553 Zenbakia 2010-11-05 / 2010-11-12

KOSMOpolita

Fiesta e identidad vasca en La Habana en el siglo XIX

RAMOS MARTINEZ, Jon Ander

Universidad del País Vasco



La presencia de vascos en la isla de Cuba, al igual que gallegos, catalanes, canarios o asturianos —por citar otros grupos relevantes procedentes de la metrópoli—, se incrementó a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Estos colectivos pronto comenzarán a organizarse en sociedades, y de manera casi simultánea tomarán como sus iconos las referencias religiosas de los santos patrones y/o advocaciones marianas propias de sus lugares de origen. La Virgen de Begoña se convertirá de este modo, y siguiendo el modelo, en la patrona de la colectividad vasca de La Habana. 1. La construcción identitaria del grupo

Tradicionalmente la fiesta ha jugado un papel importante en el proceso de construcción identitaria del grupo, más aún cuando hablamos de fiestas realizadas por inmigrantes alejados de su comunidad de origen. Es en estos casos cuando las fiestas aparecen como momentos en los que la colectividad se une, se muestra orgullosa de pertenecer al grupo, y trata de mostrar a los otros las particularidades de su identidad. La persona cree formar parte de la comunidad familiar, vecinal o nacional, porque participa de la fiesta, reconoce los símbolos e interioriza unas practicas. Participar en la fiesta es formar parte de un modo consciente y activo en el colectivo social que la genera, enmarcándose dentro de lo que se puede denominar herramientas simbólicas de construcción de la vida colectiva.

De modo que, aún sin adentrarnos en exceso en el campo de la antropología, podemos observar la importancia que este tipo de celebraciones laico-religiosas tienen para el colectivo inmigrante en el proceso de construcción identitaria del grupo. 2. La colectividad vasca de Cuba y la Virgen de Begoña

La presencia de vascos en Cuba se remonta a los primeros años del descubrimiento, y se ha mantenido durante más de cinco siglos. Pero no será hasta el siglo XIX cuando la presencia se haga más notoria en la Gran Antilla, habiendo de esperar hasta la primavera del año 1877 para que unos cuantos entusiastas euskaros concibieran la idea, llevándola a la práctica, de crear la Asociación Vasco-Navarra de Beneficencia (en adelante AVNB). El reglamento inicial aprobado en 1877, a diferencia de lo que sucedía en el caso de otras asociaciones o centros regionales de Cuba, no recogía mención alguna en lo que a santos o patrones hacia referencia. De modo que tendrán que transcurrir más de seis años para que un nutrido grupo de vascos residentes en la Isla, muchos de ellos miembros de la asociación, se unan y reclamen la protección de la Santa Patrona, presentando a la asociación una nota en la que expresaban sus deseos. En dicho escrito se destacaba la falta en la Isla del amor de Dios, “...un vacío que nos desdora mucho más en comparación de los naturales de otras provincias que procuran conservar el fuego santo de su amor al suelo natal reavivándolo con el fuego de la fe, mediante la intercesión de un Santo Patrono; los gallegos las de Santiago apóstol, los catalanes, la de Ntra. Sra. de Montserrat, los aragoneses la de Ntra. Sra. Del Pilar, los asturianos la de Ntra. Sra. de Covadonga...”. La petición expresa de contar con un Santo Patrón que fuera enseña de los vascos de Cuba fue bien aceptada por la Directiva, quién aceptó por unanimidad acceder a lo solicitado, siempre y cuando este hecho no repercutiera en la arcas de la Asociación, cuyo fin principal no era otro que el de la beneficencia y el socorro mutuo.

Este escrito no hace sino corroborar el hecho de que los vascos fueron de los últimos grupos en disponer la Asociación bajo la advocación de un Santo Patrón. Al contrario de lo que sucedía en otras regiones españolas, donde la supremacía de una imagen negaba la posibilidad de debatir en torno a elegir un patrón u otro; para el caso de asturianos estaba clara la elección de Covadonga, igual que para el caso de catalanes y gallegos, donde Montserrat y Santiago se convirtieron en iconos del grupo alejado del terruño. Por el contrario, entre los vascos encontraremos lo que se podría denominar un debate provincialista, es decir, cada provincia venera a un santo diferente. Finalmente, parece que se decidieron a hacer elección por mayoría, relegando unos y otros sus devociones particulares a un segundo plano en obsequio de la idea religiosa. Las votaciones para elegir el patrón de la asociación tuvieron lugar en la Junta General realizada en los salones del Casino Español el 18 de marzo de 1883, resultando la Virgen de Begoña elegida como Santa Patrona de la Asociación y de todos los vascos residentes en la Isla. 3. Las fiestas en La Habana

Una primera muestra festiva vasca en La Habana lo constituyó sin duda el recibimiento otorgado en 1869 a los Tercios Vascongados enviados por las Diputaciones vascas a combatir en la Guerra de los Diez Años, de 1868 a 1878. Esta aclamación popular organizada por destacados vascos precedió en unos años a la creación de la AVNB. Actos de bienvenida que supusieron los primeros “festejos públicos” de carácter vasco de la ciudad.

Recibimiento de los Tercios Vascongados en La Habana.

Mas allá de lo que podríamos definir como primera exaltación del colectivo vasco de La Habana, tendremos que esperar a la década de 1880 para asistir a la consolidación de las fiestas vascas en La Habana, con motivo del anual acto de reconocimiento a la patrona, la Virgen de Begoña. El vacío festivo que acompaña al colectivo vasco en la década de 1870, aún no conformado como Asociación, nada tiene que ver con el programa festivo desplegado por el resto de asociaciones regionales. Así los asturianos fueron los primeros en la carrera festiva, y ya en el año 1871 organizaran en Matanzas la primera romería española de Cuba con motivo de la celebración del día de Covadonga, patrona de Asturias. Esta festividad, además de servir de reforzamiento del grupo astur, fue toda una manifestación de unidad nacional, teniendo en cuenta los momentos delicados por los que atravesaba la soberanía española sobre la Isla.

