de esa población guipuzcoana.
El trabajo industrial, primero en la ferrerías y posteriormente en los talleres armeros era por entonces la base económica de Eibar y su principal orgullo.3 Una copla contada en euskera, lengua mayoritaria en la villa en la variedad dialectal vizcaína daba por asentado tal aseveración.
El éuskaro rincón escondido
Hay un pueblo, olvidado tal vez,
Donde impera por ley el trabajo
Que es orgullo sin ser altivez.
María Luisa (la más pequeña) junto a su familia, padres y hermanos.
Yo era la más pequeña de la familia, recordaría María Luisa durante la entrevista que se le realizó para el boletín informativo Beti Aurrera (siempre adelante) del centro vasco Villegas’ko Euskaldunak en noviembre del año 2002. Una nota que en cierta medida nos servirá de columna vertebral al relato y a la vez, permitirnos desnudar los diferentes entornos por donde transitó la vida de esta eibarresa centenaria y acercarnos someramente a las realidades sociales, culturales y políticas de su tierra natal.
Y agregaba María Luisa.
Mi aita se llamaba Facundo Larrañaga Orbea y mi amá Luisa Mardaras San Antonio, y éramos cinco hermanos, Valentín, Hilario, Angelita, Julia y yo. No queda nadie, todos muertos, yo quedo sola con mis sobrinos. Mis padres murieron cuándo era muy niña, tenía once años, así que mi hermana mayor, Angelita fue como una madre para mí.
El Eibar a los diez años del inicio del siglo XX, cuando nace María Luisa, era una población dinámica y en franco crecimiento demográfico. Según el censo de ese año contaba con 10.121 habitantes, duplicando prácticamente la cifra del año 1900, fruto de la febril actividad en los diferentes talleres armeros ubicado a los largo del río Ego que constantemente requería de manos de obra, muchas de ellas venidas del interior de los pueblos colindantes, de la vecina Vizcaya, e incluso de Álava, Navarra y Santander.4 Un Eibar con fuerte empuje industrial pero que no descuidaba los aspectos culturales, recreativos y deportivos. Ejemplo de ellos es la creación de la Escuela de Armería el 6 de enero de 1913, pionera en este campo de la enseñanza en el Estado español, los primeros clubes de fútbol como el Izarra o el Sport Arin o las carreras de ciclismo competitivo que hacía de Eibar, dentro del País Vasco, el pueblo precursor de ese deporte, contando con destacados ciclistas como el histórico José Mardaras, nacido en 1895 y familiar directo de María Luisa.
Es de mencionar, por la relación en los primeros pasajes de este relato, el fervor existente en aquellos años en los habitantes de la villa armera por la música, prueba de ello es que a principios de la centuria, Eibar contaba con dos bandas de música, dos orfeones y la orquesta del Casino de la Amistad Musical, detalle no menor teniendo en cuenta que su población apenas superaba los 10.000 habitantes.5
Bien vale detenernos en este punto, ya que María Luisa hace mención que su progenitor era músico.
El aita tocaba en la banda municipal de Eibar y me acuerdo que una vez fueron a San Sebastián a participar en un concurso de bandas y ellos, ganaron.
Al respecto, hemos podido averiguar que efectivamente, don Facundo Larrañaga Orbea fue integrante de una banda de música, precisamente en la llamada ‘La Marcial’ fundada en 1884 con 25 miembros bajo la dirección de Ildefonso Irusta, banda que en su principio no era municipal, estando ligada al Ayuntamiento mediante un contrato por el que se comprometía a dar conciertos en determinados días del año. Recién en 1915 se constituye como banda municipal contando entonces con 44 integrantes, entre ellos, el padre de María Luisa.
Afición hacia la música dentro de la familia Larrañaga Orbea que tuvo su continuidad en la figura de Valentín, uno de los hermanos de María Luisa, profesor de clarinete, nacido el 14 de febrero de 1891 y fallecido el 27 de mayo de 1967 que ingresa a la Banda ‘La Marcial’, y como destaca la Enciclopedia Auñamendi: “Fue clarinete de la nombrada banda en el curso de más de cincuenta años y durante ese periodo concurrió a concursos en los que obtuvo diferentes premios”. Además, añade: “Valentín, una de las principales figura del movimiento musical eibarrés fue músico como su padre, que también formó parte de la Banda La Marcial de manera destacada”.
