607 Zenbakia 2012-01-06 / 2012-01-13
En el Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos (1975) Domingo Jacacortejarena pregunta así acerca del bertsolari: “¿Quién podrá descifrar el arcaico misterio que encierra esta popular personalidad vasca del bertsolari, que posiblemente proviene desde la prehistoria, cuya trayectoria magistral, se pierde en la nebulosidad del los tiempos y su realidad vislumbramos sólo a través de su actuación limitada a la historia moderna?” Jacacortajarena advierte que nadie supo valorar su relevante personalidad hasta que hacia 1930 D. Manuel Lekuona, profesor en el seminario de Gasteiz, presentó en la Conferencia del Congreso de Estudios Vascos de Vergara al bertsolari como artista de singular valor en la cultura vasca. Otto Wundt (1935) también defendió junto con Lekuona, que el bertsolari primitivo vasco fue pastor. Pero fue José de Ariztimuño “Aitzol” (1896-1936) quién popularizó y consagró la personalidad creadora del bertsolari cuando a partir de 1935 acertó en darle forma al certámen que sería precursor de las hoy archiconocidas Txapelketak.
Y es que hoy, podemos situar a la bertsolaritza en un nuevo eje de interacción social que apunta hacia una socialidad renovada. Hoy, ese espacio de juego retórico que la define, actúa como punto de intersección o punto nodal, en el que convergen nuevas relaciones y tipos de relaciones, situando esa expresión cultural como un valor en emergencia social. La dimensión cultural que representa la bertsolaritza evidencia un patrimonio oral de la cultura que se actualiza y reinventa constantemente a partir de una extensa red social de práctica. Es un hecho de la cultura que actúa como canal de transmisión en un proceso oral y comunicativo, y a su vez enlaza con la forma actuante de un colectivo social. Es la misma palabra del bertsolari puesta en juego la que muestra la motivación más profunda que mueve esa práctica tan enraizada en una comunidad. Palabra que deja entrever a qué representaciones colectivas responde ese espacio de “juego retórico profundo” (C.Geertz, 1973). Porque es en ese espacio de la cultura donde queda contextualiza la voz del bertsolari, en esa misma voz que dice: “Yo soy sólo una voz... que a través de los siglos, con el silencio y las palabras, va tejiendo su porvenir”1. ¿Quién es pues hoy el bertsolari realmente? ¿Cuál es su significancia cultural? ¿Qué función aporta a la vida social de una comunidad que se ve identificada o representada en su discursividad, iconicidad y emotividad capaces de generar?
Miren Amuriza, “Bertsolari”.
Hoy el bertsolari actúa como figura cultural que crea una relación de sentido dentro de una comunidad que lo sostiene; su racionalidad poética, es creadora y hacedora de realidad. Pues es ésta la cualidad del bertsolari, su capacidad para formar mundos posibles, formas actuantes que configuran un mismo universo poético-narrativo. Mundos que tienen la particularidad de transmitirse, asentarse, modificar una cierta visión, y por tanto, capacidad de formar cultura.
Si el objeto de la razón estética es el suceso, el bertsolari no es sino lo que “sucede”. Su emergencia, como figura también de la cultura, porque su resonancia se traza a través de los hilos de una red relacional, desde una validez de pasado hacia una proyección de futuro. Es el suceso entonces, en el carácter performativo de su acto (quien crea y se muestra en un mismo tiempo) lo que entendemos como advenimiento, ámbito de aparición de una idiosincrasia más profunda, un “venir-a,” como forma discursiva autoconsciente, iconicidad singular y emotividad de gesto en su tonada.
A partir de su razón estética, quién sino el bertsolari propone la creación de mundos posibles. Y lo hace a través de una creación metafórica de la persona que indaga en sus propios fragmentos para definitivamente atreverse a morar lo propio. En lo propio que hay de una lengua perdurada a través de los siglos, de la socialidad de un grupo que lo define, un sentimiento de acogida perdurable también; en lo propio de un lugar donde habitar el cruce de una mirada, una forma de situarse en el mundo. Ya que las mimbres del bertsolari están hechas de lenguaje, el bertsolari, es un ser de lenguaje, (Gadamer,2003) y el ser que puede ser comprendido es lenguaje. Y porque además un lenguaje siempre conlleva una forma de vida, es el lenguaje el mejor espejo de la cualidad humana.
Es a partir de ese lenguaje también donde mejor se puede marcar el camino que toma un nuevo pensamiento y una nueva acción sociales porque es a partir de él donde el bertsolari recrea nuestra representación del mundo configurando una práctica de sentido que deviene conciencia en su exigencia de ser actor que se crea a “sí mismo” y “con sí” a la comunidad que lo sustentó. Remite a su práctica de sentido simbólico, la que a partir de una nueva figura de sujeto abre camino hacia una mirada interior y proclama un ser social que se define por sus relaciones consigo mismo, apartado ya definitivamente del yugo impuesto en la mirada del “Otro”2. Es en esa noción renovada de sujeto cultural donde mejor apercibimos el trance creativo del bertsolari, su acto, que no es otro que cuando éste pasa a morar su mundo. Se da entonces la perfección del acto estético, la apertura de la persona para el conocimiento de sus propios universos posibles y habitar sólo uno cada vez. Pasa a estar en armonía con lo propio y uno mismo, atreverse a habitar su propia naturaleza, y es en ese momento creativo, cuando el ethos coincide en el acto estético, primordial: acción hecha de palabra. Un acto que siendo un ejercicio de elaboración personal, admite una única indicación, cual es la auto-observación y el aprendizaje. Es un acto en la profundidad de lo que supone implicarse en lo vivido, acto que posibilita el advenimiento de un sujeto cultural ético y estético renovado en sí mismo y renovándose a sí.
