539 Zenbakia 2010-07-02 / 2010-07-09
Siguiendo con el itinerario de Emiliana de Zubeldía a través de América, según los recortes del álbum descrito en el artículo que da inicio a esta serie1, durante los meses de febrero, marzo, abril y mayo de 1932, señalo que estuvo de visita en Cuba, gracias a la invitación del matrimonio Damborenea. Durante esa estancia puso música a tres poemas inéditos de Gabriela Mistral y a La niña de Guatemala de José Martí, y preparó el estreno mundial de su Sinfonía Euskadi. Una nota, sin fecha ni referencia de la publicación, comenta el recibimiento de que fue objeto la distinguida visitante por parte de sus compatriotas del Centro Vasco:
“Los del ‘Centro Vasco’ ofrecieron una muy simpática fiesta en su hermosa casa social en honor de la eminente pianista y compositora vasca, Emilia [sic] de Zubeldía, a la que acompañaba la señorita Josefina Larrea. El presidente social, señor Celestino Joaristi, acompañado del Presidente del Orfeón, señor Manuel Otaolaurruchi, del Secretario social señor Federico Gaviña, del Presidente de la Sección de Fiesta señor Santiago Aranegui y de los vocales de la Directiva, hicieron los honores que correspondían a su distinguida paisana”.2
1932, Cuba, hablando con una gran artista, por Juan Bonich, p.22.
La prensa cubana publicó interesantes artículos describiendo la personalidad de la artista y su música. En esta edición he incluido algunos párrafos, entre tantos que fue difícil la elección, para contar a los lectores cómo era Emiliana. Estoy segura de que quienes la conocieron tendrán gratos recuerdos al leerlos. Juan Bonich (El Mundo) N.B. (Diario de la Marina) y el padre Iturriaga (Revista Pro-Arte Musical), entre otros, nos brindan un retrato fiel de lo que ella representaba en ese tiempo, la elocuencia de estos escritos habla por sí misma:
“Emiliana de Zubeldía es vasca desde su rostro de perfil agudo, de gesto retador y sereno a un tiempo, hasta su expresión vivaz y enérgica, dotada de esa fuerza nativa que algunas razas no pierden nunca... En su elogio han hablado críticos tan exigentes como Henry Prunieres, Raymond Petit, Edwin J. Stringhan, jefe del Departamento de Educación de la Universidad de Columbia, y el Padre Donostia, gran compositor vasco contemporáneo, con quien le unen lazos de mutua admiración y simpatía”.3
“La señorita Zubeldía es un alma inquieta, una de esas personas que no pueden vivir ociosas porque entienden, y entienden bien, que los seres vivientes nos pertenecemos muy relativamente ya que cada cual debe dar cuanto pueda por el mayor desenvolvimiento, el mayor auge, de la materia a que dedique sus actividades...”4
“Contados son los que han llegado a la compenetración íntima del pueblo vasco, como Emiliana de Zubeldía. Su música es de lo más original, sugestivo y eurítmico en la que la técnica más sabia se funde en amigable concierto con el fluir espontáneo de la música popular vasca”.5
Juan Bonich, publicó una extensa entrevista en la que Emiliana de Zubeldía pasaba de un tema a otro con abrumadora fluidez, al grado de que el periodista comentó que, para seguirla, era necesario convertirse en taquígrafo profesional:
“...Tal es la rapidez de sus palabras, siempre atinadas y siempre encantadoramente amenas, que muchas veces se resisten a salir al exterior, como si aquel cerebro privilegiado amalgamara ideas y pensamientos en tropel. Y esos son los momentos que tiene que aprovechar el periodista para trazar sobre el papel algunos signos que le sirvan, a lo menos, de guía, de recordatorio.”4
Caricatura de Emiliana.
