352 Zenbakia 2006-06-16 / 2006-06-23

KOSMOpolita

Los fantasmáticos predecesores de “Ondícola”. Entre Lope García de Salazar y Francis Jammes

ROSAS VON RITTERSTEIN, Raul Guillermo

“Je prendrai mon bâton et sur la grande route J’irai, et je dirai aux ânes, mes amis: Je suis Francis Jammes et je vais au Paradis.” “…e segund su entendimjento le alcanço, con toda verdad, que no quiso dexar las suyas e de sus parientes e linaje en oluidança e salidas de memorja para sienpre...”

“Los robinsones vascos”, la interesante obra ficcional de Francis Jammes (Tournay -Hautes Pyrénnés-, 1.868 – Hasparren, 1.938), está hoy por hoy relegada a un relativo olvido. Si, salvando las lógicas distancias, la comparamos con “Las Bienandanças e Fortunas” o aún con la “Crónica de Siete Casas”, ambas de Lope García de Salazar, el famoso banderizo vizcaíno, es muy posible que estas dos últimas, al menos de nombre, en especial la primera de éllas, gocen de mayor conocimiento general entre el público, más allá por cierto del campo, algo más restringido, de la investigación erudita. Basta hacer una recorrida por las referencias que surgen en Internet para notarlo. Sería complejo buscar las causas de esas preferencias, y aún de hacerlo posiblemente quedaran en el tintero más de las que se hayan mencionado, pero siempre ha de resultar acertado señalar que el trabajo del autor bearnés que tanto amó a su pueblo euskaldun no merece sin duda encontrarse condenado a esta especie de limbo literario.

Francis Jammes. Jammes a quien siguiendo el título de unos de sus libros editado en 1920 podríamos llamar “Le Poète Rustique”, logró, quizás en virtud de la influencia que en su vida ejerció el ambiente rural, ser el creador de una vertiente agradable y ligera dentro del denso movimiento literario simbolista francés de fines del siglo XIX . Fue un autor cuya obra parece hecha a la medida de aquellos famosos versos de Elizanburu “Han bizi naiz ni bakean”1 o de aquellos otros del “Gau erdi da, herriko orenean”2 de Guibert. El alemán Rilke dio en el clavo cuando, al referirse a él en una de sus obras decía: “…estoy sentado y leo a un poeta. ¿No sabéis qué es esto, un poeta? Verlaine... . ¿Nada?, ¿ningún recuerdo? No. ¿No lo habéis identificado entre los que conocísteis? Sobradamente sé que no hacéis diferencias. Pero es otro poeta el que yo leo, uno que no vive en Paris, uno muy distinto. Uno que tiene una silenciosa casa en la montaña. Uno que suena como una campana en el aire puro. Un poeta afortunado, que cuenta de su ventana y de las puertas cristaleras de su biblioteca, que reflejan, pensativas, la lejanía solitaria y amada. Ese es precisamente el poeta que yo hubiera querido ser.”3

