253 Zenbakia 2004-05-07 / 2004-05-14

Gaiak

La ciencia astrobiológica y sus implicaciones culturales

ARETXAGA, Roberto

La ciencia astrobiológica y sus implicaciones culturales Roberto Aretxaga 1. El siglo de la ciencia y la técnica 2. La ciencia astrobiológica

2.1. Carácter multidisciplinar de la ciencia atrobiológica

2.2. Fundamentos científicos de la búsqueda de vida extraterrestre 3. Retos culturales de la astrobiología 4. Conclusiones 1. El siglo de la ciencia y la técnica

Desde el umbral del siglo XXI gozamos de una mejor perspectiva para comprender la fuerza y magnitud del impacto, así como la cantidad y calado de los retos, que la ciencia y la técnica han tenido en todos los órdenes del conocimiento y la vida humanos durante el siglo XX. Esbozaremos a continuación este aspecto con el fin de contextualizar histórica y epistémicamente la ciencia astrobiológica y advertir así mejor su carácter de desafío.

El surgimiento del electromagnetismo a finales del siglo XIX preludió el tipo de revolución científica que caracterizaría el XX, el cual vio surgir la teoría de la relatividad, las mecánicas cuántica y ondulatoria y, por su medio, una imagen de la naturaleza que desafiaba, entre otros, los conceptos clásicos de sustancia y causalidad que sostenían el paradigma mecanicista newtoniano provocando la crisis de sus fundamentos epistémicos, establecidos por Kant. La física cuántica posibilitará desarrollos como la física del estado sólido -base vg. de la electrónica y las telecomunicaciones-, o la química cuántica y la biología molecular -la difracción de rayos X permite estudiar los procesos biológicos moleculares y revolucionar la genética, posibilitando, vg. el descubrimiento de la estructura del ADN-. El descubrimiento de la estructura materio-energética de lo real por la física de partículas permitirá la creación de nuevas técnicas de observación, tanto del micro como del macrocosmos, que posibilitarán que ciencias como la astronomía, la geología, la astrofísica o las ciencias de la vida realicen descubrimientos y avances espectaculares. Por su parte, la física de altas energías potenciará la creación de aceleradores de partículas y posibilitará el uso de la energía nuclear para fines pacíficos y bélicos. La fabricación de la bomba atómica (Proyecto Manhattan) impulsará el desarrollo informático y la inteligencia artificial.

Basten los aspectos indicados para advertir los grandes retos epistémicos, éticos, culturales, sociales y religiosos, entre otros, a los que la filosofía, la teología y las distintas ciencias sociales y humanas, en definitiva, el humanismo en general, han debido hacer frente durante el siglo XX como consecuencia de los desarrollos tecno-científicos que caracterizaron el mismo. Tales retos no sólo continúan vigentes sino que aumentan en número y calado con los primeros compases del siglo XXI, siendo esta la tendencia previsible para el futuro. (INDICE) 2. La ciencia astrobiológica

Durante miles de años, la religión y la filosofía se han esforzado en la búsqueda de respuestas a las preguntas por el origen de la vida y sus misterios. Sin embargo, ha sido la ciencia la que desde hace poco más de un siglo ha comenzado a poner las bases que nos permitan comprender sus mecanismos y funcionamiento. Con todo, son muchos más los enigmas que rodean lo relativo al origen y evolución de la vida que lo conocido al respecto. Esta situación, junto con el panorama esbozado anteriormente, constituye el contexto del que emerge la astrobiología.

En efecto, si bien existe fundamento científico suficiente para considerar que las leyes de la física y la química son universales, no sucede lo mismo con las de la biología, ya que al no conocer más vida que la terrestre la ciencia se ve privada de otros casos para comparar y decidir al respecto. La astrobiología tiene como tarea específica el estudio del origen, evolución, distribución y destino de la vida en el universo, estableciendo así la conexión entre el fenómeno de la vida en la Tierra y una concepción más amplia de la vida como fenómeno universal explicable por la interacción de las leyes de la física y la biología. La confirmación experimental de dicha conexión alteraría nuestro modo de comprender y ubicar la vida, incluida la humana, en el conjunto de los fenómenos cósmicos, lo que previsiblemente tendría importantes repercusiones para los diferentes ámbitos que integran la cultura y la sociedad humanas. (INDICE) 2.1. Carácter multidisciplinar de la ciencia atrobiológica

