
Gaiak
La colección
BILBOKO ARTE EDER MUSEOA
El patrimonio artístico del Museo, que, aún hoy en día, continúa enriqueciéndose, se nutrió en un principio de importantes donaciones y legados de obras de arte, recibidos por parte de las instituciones y de particulares. La colección del Museo, caracterizada por su amplitud cronológica –desde el siglo XII hasta nuestros días– y por la gran diversidad de escuelas y manifestaciones artísticas, reúne en la actualidad más de siete mil obras.La colección se articula en torno a dos grandes ejes: el arte antiguo, en donde cobra gran protagonismo la escuela española, junto a ejemplos destacados de las escuelas flamenca y holandesa, y el arte moderno y contemporáneo, en donde los artistas internacionales ofrecen el necesario contexto al arte español y vasco. Por otra parte, el Museo conserva un importante fondo de grabados y dibujos y colecciones específicas de artes decorativas, entre las que destacan una importante colección de cerámica de Manises y la colección Palacio de Arte Oriental. Un recorrido por las obras imprescindibles del Museo incluye a El Greco, Moro, Murillo, Zurbarán, Ribera, Goya, Meléndez, Arellano, Paret, Benson, Mandjin, De Vos, Van Dyck, Gentileschi, Bellotto, Ribot, Guiard, Regoyos, Zuloaga, Arteta, Gauguin, Cassatt, Ensor, Sorolla, Solana, Tàpies, Oteiza, Chillida, Caro, Saura y Bacon. Maestros antiguos y modernos
En el Edificio Antiguo se presenta un recorrido histórico a través de más de trescientas obras, distribuidas en treinta y una salas. En ellas, se pueden descubrir los principales estilos, escuelas y artistas que se desarrollaron en el arte occidental, desde el Románico hasta las primeras vanguardias del siglo XX. La selección de obras se encuentra dispuesta cronológicamente, favoreciendo así una mejor compresión de la evolución artística a lo largo de nueve siglos, a través de piezas representativas de diversas escuelas europeas –española, flamenca, holandesa, italiana, francesa...– El arte vasco tiene especial presencia, sobre todo a partir de mediados del siglo XIX, conformando una de las colecciones más ricas e interesantes. Los principales ciclos artísticos se distribuyen de la siguiente forma (la nómina de los artistas citados puede estar sometida a cambios debido a préstamos temporales a otras instituciones). Del Románico al Renacimiento (Salas 1 a 5)
Desde algunos significativos ejemplos del arte Románico catalán, presididos por la obra más antigua de la colección, una escultura de Cristo en majestad del siglo XII, la visita continúa con el gótico francés, con bellas esculturas de la Virgen, e italiano, y diferentes estilos del gótico peninsular, con extraordinarios ejemplos del arte hispano-flamenco –Pere Nicolau, Berthomeu Baró, Maestro de San Nicolás, Diego de la Cruz, y, sobre todo, Bartolomé Bermejo–, y de cerámica del alfar de Manises contemporánea, para acabar proyectándose hacia el Renacimiento del norte a través de primitivos flamencos y holandeses –Benson, Memling, Engebrechtsz, Erhart, Coecke, De Coter,...–, representados por pinturas y esculturas de gran calidad. Renacimiento y Manierismo (Salas 6 a 9)
Comenzando por pinturas y esculturas del Renacimiento español, como las del Maestro de Ororbia, y de otras que muestran las formas del Manierismo adaptadas por los artistas flamencos como De Vos, Mandijn, Gossaert, o De Vries, se llega a los refinados y penetrantes retratos cortesanos españoles del siglo XVI: Moro y uno de sus discípulos más destacados, Sánchez Coello y su continuador, Pantoja de la Cruz, en compañía de un exquisito retrato italiano anónimo y otro opulento de Pourbus ‘El joven’. Finalmente, se presentan interesantes obras de El Greco, ‘El divino’ Morales, Gaspar de Palencia y un calvario escultórico de Juan de Anchieta, primer artista vasco documentado representado en la colección. Barroco (Salas 10 a 16)
El siglo XVII se inicia con una representación de pintura flamenca de género (paisaje, escenas bíblicas, batallas...), continúa con varias obras maestras de la escuela italiana –Gentileschi, Crespi y Piola– y francesa, y se adentra en uno de los núcleos principales y de mayor calidad de la colección: la pintura española barroca, representada con piezas relevantes de los grandes maestros y escuelas de la época, desde Herrera ‘El viejo’ y Roelas, hasta Zurbarán, Ribera, Murillo, Coello, Carreño, Arellano, Antolínez, Bocanegra y Valdés Leal, así como de los valencianos Orrente, Ribalta y Castelló. Así mismo, tres artistas vascos del siglo XVII están representados en estas salas: Iriarte, Amigo y De la Quadra. Para terminar la representación barroca, la pintura flamenca y holandesa vuelve a salir al paso con obras de Jordaens, Grebber, Van Dyck y Ruisdael. Rococó y Clasicismo (Sala 17)