Todas esas características de Francis Jammes se hacen perceptibles en “Les Robinsons Basques”, de 1.925. Un argumento artificioso e irreal, casi un juego, que por virtud de la magia del autor para escribir y describir, se transforma en una obra atractiva. Recordemos su trama: dos intelectuales comerciantes judíos de Baiona, tío y sobrino, enterados de que en la cueva de Isturitz se oculta un gran tesoro, e imposibilitados de acceder a la misma, deciden engañar a un escritor de la región, el narrador justamente, sabiendo que uno de sus amigos custodia la llave de acceso al sitio y se la ha cedido por un tiempo. Pergeñan para éllo una fantástica historia sobre un manuscrito que narra la llegada de los primeros pobladores a Euskal Herria: una flota del Oriente Cercano compuesta por decadentes cortesanos ahítos de molicie, cuyo jefe es Ondícola. Este personaje, deslumbrado por la belleza virgen del país y sabiendo que sus corruptas gentes nunca serían dignas de él y que, de aposentarse, solamente contagiarían a la nueva tierra con su corrupción, decide hacer volar a todos por los aires -puesto que conocía el secreto de la pólvora-, incluído él mismo, y dejar tan sólo a dos adolescentes incontaminados, “Eguski” e “Ilhargi”, para que con su descendencia pura pueblen el territorio. El escritor de marras, seducido por la poesía del manuscrito que, claro está, es compuesto a medida de las necesidades del momento por el más joven de los dos impostores, está a punto de dejarlos pasar a la cueva en donde, según le han dicho, se encuentra soterrado el resto del texto, cuando por casualidad se entera de la verdad y decide a su vez jugarles una mala pasada a los dos truhanes. Finalmente todo se resuelve muy bien, y el joven judío autor de la impostura se casa con la protegida del escritor, de neta ascendencia vasca, y a cuyo contacto se desarrolla hasta llegar a pasar por un euskaldun más, de los que se reúnen en pantagruélicos convites “… para estómagos de triple fondo…”4 en la casa de aquel. Todos son felices y comen perdices, incluído el recentísimo hijo del nuevo matrimonio, joya de los vascos de las generaciones venideras…

Francis Jammes. Hasta aquí los “Robinsons…” de Jammes, una historia fantástica en clave de s’amuser, en la cual sobrenadan algunos episodios muy personales de la misma vida de nuestro escritor, como podemos deducir si prestamos atención a su biografía. Sin embargo, esos movedizos mesoorientales que, comandados por “Ondícola” suben con sus naves Ebro arriba, hasta recalar en alguna parte del territorio vasco para tener allí tan mal fin, no son una creación del todo sin base del autor de Iparralde. Entendiendo que queremos decir con esto que no carecen de precedentes en el campo literario, si no en el material. Conjuntamente con la pareja de proto-vascos, “Eguski” e “Ilhargi”, cuyos nombres, tan simbólicos, no requieren mayor aclaración, son la vertiente, en la cuerda fantástica propia del arte creativo de Jammes, de numerosos antecedentes de obras que no siempre pretendieron ser ficción literaria, en torno a los orígenes del pueblo vasco. Podemos aquí recordar al respecto a aquel famoso cuanto ubicuo Túbal Caín, hijo de Jafet, nieto de Noé, prolífico generador de innúmeros pueblos a lo largo y a lo ancho de Europa quien, desde san Jerónimo5 en adelante fue tenido por poblador de Iberia6, y cuya sombra doblemente fantasmal aún se desliza por los infolios de los estudiosos de los siglos modernos tratando de evitar las flechas de la precisa crítica contemporánea. Tal vez el último y enmascarado estertor del mito tubalista con algo de mérito literario sea precisamente este juego de Francis Jammes en “Les Robinsons Basques”. Y por cierto no es un final demasiado malo para él, el ser exorcizado nada menos que en Isturitz mediante la pluma de un autor tan especial, tan “vasco”, e ir a perderse -nunca del todo, “izena duen guztie, emen da”-, en el recinto en donde aún dura la admirable impronta del anhelo humano de transpasar los tiempos que tuvieron los primeros pobladores reales de aquellas tierras de la Nafarroa ultrapirenaica.

De la mano con el tubalismo se fueron perdiendo muchas otras invenciones históricas, como él desarrolladas largos años atrás, desde el medioevo, al calor del intento por querer garantizar con el tan usual recurso a la precedencia el derecho de posesión de la tierra.

Hemos de retroceder ahora en el tiempo, para ver el que ha sido seguramente uno de los primeros avances sobre el tema de las colonizaciones míticas en Euskal Herria, pero esta vez en clave política antes que poética. Nos referimos a las narraciones de Lope García de Salazar en “Las Bienandanças e Fortunas” acerca de la población de la costa que mira al Golfo de Bizkaia.