Si bien el tratamiento rigurosamente científico de la posibilidad de vida extraterrestre puede remontarse a la década de los años 70 del siglo pasado, no será hasta 1998, con la creación del NASA Astrobiology Institute (NAI), cuando se implementen los mecanismos necesarios para alcanzar los niveles exigibles de rigor en lo concerniente a la clarificación de objetivos, articulación metodológica y organización interna, que permitan a la astrobiología constituirse en una nueva disciplina científica con capacidad para desarrollar e impulsar proyectos y misiones de investigación, tanto terrestres como espaciales, de gran envergadura científica y tecnológica con los que afrontar adecuadamente su tarea específica.

El NAI, que lidera y coordina las investigaciones astrobiológicas en todo el mundo, describe la astrobiología como el puente de unión entre las ciencias físicas y las de la vida:

“La astrobiología es una nueva y emocionante disciplina consagrada al estudio de la vida en la Tierra y otras partes del universo -su origen, evolución, distribución y futuro-. Esta nueva área de estudio multidisciplinar aglutina las ciencias físicas y biológicas a fin de considerar algunas de las cuestiones más fundamentales del mundo natural.

A tenor de las observaciones astronómicas y otras obtenidas tras muchos años de estudio, las leyes de la física parecen cumplirse universalmente. De modo similar, los geólogos dan por sentado que los mecanismos subyacentes rectores de la geología en la Tierra son los mismos que en otros cuerpos planetarios. También los biólogos han llegado a comprender recientemente que el estudio de la vida en sí misma no puede ser plenamente entendido a menos que se considere desde una perspectiva más amplia que la estrictamente terrestre, induciendo entonces a formular algunas de las cuestiones más fundamentales de la Ciencia: ¿Cómo surgieron los sistemas vivientes? ¿Cómo se forman mundos habitables y cómo evolucionan? ¿Existe vida en otros lugares del universo distintos de la Tierra? ¿Cuáles son los potenciales para la supervivencia y adaptación más allá de nuestro planeta matriz?

Estas preguntas son, sin embargo, demasiado amplias para ser contestadas sólo por los biólogos. Precisan de astrónomos y físicos que describan la formación de los precursores químicos de la vida, descubran nuevos planetas, y determinen su habitabilidad; químicos para entender la transición desde la interacción molecular a la vida misma; geólogos que busquen evidencia de agua y minerales clave en otros planetas; paleontólogos y especialistas en biología molecular evolutiva que busquen y comprendan las formas de vida primigenias, así como climatólogos, científicos planetarios, e investigadores procedentes de cada campo de la ciencia próximo. Y, por supuesto, requiere de biólogos, para investigar la evolución de la vida en la Tierra, definir los límites mismos en que pueden sobrevivir organismos, y entender la capacidad de la vida terrestre para adaptarse a las condiciones del espacio. Juntos, estos investigadores y otros, constituyen la nueva disciplina que es la astrobiología”.1

Esta multi/inter-disciplinariedad de la astrobiología, además de revolucionar las ciencias que la integran, exige para su práctica una tecnología puntera y una industria capaz que la doten de los artefactos adecuados para sus investigaciones (naves, sistemas de propulsión y navegación estelar, robots exploradores, laboratorios automáticos, telemetría, telecomunicaciones…), aspecto que hace de ella un elemento tractor del sector tecnológico con importantes repercusiones socio-económicas. (INDICE) 2.2. Fundamentos científicos de la búsqueda de vida extraterrestre

Atenderemos seguidamente a los aspectos que hacen de la búsqueda de vida extraterrestre una actividad científica de la mano de la astrobiología.

* El paradigma evolucionista como marco teórico explicativo. La teoría darwiniana de la evolución de las especies se complementa con los descubrimientos realizados en genética por De Vries, Correns y Tschermak, en 1900, sobre el papel de la mutación como mecanismo del cambio genético, y los de Watson y Crick, en 1953, con la descripción de la doble hélice de ADN en la que se halla inscrito el código genético común a todas las especies vivas. Con ello se explicaba el problema de los mecanismos que permiten que ciertas características se mantengan en la descendencia, así como la aparición de otras nuevas. La resolución de estos problemas, que Darwin dejó pendientes, posibilitó la aparición de la teoría sintética de la evolución, permitiendo enmarcar la teoría evolucionista en el nivel molecular, lo que resulta básico para los estudios astrobiológicos.