Llenan esta sala varios artistas del siglo XVIII, fundamentalmente españoles, que forman una magnífica representación del Rococó –Paret, Carnicero y Camarón–. El ilustrado Paret vivió un exilio de varios años en Bilbao, lo que le permitió pintar vistas de la Villa y, por encargo real, de los puertos del Cantábrico. El genio de Goya brilla con dos retratos de sus amigos Zapater y Moratín. También se manifiesta espléndidamente el talento retratista de Vicente López y el bodegonista de Meléndez. La escuela vedutista italiana está representada a gran nivel por el veneciano Bellotto. La pintura religiosa de Paret y la histórica de López, así como una gran pieza de Rehberg, ya de principios del XIX, completan este espacio. Del Romanticismo al Impresionismo (Salas 18 a 20)
Con obras relevantes, principalmente del arte español y del arte vasco, se recorren algunos de los episodios más importantes del costumbrismo andaluz, con Esquivel, Fernández Cruzado y Cortés, del de los madrileños Alenza y Lucas Velázquez, del paisaje realista de Haes y Beruete, con la definitiva orientación hacia un paisajismo impresionista, y de las escenas de historia y de costumbres de Raimundo Madrazo, Palmaroli, Pinazo, Álvarez Catalá, Pradilla, Gisbert, Ferrant y del escultor Benlliure. Junto a ellos, un magnífico bodegón del francés Ribot, con influencias del barroco español, y una pequeña representación prerrafaelita de Dicksee. La escuela de Fortuny, de quien se expone un delicioso tableautin, está representada por Jiménez Aranda y Zamacois. Éste, natural de Bilbao, será, junto a Bringas y Juan de Barroeta, quien dé inicio a la pintura vasca moderna. La siguiente generación, con Guiard, amigo y discípulo de Degas en París, y Guinea a la cabeza, dará el paso desde el Realismo o el costumbrismo academicista hasta el Impresionismo. Guiard, al viajar a París en vez de a Roma, lo usual en aquel momento, pudo conocer directamente las novedades impresionistas e incorporarlas a la pintura local. Algunas de las obras mayores de esta vertiente impresionista de la pintura vasca, a la que acompaña el particular puntillismo de Regoyos, conectado con Bruselas, otro importante foco de renovación en el fin de siglo, se ponen en contexto con una obra extraordinaria de la norteamericana Mary Cassatt, por una parte, y con pinturas realistas de Rusiñol y Sorolla, por otra. En el vestíbulo están los primeros ejemplos de la escultura vasca del cambio de siglo del escultor bilbaíno Nemesio Mogrobejo, acompañado de Moisés de Huerta. Todos son expresión del gusto clasicista que caracterizó las primeras experiencias modernistas de sus autores. A través del gran ventanal se contempla el Monumento al compositor Juan Crisóstomo de Arriaga, obra maestra del escultor Francisco Durrio, en la que interpreta un modelo clásico femenino con visión simbolista y primitivista. Artistas Vascos (Salas 21 a 31)
En el primer piso se recoge primordialmente la obra de los artistas vascos que fueron apareciendo en los años finales del siglo XIX y en las primeras tres décadas del XX, siguiendo la estela de Guiard, Regoyos y Guinea. En correspondencia con ellos, se exhiben algunas obras de importantes pintores españoles y europeos con quienes se relacionaron los artistas autóctonos. Por medio de algunas de sus piezas maestras, pueden seguirse las trayectorias de Zuloaga, Losada, Iturrino, Echevarría, Larroque o Baroja, algunos de los cuales tuvieron un considerable éxito en el París de la época, integrándose en los movimientos más renovadores (como el fauve Iturrino, amigo de Derain, Vouillard, Matisse y Picasso), o colaborando en la formulación de la estética de la Generación del 98 (como Zuloaga y Baroja, ciertos aspectos de la obra de Losada, Larroque, y Echevarría y el tardo-modernismo de Maeztu).
La elaboración de una pintura etnicista vasca alcanza su cota mayor en los trabajos de Arteta, los cuatro hermanos Arrúe y en la de los dos hermanos Zubiaurre. Arteta, atravesando diversas opciones estéticas, pero fundamentándose en una manera de novecentismo con gran influencia cubista y tendencia muralista, ofrece una visión compleja y llena de énfasis del mundo laboral urbano y rural de su época. La obra de Alberto Arrúe continúa el testimonio artetiano, mientras que la de su hermano José ejemplifica el aspecto más anecdótico y jocundo del mundo rural vasco contemplado por ojos urbanos. La obra de los Zubiaurre, sobre todo la de Ramón, trasciende su inicial apariencia etnográfica para entregar una visión hondamente irónica, melancólica y existencialista del mundo.
Otros artistas, como Tellaeche, pintor del mundo del mar, Benito Barrueta, que desarrolló un exquisito y despojado intimismo, y el sofisticado Ucelay, una de las figuras más originales de todo el arte vasco, traspasado de anglofilia y en los linderos de los postulados surrealistas, completan el panorama de los pintores vascos que más brillaron en la primera mitad del siglo XX.
