437 Zenbakia 2008-04-25 / 2008-05-02
Todavía guardo claramente en mi memoria con cuánta amargura me envió una carta Federico Krutwig al Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, a mediados de 1983, para denunciar los problemas que tenía con un editor vasco. Y recuerdo aun con más claridad –lo tengo más grabado– el silencio que ofreció dicho editor por toda respuesta al requerimiento del Gobierno Vasco.
El motivo principal por el que creamos la Asociación de Escritores en Lengua Vasca (EIE) fue el de defender los derechos de los escritores. Y creo que la evolución posterior y las distintas actividades de la Asociación son consecuencia de ese objetivo principal.
En general, lo que pretendíamos era, no era tanto proteger al escritor desde la profesionalidad, sino desde la seriedad, y mejorar para sus obras el tratamiento que recibía de otros profesionales de la cadena de producción.
Conseguir que a un escritor se le retribuyera económicamente era un sueño a finales de los setenta. Pero esto no suponía ninguna dificultad para la cadena de producción de libros, ya que el eslabón más importante –es decir, el propio escritor– se contentaba con que se publicara su trabajo. De todas formas, la marcha de la cadena era más bien modesta. Las editoriales no tenían aun la importancia que alcanzarían más adelante y el reparto de beneficios en esa tierra de nadie entre editoriales y escritores era ciencia ficción. Sin embargo, no todo era tan lineal y la producción de libros también vivió algún que otro fraude económico en esa década. Siempre ha habido entre nosotros vampiros sedientos de sangre y aunque por las venas de los escritores no ha corrido mucha sangre… los parásitos nos han rodeado demasiado a menudo. El editor que he mencionado más arriba y que nos contestó con su silencio, permanece en silencio ante otro requerimiento que se le envió hace poco.
Es curioso que, antes de que se creara la EIE de forma oficial en 1983, se citaran expresamente algunas editoriales en los documentos de los escritores que estaban intentando formar una asociación parecida, y más concretamente editoriales que ellos juzgaban adecuadas para publicar libros en euskera. No es ningún secreto que la editorial Lur atrajo a esos escritores precursores. Pero, sobre todo, por motivos ideológicos y relacionados con la lengua. La editorial Lur estaba a favor de la unificación lingüística, mientras que otras no lo tenían tan claro.
Los primeros síntomas de la revolución económica en el mundo de la producción de libros en euskera se dieron al principio del primer mandato del Gobierno Vasco, a instancias de la Asociación de Escritores en Lengua Vasca. Y la razón principal para ello fue el establecer el contrato obligatorio entre escritor y editorial para poder publicar un libro. Ni qué decir tiene que algunas editoriales no vieron con buenos ojos esta decisión... pero en cuanto se dieron cuenta de que podían salir beneficiadas económicamente, las lanzas se tornaron picas.
Aquel primer Gobierno hizo posible un ámbito de trabajo adecuado para el sector del libro en euskera, que se desarrolló con fuerza. Por primera vez, los escritores veían protegido –por decirlo de alguna manera, ya que era imposible acabar con el fraude– su trabajo intelectual y se le otorgaba cierta seriedad al contrato mercantil entre las dos partes. Los datos sobre producción de libros comenzaron a llegar al Gobierno Vasco y, por primera vez, pudimos ver con algo de transparencia cómo se estaba enfocando la construcción del sector. Suficiente para que nos diéramos cuenta de que los años que teníamos por delante podían ser productivos. Y así fueron. Foto: The bbp. http://www.flickr.com/photos/thebbp/93235624/
Influyeron distintos factores: por una parte, el mercado para los productos vascos que había abierto la democracia; por otra, las acertadas estructuras empresariales y la flexibilidad del sector impulsado por el Gobierno Vasco; por último, la necesidad de crear cuanto antes textos y lecturas para el sistema educativo vasco. Como si los tres se hubiesen puesto en fila, la maquinaria se puso a producir y el mercado se llenó de clientes.
He escrito “clientes” y no “lectores” a propósito, a pesar de que –claro está– el número de personas que leían en euskera aumentó exponencialmente. Naturalmente, al empezar por debajo de cero, el aumento exponencial –en cifras absolutas– es más lento que si se empieza desde una cantidad más importante. Pero eso ya los sabíamos porque la situación de nuestra sociedad –con un gran analfabetismo en euskera– no estaba para echar cohetes.