* Las investigaciones científicas sobre el origen de la vida. Estos estudios fueron iniciados por Oparin y continuados con los experimentos efectuados en 1952 por Urey y Miller, que dieron como resultado la aparición de aminoácidos a partir de una mezcla de gases diversos y descargas eléctricas en el interior de un matraz simulando las posibles condiciones ambientales de una Tierra primitiva. Desde entonces, la producción de moléculas simples en laboratorio bajo condiciones de simulación de entornos primitivos terrestres se ha convertido en algo habitual, siendo ya al menos 12 las moléculas interestelares precursoras de biomoléculas sintetizadas en experimentos de evolución química.

* Los descubrimientos posibilitados por las nuevas y revolucionarias ciencias y técnicas del siglo XX. Estas ciencias y técnicas -aludidas en el apartado 1-, puestas al servicio de las ciencias espaciales y planetarias, tanto de observación -telescopios, radiotelescopios... -, como de misiones exploratorias automáticas -Voyager, Viking, Galileo… -, han permitido comprobar la existencia en el espacio exterior de los tres elementos básicos para el surgimiento, mantenimiento y evolución de la vida, al menos tal como se la conoce actualmente: existencia de agua, una fuente de energía y reserva de materiales orgánicos.

En cuanto al agua, en nuestro sistema solar se suceden los descubrimientos de cuerpos celestes que la contienen actualmente, como Europa, la luna de Júpiter que parece alberga un océano bajo su corteza helada, o la tuvieron en el pasado, como es el caso de Marte.

En lo concerniente a las fuentes de energía, hoy se sabe que no es necesaria la existencia de una estrella para la viabilidad de la vida. Se han descubierto en la Tierra formas de vida y ecosistemas que se desarrollan con independencia de la luz solar, extrayendo la energía que precisan de las actividades geológicas (vulcanismo, presiones) o de la transformación de elementos químicos mediante bacterias (llanuras abisales submarinas terrestres).

Respecto de la existencia de elementos orgánicos -endógenos o exógenos-, no hace mucho aún que el medio interestelar era considerado un espacio frío donde únicamente había polvo estelar y rocas. Sin embargo, para 1990 ya se habían encontrado en él más de 80 tipos diferentes de moléculas, en su mayoría orgánicas, algunas compuestas de hasta trece átomos. En la actualidad, las moléculas descubiertas llegan al centenar y de ellas las tres cuartas partes son orgánicas. También debe considerarse el papel de los cometas y asteroides, que pueden suministrar agua y materia orgánica -en algunos se han encontrado aminoácidos-, así como transferir materia con vida microbiana de un planeta a otro en un lapso de tiempo aceptable.

Finalmente, desde que en 1995 se hallara el primer planeta extrasolar, el número de los descubiertos no ha hecho sino aumentar a un ritmo vertiginoso, pasando actualmente del centenar. Entre todos ellos, algunos presentan aspectos convergentes con los de la Tierra, uno al menos parece poseer atmósfera y existen indicios de agua en un sistema solar distante.

* La precocidad y resistencia de la vida. Hoy sabemos por los fósiles más viejos de la Tierra -probablemente de unos 3.500 millones de años- que la aparición de la vida en nuestro planeta aconteció antes de lo estimado. Esto indica que el tiempo necesario para el surgimiento de la vida, si no se interfiere en sus procesos, es breve. También se ha podido comprobar que la vida es un fenómeno muy resistente a situaciones catastróficas -impactos de asteroides, cambios climáticos... -, y a condiciones medioambientales límite, como es el caso de los extremófilos descubiertos en nuestro planeta durante la pasada década. Estos microorganismos viven y se desarrollan en ambientes considerados inviables para la vida hasta hace poco, y el número de los descubiertos aumenta en la medida en que se perfeccionan las técnicas para su detección. Los hay que son capaces de sobrevivir en el espacio exterior, en reactores nucleares, en medios extremadamente ácidos, a temperaturas extremas... Recientemente se han descubierto organismos procariotas y eucariotas viviendo en condiciones tan extremas como las del río Tinto, en Huelva, consideradas muy similares a las existentes en Marte. Todo ello ensancha el rango vital casi a cualquier ambiente y pone de manifiesto la tenacidad de la vida.

