535 Zenbakia 2010-06-04 / 2010-06-11
Haciendo un recorrido por la Gipuzkoa medieval, parada obligada tenemos en la Kalezahar de Usurbil para rememorar algunos de los más importantes episodios de la guerra entre Parientes Mayores, así como la posterior rivalidad que enfrentó a las casas solares y los incipientes ayuntamientos.
Kalezahar supera con creces la simple clasificación como barrio o auzoa: sólo diciendo que es un trozo de historia viva hacemos honor a su singularidad. Los motivos de su creación en 1371 con el nombre de Belmonte de Usurbil están aún por dilucidar. Se ubicaba en tierras de influencia de los señores de Achega —uno de los linajes más antiguos e importantes de la provincia, y fiel aliado del rey Enrique II en su violenta ascensión al poder—, aunque Belmonte quedó al margen de su feudo y de la iglesia de San Salvador que aquellos patrocinaban. Y puesto que a los señores perjudicaba aquel asentamiento de un poder municipal amurallado a pocos metros de su palacio, ¿cómo pudo el monarca autorizarlo? Tantas respuestas hallaremos como historiadores ha tenido Usurbil.
Ilustración: Josemari Alemán.
Las guerras banderizas asolaron Gipuzkoa durante generaciones, sembrando la destrucción por caminos y concejos. Pero el primer lance sangriento entre los partidarios de Gamboa y Oña se desarrolló a los pies de Kalezahar, en el vado del Oria a finales del siglo XIV, y se repitió años después sobre el mismo escenario. Y aunque el poder de los Achega gamboínos fue siempre enorme y manifiesto, Belmonte/Kalezahar mantuvo su independencia al margen de la casa solar.
Sólo cuando Aginaga comenzó a crecer, Kalezahar entró en decadencia. Pero su orgullo le hizo conservar casa concejil propia —el Konseju Zahar, todavía en pie con la estructura del siglo XVII—, la ermita de Nuestra Señora del Socorro y el hospital anejo. Si ya no el “cuerpo” de la villa, como antaño se decía, al menos el alma de Usurbil habita todavía hoy en Kalezahar. En las paredes de las casas Portalea, Arotz Enea y Patrona Enea respiraremos el lustre de otros tiempos. Aire de urbe rural, belleza austera de una población con mucho que contar.