607 Zenbakia 2012-01-06 / 2012-01-13
Castor Narvarte.
Alejado de su tierra de nacimiento, en su tierra de adopción, casi a punto de comenzar el verano austral, ha fallecido uno de nuestros últimos exiliados, se nos ha muerto Cástor Narvarte, el filósofo, el escritor, defensor de las ideas democráticas y militante vasco hasta el final. Ha sido el martes pasado, martes 13 de diciembre habrá que escribir en sus biografías.
Cástor Narvarte nació en Irun, en 1919. Hijo de republicanos de tendencia vasquista, como a tantos otros jóvenes la guerra civil le rompió la juventud. En el caso del futuro filósofo éste no dudo en enrolarse a los dieciocho años en el ejército republicano, en el Batallón Vasco-Navarro, afiliándose a Acción Nacionalista Vasca. Perdida la guerra, la familia Narvarte, los padres y cuatro hijos, tuvo que huir, exiliarse. Primero pero París pero luego Chile les ofreció una oportunidad para rehacer sus vidas. A bordo del barco inglés Órbita llegaron al país andino el 21 de mayo de 1939. Allí los negocios no se les dieron mal y en pocos años poseían una pequeña empresa que llegó a alcanzar los cincuenta empleados. Pero ese negocio no satisfacía los deseos intelectuales del futuro profesor. Finalmente vendió la fábrica e ingresó como estudiante en la Universidad de Chile. Fueron años de trabajo intenso en los que siempre tuvo el apoyo de su esposa, Elena Arregi, descendiente de vascos.
En 1954 Castor Narvarte finalizó la carrera y se incorporó como ayudante en el Departamento de Filosofía y Letras, dando inicio a una fecunda labor docente e investigadora. En los años sesenta se le presentó la oportunidad de estudiar un curso en la Universidad de Munich. De allí pudo matricularse en la Universidad Complutense de Madrid con objeto de obtener el doctorado. Fue un primer regreso que le mostró el erial cultural en el que los franquistas habían convertido el país. Le explicó en una entrevista a la escritora Palmira Oyanguren que “estudié un doctorado en Madrid, con el objeto de regresar a la caída de Franco”. Pero Franco no cayó. Todavía durante una década se iba a prolongar una dictadura con la que el filósofo de Irun no solo no se identificaba sino que iba contra sus propios principios éticos e ideológicos. Cástor volvió a la Universidad de Chile, país en el que colaboró además con el Centro Vasco de Santiago en todo tipo de actividades al tiempo que su labor intelectual se reflejaba en la edición de numerosas obras, muchas de ellas de carácter filosófico pero también distintos ensayos, novelas y obras de teatro. También en Chile tuvo que conocer de nuevo otra dictadura, tan sangrienta como la de Franco, la que protagonizó Augusto Pinochet, además de la muerte de su esposa en un estúpido accidente de tráfico, en 1993.
Foto: Pedro Oyanguren.
El profesor Michele Porciello de la Universidad de Génova ha definido la figura de Cástor Narvarte, junto con la de Juan David García Bacca y Eugenio Ímaz como la de “uno de los pensadores vascos más significativos”. Así lo debió de entender también la municipalidad de Santiago de Chile cuando le concedió el Premio de Ensayo a uno de sus libros más complejos, Nihilismo y violencia, reeditado en dos tomos por el Ayuntamiento de Irun y nuestra asociación en el 2003 como homenaje al intelectual exiliado. Aquel libro se abría con una dedicatoria esclarecedora: “Dedico esta obra a quienes he tenido ante todo presentes al escribirla: la juventud chilena y el pueblo vasco.”
Entre sus numerosas obras queremos mencionar dos títulos que nos muestran claramente sus preocupaciones e intereses: Perfil biográfico del Pueblo Vasco, 1991, y La memoria de un pueblo, 1999. En estas obras se refleja un cierto optimismo en relación con el futuro de nuestro pueblo. Así, podemos leer en el primero de ellos: “el pueblo euskaldún —con inclusión del lado vasco no euskaldún— está en posesión de una cultura peculiar, compleja y de vario interés. Es lo que había que hacer ver: que hay una cultura vasca con estilo propio, seria y en marcha”. El mismo optimismo que le llevó a afirmar que “la vieja Euskalerria comienza a renacer”. Cástor definía nuestra cultura por su cosmopolitismo. Así, escribió: “La historia vasca tiene una condición original, poco común: gran parte de ella, debido a sus emigrantes, ha tenido como escenario ámbitos geográficos lejanos”. Es ese hombre de talante integrador y abierto, defensor de nuestras libertades, el que se nos acaba de morir. Ojalá que nuestra cultura no solo no lo olvide sino que recupere en su plenitud a este hombre del exilio, otro exilio que ya no podrá finalizar. Goian bego.