La combinación de todos estos aspectos y evidencias fundamenta racionalmente la posibilidad de la existencia, cuando menos, de vida extraterrestre microscópica y, por tanto, su búsqueda científica. Sin embargo, el último descubrimiento mencionado posee una especial relevancia al abrir nuevas posibilidades ante la ciencia. En efecto, sabemos que la vida en la Tierra ha evolucionado hacia la eucarioticidad, y que ésta es condición necesaria para el desarrollo de células y sistemas nerviosos complejos y, por tanto, para la existencia de organismos multicelulares inteligentes, como los humanos. Esto permite transformar la pregunta por la aparición de la inteligencia en la Tierra en la de la aparición de la célula eucariota, desligándola así de la relativa al origen de la humanidad. Tal cambio en la forma de preguntar posibilita la transformación del problema en una cuestión científica y hace susceptible de contrastación experimental la hipótesis de la universalidad de la eucariogénesis: “Una vez que los procesos que generan la vida entran en acción, los planes celulares (procarioticidad y eucarioticidad) son una consecuencia obligatoria de las leyes de la física, de la química y de la biología. Tal situación no es característica sólo de la evolución de la biota terrestre. La evolución de los planes procarióticos y eucarióticos ocurrirán en cualquier otro planeta, o satélite, que pueda ofrecer los tres ingredientes básicos de la vida. Éstos son: una reserva de material orgánico sea de origen exógeno o endógeno, agua líquida y una fuente de energía estelar o geológica”2. Ahora sabemos, por tanto, qué deberían buscar preferentemente las futuras misiones espaciales astrobiológicas, como la proyectada Cryobot/Hydrobot a la luna joviana Europa. Lo indicado, además, incide favorablemente sobre el carácter científico de los presupuestos teóricos que fundamentan el proyecto astrobiológico complementario de radiodetección SETI -en el que participan prestigiosas instituciones científicas, como la Universidad de Berkeley (California)-, aumentando así sus probabilidades de éxito. SETI busca señales de vida extraterrestre inteligente tecnológicamente avanzada capaz de utilizar ondas de radio y frecuencias para emitir mensajes al espacio de forma intencionada o accidental. (INDICE) 3. Retos culturales de la astrobiología

Puesto que, como hemos mostrado: a) la ciencia y la técnica del siglo XX han supuesto profundos retos para la propia ciencia, así como para la filosofía y el humanismo en general, b) estas ciencias y técnicas revolucionarias son precisamente las que integran la astrobiología y le confieren su carácter multi/inter-disciplinar, y c) uno de los principales objetivos de esta ciencia es hallar vida en otro lugar del universo distinto del terrestre con el fin de comprender mejor el origen y evolución de la vida en nuestro planeta así como su distribución y destino en el universo, resulta evidente, entonces, que tanto la existencia misma de esta ciencia emergente, como su labor, fines, objetivos e implicaciones constituyen un nuevo reto no sólo para la ciencia sino también para la filosofía y el pensamiento del siglo XXI y, por tanto, para el conjunto de nuestra cultura.

En el presente trabajo nos limitaremos a señalar algunos de esos retos. En este sentido, y a título orientativo, resultará útil clasificarlos en dos grandes grupos:

a) Retos derivados del peculiar modo de acceso a, y presentación de, lo real -en este caso el fenómeno de la vida- por parte de la astrobiología como consecuencia de los revolucionarios orígenes de las ciencias que la integran, tal y como se mostró en los apartados 1 y 2. Es este un reto de carácter epistémico y epistemológico que involucra cuestiones como el estatuto científico de la astrobiología o la validez, fiabilidad y peculiaridad de sus técnicas y métodos. Sugerimos como posible punto de partida para abordar este asunto la teoría de la Meta-Técnica elaborada por el Dr. Ernesto Mayz Vallenilla. En cualquier caso, como ya se habrá advertido, estos retos no son exclusivos de la astrobiología, sino comunes a cualquier disciplina de conocimiento.3