Volviendo a lo manifestado por María Luisa, es interesante mencionar que en aquellos tiempos, y como prueba de la pasión de los habitantes de Eibar hacia la música, las bandas, en este caso la Marcial y la otra, denominada Santa Cecilia, portaban en sus estandartes las palmas ganadas en las competiciones que acudían y los eibarreses seguían, según sus preferencias, a una u otra banda. Como decía un antiguo vecino de la villa y testigo de esa época: “El pueblo seguía entonces a su banda, como ahora sigue a su equipo de fútbol. No es aventurado afirmar que, en el terreno musical, las preferencias del eibarrés se han inclinado por su banda municipal, por lo menos, desde mediados del siglo pasado... Era digno de ver aquel nutrido grupo de melómanos eibarreses, saboreando con deleite las exquisiteces de un concertó de audición”.
Eibar. Vista parcial en 1913.
En otro pasaje de la entrevista, María Luisa hace mención al euskera, idioma que por esos años lo hablaban prácticamente la totalidad de la población. Idioma al que los eibarreses, por cierto, siempre han demostrado gran cariño. “Los eibarreses utilizamos el euskera para todos los temas, tanto celestiales como terrenales”, hizo constar en sus trabajos Toribio Etxebarria, destacado escritor y político eibarrés e investigador profundo del habla local. Un euskera, como lo atestigua la historia a lo largo de la existencia de Eibar, viva, solitaria y lengua presente en todo su esplendor en las primeras décadas del siglo XX, tanto en la calle como en el trabajo y en el hogar.
Nos dice María Luisa Larrañaga:
En mi familia todos hablábamos euskera. Cuando fuimos a tomar la primera comunión, los curas nos enseñaron el catecismo en euskera y castellano. Aprendimos el Aita Gurea, el Señor Mío Jesucristo, El Credo, pero ya me he olvidado, menos el Aita Gurea.
Y destaca María Luisa:
Cuando fuimos a la escuela aprendimos el castellano. Al de buena casa, a los de arriba, le enseñaban bien, nosotros éramos de abajo.
Vale detenerse en este punto. María Luisa deja constancia de una cierta diferencia social entre los eibarreses, una convivencia, parecería ser, en parte lesionada. Efectivamente, si nos atenemos a algunas crónicas sobre el pasado de Eibar a caballo entre los siglos XIX y el siguiente, comprobamos que los eibarreses no debían estar totalmente unidos y en perfecta armonía. Existía rivalidades y ciertos prejuicios entre los moradores que por cuestiones de la topografía accidentada y reducida del terreno hacía que no pocas casas estaban en la parte de arriba del paisaje urbano, “goitarrak” y otras abajo, “betarrak”. Parece ser que todos ellos se emulaban en ser más inteligentes, más cultos y más trabajadores.
Si no atenemos al testimonio de María Luisa, esa animadversión era una realidad.
Me acuerdo también que había unas damas de arriba que se arreglaban bien con el cura, iban todas las semanas a confesar. Todos decían ¿a qué van todas las semanas a confesar? Y tenían razón. ¿Qué tenían que hablar? ¿Qué tanto confesar?.
Nos habla también María Luisa cuando ella era jovencita, de su placer por los bailes.
Íbamos a las romerías con unas amigas. Una de ella de nombre Juventina, era la más alegre, siempre quería bailar y nos decía, mira este chico, mira este otro. Bailábamos la jota, el arin-arin, el fandango y también el pasodoble, pero yo era bastante dura para bailar el pasodoble, pero la jota sí ¡y las que he bailado!. Tenía, además, dos buenas amigas que eran hermanas, pero se fueron a vivir a Cuba, ya murieron las pobres también.
Momentos agradables en la vida de nuestra protagonista en esta historia y que se atesoraran en su memoria.
En la revista Eibar del número junio-julio de 1971, un vecino de esa villa, el señor Arizmendi nos relata una serie de interesantes detalles de aquellos lejanos tiempos, allá por los primeros años del siglo XX. Remembranzas de una época ya casi olvidada y que nos muestra la sana y hasta inocente diversión de los jóvenes de entonces. Cuenta Arizmendi: “A cargo de la banda ‘La Marcial’ —la misma donde tocaba el padre del María Luisa—, corría los bailes públicos durante el verano en la Plaza de Unzaga, donde bailaban los jóvenes en el corro formado por sus padres y que en el intermedio escuchaban con atención una obra de audición, y por lo inviernos en el Salón Teatro”.
Banda municipal de Eibar en 1933.