Desde ya que nos parece más que aventurado coincidir con el aserto de algunos investigadores, en especial de fuera del País Vasco, que todavía hoy colocan al banderizo vizcaíno en un por lo menos extraño pedestal, como si a él le hubiera cabido la compleja y difícil suerte de ser el primer nacionalista vasco y que de sus polvos hubieran nacido todos nuestros posteriores lodos. Lope era, como todos sus compañeros de estamento, sencillamente, un señor feudal vizcaíno de fines del siglo XV, y no un jelkide avant la lettre. De esta aseveración debemos arrancar, so pena de no poder comprender bien las actitudes de aquel terrible personaje de la Baja Edad Media vasca, la encarnación más depurada, casi el “Idealtypus” tal vez, de un ethos y aún más, viendo su vida trágica agregaríamos de un pathos, que comenzaban por entonces a ser barridos de la sociedad del momento, y que encontrarían una salida ya fuera del tiempo en la conquista y colonización de América7. Una forma de ser, de pensar y de actuar a la cual podemos ya aproximarnos leyendo ese corto extracto del final del libro XXIV de las “Bienandanças…”8 que hemos colocado al inicio de esta nota, y en el cual el afán de transcendencia ultrapersonal campea por sus respetos de una manera tan fuerte que ilumina con precisión el pensamiento de Lope.

Francis Jammes. Sabemos de los esfuerzos de García de Salazar, desde su posición de intelectual, de “caballero escritor”9, para utilizar un término que, si bien metodológica e historiográficamente no se adapta con precisión a su categoría, es con todo adecuado para calificarlo en aproximación. Los esfuerzos de Lope, decíamos, por sentar sobre bases sólidas las pretensiones de los Aundikiak en cuanto a percibir íntegros los diezmos de los “monasterios” vizcaínos, justificadas mediante el alegato de haber sido anteriores Cabezas de Linaje los fundadores y sostenedores de dichas creaciones, sin haber tenido arte ni parte en ello la corona y/o el Señor de Bizkaia. Para abonar esa justificación, se interna a menudo Lope en el pasado de la tierra, recreándolo e inventándolo al mismo tiempo según lo más adecuado a sus fines. El recurso al precedente hundido en el pasado para justificar un hecho actual era, como ya lo indicamos, común para la mentalidad medieval, cuando todavía el peso de la auctoritas del pasado era inapelable; a veces cuanto más fantásticos resultaran los hechos, mejor10. Al respecto, el medievalismo francés nos ha dejado estudios ejemplares sobre el personaje mítico conocido en Francia como Melusina y su papel ideológico en la fundación de los linajes medios, como los Lussignan. En un marco algo menos fantástico y por ello más aproximado a lo que Salazar plantea, en un artículo sobre las genealogías de los condes de Guines y sus relaciones políticas11, el famoso medievalista Georges Duby vuelve sobre el tema. En esas mismas líneas, el marco de una cultura general caballeresca europeo-occidental, un ideario compartido cuya unidad general sobrepasaba cualquier noción de fronteras territoriales, se desenvuelven muchos de los mitos de origen en cuanto a los fundadores de linajes vascos y, sin ir más lejos, el ciclo del Jaun Zuria12 es un excelente ejemplo de éllo. Ahora, para el caso del cual venimos hablando, apelar a una “fundación mitológica”, como hubiera dicho Borges, se enlaza en el mismo nivel de reafirmación de los intereses personales y de grupo. No será esta vez Túbal el fundador, si bien el autor banderizo se muestra en otras partes de sus textos como un claro adherente a esa ya muy vieja historia13. Lope se remonta en el punto que traemos a colación, a otro período, uno mucho más reciente, cuyo recuerdo no había acabado aún en su época, pero que lentamente se iba incorporando por ese entonces a la nebulosa del pasado, conjuntamente con el de quienes le pusieron fin y que Lope llegaría a conocer en una etapa de su vida allá por el Sur peninsular, a otro tiempo que por ese entonces se había ganado su lugar en el imaginario común a todas las gentes: nos referimos al ya cuasi fabuloso tiempo de los godos. Nos adentra entonces el señor de Muñatones con su visión particular en el complejo período de las sucesiones entre Khindasvinto, Recesvinto y Wamba (642-672)14. Lope da una idea aproximada de la problemática de las rebeliones que casi constantemente enfrentaban los visigodos en la zona pirenaico-cántabra, que le sirve como introducción al excurso especial que hace a continuación. Oigámosle: “… los españoles natibos / della que estavan sogetos de los godos / levantaronse contra ellos cuydandolos / echar de toda ella. E fecieron mucho / daño […] E commo ellos vieron esto Reconciliaron / se en vno e fizieronlo saber a sus pa / rientes a las yslas de Gostançia don / de ellos eran naturales disiendo / les que si non los socorrian que avian per / dido el señorio dEspaña e todas / las otras tierras […]”15