b) Retos derivados de los fines y objetivos propios de la astrobiología y, por tanto, exclusivos de la misma. Estos retos podrían agruparse bajo la categoría de crisis del biogeocentrismo. Llamamos biogeocentrismo a lo que el Dr. Julián Chela Flores denomina “biocentrismo”, es decir, “la doctrina que atribuye un carácter único a la evolución biológica que ha tenido lugar en la Tierra, desde una bacteria hasta los seres humanos”4. Desde esta perspectiva, el calado de este nuevo reto es comparable al que en su momento tuvieron los de Galileo (crisis del geocentrismo) y Darwin (crisis del antropocentrismo), ya que la revisión del término “vida” a la luz de los descubrimientos de la astrobiología conllevará, muy probablemente, la reconsideración del puesto de la vida humana, y el de la humanidad, en el universo.

En efecto, Copérnico y Galileo pusieron fin al geocentrismo y Darwin sentó las bases para superar el antropocentrismo. Lo realmente significativo para nuestra argumentación es que sus respectivas aportaciones científicas en astronomía y biología, además de transformar los conocimientos científicos de su época, contribuyeron a cambiar radicalmente nuestra concepción del universo, del hombre y de su puesto en él, lo que se reflejó en profundos cambios culturales y sociales que influyeron decisivamente en la configuración y articulación de nuestro mundo y forma de vida actuales.

El biogeocentrismo, como el geocentrismo y el antropocentrismo, ha constituido secularmente una de las claves explicativas de la cultura occidental. Pero mientras que el geocentrismo y el antropocentrismo han quedado atrás el biocentrismo continúa vigente como forma de entender, comprender, valorar y explicar el universo, la vida y la humanidad, siendo uno de los pilares de nuestra actual “concepción del mundo” (Weltanschauung, Dilthey). Ciertamente, es un hecho que hasta el presente no se han hallado pruebas irrefutables de la existencia de vida fuera de la Tierra, pero no es menos verdad que la ausencia de prueba de vida extraterrestre no equivale sin más a la prueba de su inexistencia. Esta verdad lógica, junto con las crecientes y espectaculares contribuciones de la astrobiología al conocimiento de la vida, nos permiten concebir fundadamente la posibilidad de una futura -y quizás no muy lejana- aportación científica que, como las de Galileo y Darwin en su momento, haga historia no sólo por sus implicaciones científicas y tecnológicas sino también, y sobre todo, por sus nuevas y revolucionarias consecuencias para los demás aspectos de la cultura y sociedad humanas (filosofía, arte, religión, política, literatura...).

Desde esta perspectiva no es descabellado considerar el biogeocentrismo como una de las grandes barreras para el progreso humano ya que, al igual que el geocentrismo y el antropocentrismo en su momento, actualmente el biogeocentrismo estaría dificultando la elaboración por parte de la humanidad de una imagen más adecuada de sí misma y, por tanto, una comprensión más ajustada de su verdadero lugar en el universo y del nuevo tipo de responsabilidades de ello derivadas. Además, si, en términos generales, un conocimiento más correcto contribuye a aumentar las posibilidades de supervivencia, descubrir la verdad sobre el biogeocentrismo habrá de favorecer la de la humanidad como especie.

De todo lo anterior se sigue lo adecuada y responsable que resultará la tarea de profundizar en el análisis del papel del biogeocentrismo como elemento configurador de los numerosos y complejos aspectos que constituyen las actuales culturas y sociedades humanas ya que ello, entre otras cosas, favorecerá la comprensión del carácter y profundidad de los cambios e implicaciones que generaría su eventual caída. Este aspecto resulta especialmente útil a una labor de prospectiva encaminada a la elaboración de modelos que permitan afrontar con mayor agilidad y eficacia los futuros impactos en este ámbito. En este sentido, si bien no corresponde a las disciplinas y ciencias humanas probar la falsedad del biocentrismo, sino a la ciencia astrobiológica, sí es responsabilidad de los filósofos y humanistas, en cambio, ejercer y fomentar la reflexión que facilite la comprensión y asimilación por parte de la humanidad en su conjunto del sentido de las implicaciones y consecuencias que un eventual éxito de la astrobiología en su objetivo de hallar vida extraterrestre, actual o pasada, microscópica o no, tendría sobre la culturas y sociedades humanas.

