362 Zenbakia 2006-09-22 / 2006-09-29
E Enrique Larreta. n la imagen de mediados del siglo XIX adjunta, lo poco que se conserva como recuerdo del Acelain original, podemos ver que la estructura del edificio no difería en nada de tantas otras de las casas-torre que en sus tiempos cubrían las tierras vascas. La vista1 de Azelain y el puente sobre el Oria -construído como tantos otros de la zona por los Mikollak, como nos aclara Barandiarán-, destaca la mole del edificio y es prácticamente la única imagen antigua que de ella tenemos. Larreta en sus escritos nos describe algo más a fondo la presencia de la casa de sus antepasados: “El ‘Sud-Expreso’ pasaba por Andoain en Guipúzcoa. Fuimos a tomarlo en ese pueblo, con el propósito de conocer, sobre la ribera opuesta del Oria, la casa de Azelain. Sirve de paso un antiquísimo puente roído, carcomido por la mordedura del tiempo. Algunos pilares tienen, desde el agua hasta el pretil, como pantalones de yedra. Cuando, traspuesto el río, se la mira de costado, la blanca mansión, de verdinosas paredes, mejora de facha. El atrio, muy recoleto, muy conventual, lleva sus musgos y amarillentos hierbajos hasta los escalones de la portalada. No había aldaba ni timbre; pero apenas puse la mano en el picaporte, resonó en el interior de la casa un bronco ladrido, que la llenó como un trueno. Por suerte, ya tenía yo noticias de aquel mastín que, encerrado en el hueco de la escalera, hacía las veces de campana.” Nos habla luego Larreta, al pasar, de la capilla adjunta, la “espaciosa morada” y “una estancia vecina que, por lo desnuda y severa, más que habitación parecía cámara sepulcral.” Saliendo de Azelain, “Junto a la casa, quedaban aún los restos de una torre, y, a muy corta distancia, dentro de la misma heredad, entre un grupo de casuchas aldeanas y el indispensable frontón, levantábase la gótica iglesuela de Zorabilla [sic]. La he visto pergeñada en mapas muy antiguos. Algún descanso de romeros. Siempre fue su patrono el mayorazgo de Azelain. Don Juan Bautista tenía silla de brazos en el presbiterio y asistía a las ceremonias como un obispo.”
Para obtener empero una idea general de a qué debió parecerse la planta básica de la casa-torre de los Larreta en sus tiempos de esplendor entre los siglos XVI y XVII, más allá de las diversas tipologías desarrolladas por los especialistas investigando las construcciones que se conservan hoy2 como quietos vestigios del movido pasado medieval de Euskal Herria, podemos tomar como modelo a una de sus homólogas que ha permanecido medianamente incólume, si bien ya no exenta como en sus orígenes. Hablamos de la casa-torre de Izturitza, en la vecina Andoain. Una de las funciones de este edificio era, precisamente, enfrentar los ataques que desde Sorabilla se dirigieran a Andoain, es decir complementar el trabajo de Acelain, pero del otro lado del puente. Esta casa debe ser algo más moderna que la desaparecida y ha sufrido el mismo tipo de transformaciones que aquella. Inclusive la mutación de nombres, ya que de igual modo que con Acelain ocurre, las calificaciones de “palacio” y “torre” se confunden, siendo esto señal clara del cambio de funcionalidad de la construcción al terminar el período de guerras internas aproximadamente con el gobierno de Carlos V y tras la violenta anexión del Reino de Navarra.
Si el nombre de la casa-torre de la familia Larreta persistió, desvinculado de aquella, en el imaginario de sus antiguos vecinos por tanto tiempo, no sucedió lo mismo con su iconografía. Una recorrida por los diversos archivos vascos y españoles no nos ha permitido hasta hoy exhumar nada más que una imagen, y aún ella bastante difusa, del punto exacto de su ubicación y su entorno, que es la que presentamos. Textos hay algunos muy someros, como por ejemplo en las memorias de Eugenio Aviraneta Ibargoyen, agente secreto del gobierno español durante la primera Guerra Carlista terminada en 1.839, quien nombra el sitio como punto de reunión de los jefes carlistas, pero nada especifica sobre la casa en sí, y que ya hemos citado al inicio3. Tampoco sabemos si Acelain sufrió los daños que debió enfrentar en esa guerra la vecina villa de Andoain, en cuyas proximidades se libró una durísima batalla en 1.837, si bien algunas cartas en euskara conservadas de la familia Larreta4 en aquel momento no hacen ninguna mención al respecto, lo que llevaría a suponer que la casa-torre se libró de aquellos estragos. Este problema de la ausencia de imágenes y aún de descripciones, resulta especialmente curioso teniendo en cuenta, como mencionamos por ejemplo, que el edificio en su carácter de fortaleza, resultó más de una vez útil a tirios y troyanos durante las guerras Carlistas, al compás de las simpatías, por veces liberales, por veces conservadoras, de sus señores, o sencillamente según la más poderosa fuerza militar que se aproximara, pero por lo visto el “espíritu de los tiempos” debe haber intervenido para que la desaparición física de Acelain abriera el camino a su transfiguración por obra de la pluma y el impulso colonizador de un escritor argentino miembro del linaje. Torre de Izturitza. Andoain.