Maialen Lujanbio. BEC, 2009.
Y es en ese espacio de “juego retórico profundo” donde queda contextualizada la voz del bertsolari. Una voz que señala hacia una singularidad de mundo y una figura de sujeto que toma lugar en él a partir de la reinvención de sus fragmentos y del derecho a la autoconciencia, o dicho con más sencillez, el derecho a la palabra. Palabra de una figura que va surgiendo precisamente allí donde se subjetiviza una mirada o se pueda apreciar el gesto. Es sólo allí donde surge la belleza de la sencillez: Una voz. Un cuerpo. Una tonada. Un hilo emotivo que penetra la interioridad del ser cultural. Y en su dinámica creativa se entreteje la comunidad que le dio cuerpo. Como ocurre en las grandes Txapelketas. Pues es el bertsolari a veces ese ser sacrificial, tanto como su horizonte creador o su pensamiento estético. Es el ser sacrificial del bertsolari, allá donde la comunidad que lo creó también se creó a sí, ya que el bertsolari está anclado en la tierra que lo sustenta y desarraigado de ésta, perdería su sentido creador y su derecho de palabra: el derecho a decir “nosotros” del bertsolari en la capacidad de crearnos a nosotros mismos mediante el acto de nombrarnos.
Así pues, es en ese empezar por el final donde mejor adviene el ser nombrado en su palabra, que es en la voz de bertsolari, tan bien descrita por Oteiza, es “desandar el camino en el que se fueron oscureciendo los sucesos pasados con su realidad y sus ideas”. Es una palabra evocadora de sujeto cultural, iconicidad renovada y representada hoy en una joven bertsolari. Figura que mostrada ante su comunidad, se sumerge en la profundidad oceánica de su realidad interior, y de espaldas al mar va desapareciendo poco a poco hasta esa profundidad oceánica del sí mismo artístico y cultural que la eleva a nueva figura de sujeto, sujeto estético, genuino y singular. Que aún sin ser el mismo sigue siendo lo mismo para la comunidad que lo representó. Sujeto discursivo, icónico y relacional, diferenciado pero igual a sí mismo. Sujeto propio de pensamiento, por su reflexión a cerca de sí mismo y por su autolegitimación. Esta figura des-velada también es figura de mujer y de su propio ser creador como portador de un nuevo sentido de las formas de organización social. Conciencia de pertenecer: a una comunidad, a un pueblo, a una historia, porque el sujeto no es un individuo sólo. Y también ese sujeto es un lugar para los otros. Aquél donde varias verdades puedan solaparse en un tiempo. Un cruce de mirada. Sujeto de nuevas palabras y nuevas relaciones entre palabras. Palabras que no dejan de ser otra cosa que formas actuantes y relaciones mejoradas. Es lo que el bertsolari hoy viene aportando a la cultura, su función, su identidad de sujeto cultural y su identidad de género que lo reinterpreta en el sujeto mujer, su significancia dentro de la cultura que lo constituyó en sí y para los demás. Es nuestro bertsolari hoy, figura de sujeto y significancia cultural.
Bibliografía:
- HABERMANS, J (2003): El ser que puede ser comprendido es lenguaje. Homenaje a Hans-Geo Gadamer, Sintesis, Madrid.
- GADAMER, H (2006): Estética y hermenaútica. Tecnos, Madrid.
- GEERTZ, C. 1973 [2005]: “Juego profundo: Notas sobre la riña de gallos en Bali”. La interpretación de las culturas. Gedisa, Barcelona, 339-372.
- MAILLARD, C. (1998): La razón estética, Alertes, Barcelona.
- RICOEUR, P. 2001: La metáfora viva, Trotta, Madrid.
- TOURAINE A. 2007: La Mirada social. Un marco de pensamiento distinto para el siglo XXI. Paidos, Barcelona, 143-263.
1Son las palabras de la jóven bertsolari Miren Amuriza, que en el reciente film-documental titulado “Bertsolari” y dirigido por Asier Altuna que dicen así: “ahots bat besterik ez naiz” y hacia el final “ta mendeetan barrena isiltasunak ta hitzak/ ahoz aho egiten du geroa bertsolaritzak”.
2 Entiéndase el “Otro” para diferenciarlo del otro. Es un otro significativo que interiorizando la mirada en uno, ofusca la creación del sujeto en sí. Ese “Otro” cultural nos remite a una jerarquía de sometimiento hacia él. Queda transcendido cuando el sujeto que indaga su proceso de autoconsciencia pasa a habitar “en sí”. Tal como deja verse en la voz del bertsolari: “Pasa Mast Center, pasa Decathlon, IKEA ta BEC azaldu/aurrez Baluarte, Tabacalera eta Gugghengeim zapaldu;/mila milloien kultur eredu, negoziotik ez salbu/eskaparate distiratsuak nahiz ta oinarria saldu;/gu ez gera hau. Denda txikiak saio txikiak gara gu;/gu ez gera frantses, gaztelera, ingles, gureak hots xumea du/baina hona etorri ta betetzeko, konplejurik ez daukagu. (bis) (Lujanbio, Txapelketa Nagusia, 2005).