Así, por ejemplo, uno de estos previsibles desafíos será el de carácter ético, y ello a varios niveles: 1) vida microscópica, 2) vida macroscópica y 3) vida “personal”.

El nivel 1 contempla, por un lado, cuestiones implicadas por el aterrizaje de naves espaciales terrestres en otros cuerpos del sistema solar y, por otro, las concernientes al retorno de naves exploratorias portadoras de posibles muestras biológicas extraterrestres para su análisis en la Tierra. En ambos casos existe el riesgo de contaminación planetaria por microorganismos y el consiguiente peligro para la integridad de formas de vida y ecosistemas originarios, incluido el terrestre. Estos riesgos son reales: el primero de los supuestos es muy probable que ya haya sucedido a tenor, entre otros, del incidente de la sonda lunar Surveyor 3, que en 1967 transportó accidentalmente microorganismos terrestres hasta nuestro satélite natural, los cuales estuvieron sobreviviendo en tan inhóspito medio hasta que, en 1969, la misión Apolo 12 los trajo de regreso a la Tierra, también inopinadamente, junto con la cámara de la sonda de la misión anterior; el segundo, comenzará a serlo con la traída de muestras marcianas y otros cuerpos celestes dentro de unos pocos años. Estas razones han llevado al Comité de Investigaciones Espaciales (COSPAR) a estimar diversos niveles de riesgo, y algunos autores hablan ya de la necesidad de una “ética cosmocéntrica”5.

En el nivel 2, los retos éticos son mayores ante la posibilidad de hallar formas de vida extraterrestres sintientes, e incluso altamente inteligentes, equivalentes a lo que serían los animales superiores no humanos de la Tierra.

En el nivel 3, el reto sería superlativo pues contemplaría aspectos derivados de un improbable, aunque no imposible, contacto -no necesariamente físico- con formas de vida poseedoras de lo que denominaremos “dignidad de persona”. Considerar tales formas vivientes como humanas probablemente sería inadecuado desde un punto de vista científico, ya que, de existir, habrán surgido y evolucionado en entornos distintos/diferentes del nuestro. Si este supuesto se diera, una posible solución pasaría por la revisión del concepto “persona” para hacerlo extensivo a seres diferentes -poco o mucho- biológicamente de los humanos pero poseedores de características intelectuales, mentales, sentimentales y comportamentales conferidoras de tal categoría.

Como se habrá advertido, la astrobiología incide inevitablemente en el debate filosófico entre una concepción ética biocéntrica del mundo y otra antropocéntrica, abriéndolo a una nueva dimensión y, quizá, a su posible superación mediante la aportación de datos objetivos.

Otro tipos de retos provendrían del interés de la astrobiología por el destino de la vida en el universo y la posibilidad tecno-científica de alterar radicalmente las condiciones ambientales naturales de otros cuerpos estelares para asemejarlas a las de la Tierra -proceso de terraformación- posibilitando así la expansión de la humanidad hacia ellos, tal y como se proyecta hacer con la Luna o Marte. (INDICE) 4. Conclusiones

No es objetivo del presente escrito elaborar un listado completo de los posibles impactos y retos de la astrobiología para nuestra cultura, ni su análisis exhaustivo (nada se ha dicho de las posibles implicaciones teológicas, religiosas o artísticas), sino llamar la atención de filósofos y humanistas en general sobre la astrobiología como ciencia emergente, de modo que se sientan animados a elaborar pensamientos rigurosos sobre sus implicaciones tanto para sus respectivos campos del saber como para la sociedad y la cultura humanas en su conjunto. Los retos señalados en este trabajo son tan sólo algunos de los muchos y diversos que para las culturas y sociedades humanas implica la ciencia astrobiológica, y que hacen que los propios astrobiólogos reclamen ya la aproximación y el diálogo crítico entre su ciencia y las disciplinas humanas, principalmente la filosofía, a fin de comprender, prever, analizar y asumir dichos impactos sobre la vida humana y sus diversas formas de expresión: sociedad, cultura, pensamiento, religión, arte...6.