¿Quiénes son entonces los que hacen las veces de “robinsones vascos” en esta parte de la creación del cronista banderizo? Sigamos su texto y veamos luego las implicancias del mismo. Dice Lope en el Título 45 del Libro XIII de las “Bienandanças…”: “…de cómo arribaron en / stoña del aredo la flota de los godos que benjeron de las yslas de scançia en / ayuda de sus parientes.” Francis Jammes.

Estos godos recalados en la costa cantábrica para auxiliar a sus parientes acosados… ¿por quiénes?16…, son un recurso bastante usual para los autores de aquel momento. Además, como muy bien señalara al respecto María C. Villacorta Macho17, no es el único caso en el cual recurre Lope García de Salazar al goticismo para fundamentar las pretensiones de su grupo. Pero pensemos ahora por un momento en el sitio geográfico al cual está mencionando el banderizo. Oigámosle para éllo: “En el año del Nuestro Señor de / DCCXL años aRibaron en / Santoña que es cabo Laredo […] e / posaron allí ca Laredo no era pobla / da, sino [...] estendie / ronse por la costa conquistando las / tierras […] E llegando algunas des / tas gentes en sesto que es cabo Porto / galete e […]” A continuación prosigue Lope dando una lista bastante extensa de lugares poblados por los supuestos antepasados godos de los linajes: “Caraza”, “Vijuezes cabe Medina”, “Rasines de Gebaja”, “Vrdiales cabe Castro”, “Retuerto”, “Varacaldo”, “valle de Angulo”, “Losa”, “La Çerca cave Salinas”, “Salazar”, etc.