Como tantos autores estilan, Larreta retoma esas impresiones de su viaje de 1.903 como motivos en otras obras posteriores. Hemos ya mencionado este punto, pero vale la pena rescatarlo. Es así que las vivencias y los personajes de “Tiempos iluminados”5, obra en la que hace la descripción que analizamos más arriba, resurgen cada tanto como materiales de diversos escritos posteriores. Lo atractivo del caso es que en esos textos pueden rastrearse complementos a la descripción original que, para el caso de Azelain, resultan muy ilustrativos. En la segunda parte de la novela corta “Orillas de Ebro”, por ejemplo, publicada en Buenos Aires en 1.949, se da otra vuelta de tuerca sobre la descripción que vimos antes. Obviaremos aquí el nuevo retrato de Juan Bautista de Larreta y nos dedicaremos a Azelain: “[…] amplia casa infanzona, que llamaba ´Palacio`, ruinas de torre medieval y pequeña casería, dominada por una iglesia […] aún más vieja en medio de tan jugoso y fresco paisaje […] el vetusto puente del Oria, todo carcomido por esos invisibles roedores del aire que acaban por desgastar las más duras murallas. La hiedra envolvía sus pilares y parte del pretil, entre cuyas grietas asomaban las borrajas azules y una que otra amapola, más roja y lozana al parecer, que las que crecían en los prados.
La fachada principal de la casa y su largo mirador de cristales daban al río, pero la puerta de entrada, con su heráldico escudo de piedra, quedaba hacia el costado de mediodía, escondida en el fondo de un pequeño atrio, siempre cubierto de hierbas salvajes y como ensimismado en la paz de un monástico abandono.”
Como vemos, Larreta vuelve a establecer taxativamente la diferencia entre el “palacio” y las ruinas medievales de la “torre”. El documento de dote del casamiento de Catalina de Acelain, por su parte6, omite mencionar la torre y solamente se refiere al palacio. Los recuerdos coleccionados de Sorabilla y Andoain hablan de la torre. Esto hace suponer que en realidad, las dos construcciones estaban unidas desde mucho tiempo atrás, idea que se vería reforzada por la descripción primera que citamos de Larreta cuando habla de lo que, casi seguramente es un patín de acceso que ha sido modernizado. Ahora bien, cuando en el párrafo precedente nos da Larreta la posición exacta de lo que llama atrio de ingreso a la casa, vemos que se encuentra precisamente en la posición normal de las entradas a las casas-torre, o sea fuera de la fachada principal. Todo esto lleva a pensar que la casa-torre original de Acelain había sido objeto de varias intervenciones y readaptaciones, cosa común por lo demás, y que el edificio que conoció nuestro autor, y el que finalmente sería arrasado más que mediado el siglo XX, si bien compartían parte de un espacio común, y seguramente muchos materiales “canibalizados”, no eran exactamente lo mismo que la torre original (y tal vez resulte asimismo muy posible que hubiera existido otra construcción más sencilla que precedería a la torre del siglo XV). Como sea, ya no es posible saberlo. Las fotos adjuntas del servicio aerofotogramétrico guipuzcoano y los catastrales nos marcan con claridad el cambio sufrido por las tierras de Acelain desde la época en que todavía existía la casa solar de los Larreta hasta hoy. Azelain en 1954. Pero la memoria es más resistente que muchas construcciones tangibles. Azelain nos brinda una prueba interesante de este aserto. Como hemos tenido oportunidad de indicar, de la casa-torre de los Larreta no ha sobrevivido nada más que el recuerdo -y aún ese de modo indirecto-, ya que, desgraciadamente para ella, su ubicación tan estratégica hizo que de pronto se encontrara literalmente en el medio del trazado de la carretera nacional N1, viejo Camino Real, y en su caso, -y lamentablemente hay muchos otros hasta el día de hoy-, la política de preservación del patrimonio edilicio parece haberse hallado ausente, de manera tal que en nuestros días el asfalto cubre los cimientos de todo el núcleo habitacional del señorío de los Larreta, casa-torre y caserío. Y sin embargo, la presencia de Acelain marcó con fuerza el espacio ribereño en ese tramo del curso del Oria, tanto que hasta el mismo puente que une a Sorabilla con la otra margen del río, en vez de llamarse de Sorabilla o de Andoain, llevó por décadas el nombre de “puente de Azelain”, como podemos rescatar de obras corográficas clásicas de Gipuzkoa, como por ejemplo el “Diccionario” de Tomás López del siglo XVIII. Y el mismo nombre perdura hoy, aunque seguramente ya una gran parte de los habitantes que lo cruzan es incapaz de relacionarlo con la existencia de la vieja morada del linaje Larreta, sobre cuyo antiguo emplazamiento se ubican hoy grandes galpones fabriles. 