La capacidad de la astrobiología para hacer que la humanidad reajuste la imagen que tiene de sí misma y, en consecuencia, la de su lugar en el universo, permite esperar que esta tecno-ciencia contribuya al progreso de aquella en un sentido más amplio que el puramente económico, es decir, a un progreso integral que incluya también los ámbitos social y cultural, de forma que nos ayude a superar exitosamente la crítica situación actual a la que nos ha conducido nuestra condición de especie cuya capacidad de supervivencia radica en el desarrollo tecnológico.

Todo lo dicho justifica y hace necesaria una tarea responsable y eficaz de reflexión y prospectiva sobre el particular, lo que exige estrechar y acrecentar la colaboración entre la astrobiología y las humanidades. Desde esta perspectiva, parece lógico pensar que la obtención del máximo rendimiento de dicha colaboración pase, entre otras cosas, por dotar a los humanistas interesados de una formación astrobiológica básica que les capacite para comprender mejor la naturaleza e implicaciones de los desarrollos y resultados de esta revolucionaria ciencia emergente, a la vez que garantizar una formación filosófico-humanística mínima de los astrobiólogos la cual les facilite la tarea de advertir críticamente tanto determinados aspectos meta-científicos de su disciplina -presupuestos teóricos, límites epistemológicos, condicionantes epistémicos... -, como la trascendencia histórica de su peculiar labor científica y su papel en el progreso humano.

Sin embargo, ni el tipo de cuestiones aquí expuestas, ni su planteamiento, gozan aún en nuestro país de la atención y el relieve académicos que consideramos merecen, al contrario de lo que sucede en otros países de nuestro entorno cultural, y ello a pesar de contar con la proximidad del prestigioso e internacionalmente reconocido Centro de Astrobiología (CAB).7 Finalmente, invitamos a quienes consideran las cuestiones aquí expuestas secundarias frente al dolor y los conflictos de todo tipo que atormentan al género humano a reflexionar sobre el hecho de que la astrobiología, si bien emergente, es una ciencia operativa cuyas implicaciones y desafíos, quiérase que no, forman ya parte de nuestro mundo, de modo que ignorarlos, negarlos o minusvalorarlos sólo contribuirá a aumentar las diferencias sociales, culturales y económicas entre países, así como el desconcierto y la desorientación dentro de las sociedades “desarrolladas”, especialmente cuando éstos son aprovechados, fomentados y explotados para sus pintorescos y hasta peligrosos fines por individuos fanáticos y grupos de sectarios de la más diversa índole y condición. (INDICE) 1Cf. NASA, About NAI: Astrobiology: Bridging the Physical and Life Sciences http://nai.arc.nasa.gov/institute/about_nai.cfm 2CHELA FLORES, J., ?Marco cultural de la astrobiolog?a?, Letras de Deusto (Universidad de Deusto, Bilbao), vol. 33, n? 98 (2003), p. 207. 3Esta teor?a del profesor Mayz se halla sistematizada en su obra Fundamentos de la Meta-T?cnica (Gedisa, Barcelona, 1993). Sobre sus implicaciones para la ciencia astrobiol?gica en particular, cf. MAYZ VALLENILLA, E., ?Astrof?sica y Meta-T?cnica?, Letras de Deusto (Universidad de Deusto, Bilbao), vol. 33, n? 98 (2003), pp. 217-224. 4CHELA FLORES, J., op. cit., 214. Nuestra preferencia por el t?rmino biogeocentrismo, en lugar del de biocentrismo, se debe a la intenci?n de evitar confusiones terminol?gicas, principalmente con el biocentrismo como posici?n ?tica enfrentada al antropocentrismo en el debate filos?fico suscitado por las ?ticas medioambientalistas. Hemos desarrollado este punto en ?Astrobiology and Biocentrism?, (Serie Celular Origin and Life in Extreme Habitats (COLE), Dordrecht: Kluwer Academic Publishers, 2004. En prensa). 5LUPISELLA, M.; LOGSDON, J., Do we need a Cosmocentric Ethic?, Congreso de la Federaci?n Internacional de Astron?utica (IAF), 1997. Versi?n electr?nica: http://www.wffnasa.gov/~code584/projects/mlupisella/pdf/do_we_need