En escultura destaca la obra simbolista de Francisco Durrio, amigo de Gauguin y Picasso y personaje clave para la integración de los artistas vascos en París. De Gauguin, precisamente, se muestra un extraordinario cuadro de su estancia en Arlès, así como otro de su amigo y seguidor Serusier. Una de las colecciones más interesantes de escultura vasca presentes es la de Quintín de Torre, cuyo realismo, unas veces aparentemente convencional, y muchas otras excéntrico, conecta singularmente con la sensibilidad del realismo y el expresionismo contemporáneos. Arte contemporáneo
En la gran sala de arte contemporáneo del Edificio Moderno se propone, a través de un centenar de obras, un recorrido por las principales tendencias de la pintura vasca y española, desde principios del siglo XX hasta nuestros días, acompañadas por los artistas internacionales representados en la colección. Aparecen obras correspondientes al movimiento cubista (Gris, Metzinger, Hayden, Lipchitz) y derivaciones del mismo (Blanchard, Delaunay), o del futurismo (Lagar, Guezala) y del expresionismo (Ensor). Otros escultores de gran relevancia que les acompañan son Gargallo y González. A su alrededor, pueden verse obras influidas por las propuestas geométricas o la estilización de las formas, como las de Torres García, Arteta, Vázquez Díaz, estrechamente relacionado con el paisaje vasco, junto a pinturas de carácter surrealista de Domínguez, Alberto, Togores o Lecuona. A continuación, Oteiza, una de las figuras más relevantes de la vanguardia vasca, nos introduce con un nutrido conjunto de esculturas en los movimientos constructivistas o espacialistas del arte europeo surgidos tras la II Guerra Mundial y herederos de la geometría cubista. Junto a él, Palazuelo demuestra su extraordinario magisterio y la influencia que ejerció sobre esta inicial escultura vasca. Ibarrola, por su parte representa un realismo social expresado mediante recursos cartelistas y espacialistas, en cuyas investigaciones abstractas participó, y da testimonio de una pintura de militancia política en tiempo de la dictadura. Un importante conjunto de piezas de Chillida, el gran escultor vasco que tanto influyó en el arte de su entorno a través de una obra múltiple, muestra las diferentes materias y la profunda búsqueda de la forma que lograron levantar un excepcional universo poético. Frente a las cristaleras, Urzay muestra sus últimas investigaciones sobre la relación entre pintura y fotografía. Los Grupos Vascos
En 1966 se crearon los llamados Grupos de la Escuela Vasca, de los que alcanzaron a constituirse tres –Gaur (Gipuzkoa), Hemen (Bizkaia) y Orain (Araba)– que reunieron a los más significativos artistas vascos surgidos desde finales de los años cuarenta. En los siguientes espacios, y después de haber encontrado a Oteiza, Chillida e Ibarrola aparecen obras de los pintores Amable Arias, Zumeta y Balerdi y de los escultores Mendiburu y Larrea. La mayoría de estos pintores se relacionan con el expresionismo abstracto, mientras que los escultores centran su interés tanto en propuestas informalistas como geométricas. Abstracción española
En un ámbito independiente se reúnen algunos de los grandes nombres de la abstracción española, fundamentalmente de índole informalista, caracterizada por la práctica ausencia de color, como los expresionistas interesados por la materia –Tàpies, Millares, Muñoz– o por una pintura de grandes rasgos gestuales –Saura–,o los que trabajan sobre manchas de color de una imprecisa estructura –Guerrero, Broto–. Les acompañan obras de la difícilmente clasificable Vieira da Silva, del expresionista abstracto Bram van Velde y del poeta y pintor gestual francés Michaux. Figuración y Realismo
En los espacios que se abren a continuación pueden verse obras de artistas vascos alternando con otros internacionales que realizan propuestas figurativas de distinto carácter, pop, surrealista o de diferentes realismos: Nagel, Aquerreta y Herrero, junto a artistas figurativos ingleses como Bacon, Kitaj, Blake y Davies o españoles como Arroyo, Equipo Crónica, Gordillo y Pérez Villalta. Cercanos aparecen algunos ejemplos de la transvanguardia italiana –Paladino, Tatafiore–, con su imaginativa figuración, y del neoexpresismo alemán –Lüpertz–. A todos ellos les acompaña Barceló, una de las figuras españolas de más difusión internacional con un particular expresionismo figurativo y matérico. Arte vasco reciente Para terminar, una serie de autores vascos, Badiola, Bados, Irazu, Morquillas, Gortázar, Ortiz de Elgea, Mieg, Ramos Uranga, Goenaga, Tamayo o Lazkano, se sitúan en las recientes y diversas tendencias del arte que incluyen reminiscencias del constructivismo junto a las referencia objetuales que dan testimonio de la complejidad de la vida urbana y de los conflictos existenciales y sociales del mundo contemporáneo, así como de la multiplicidad de sentidos que ofrecen los mensajes que recibe el hombre actual.