Algo desordenados al nombrarlos, aparecen en el texto lugares muy conocidos correspondientes a las Encartaciones y a la que sería famosa Merindad de Castilla Vieja, es decir las tierras a partir de las cuales se extenderían los linajes señoriales, -el suyo naturalmente incluído-, en su marcha hacia el mar, ese lugar de promisión en donde, como el mismo Lope nos lo cuenta, siempre habría de hallarse “conducho para amatar la gana del comer”18, que les vería finalmente establecidos en la Bizkaia Oriental. Lo que hace entonces Lope es crear otra gran rama del ciclo de la historia de los linajes vizcaínos: la de la población de ese espacio de semisombra19 entre el mar y la meseta, que vería más adelante nacer el germen del condado que ya desde su origen desgajado de la monarquía asturleonesa fue guerrero, expansionista y conflictivo, Castilla. Pero notemos además, volviendo a lo que mencionábamos más arriba, que en este caso la llegada de esos godos que se derraman sobre el territorio no presupone, como en el mito tubaliano o en la ficción de Ondícola, la apropiación de una tierra vacía de seres humanos. Muy por el contrario, Lope nos aclara en el fragmento que el país estaba poblado… Es decir entonces que estos robinsones que Lope imagina, para llegar a serlo tuvieron primero que cumplir con el curioso cometido de vaciar de habitantes el suelo: “ca Laredo no era pobla / da sino cabañas de ganados en // la sierra E choças de pescadores / en la Ribera […] Estendie / ronse por la costa conquistando las / tierras que eran rebeldes a los godos / dEspaña E llegando algunas des / tas gentes en Sesto que es cabo Porto / galete e ovieron alli vna grande pe / lea con los pobladores de alli E mo rio alli el Ynfante don Falcon que era / grande capitan dellos […] E asi commo yban ganando / e sojuzgando las tierras asi poblaban / dellos en ellas a donde mejor les pareçi / a…”20 Pero aún así hay algo que les justifica en la visión del autor, y es que los moradores previos eran, como sus tierras “[…] rebeldes a los godos / dEspaña […]”21, participantes de esa rebeldía que, como sabemos, fue siempre un problema insoluble para los gobernantes residentes en Toledo. Es así que al erradicarlos no hacían estos godos de Scançia22 más que cumplir con su misión de ayuda al reino que fenecería en el Guadalete, “…sopiendo el tra / baxo en que estavan...”23 ¿Qué cometido más digno, liberar a sus parientes cuyo reino se hallaba en peligro por causa de estos “rebeldes” y al mismo tiempo, y dado que la ocasión lo permitía, establecerse? En todo caso, queda perfectamente encuadrado en el concepto de honor y mayor valía que estaba firmemente asentado en la mente del banderizo. Lo interesante, es que Salazar señalaba en el inicio, que estos sublevados, “pobladores de allí”, eran además “los españoles natibos / della”. Por lo tanto, los supuestos antepasados de nuestro cronista y sus camaradas no eran para Lope, inmerso en su goticismo, españoles aborígenes, mucho menos vascos y así crea el cronista un origen nuevo para los linajes. Hemos omitido adrede en el relato salazariego las aclaraciones que el autor brinda en cuanto al accionar en favor de la fe cristiana realizado por estos “godos de Scançia”, que no es más que otra vuelta de tuerca relacionada con los derechos de los linajes sobre las fundaciones pías. En el marco de esta nota es más interesante el considerar la idea de apropiación del espacio que priva en el pensamiento de Lope, en particular con respecto a los pobladores rebeldes, en fin de cuentas no otros que aquellos “feroces vascones in finibus Cantabriae” en las palabras de la Albeldense.