Jugosa, por el amplio abanico de datos, es la exhaustiva radiografía del territorio guipuzcoano de Serapio Múgica Zufiria6, quien nos describe el Eibar en este aspecto. “Esta villa cuenta con poderosos elementos de distracción. Todos los partidos políticos tienen centros en los que organizan fiestas frecuentes, y a de los salones de espectáculos de que disponen, hay otros dos públicos; Salón Teatro y Salón Cruceta, en los que casi constantemente se preparan funciones teatrales, conciertos y bailes... Además de todos estos elementos de esparcimiento los eibarreses echan mano de otro que durante los veranos es el favorito: las excursiones a los pueblos próximos. Es preciso ver la estación de ferrocarril en el verano para comprender hasta que punto llega los eibarreses la plausible afición de pasar el día en los cercanos puertos de mar o en las pintorescas montañas de los lugares vecinos”.
Dos fechas en el calendario festivo de los eibarreses son sin dudas a destacar, y a las que seguramente María Luisa participó en sus años mozos. Hablamos de las fiestas tradicionales de la villa que se celebran durante la conmemoración de San Juan Bautista y que ya desde la víspera, día 23 de junio, comienza con música de pasacalle, mascaras de gigantes y cabezudos, fuegos artificiales y verbena. La otra, son la romería de Arrate, que se celebra el 8 de septiembre y que duraban (hoy en día, no) hasta ocho días. Fiesta campestre por excelencia, ya que el santuario de Nuestra Señora de Arrate ubicado en una planicie del monte ha sido desde antiguo el lugar predilecto de los eibarreses. Nos señala Serapio Múgica “a las romerías de Arrate los asistentes llevan sus vituallas y son miles lo que acuden a ella”.
Nos preguntamos, ¿habría estado nuestra eibarresa en estas señaladas fiestas? Muy probablemente que sí, como también en aquel momento descollante en la historia de Eibar del siglo XX, cuando se proclamó la II República el 14 de abril de 1931 y que tal bien lo retrata Toribio Etxeberría al plasmar la alegría de la mayoría de los eibarreses por tan destacado suceso. “La alegría fue total, los jóvenes no se cansaban de retozar y armas bailes en la Plaza y el bullicio era mayor que en la noche de San Juan”.
No es difícil de imaginar a María Luisa siendo partícipe de estos acontecimientos con sus 21 años de edad y en plena juventud. Etapa de su vida que al contarla trasunta el espíritu alegre y jovial que la caracterizó.
Nuestra ilusión era que llegara el domingo para irnos con las amigas a los bailes. Ya para el día anterior,—nos detalla— bien temprano, quitábamos la tierra de los muebles, arreglábamos la casa y ¡cómo cantábamos!, qué contentas estábamos porque al día siguiente era domingo.
Lo que no podía vislumbrar María Luisa era los días aciagos por venir. Negros nubarrones que cubrirían los cielos de Euskadi y más allá de sus fronteras con sus tormentas de dolor y muerte. La desgracia enlutaría a los pueblos y Eibar conocería una de los periodos más terrible y adverso de su historia.
Pero antes que ocurra el drama colectivo que cubrió al País Vasco, un acontecimiento deja una marca indeleble en la vida de Eibar; la proclamación de la II República, que como ya dijimos ocurrió a mediado de abril de 1931. Acto histórico por el cual la población de la villa armera no fue indiferente. “Antes de las seis mañana habíase congregado el pueblo en la Plaza que se iba a llamar de la República, y los Concejales, en sesión solemne en la Casa Consistorial acordaron por unanimidad proclamar la República. Acto seguido fue izada la bandera tricolor en el balcón central del Ayuntamiento y se anunció al pueblo congregado que a partir de aquella hora se estaba viviendo en República”, describe Martín Ugalde en su libro Historia del País Vasco. Efectivamente, la bandera tricolor no sólo ondea en el Ayuntamiento, sino además, en los principales edificios, tomando Eibar la delantera a ciudades como Madrid, Barcelona e incluso a San Sebastián y Bilbao.
También detalla ese momento el ilustre eibarrés Toribio Etxeberría de esta poética manera: “La gota de agua de Eibar aceleró los acontecimientos de Madrid como los tímidos temblores de las gotas en la montaña producen los aludes de nieve”.
Impactante suceso que hace que Eibar cambie el título de noble y leal villa por el de Muy Ejemplar Ciudad, acto oficializado el 3 de mayo con la presencia de destacadas personalidades políticas, sociales y culturales.
Relatan las crónicas:
“Eibar recibe el título Muy Ejemplar Ciudad por la valentía y arrojo mostrados por sus ciudadanos al ser la primera ciudad en proclamar la II República. Al acto institucional celebrado en la majestuosa casa consistorial eibarresa, acudieron ilustres personalidades de la vida política y cultural, destacando los señores D. Indalecio Prieto, Ministro de Hacienda, D. Miguel de Unamuno, presidente del Consejo de Instrucción Pública, y el capitán general de la primera región militar Queipo de Llano. Presidió la entrega del título el excelentísimo alcalde D. Alejandro Tellería”.