_a_cosmo_ ethic.pdf 6Sobre este particular, v?ase a t?tulo de ejemplo lo afirmado en dos importantes obras de astrobiolog?a publicadas recientemente en Espa?a: ?El estudio del origen y evoluci?n de la vida es claramente multidisciplinar, implicando a todas las Ciencias de la Naturaleza y la Filosof?a, (...). A lo largo de esta obra esperamos acercar al lector las diferentes propuestas sobre la conexi?n entre estas disciplinas? (V?ZQUEZ ABELEDO, M.; MART?N GUERRERO DE ESCALANTE, E., La b?squeda de vida extraterrestre (McGraw-Hill/Interamericana de Espa?a, Madrid, 1999), 1); ?Como tal, la exobiolog?a descansa sobre la intersecci?n de ?reas tan tradicionales como la geolog?a, la astronom?a, la ciencia planetaria, la qu?mica y la biolog?a. Se trata, por tanto, de una rama interdisciplinar que toca todos los aspectos de la ciencia. Y, dadas las implicaciones de los resultados arrojados por la b?squeda de vida extraterrestre, tambi?n guarda relaci?n con cuestiones que por lo general conciernen a la filosof?a, la teolog?a y otros campos del saber que no suelen formar parte de las ciencias naturales? (JAKOSKY, B., La b?squeda de vida en otros planetas (Cambridge University Press, Madrid, 1999), 14); ?La posibilidad de que haya vida en alg?n otro lugar del Sistema Solar o del universo constituye una de las cuestiones m?s profundas que podemos plantearnos. Sea cual sea la respuesta a tal pregunta (la presencia o la ausencia de vida en otra parte), afectar? de manera espectacular a nuestra concepci?n del mundo y del lugar que ocupamos en ?l. El hallazgo de un solo ejemplo de vida elemental en otro mundo bastar? para comunicarnos que el surgimiento de la vida no es exclusivo de la Tierra y no podremos por menos que preguntarnos si existe vida inteligente m?s avanzada o m?s sofisticada que la nuestra. En tal caso nos plantearemos si los caminos que hemos elegido como sociedad son o no los m?s adecuados. De hecho, el descubrimiento de que no estamos solos en nuestra existencia nos deparar?a toda una experiencia de humildad. Por otra parte, si no encontr?ramos ninguna prueba de que haya otras formas de vida, contemplar?amos la Tierra y todos sus habitantes como un fen?meno excepcional, ubicado en un plano exclusivo en el seno del vasto universo? (ibidem, 11); ?Gran parte de los temas expuestos en este libro se centran en la capacidad que posee la vida m?s simple para emerger y existir. Nuestro rastreo del universo cuenta con escasas posibilidades de encontrar seres inteligentes o avanzados puesto que apenas existen probabilidades de que en otro lugar se haya desarrollado vida inteligente. Pero esto no resta trascendencia al hecho de localizar vida de otros tipos: desde un punto de vista filos?fico, el hallazgo de cualquier forma de vida posee una relevancia id?ntica a la detecci?n de vida inteligente. Con ello tambi?n quedar?a demostrado que la vida se encuentra diseminada por todo el universo, y no concentrada en uno solo de sus mundos? (ibid., 15-16). 7En 1999 el gobierno espa?ol cre? el Centro de Astrobiolog?a (CAB), un Organismo P?blico de Investigaci?n (OPI), que cuenta con la participaci?n del Consejo Superior de Investigaciones Cient?ficas (CSIC). En 2000, el CAB obtuvo el estatus de asociado al Instituto de Astrobiolog?a de la NASA, siendo el primero, y el ?nico en el mundo hasta el momento, en poseer dicha condici?n. Con el CAB, cuyas instalaciones se hallan ubicadas en el Campus del Instituto de T?cnica Aeroespacial (INTA) en Torrej?n de Ardoz (Madrid), Espa?a se ha situado a la vanguardia de la astrobiolog?a. Menu GAIAK Inicio > EM 253 > Gaiak -->

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