Así fue siempre Emiliana de Zubeldía. Quienes la conocimos podemos afirmar que nunca perdió ese encanto, ese dinamismo y ese gusto por expresar sus ideas e ideales; unos meses antes de su partida física todavía nos deleitaba con sus enseñanzas sobre la música y la vida misma. Tal parece que la escuchamos cuando leemos estos párrafos transcritos por Bonich, en los que expresa la admiración por sus maestros, su amor por la música vasca, de la que decía es más antigua que la música griega, el reconocimiento a los compositores contemporáneos y, desde luego, a Augusto Novaro:
“A los seis años comencé los estudios de piano y solfeo y más tarde los de armonía con el que fue mi primer maestro, el gran Escurra, para el que tengo mis más gratos recuerdos y mi más intenso agradecimiento. Esto ocurría en Pamplona y después que terminé el piano pasé a Madrid donde tomé lecciones particulares con el maestro Sanz. De allí a París donde comencé de nuevo el piano con Blanche Selva y estudié composición con Désiré Pâque, del que bastará decir que fue organista de la familia real de Portugal y Profesor del Conservatorio de Lieja. Pâque fue el primero que demostró la no necesidad de determinar la tonalidad al comienzo de la pauta. Ya le he dicho que yo había cursado todos mis estudios y ello a tal punto que a los once años ofrecí mi primer concierto; pero cuando llegué a París, cuando viví aquel ambiente tan serio, tan disciplinado para el estudio, comprendí que [yo] no era nada y entonces fue cuando comencé a estudiar por el arte mismo”.4
“Mi primordial propósito -nos dice la señorita De Zubeldía, hablando de su obra- ha sido dar carta de naturaleza artística al prodigioso “folklore” musical de mi tierra. Vasconia tiene un lujo de canciones muy difícil no ya de superar, pero ni siquiera de igualar. Yo he recogido muchas de estas canciones, rezumantes de antigüedad; acaso la música más vieja del mundo”.3
“Tengo muy fundadas razones para estimar que los griegos tomaron de los vascos la gama y no al contrario como no falta quien afirme”.4
“...en la música vasca, por pequeña o reducida que sea la composición, hallamos diversidad de compases y de ahí que a los vascos se deba el 5 por 8, indispensable para ciertas formas rítmicas que, de otro modo, no podrían medirse..”.4
“...Desde luego mi orientación es francamente moderna. Admiro a Falla como el primero de los músicos españoles. Sigo de cerca la personalidad cambiante de Stravinsky, que si desconcierta a los espíritus tímidos, apasiona en cambio a los que vemos en ella un profundo acuerdo consigo misma. Me interesan también Shoenberg y Prokofieff”.
“En cuanto a los músicos americanos tuve oportunidad de conocer en el Brasil a uno cuya personalidad me parece una de las más interesantes del momento: Villalobos...En Nueva York tuve además la suerte de conocer a otro músico americano que está llevando a cabo una verdadera revolución en el arte de los sonidos: Augusto Novaro. Todo el mundo musical comienza ya a interesarse en sus interesantes y novísimas teorías, que considero más eficaces que las de Carrillo y, desde luego, más practicables. Novaro es un apóstol de la buena nueva musical y sus investigaciones y estudios están abriendo horizontes insospechados”.3
Pero su alma universal, que amó la música más que a nada en este mundo, fue cautivada por la música típica de cada país que visitó y el ritmo cadencioso y alegre de la música cubana no fue la excepción:
1932, mayo 23, foto de Emiliana de Zubeldía.
“La música cubana me encanta. La encuentro deliciosamente inspirada y el folklore interesantísimo. Son admirables estas orquestas típicas con el bongó, las maracas, la marimba, que interpretan de manera impecable esos ritmos que son sangre, y vida y todo... Lo que puedo decirle es que siempre acaricié la idea de hacer un poema tropical y, en un principio pensé en Brasil; pero ahora sólo pienso en Cuba”.4
Y así fue que esa semillita de la inspiración producida por la música cubana germinó hasta producir la música que acompañaría al poema Yumirí6 de Ellen McGrath de Galbán y Fardes de Cuba (1933) y más tarde Estampa cubana (Al atardecer). De la música y de sus conciertos hablaremos en la próxima edición. ¡Hasta entonces!
Obras de Emiliana de Zubeldía
Yumurí - Escuchar
El Primer día - Escuchar
Zortzico - Escuchar
1 Emiliana de Zubeldía e Inda: embajadora de la Música Vasca en América.
2Álbum de Emiliana de Zubeldía, Cuba; FEZI/SP/S09/C50. Archivo Histórico de la Universidad de Sonora (AHUSON).
3Breve charla con la compositora y pianista vasca Emiliana de Zubeldía, DIARIO DE LA MARINA, febrero 5 de 1932, La Habana, Cuba.
4Juan Bonich, Hablando con una gran artista (sin fecha ni nombre del diario; posiblemente El Mundo).
5La música popular vasca y Emiliana de Zubeldía, por el P. Iturriaga Revista Pro-Arte Musical, La Habana Cuba, p. 8
6Copyright 1934 by Sherman Square Music Publishing Co.