Volvamos un poco a la realidad más allá de la historia à la Lope García de Salazar. La solidaridad nobiliaria es en nuestro cronista un concepto central. No en vano se ha nutrido en él desde su nacimiento. Basta oírle en aquel famoso párrafo en el cual se refiere a las revueltas Irmandiñas de Galiza, y lo que al respecto opina: “... Nuestro Señor quiso ferir con / su deçiplina a estos caualleros / de Galiçia e pagado dellos con piedad […] aca / tando la antigua enemjstad que fue / e seria entre fijos dalgo e villanos jun / tandose con los dichos Señores dieron / con los dichos villanos en el suelo …”24 En ese marco de caballeros que deponen su enemistad con los señores frente al peligro mayor que eran los villanos, nuestro cronista deja de lado algo que sabe muy bien y que en otros puntos de la obra no deja de señalar, desde un ángulo favorable a los suyos, es decir las encarnizadas luchas desarrolladas entre los Velascos y los Salazares en aquel territorio que da por poblado por sus antepasados “godos”. Es que para la afirmación de la idea de la precedencia en el dominio del espacio, como ahora diríamos, el adentrarse en ese tipo de pormenores no es conveniente. Existe asimismo otro interesante aspecto secundario que nos señala cómo para la mentalidad del tiempo, que Lope García de Salazar expresa, era menester hallar siempre un precedente: hay además un proceso que reafirma en la historia por él imaginada, las actitudes de sus cercanos abuelos al avanzar hacia el mar, puesto que ya lo habrían hecho con anterioridad los primeros fundadores, en tanto combatían a los rebeldes contra sus parientes godos y, de paso, los expoliaban. De tal manera, el avance, este sí histórico, de los linajes hacia los alrededores de Bilbo no era más que volver a hacer lo que en ese tiempo primordial del mito hicieron sus supuestos antepasados. Una historia cíclica y un eterno retorno muy presentes en Lope, que parecen a propósito para aquellos investigadores de las relaciones entre las creencias de los antiguos germanos y los vascos. Esta pequeña parte del complejo que crea y expone Lope García de Salazar en sus trabajos con el fin de apoyar el sistema erigido por los Aundikiak es un desarrollo modélico que, por razones de espacio hemos de exponer de manera asaz abreviada. Pese a éllo sirve para mejor comprender lo exquisitamente complicado de la función literaria, en este caso como creadora y soporte de los conceptos políticos y sociales, que no era menos utilizada en la Baja Edad Media vizcaína de lo que puede serlo en nuestra época de elevado manejo de la información. Entre el intencionado trabajo del Primer Cronista de Bizkaia y el del contemplativo Jammes no median solamente unos 450 años redondos, sino también mucha historia y bastante sufrimiento generado por diversos conquistadores de la tierra que, como aquellos godos de “Scançia” de Lope, arrasaban para imponer su dominio. Es de esperarse que en estos tiempos sean los amables personajes del autor de Iparralde y no los del bravío y desgraciado banderizo quienes señalen nuestros nuevos caminos. 1 “Ikusten duzu goizean / argia hasten denian / mendito baten gainean / etxe tipito aintzin txuri bat / lau haitz ondoren erdian / txakur txuri bat atean / iturriño bat aldean ?/ Han bizi naiz ni bakean” 2 “Gau erdi da / herriko orenean / iñon ez da / argiri lurrean / ez diteke / mendian adi deutzik / haitzearen / arrabotza baizik.” 3 Rilke, Rainer M.: “Die Aufzeichnungen des Malte Laurids Brigge”. El párrafo describe tan bien la vida de nuestro poeta, como Rilke la imagina, que creemos que vale la pena indicar su continuación: “...porque tanto conoce de las muchachas, y yo también hubiera podido saber. Conoce de muchachas que vivieron hace cien años; nada importa que ya estén muertas, porque él lo sabe todo. Y este es el hecho principal. Él pronuncia sus nombres, estos nombres callados, escritos con esbeltos y anticuados trazos de largas letras, y los crecidos nombres de sus viejas amigas, con los cuales suena ya un poco de destino, un poco de decepción y muerte. Quizás descansan en un cajón de su escritorio de resistente madera las empalidecidas cartas y las sueltas hojas de sus diarios, que anotan cumpleaños, paseos de verano, cumpleaños. O puede ser también que en la ventruda cómoda al fondo de su cámara haya un estante que recoja sus vestidos de primavera; blancos vestidos que se usaron por vez primera en Pascua, vestidos de suave tul, que en realidad corresponden al verano que no se puede