361 Zenbakia 2006-09-15 / 2006-09-22

KOSMOpolita

Enrique Larreta y el “Azelain” guipuzcoano (I de II)

ROSAS VON RITTERSTEIN, Raul Guillermo



“El 8, salió D. Cárlos de Tolosa tomando la direccion de Andoain. Entre esta Villa y la de Villabona, y apartado un tiro de pistola del camino Real de Madrid, está la Casa de Campo titulada Azalain [sic], que servía de Alojamiento á los Comandantes Generales facciosos de la linea de Andoain, y allí fué recivido el Pretendiente por el Brigadier Vargas y todo el estado Mayor, aunque nó pasó revista á aquellas tropas como habia pensado, para atraerlas á su devocion; sin fijarse por de pronto en la verdadera causa de esta novedad, hasta que al otro dia lo avisaron los confidentes.”

(Eugenio Aviraneta: “Memoria...”)

La denominación, concepto y prerrogativas de los parientes mayores fueron desapareciendo después completamente; y sometidos ellos en un todo al derecho común, no ha quedado de estos caballeros más que la memoria histórica de su antigua existencia.

Parece que en tiempos anteriores se reputaron también por de parientes mayores las casas de Emparan, Echazarreta, Azcue, Leaburu, y Acelain.

(Pablo de Gorosabel: “Noticia de las cosas memorables de Guipúzcoa”)

E Errique Larreta. nrique Rodríguez Larreta y Maza (1875 - 1961), fue un destacado diplomático, profesor y autor argentino de principios del siglo XX, conocido principalmente por ser el creador de una obra ficcional de corte hispanicista, “La gloria de don Ramiro”, en la cual se relatan las aventuras de un joven hidalgo abulense del siglo XVI, acosado por el drama de no ser castellano viejo, puesto que su padre era morisco, una vergüenza que el resto de su familia se esforzaba en ocultar sin demasiado éxito, salvo al mismo Ramiro y eso sólo por un tiempo. La asendereada vida del héroe, culmina con la salvación que alcanza en el Perú virreinal, al morir en los brazos redentores de quien sería más adelante la famosa santa, Rosa de Lima. La reconstrucción larretiana de la complicada época de Felipe II entre Ávila, Toledo y Lima, y aún del castellano que hablan sus personajes ha sido bastante criticada por diversos especialistas, pero es innegable que el éxito de “La gloria...” superó en su momento todas las críticas aunque, como suele ocurrir, Europa la reconoció mucho antes que su país de origen. Tal vez las más interesantes de las consideraciones sobre su trabajo, por lo menos las que le concedieron al joven autor el marchamo necesario para acceder honrosamente al campo literario, sean las escritas por Miguel de Unamuno en dos artículos periodísticos del diario “La Nación” de Buenos Aires1, y que van insertas en la introducción a dicha novela en la edición de las Obras Completas de Larreta. Escritos que Unamuno cierra diciendo significativamente: “Cuando vuelva a Ávila, que he de volver, buscaré allí las huellas y el dejo espirituales de don Ramiro.”

Larreta fue entre otras cosas, como anticipamos, profesor de historia medieval y moderna en el principal instituto de formación secundaria de Buenos Aires, el Colegio de ese nombre. Y al igual que otros personajes de la cultura hispanoamericana del momento2 aunaba en extraña mezcla un profundo amor por la nación y la cultura francesas, con una atracción y un orgullo nostálgicos por la España “una”, que justamente consideraba moldeada por Castilla, incluyendo en ella, claro está, al País Vasco de sus antepasados guipuzcoanos y alaveses, al cual en alguna parte menciona como “la adarga de Castilla”3, concepto que brinda sin duda pie a numerosas reflexiones desde la actualidad... Azelain y Sorabilla.

