284 Zenbakia 2005-01-14 / 2005-01-21

KOSMOpolita

Carlos Gorostiza, el árbol y sus frutos

AIZPEOLEA, Oskar



No es fácil hacer una semblanza sobre Carlos Gorostiza y no porque él sea un hombre difícil. Como escritor nos toma de la mano y nos acompaña junto a sus historias y personajes: generosamente, pone a disposición de los demás un mundo cultural. Construye trabajando incansablemente desde que terminó la escuela primaria.

Es un importante referente cultural quien, con voz íntima, recrea un fresco histórico. Un artista que aúna un extraordinario humor -es un bromista eximio- junto con una discreción admirable en tiempos de exhibicionismo impúdico. Acaso todo viene de sus padres vascos, pues Gorostiza es hijo de una impensable –por la “rivalidad”- unión entre una guipuzcoana y un vizcaíno. María Josefa Jacinta Aguirregabiria –nacida en Deba- y Fermín Gorostiza –nacido en Sestao-. Carlos Gorostiza.

Nuestro escritor nació en Buenos Aires, en el barrio Palermo de San Benito. Un barrio que con el tiempo perdió a su santo y hoy es conocido como Palermo. Una zona de la ciudad que –literatura dixit- supo alternar la bravura de guapos en duelos a punta de cuchillo, con la presencia de poetas que componían versos a la luz de la luna.

“...tu sangre delictuosa de bohemia

infiltró en el cansancio de mi anemia

¡el ardor de los fuertes ideales!

(Evaristo Carriego, frag. De “Revelación”)

Hace pocos días, Gorostiza recibió un tributo en el Teatro San Martín, uno de los teatros del “circuito oficial”, es decir, estatal. Recintos de cultura administrados por funcionarios que tenían una gran deuda con él pues nunca lo habían convocado hasta el ¡2003! año en que dirige en una sala nacional “Toque de queda” obra de la que es autor.

El homenaje se realizó para celebrar su nuevo libro: “El merodeador enmascarado” (Algunas memorias). ¿No dije que era un eximio bromista?. ¡Repitan el título del libro 3 veces, de corrido y en voz alta!

En realidad, el tributo debe verse como un reconocimiento a este escritor quien, como dramaturgo con ”El Puente” (1949) inauguró una nueva época para el teatro en Argentina. A sus 29 años, Gorostiza comenzó a hablar de lo que no se hablaba y rompió con todo lo conocido hasta entonces. Fue una revelación y una revolución: tanta, que el poder político de aquellos años intentó censurarlo. Persecuciones, amenazas, injurias que volvió a padecer años más tarde bajo distintos gobiernos. Pero él siguió utilizando su trabajo como una forma de resistencia. Trabajo y más trabajo como autor de teatro, novelas, poesía. Actor y titiritero, director de obras propias y ajenas. Como cineasta dirigió una versión cinematográfica de “El puente”.

Entre sus veinte obras teatrales podemos mencionar “El juicio”; “El pan de la locura”; “¿A qué jugamos?”; “Matar el tiempo” y “Aeroplanos”. De sus novelas: “Los cuartos oscuros” y “Vuelan las palomas” (Premio Planeta).

En años infames vivió en Venezuela junto al amor de su vida: Teresa, la bella. De Venezuela regresan en tiempos todavía duros. Cómo el cuenta: “...la dictadura estaba logrando su propósito: convertirnos en pedacitos. Ya no éramos uno entero”. Otra vez el trabajo: nace Teatro Abierto, un movimiento de resistencia cultural para el cual escribe “El acompañamiento”. De esos tiempos duros nos deja su testimonio en páginas vibrantes de “El merodeador enmascarado”.

Carlos Gorostiza fue el primer Secretario de Cultura de la Nación al regreso de la democracia de 1983. Cargo al que renunció antes de completar el ciclo. Luchó contra una burocracia crónica. Basta un ejemplo: al enterarse de la demora de un estreno teatral en una sala oficial –el Teatro Cervantes- pregunta y le contestan que faltaba dinero para la madera de la escenografía. Eso sí, había dinero disponible para telas y clavos. Por no llorar, el Secretario firmó una resolución autorizando a los teatristas a utilizar el dinero disponible para telas y clavos en madera. El estreno fue posible pero luego la Fiscalía de Investigaciones lo citó por “malversación de fondos”. Claro, Gorostiza no había comprendido que si eran telas y clavos, eso había que comprar, aunque la obra nunca fuese estrenada. Y así transcurre el tiempo en este, nuestro país, un lugar llamado Argentina fruto de una violación antes que de una conquista. Concebidos sin amor o como dice el tango: una herida absurda.

Analía Gadé (María Esther Gorostiza Rodríguez). De “El merodeador enmascarado” quiero rescatar también el momento en que cuenta el encuentro con su hermana de cuya existencia tuvo noticia cuando ella ya tenía 19 años. María Esther Gorostiza, cuando se conocieron, ya era una excelente y bella actriz con el nombre de... Analía Gadé.

Y aprovecho la ocasión para declarar públicamente mi agradecimiento y amor eterno por ella que no tuvo reparos en regalarme su arte cuando era yo un estudiante de cine desesperado por filmar un corto para poder recibir el título de director.

Esta semblanza de Gorostiza debe tener en cuenta un cierre y lo hago con un deseo. Ojalá muy pronto “El merodeador enmascarado” sea incluido como libro de texto en los colegios. Es poco probable que algún político de la clase dirigente lea esto: sabemos que no saben leer. Pero si llega a sus oídos, estén atentos y generosos porque es un libro imprescindible. En él, Gorostiza nos cuenta el pasado con constantes referencias al presente. Una crónica viva, rica de aventuras que nos permiten conocer de primera mano sucesos ya históricos. Testimonio bellamente escrito por el niño, adolescente, joven y hombre. Gorostiza, como los mosqueteros es todos para uno y uno para todos.

Es un hombre que sigue pensando en utopías y acaso emulando a su padre –contador y aviador cuando volar era una aventura- sube a la azotea de su casa de la infancia para escudriñar en la noche el cielo de verano. Ya no es Carlos Gorostiza sino Carlitos –como Gardel, como Chaplin- y Carlitos sube a su aeroplano para despegar y elevarse, -cual águila solitaria- a rociar de verdades un mundo que teme a la verdad. Pero Carlitos seguirá su vuelo incansable mientras escucha en su corazón la voz de su madre, diciendo en euskera aquellos versos:

Gernikako arbola da bedeinkatua

Euskaldunen artean guztiz maitatua.

Eman ta zabal zazu munduan frutua

adoratzen zaitugu arbola santua

Bendito árbol de Gernika

Profundamente amado por todos los vascos

Da y reparte el fruto por todo el mundo

Te adoramos, árbol santo. Gorostiza ha regado el árbol. Nosotros debemos acompañarlo si queremos que se cumpla la voluntad de la tierra que da sus frutos para todos.