Se crearon nuevas editoriales, algunas de las que ya estaban en funcionamiento se adaptaron a las nuevas circunstancias y el resto desapareció del espectro de los editores. Como en cualquier sector industrial. Lo que ocurrió fue que, a partir de entonces, los parámetros económicos y comerciales cambiaron completamente y la industria del libro se vio apoyada por un buen montón de dinero público. El libro vasco entró en una edad dorada... que coincidió en el tiempo con la creación de la EIE, y no precisamente por casualidad.
Y como ya he dicho alguna vez, desde EIE hicimos todo lo que estuvo en nuestra mano para crear un marco legal adecuado en torno al libro en euskera. El objetivo principal de nuestra labor era defender los intereses de escritores y editoriales y, sobre todo, abrir el camino para un fuerte desarrollo del euskera escrito. Nuestro enfoque era a largo plazo, dejando a los políticos la política a corto. Y, manos a la obra, estudiamos las leyes sobre libros –teniendo en cuenta los casos de algunos países europeos, sobre todo los referentes a lenguas minoritarias– y preparamos un texto articulado.
Para fortalecer la industria del Libro Vasco, ante todo había que fortalecer firmemente el propio euskera. Y en ese texto reivindicábamos, no sólo el derecho de los escritores a crear en euskera, sino también el de llegar a los lectores que no sabían euskera. Han pasado unos veinte años desde entonces y podemos decir claramente que, en cuanto al libro vasco, ese texto es el mejor… por la sencilla razón de que no se ha preparado ningún otro. Por desgracia, supongo que, lo que en nuestra inocencia llamamos Proyecto de Ley del Libro Vasco, se perdió en algún cajón de Lakua, para siempre.
Han sido años hermosos los vividos por el libro en euskera. Y hay que reconocerlo, ya que la producción ha seguido una tendencia ascendente sin retroceder en ningún momento, hasta ahora. Sin embargo, en estos momentos parece que la tendencia se ha roto y a saber qué puede significar eso. ¿Hemos llegado a la cima de la montaña? ¿Recuperará el libro vasco su camino ascendente?
Los síntomas no son muy buenos, ni para el libro en euskera ni para los libros en otros idiomas. ¿Se está perdiendo el gusto por la lectura? En gran medida, sí, sin duda. El resultado de cualquier tecnología depende de su uso y, a menudo, las consecuencias buenas y malas dependen de los distintos vectores que pueden salir de un espacio muy nanométrico. Aunque las nuevas tecnologías significan una plataforma positiva para el euskera... podría ser que esas nuevas tecnologías debilitaran el gusto por la lectura... como parece que está ocurriendo. Foto: Apesara. http://www.flickr.com/photos/apesara/2213397183/
Para los jóvenes, visto el número de lectores que tenemos en Euskonews la revista electrónica de Eusko Ikaskuntza, el momento actual no es como para saltar de alegría. Y en nuestro caso, si tenemos en cuenta que los contenidos son más bien ligeros, no quiero pensar qué respuesta tendrían –extrapolando– si los textos estuvieran en formato de libro. Hay un vacío cada vez más grande entre el texto y el posible lector. El texto tradicional no es bien recibido entre los jóvenes y no es fácil adivinar hacia dónde nos lleva este proceso.
No han pasado cincuenta años desde que el ejercicio de leer (en castellano) –casi, casi– resultaba actividad satisfactoria. Nuestra capacidad adquisitiva no daba para comprar muchos libros pero los disfrutábamos con ganas y los intercambiábamos con los amigos. En cambio, ni siquiera intuíamos el rastro de los libros en euskera. Diría que ni siquiera sabíamos que existían. Una generación después, es decir, en los inicios de la edad de oro del libro vasco, la producción en euskera creció prácticamente de la nada, a la vez que vivíamos el aumento de los lectores. Hoy en día, en cambio, cuando la sociedad vasca es capaz de crear cualquier tipo de literatura de calidad, parece que se están perdiendo lectores. Por lo tanto, en medio siglo ha pasado de todo en la producción de libros en euskera. El libro vasco no se enfrenta a un panorama de color de rosa. La gran contradicción de la sociedad del conocimiento es que ha estropeado la capacidad de leer a los últimos llegados al pelotón de posibles lectores. Y precisamente, ellos son los educadores del futuro. ¿Cómo demonios se va a producir el relevo a manos de las nuevas generaciones?