512 Zenbakia 2009-12-11 / 2009-12-18
Publicado en el Boletín Beti Aurrera Nº 97
En esta ocasión nuestra entrevistada es la señora Mirta Etchebarren, hija de un vasco nacido en la pequeña localidad Baja Navarra de Urepel y para más datos, sobrina de Fernando Aire Etxart, (1920-1976) conocido, dentro y fuera de Euskal Herria como Xalbador, posiblemente el mejor bertsolari que ha dado el pueblo vasco en todo el siglo XX.
Una cálida y emotiva conversación que no podía haber tenido mejor inicio, cuando Mirta, socia y amiga de nuestra Euskal etxea al recibirnos en su casa, nos dice con firmeza, una vez que el grabador se puso en marcha, “hablar de mi padre es un orgullo para mi, y además me siento emocionada por tener la posibilidad de recordarlo a través de la revista Beti Aurrera”.
Entonces Mirta, siendo así, cuéntanos de tu padre: Lorenzo Antonio Etchebarren.
Yo de mi padre tengo recuerdos plenos de cariño. Una persona muy recta y querida por todos. Lo llamaban cariñosamente “el vasquito” y siempre he sentido un enorme afecto por él. Siempre lo recuerdo como un padre y hombre muy bueno.
¿Cómo llegó a Argentina?
Mi padre, que había nacido en el año 1914 en Urepel, en los comienzo de la Primera Guerra Mundial y habiendo tenido un hermano prisionero de los alemanes, toma la decisión, al ser llamado a filas, de negarse a hacer el servicio militar. Además tenemos que mencionar la pobreza de aquel entonces. Y según nos contaba dos fueron los posibles destinos para viajar: California o Argentina. Elige el segundo, y se embarca en Bayona en el vapor Jamaica con destino a Buenos Aires a finales de 1936, llegando en enero de 1937.
Caserío donde vivió el vasco Lorenzo Etchebarren, desde donde partió rumbo a Argentina.
¿Una dura decisión?
Sí y lo que tenía que haber sufrido el pobre. Vino solito y como todos, se hospedó en el Hotel de Inmigrantes. Una decisión de abandonar su familia y a su pueblo que a nadie informó. Según nos contó el propio cura del pueblo de Urepel que tuvimos la suerte que nos visitara, el día anterior mi padre estuvo jugando a pelota con él, ya que además era también su amigo. Y no le dijo nada del viaje. Partió en el mayor de los silencios.
Tremendo. ¿Y una vez en Argentina?
La verdad que poco sé al respecto en esos primeros años. Mi padre era una persona de pocas palabras sobre su historia personal. Sé que lo vinieron a buscar al hotel para trabajar en el campo y anduvo por el sur de la provincia de Buenos Aires cuidando ovejas para después, por medio de un amigo, llegar a Ameghino (ciudad a 50 kilómetros de General Villegas). Un amigo que incluso le enseña a hablar el castellano, ya que su lengua era el euskera y supongo, que algo de francés En Ameghino se casa con mi madre, Sabina Bermúdez siendo yo la única hija.
¿Y cómo llega a Villegas?
Mi padre es contratado para trabajar como tambero en el campo de los Baigüera, en Moore y ahí estuvo hasta que se jubiló y vino a vivir a Villegas donde falleció en el año 1994. Te cuento, ya que mencioné al euskera, mi padre, y eso lo lamento hasta el día de hoy, nunca me enseñó a hablarlo. Me decía que era “una lengua prohibida en su tierra, una lengua perseguida”. Pero con mi esposo se animaba y es por eso que “Chucho” (Lamothe) se acuerda aún de algunas palabras. Y te repito, Sergio, mi padre era muy apreciado, a punto tal, que conservo una medalla de oro que le obsequiaron sus amigos, entre ellos Pontiggia, Tamanini, Baigüera en reconocimiento al cariño que sentían por él.
¿Alguna anécdota en especial que recuerdes sobre tu padre?
Sí, hay varias, pero en especial de una. Mi padre en una ocasión salía de la cancha de pelota de Ameghino en compañía de algunos vascos amigos suyos, y en la calle es atropellado por un auto, sin graves consecuencia por suerte. No obstante deciden llevarlo al hospital, pero la negativa de mi padre es terminante: ¡Yo al hospital no voy hasta encontrar boina...! la había perdido por causa del accidente. La verdad siempre los recuerdo con la boina. ¡Eran inseparables!
Mirta Etchebarren (arriba). Matrimonio Lamothe Etchebarren, con la viuda del bertsolari Xalbador, durante su estancia en Urepel (debajo).
¿Tu padre tuvo oportunidad de volver a Urepel, su pueblo natal?
Claro que sí, pero tomo la decisión de no hacerlo. Hasta no haber cumplido 57 años, no lo podía hacer ya que en Francia figuraba como desertor, pero una vez finalizado ese plazo, tampoco quiso. Pero siempre recordaba su aldea y sus montes. Los que viajamos fuimos mi esposo y yo, precisamente en el año 2000. Un viaje inolvidable, aunque te confieso que tenía temor con lo que iba a encontrar. Pero no, nos recibieron muy bien y quienes siempre nos acompañaron en todo fueron los hijos de Xalbador y hasta conocí a una hermana de mi padre. Una familia hermosa que nos brindaron gratos momentos. Pero lo emocionante, lo que más me conmovió fue el estar viviendo tres días en el caserío donde nació mi padre y donde ahora vive una prima mía. Los mismos muebles, el mismo lugar donde vivió su infancia, la casa, su casa, donde partió para nunca más volver. Momentos en mi vida que jamás olvidaré...
La entrevista toca su fin, Mirta nos cuenta algo más de la estancia junto a su esposo en el País Vasco, de su familia en esas tierras y del profundo cariño de la gente por su hijo predilecto; Xalbador, el gran bertosolari de nuestro pueblo como lo manifestaba con orgullo su padre al evocarlo. Con decirte, confirma Mirta, que en la entrada del pueblo hay un monumento en su honor y siempre hay flores frescas. Nunca faltan. ¡Cuánto cariño!
En definitiva, historias, sensaciones, recuerdos, emociones. Trozos de vidas que Mirta con ternura supo transmitirnos, dejándonos constancia en todo momento, de quienes fuimos y de lo que somos y seremos como pueblo.
Y como despedida, el adiós con estas palabras que llegan al alma.
“Siempre agradezco la herencia que me dejó mi padre, su paciencia, rectitud y el valor de la palabra”.
Gracias Mirta, de corazón. Un placer.