412 Zenbakia 2007-10-19 / 2007-10-26

Gaiak

El diseño evolutivo de nuestra alimentación

CAMPILLO ÁLVAREZ, José Enrique

Departamento de Fisiología. Facultad de Medicina. Universidad de Extremadura

Introducción

Se acepta que el diseño del organismo humano (codificado en sus genes) es el resultado de millones de años de evolución biológica. La casi totalidad del genoma humano se formó durante la evolución preagrícola y se considera que es el óptimo, el que nos permitió adaptarnos a las modificaciones del medio a las que se enfrentaron nuestros antecesores en cada etapa de nuestra evolución. Es decir, frente al dicho: “somos lo que comemos”, se contrapone la afirmación: “somos lo que comieron nuestros ancestros”. Los seres humanos somos hijos del hambre

Según todos los datos paleoantropológicos, nuestros antecesores nunca fueron fuertes. No hemos tenido garras, ni colmillos, ni hemos poseído mucha potencia muscular, ni hemos corrido a mucha velocidad. Con estas limitaciones físicas y la pobreza en recursos de casi todos los escenarios en donde transcurrió nuestra evolución, el conseguir alimento debería de ser una labor incierta, que incluía largos periodos de hambrunas y que requería un gran esfuerzo físico.

En nuestra evolución existen cuatro tramos bien diferenciados por la existencia de restos fósiles, incluso de esqueletos casi completos, que se corresponden con etapas de nuestra evolución en las que cambiaron drásticamente las condiciones de vida de nuestros antecesores y sobre todo sus patrones de alimentación (Figura 1).

La primera etapa transcurre entre el final del Mioceno y comienzos del Plioceno (hace entre quince y seis millones de años). El lugar fue el bosque tropical, húmedo y cálido que rodeaba al mundo, como un ancho cinturón. Esta etapa se corresponde con una fase de nuestra evolución caracterizada nutricionalmente por la abundancia permanente de alimentos, en su mayor parte de origen vegetal.

La segunda etapa coincide con la pérdida de las selvas húmedas en la que evolucionaron nuestros primeros ancestros, lo que se inició hace unos cuatro millones de años. Ya no disfrutaban nuestros antecesores de un bosque bien provisto de frutas y hojas tiernas, siempre abundante en cualquier época del año, ahora tenían que contentarse con raíces y vegetales menos nutritivos y más escasos. La respuesta evolutiva ante este reto fue la bipedestación y la pérdida de los comillos. En esta segunda fase de nuestra evolución es cuando por primera vez nos enfrentamos a la escasez de alimentos, a los periodos de hambruna que serían una constante en el resto de millones de años de evolución.

La tercera etapa coincide con el carnivorismo. Hace dos millones de años nuestros antecesores, a causa de la creciente escasez de los alimentos de origen vegetal, se vieron en la obligación de alimentarse de animales terrestres y acuáticos. Esto, que fue una imposición de los cambios ambientales, ocasionó un resultado sorprendente: permitió que creciera el cerebro.

En la cuarta etapa nos encontramos con nosotros mismos, el Homo sapiens sapiens. Nuestros antecesores abandonaron algún lugar de África hace doscientos mil años y ocuparon el Mundo, desplazando y (probablemente) eliminando al resto de los homínidos menos evolucionados que lo habitaban. Hace unos cien mil años colonizaron Europa y Asia y tuvieron que padecer miles de años de glaciación. Bajo condiciones de vida muy difíciles se alimentaron casi exclusivamente de la caza y de la pesca.

Hace unos quince mil años terminó la ultima glaciación y comenzó el desarrollo de la agricultura, la ganadería y posteriormente, la civilización.

En estas condiciones, a lo largo de los millones de años de evolución, los supervivientes lograron adaptarse a estos ambientes difíciles acumulando las mutaciones ventajosas necesarias. A lo largo de millones de años fueron desarrollando un genotipo que les permitía adaptaciones musculares y metabólicas para sobrevivir en estas condiciones extremas. En periodos de abundancia acumulaban grasa con gran eficiencia y ahorraban el gasto de estos depósitos en los periodos de escasez. A esta especial condición genética adquirida a lo largo de la evolución de la especie humana se le ha denominado “Genotipo ahorrador o thrifty genotype”. Las desviaciones de nuestro diseño evolutivo

En las condiciones de vida paleolíticas el genotipo ahorrador cumplió su misión evolutiva con tanta eficacia que el resultado, somos nosotros. Pero muy recientemente se ha producido un cambio drástico en estos planes que funcionaron como ley general a lo largo de seis millones de años de evolución. La revolución industrial que comenzó en el siglo XVII, desarrolló la artesanía y la industria y entre sus múltiples consecuencias, en lo que nos atañe en nuestro asunto, produjo un cambio en la “calidad” de los hidratos de carbono consumidos en nuestra alimentación, incrementó las grasas saturadas en los alimentos y nos proporcionó máquinas que hacían más fácil nuestra vida.

Pero el genotipo ahorrador no ha tenido tiempo de evolucionar al ritmo del cambio en los cambios nutricionales y culturales ocurridos en los últimos años. Por eso el sedentarismo, el exceso de calorías en nuestra alimentación, el abuso de hidratos de carbono de absorción rápida (de elevado índice glucémico) y el exceso de grasas saturadas son circunstancias que nos alejan del diseño elaborado a lo largo de millones de años de evolución y en consecuencia derivan en enfermedad.

Como se muestra en la Figura 2, en los individuos portadores del genotipo ahorrador, que viven en condiciones naturales, con elevada actividad física y una alimentación natural y precisa, la expresión correcta de su genotipo les confiere ventajas de salud y de supervivencia. Los individuos portadores del genotipo ahorrador que viven en condiciones opulentas con hiperalimentación y sedentarismo sufren una errónea expresión de sus genes y ello les ocasiona las enfermedades de la opulencia (diabetes, dislipemia, obesidad, aterosclerosis), el síndrome cardiometabólico y la mortalidad cardiovascular. Bibliografía

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