esperar. Oh, qué destino placentero, sentarse en el cuarto silencioso de una casa heredada, entre objetos muy tranquilos con su ubicación definida hace tiempo, y oír afuera, en el sencillo jardín verde y luminoso, los primeros paros que prueban el vuelo y, a lo lejos, el reloj del pueblo. Sentarse mirando una tibia línea del sol de la temprana tarde, sabiendo tanto de las muchachas del pasado y ser un poeta. Y pensar que también yo habría podido ser un poeta así, si tan sólo hubiera podido vivir, en algún lugar del mundo, en una de las tantas casas de campo clausuradas, de las que nadie se ocupa. Hubiera utilizado apenas un cuarto (aquel luminoso, en la fachada). Hubiera vivido allí adentro con mis viejas cosas, los cuadros de familia, los libros. Y habría tenido un sillón reclinable y flores y perros y un bastón fuerte para andar por los caminos pedregosos. Y nada más. Solo un libro, cubierto de cuero marfilino, con un viejo modelo de flores como hoja de cortesía: en él habría escrito mucho, pues hubiera tenido muchos pensamientos y recuerdos de muchas cosas. Pero todo se ha dado de otro modo, Dios sabrá por qué.” 4 Baroja, Pío: “La Dama de Urtubi”, p. 1. 5 Precisamente el texto de Jerónimo estaba muy presente en Lope García de Salazar cuando escribía acerca de las primeras generaciones bíblicas, como él mismo aclara en las “Bienandanças…”: “E San Gerónjmo E avn los mas glo / sadores ebrayçistas asi lo glosan…”, L I, f. 14, c 1, 39-40. 6 Tal como nos lo presenta en el más decantado modelo el bachiller Juan Martínez de Zaldibia en la “Suma de las cosas cantábricas y guipuzcoanas” (1564), este personaje y sus dependientes “… que se llamaron tubales, pararon en los montes Pirineos, y después creciendo, descendieron a los llanos y poblaron por allí alrededor algunos pueblos…” En este juego de espejos con respecto a la creación de Jammes se percibe la influencia del viejo mito tubaliano, invertida por el autor contemporáneo: los “ondícolas”, por así nombrarlos, subieron desde el Ebro y eran una pareja, en tanto que los “tubales” bajaron desde la montaña y eran muchos; los “ondícolas” venían cargados de la ultracivilizada corrupción mesooriental y fueron aniquilados salvo dos, porque no merecían el territorio, en tanto que los “tubales” eran puros y participaban de una peculiar relación con Dios porque habían partido antes de la confusión de lenguas de Babel, y así el territorio los merecía a ellos … El único denominador común, como en el primer Sabino, es la lengua. 7 Al respecto, la propuesta de considerar a aquel famoso Lope de Agirre “el Traidor” como el representante postrero de la Weltanschauung banderiza resulta especialmente atractiva y digna de mayor desarrollo. 8 “Bienandanças e Fortunas”, L. XXIV; f. 150; c. 2; 39-42. El orgullo y el interés por su linaje resaltan en estas líneas como en toda la obra. De su intensidad nos brinda una idea clara el tomar en consideración que Lope se encontraba en esos momentos preso de sus propios hijos, “desafuciado” y “temeroso de mal bebedizo”, y sin embargo seguía pensando en términos de los herederos del linaje y la pervivencia del mismo. 9 De Riquer, M.: “Caballeros andantes españoles”, madrid, 1.967. Así clasifica este autor a aquellos nobles capaces de escribir obras complejas. 10 “El recurso a la falsedad tuvo casi siempre su origen en el deseo de dar antigüedad y, por tanto, autoridad, a una decisión o a una institución. A su vez, la falsedad servía por sí misma como medio de propaganda. En una situación de igualdad con otra, una institución siempre obtenía la supremacía al demostrar su antigüedad.”, como marca José Manuel Nieto Soria, siguiendo a J. Ellul y H. Silvestre, en su: “Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (siglos XII-XVI)”, Eudema, Madrid, 1.988, p.42. 11 Georges Duby: “Estructuras familiares aristocráticas en la Francia del siglo XI en relación con las estructuras del Estado”, en “El amor en la Edad Media y otros ensayos”, Alianza; Madrid, 1.990 pp. 121-127. “El autor de la Historia, un clérigo instruido que utilizaba una documentación muy abundante, pudo remontar de padres a hijos el linaje de los condes de Guines hasta 928; en esa fecha sitúa a un auctor ghisnensis nobilitatis et genere, un personaje que parece mítico y al que trata como a un héroe de novela cortesana. Este Sifridus es presentado como un aventurero vikingo [subrayado nuestro]. Por una parte, y esto es importante, hace de él el constructor del castillo de Guines, de la fortaleza que iba a convertirse en la sede del condado y de la base material, topográfica, del linaje, de la casa condal; por otra parte, hace de él el seductor de una de las hijas del príncipe vecino, el conde de Flandes. Mediante esta unión ilícita, este hombre se convierte en la raíz de este árbol de Jesé que constituye a partir de él la genealogia ghisnensium. Con su hijo bastardo, el poder familiar recibe su legitimación, ya que el nuevo conde de Flandes, su tío, lo adopta como ahijado, le arma caballero (una vez más, una transferencia mítica al pasado de los valores que poseía este acontecimiento a finales del siglo XII)...” 