Con estos antecedentes, sin olvidarnos la revolución de octubre de 1934, que tuvo gran incidencia en la ciudad con algunos dirigentes locales asesinados y con más de 400 eibarreses en las calles dispuestos a tomar el control de la villa, siendo muchos de ellos detenidos y puesto frente a un consejo de guerra, aunque finalmente amnistiados en los comienzos del año 1936, entra Eibar y sus habitantes en los terribles episodios sangrientos de la Guerra Civil y que recuerda María Luisa Larrañaga con dolor.
Esta parte de mi vida me provoca mucha tristura, mucha pena, prefiero a veces no recordar aquello. Nosotros sufrimos muchos. Bibliografía y fuentes
- Auñamendi Entziklopedia.
- “Eibar”, revista, año 1971, junio/julio.
- “Eibar”, revista, año 1977 Nº 195.
- Deia, diario, “El exilio más doloroso”. 9/5/2010
- Diario Vasco, “La destrucción de Eibar en 1937”, 8/11/2009.
- Gutiérrez, Jesús, “La Guerra Civil en Eibar y Elgeta”, comisión Egoibarra del Ayuntamiento de Eibar y Elgeta.
- El País, diario, “Los moros de la cruzada de Franco”, 1/3/2008.
- Azcuence Arrieta, José Ángel, “Cultura del exilio vasco”, Fundación Asmoz.
- Beti Aurrera, boletín del centro vasco Villegas’ko Euskadunak, Nº 98, año 2009.
- Apalategi, Jokin, “Los vascos, de la nación al Estado”, Herritar Berri S.L.U. País Vasco 2001.
- Ugalde, Martín, “Nueva síntesis de la historia del País Vasco”, Vol II Ttartalo.
- Beti Aurrera, boletín del centro vasco Villegas’ko Euskaldunak, Nº14 año 2004.
- Jiménez de Aberásturi, Luis María y Juan Carlos, “La guerra en Euskadi”, Plaza&Jane, 1978.
1 En euskera, —lengua vasca— y oficialmente; Eibar, (de este modo figurará en el relato). Municipio de Guipúzcoa, colindante a Vizcaya, perteneciente a la comarca del Bajo Deba en el País Vasco. Tiene una extensión de 22 Km2 y 27.496 habitantes (población a 1 de enero de 2008), con una densidad poblacional de 1.121 hab/km2. La presencia humana data por lo menos desde el Neolítico, aunque las primeras noticias nos llega del año 1193. El fuero de constitución de la villa, con el nombre de Villanueva de San Andrés, se otorgó en el año 1346.
2 La sublevación militar contra la República, hizo de este territorio —desde 1969 ex colonia española— una fuente estimable de soldados formados en los llamados Tabores de Tiradores de Ifni, famosos por su belicosidad durante la guerra.
3 Contamos con las estampas del periodista argentino Roberto Arlt, que llega al País Vasco como cronista de viajes del diario El Mundo. En su breve estadía en Eibar, deja su impresión: “Hacia donde se mira, letreros. Fábricas de escopetas para tiros de pichón; Fábricas de escopetas de caza; Fábricas de pistolas automáticas; Fábricas de revólveres; Fábricas de cuchillos; Fábricas y fábricas...Están enquistadas en todas las barrancas, en los alto, en el subsuelo de las casas, en el fondo de los patios...”.
4 Una masa de inmigrantes guipuzcoanos, vizcaínos y, juntos a ellos, núcleos alaveses, santanderinos, riojanos y navarros llenaron los talleres eibarreses. Pero ese ritmo no se mantuvo. Finalizada la Primera Guerra Mundial comenzaron las dificultades del mercado armero. En los decenios siguientes Eibar inició caminos industriales nuevos derivados hacia las bicicletas y máquinas de coser.
5 Ramón María Sarasua comenta en su trabajo La música de Eibar (Eibarkako Musikoak) “El comportamiento del eibarrés ante las evoluciones del arte musical no ha sido desdeñable... además, están en la mente de todos las tradiciones folclóricas con aportaciones musicales, como el cancionero de Arrate, los coros de Santa Águeda, las comparsas de Carnaval...”.
6 Historiador y archivero guipuzcoano (1854-1941). En su labor de ordenación de los archivos guipuzcoanos iniciada por la Diputación Foral de ese territorio vasco, al hilo de sus lecturas, interpretaciones y descubrimientos, escribió una serie de libros y artículos de gran valor historiográficos.
María Luisa Larrañaga, cien años de historia (II/II)