De esa manera y bajo tales condicionantes ideológicos, en la primera ocasión que tuvo Larreta de visitar Europa, allá por 1.903, antes de que “La Gloria de don Ramiro” llegara a las prensas, realizó su peregrinaje por la Península y buscó reunirse con los sitios de origen de sus gentes. No pudo visitar Araba, pero sí Gipuzkoa, y las impresiones que obtuvo en ese reencuentro marcarían de tal modo su vida, que muchos personajes, paisajes y situaciones de sus obras posteriores no son más que otros tantos avatares literarios de aquellas personas a quienes tuviera oportunidad de conocer en la tierra de sus no demasiado lejanos mayores. Inclusive la estancia4 que fundara poco después en las cercanías de la ciudad de Tandil, en el SSE de la provincia de Buenos Aires, llevaría el nombre de “Acelaín” en recuerdo del solar guipuzcoano ya que, como destaca en una de sus obras: “Mi sangre sabía mejor que mi intelecto lo que significaba toda aquella resurrección de sombras en mi propia conciencia”5.

No expresa el autor en ninguno de sus textos que conozcamos, la manera en que esas sombras de su ascendencia vasca llegaron a albergarse, para seguir la frase, en su consciencia, hasta la resurrección luminosa entre Septiembre y Octubre del año 1.903. Lógico es atribuir su pervivencia entonces a la tradición familiar, teniendo en cuenta que descendía de vascos por ambas vías, materna y paterna. Como quiera que fuera, el primer contacto con el Azelain original quedaría plasmado en un soneto temprano, el XII de su no muy extensa producción rimada, “Acelain en Guipúzcoa”: “Sale él mismo, en pantuflos, el seco mayorazgo. / En vascuence ‘Azelaingo’, le dicen, ‘Naguzía’. / Tiene espejuelos verdes y bufanda tenía. / Negro bastón bruñido. Vara de infanzonazgo. // Soñando con antiguos derechos de obispazgo, / me enseña como suyas iglesia y sacristía. ‘Brindemos como deudos. Celebremos’, decía, ‘con mi vino manchego, luego, luego, el hallazgo’. // Culpa fué de tu llama, Valdepeñas bravío, / al indagar por qué no se ha casado nunca, / ‘algo falta’, le digo, ‘señor, en su espelunca’. // Él destapa un arcón perfumado y vacío. / ¡Fantasma en un fantasma de ropas conservado! / Y lo cierra de nuevo. Sus ojos se han mojado.”

Juan Bautista de Larreta. Este pariente, el “seco mayorazgo” de quien nos habla Larreta es por supuesto el famoso personaje guipuzcoano, don Juan Bautista de Larreta Arzac6, el “azelainko nagusia” como el mismo autor argentino le llama, propulsor de los estudios del euskara y político nacionalista que llegaría nueve años después de la visita del argentino a ser alcalde de Andoain.