Siguiendo el ejemplo asturiano, al año siguiente los catalanes tomarán el relevo festivo con una romería en honor a la Virgen de Montserrat celebrada en una colina matancera.

No debemos olvidar tampoco la gran procesión regional que desde 1872 la Asociación de Beneficencia Gallega cada 25 de julio, festividad de Santiago, venía desarrollando por las principales calles de La Habana.

Todos estos actos religioso festivos pudieron ser el estimulo que impulso al nutrido grupo de vascos residentes en la Isla, encabezados por los señores Saturnino Lastra y José María de Olaeta, a poner en marcha las celebraciones en honor a la patrona de los vascos. Si es cierto que en las fiestas en honor a la Virgen de Begoña se siguió el modelo de los desfiles realizados con motivo del recibimiento de las “tropas vascas”, como lo demuestra el hecho de hacer un desfile por provincias detrás de su estandarte que nos remite a la imagen de 1869, como queda recogido en la crónica de la revista Euskal-Erria: “...gran romería que transcurrió desde la plazoleta de Belén hasta los espaciosos terrenos del Club Almendares, y en la que participaron, entre otros, representantes de las cuatro provincias y vasco-franceses con sus estandartes...”.

Pero, ¿quiénes serán los encargados de organizar las fiestas? Una vez aceptada la proposición por la Directiva y nombrada la Virgen de Begoña como patrona de la colectividad vasca de la Isla, fue necesario crear una comisión encargada de la preparación de los festejos. Para poder llevarlos a cabo, la Comisión Vasco Navarra de Recolecta y Festejos se encargó de gestionar y organizar diferentes eventos destinados a la recaudación de fondos. Entre estos actos destacan sobre todo las corridas de toros, que se convertirán en una importante fuente de ingresos. La revista Euskal-Erria de San Sebastián nos da cuenta de la corrida de toros que la comisión organizó el 22 de julio con el propósito de reunir fondos para sufragar la fiesta que, en honor a la Santa Patrona, se proyectaba realizar en diciembre de 1883.

Junto a las corridas de toros, también destacan los partidos de pelota al estilo de las provincias vascas que a principios de 1884 tuvieron lugar en La Habana con el mismo fin recaudatorio que las corridas de toros. Aunque el principal medio de financiación de estas fiestas, así como de los distintos eventos, vendrá de la mano de las donaciones de los socios más pudientes. Oficializándose de este modo la beneficencia que venían ejerciendo para con sus conciudadanos de una manera informal. Inversión en beneficencia, que revertía capital social y posibilitaba una proyección tanto hacia el interior del grupo como hacia el exterior.

En las fiestas organizadas por los colectivos inmigrantes en América, en este caso las desarrolladas por los vascos de Cuba, más allá del aspecto religioso destacara sobre todo el imaginario colectivo vasco que se crea para la ocasión. Sin ir más lejos, en los actos religiosos se pretende crear también un universo vasco, tal es el caso que se intenta que los sacerdotes que oficien las misas en honor de la Patrona sean del solar vascongado, normalmente Padres Jesuitas pertenecientes a la Iglesia de Belén. De manera que el templo religioso se convertía en un improvisado punto de encuentro vascongado.

Pero más allá de la misa en cuestión, lo verdaderamente interesante reside en el cariz identitario que adoptan las fiestas. Es un momento de reivindicación del grupo, en el que las personas que promueven estas fiestas no hacen sino promocionar las señas de identidad vascas a través de las vestimentas, folklore, estandartes, etc. Como puede observarse en el relato que de las fiestas de 1887 ofrece la revista Euskal-Erria en alusión a las personas que acompañaban a cada uno de los estandartes, “... cuyos cordones llevaban niñas vestidas a la usanza de cada una de las provincias; un gran número de fieles vestidos a la usanza antigua [vasca]... cada grupo iba acompañado a un lado y otro por naturales de su provincia respectiva, vestidos de blanco y con boinas y corbatas del color designado como distintivo de cada región...”. También la plaza de toros constituía el lugar idóneo de promoción de las enseñas patrias, así en la corrida de toros celebrada en 1883 “...la plaza estaba adornada con profusión de trofeos, gallardetes, escudos y banderolas de los “colores nacionales de las cuatro provincias hermanas”, ostentándose, en medio del redondel, en forma de cruz, un sin número de banderas y una mano en el centro, “representando la unión inquebrantable que distingue a todos sus hijos...”. También solían estar profusamente engalanadas las calles de La Habana por donde transcurría la procesión. La música y danzas tradicionales vascas, como por ejemplo zortzikos, ezpatadantzaris, tamborileros, etc. tampoco faltaron en este tipo de celebraciones.

Pero por encima de todo, estas fiestas constituyeron un momento de reivindicación del grupo, en este caso del vasco, que abre sus miras más allá del espectro vasco en la Isla. Junto al disfrute de vascos, destacar también la repercusión que este tipo de festejos tuvo en la sociedad habanera del momento, y sirvió como punto de encuentro con otras colectividades regionales de la Isla. Sirva de ejemplo, la participación de la Comisión de Recolecta Vasco-Navarra en las romerías organizadas por otras sociedades, tales como las de la Sociedad de Beneficencia Asturiana, o la participación del coro asturiano y gallego en las romerías en honor a la Virgen de Begoña en el año 1884.