1 Diputación Foral de Gipuzkoa, “álbum SIGLO XIX”, original en: “Revista Pintoresca de las Provincias Bascongadas”, Depont, Bilbo, 1.846, pp. 244/5. 2 En un muy interesante trabajo histórico-arquitectónico, Inmaculada Martín y Arantza Zubizarreta nos dan en pocas palabras una descripción general de estos edificios en Bizkaia. Las tipologías son en realidad algo más complicadas de lo que se transluce en el texto, pero como guía valen las palabras siguientes: “…los clásicos edificios fortificados de los siglos XIV, XV y principios del XVI, cuyas características más propias son sus plantas cuadradas, gruesos muros, esquinales de piedra, tres o más alturas, vanos estrechos y alargados, existencia del patín (elemento defensivo de la segunda planta, donde se encontraba la vivienda), saeteras, troneras y todas ellas en la actualidad presentan cubierta a cuatro aguas, estructura de madera y muros de piedra.” “La casa-torre de Montaño (Muskiz)”, Asociación Cultural Harribaltzaga, Encartaciones, Bilbo. 3 Aviraneta Ibargoyen, Eugenio: “Memoria dirigida al Gobierno español sobre los planes y operaciones puestos en ejecución para aniquilar la rebelión en las provincias del norte de España”, Tolosa, Henault, 1841. Digitalización de Biblioteca Koldo Mitxelena Kulturunea, Gipuzkoa, 2.002. 4 Lekuona, Manuel de: “Cartas andoaindarras (de la primera guerra carlista)”, en BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD VASCONGADA DE AMIGOS DEL PAÍS, Año XVIII, Cuaderno 4, Donosti, 1.962, pp. 369-413. 5 Extracto de memorias sin fecha, que se cierra con la translación forzada de Larreta al Sur de Francia con el resto del cuerpo diplomático acreditado en ese país durante la Segunda Guerra Mundial, por 1.940. “Obras Completas”, T. II, Buenos Aires , Zamora, 1.959, pp.7-47. Como él mismo sostendría años más tarde: “Yo escribí esas páginas contemplando soñadoramente mis propios recuerdos, como el que fuma a solas en su cuarto y mira subir en el aire las creaturas del humo, que se enlazan y se desenlazan y acaban por encenderse en un rayo de sol. Les atribuía muy poca importancia. Ocios de artista. Hoy día, las aprecio por su valor documental.” (“La Naranja”, 10. Obras Completas. T. II, p. 235, Zamora, Buenos Aires, 1.959) 6 La casa de Acelain, denominada “palacio”, cuyo mayorazgo fue fundado en 1.675 por su señora, Catalina Acelain Aramburu y Alduncin, tenía agregados el patronato de la iglesia de San Martín en Sorabilla, dos ferrerías mayores, dos casas rurales, Mendiola -esta por su mismo nombre está indicando asimismo una relación con la actividad transformadora del hierro-, y Gastañadi, y una serie de montes. Este patronato de la iglesia, que en el País Vasco en general se relaciona como sabemos con una supuesta antiquísima relación fundacional de las familias con ciertos edificios dedicados al culto, llamará la atención de Larreta cuando visite la zona, como expresa cuando habla de los “antiguos derechos de obispazgo” del Azelainko nagusia, si bien no parece haber profundizado nuestro autor en las peculiaridades de la zona que seguramente le eran desconocidas; al respecto, cuando habla de la iglesia de Sorabilla por ejemplo, en aquel párrafo que mencionábamos relativo a los sentimientos de su sangre, nos presenta sin comentarios otra típica costumbre vasca: “Los cirios retorcidos que ardían sobre el piso de lápidas dejaban escapar de tiempo en tiempo hacia lo alto una chispa volátil, como los balbuceos y los suspiros de las plegarias. No podría explicar lo que experimenté en todo mi ser en ese momento. Súbito calofrío. Contenido sollozo.” (Véase nota 5) Enrique Larreta y el “Azelain” guipuzcoano (I de II)