Por esas extrañas paradojas del tiempo, el Acelain andoaindarra desaparecería por completo años después, víctima de la modernización del sistema de carreteras español que no tuvo para nada en cuenta la presencia del histórico edificio a la vera del viejo camino de unión entre Madrid y la raya de Francia. Su antiguo valor estratégico del tiempo de los Banderizos, como custodia avanzada ante el puente de Andoain y dominador del barrio de Sorabilla ubicado a sus pies (o, como escribe Larreta: “…dentro de la misma heredad… ”), le hizo precisamente hallarse en el lugar menos adecuado al momento del tendido de la Nacional Madrid-Irun y hoy, de haber quedado algún resto de sus viejos cimientos, yace bajo aquella. En tanto, el nombre y la descripción de Acelain se harían, merced a la pluma de Larreta, de un espacio propio en el campo literario, mientras que otro nuevo “Azelain”, el del soneto que citábamos antes, surgiría en las tierras pampeanas de la provincia de Buenos Aires. Resulta curioso que, al recrear un Azelain en Argentina en 1.9227, no pudo nunca el autor llegar a suponer que el sitio original que le cediera el nombre desaparecería completamente unos cincuenta años más adelante. Lamentablemente para el recuerdo tangible de la torre banderiza vasca, el eclecticismo cultural de Larreta le llevó a erigir en su estancia, gracias a los buenos oficios de otro descendiente de vascos, el destacado arquitecto argentino Martín Noel, un edificio que denota clarísimas reminiscencias de las construcciones andalusíes de Granada y ningún rastro de la vieja casa-torre y palacio de orillas del Oria. El gusto del fundador se inclinó entonces por una vivienda de reminiscencias hispanoárabes, con cierto aire a la Alhambra en algunos aspectos, es decir algo diametralmente opuesto a su homónimo general vasco, la “casa europea de clima frío”, como la hubiera llamado Baroja, en su versión señorial y militar. Seguramente en ese momento primó en el pensamiento del constructor el recuerdo del ambiente moruno de su obra máxima, “La gloria de don Ramiro”… 1 “La Nación”, Buenos Aires, 15 y 20 de Abril de 1.909. 2 Nos viene aquí inmediatamente a la memoria el modelo del nicaragüense “Rubén Darío”. 3 Sin embargo, el mismo Larreta no puede evadir un difuso sentimiento de extrañeza o alienación entre lo vasco y lo castellano. Prueba es de éllo este pequeño pasaje de una de sus obras: “…el grandioso paisaje en que Vasconia se humilla de golpe y toma el buriel del campo castellano.” (“Orillas del Ebro”, Parte II, V, Obras Completas, T. II, p. 339, Zamora, Buenos Aires, 1.959.) 4 Llegaría Larreta a sentirse tan orgulloso de esa fundación en un territorio hasta el momento absolutamente inculto, que dejaría sus impresiones, tal vez algo exageradas, en un soneto: “Azelain en la Pampa”: “¡Oh! torva claridad; quieto vacío / deslumbrado. Ni un árbol. Ni siquiera / la luz volátil de la cortadera / sobre el hirsuto pajonal. Ni río, // ni laguna. ¿cómo entonces, plantío / del impaciente ensueño, se dijera / que tan pronto serías primavera / nemorosa, negrura del estío ? // Ya el antiguo terror silvestre acude / sopla en los nidos, cruje en los ramajes. / ¿No soy, pregunto, un dios, si tanto pude? // Hablad, alas de amor, hablad, paisajes. / ¿Quién es ? ¿Quién me responde? ¿Quién sacude / con esa verde risa los follajes?” (“La calle de la vida y de la muerte”, Obras Completas, T. I, LXXI, p. 627.), escrito para emparejarse con el previo “Azelain en Guipúzcoa” que señalamos más adelante en el cuerpo de este artículo. 5 “Tiempos Iluminados” -extracto de memorias-, Obras Completas, T. II, p.17, Zamora, Buenos Aires, 1.959. 6 Juan Bautista de Larreta Arzac, era un afamado euskaltzale que ya en 1.901 integraba el Euskaltzaleen Biltzarra. En 1.906 representó en Barcelona a la Liga Foral Autonomista de Gipuzkoa y en 1.910 fue secretario de Euskal Esnalea. Desde 1.919 fue miembro de Euskaltzaindia y en Agosto de 1.923 diputado de la Provincia, cesando como tal en 1.926. Por lo demás, junto con su hermano Joaquín y otros, integró la sociedad que en 1.895 creara la fábrica de cartón y pasta de papel sobre tierras de su propiedad y aprovechando la fuerza motriz del salto de Lizarkola. 7 Llegado el momento para que “Acelain” tomara nueva vida, adquirió Larreta por 1.920 una extensión de campo llamada San Nicolás, en Tandil, originalmente unas 8.000 ha, cerca del arroyo llamado “de Los Huesos” -en recuerdo de una cruenta emboscada dada por los indios a un grupo militar del gobierno provincial precisamente unos cien años antes-, donde surgiría el nuevo Acelain todavía existente. Enrique Larreta y el “Azelain” guipuzcoano (II de II)