12 Al cual por lo demás también utiliza a menudo Lope. Véase al respecto el trabajo de María C. Villacorta Macho “La conciencia histórica de Lope García de Salazar: partidismo político y justificación personal en el Libro de las buenas andanças e fortunas”, en “Lope García de Salazar: banderizo y cronista” (J. R. Díaz de Durana e I. Reguera -eds.-), Ayuntamiento de Portugalete, 2.003, pp. 187-98. 13 Por ejemplo cuando nos cuenta, hablando de España en general: “E por estas noblezas della / la preçiaron mucho aquellas conpa / ñas de Tubal njeto de Noe que la / poblaron…” “Bienandanças...”, L. XIII, f. 200, c. 1, 33-36. 14 El manuscrito señala en realidad el año 740, error atribuible a la copia, a las condiciones de trabajo de Lope o sencillamente a mala información. La lista dinástica visigoda, sin embargo, se encuentra bien ordenada en ese punto, aunque con errores en la duración de los reinados de Khindasvinto y Recesvinto. 15 “Bienandanças…”, L. XIII, f. 220, c. 2, 15-24. 16 No se trata en este caso de una pregunta retórica. Si consideramos a fondo el texto de Lope, veremos que nos aclara muchas cosas que ya deberían ser claras en cuanto a la autopercepción del banderizo y de todo el grupo de señores con el cual compartía ideas y conceptos en lo que a su relación con las tierras vascas hace. 17 “A lo largo de los libros vigésimo y vigésimo primero son varias las ocasiones en que Lope García de Salazar recurre al goticismo para explicar el origen de algunas familias hidalgas del norte peninsular” María Consuelo Villacorta Macho: “La conciencia histórica de Lope García de Salazar: partidismo político y justificación personal en el ‘Libro de las buenas andanças e fortunas’ ”, en: “Lope García de Salazar: banderizo y cronista.”, Actas de las II Jornadas de Estudios Históricos ‘Noble villa de Portugalete’ “, José Ramón Díaz de Durana e Iñaki Reguera (eds.), Portugaleteko Udala, Kultura Saila, 2.002, p. 198. En lo tocante al neogoticismo de cuño castellano-leonés, cuya Vulgata, que no su origen, arrancaría con las primeras obras de materia histórica del “Rey Sabio”, resulta ya seguro que Lope habrá obtenido una buena base textual en las crónicas alfonsinas de su biblioteca (véase al respecto el trabajo de Gemma Avenoza: “Algunos libros de la biblioteca de Lope García de Salazar”, Revista de Filología Española, LXXXIII. 1.2 (2003), pp. 5-37.) La primera “Estoria de España” le ha dado al cronista banderizo muchos modelos de operación historiográfica, en un plano general que va más allá de lo referido a la posterior evolución de estos “godos de scançia”. 18 Consejo de Lope García de Salazar “Brazos de fierro” a su primogénito Juan, según lo relata su tataranieto en las “Bienandanças…”, L. XXI, f. 49, c. 1, 26-7- 19 Procedimientos como el que señalaba Duby citado en la nota 10 de este trabajo, fueron muy usuales en dicha región. El recurso que en García de Salazar conforman los godos, será luego adaptado a los normandos -Duby para Francia nos habla de los vikingos-, y así más adelante, en pleno siglo XVIII, los linajes mínimos supervivientes en la zona remontarán su nobleza hasta misteriosos bastardos de los duques normandos, asentados allí en la época de los moros: “Ví al Ortiz valeroso / venir con grande denuedo, / de linaje generoso, / que se entra en Val de Carriedo, / el cual dejando la silla / del primer Duque Normando / se vino con su cuadrilla / a socorrer a Castilla…” 20 “Bienandanças…”, L. XIII, ff. 220-1, cc. 2-1. 21 “Bienandanças…”, L. XIII, f. 221, c. 1, 29-31. 22 “[…] asi commo las yslas destançia frias / donde salieron los godos que son co / marcanos asia e las otras yslas de / asuega e de norega que disen que en el / ynbierno non dura el dia mas de dos / oras […]” “Bienandanças…”, L. I, f. 23, c. 2, 35-40. 23 “Bienandanças…” L. XXV, f. 221, c. 2, 34-35. 24 “Bienandanças…” L. XXV, f. 187, c. 1, 29-39.