251 Zenbakia 2004-04-23 / 2004-04-30
Es muy interesante comprobar que por los siglos que tenemos de existir sobre la Tierra, por todas las vicisitudes por las que hemos transitado y salido airosos en la mayoría de los casos y por el hecho de habernos logrado conservar como nosotros mismos a través del tiempo, los vascos hemos logrado fortalecernos como lo que somos y superar, hasta ahora, todos los intentos de borrarnos de la historia. Incluso ha sucedido que cuando inmigrantes o invasores procedentes de otras latitudes se han quedado en nuestro suelo han sido progresivamente absorbidos totalmente por nuestro entorno y han terminado convirtiéndose en otros más de nosotros en vez de lograr desnaturalizarnos. En esto la unidad ha jugado un papel de primera importancia.
Cuando se vive fuera de Euskal Herria y más aún cuando se ha nacido lejos de él pero se lleva en las venas la sangre vasca, uno siente que es vasco aunque no por eso deje de amar, comprender y defender la tierra en que haya nacido y esto es también parte de nuestra especial y en ocasiones paradójica forma de ser y de sentir que nos hace tan adaptables al medio en que nos encontremos y tan distintos a otros pueblos en muchos aspectos.
Aquí en América, por ejemplo, a veces siente uno que en ciertos detalles piensa y reacciona de manera diferente al resto de la gente y lo toma como algo normal pero cuando encuentra a otra persona que actúa igual y resulta que lleva entre sus apellidos un Aguirre, un Ochoa, un Arzate o cualquier otro apellido vasco, comprende la razón de su propio proceder y entiende mejor su propia realidad y la de esa persona. Es la clásica identificación de los iguales entre sí.
Una costumbre que practico casi como un deporte es remover sus genes a quienes tienen algún origen vasco: “¿Sabes de qué origen es tu apellido? –Algunos lo saben pero otros no tienen la menor idea- ¿Conoces su significado?” Rara vez lo conocen pero de ahí se sigue una interesante charla de identificación mutua en la que hasta ahora no he encontrado a nadie que no manifieste orgullo y satisfacción de llevar una gota o muchos litros de sangre vasca y encuentre explicación a muchas de sus actitudes e ideas, a sus atavismos, a su propio etorki.
En estos mismos espacios he relatado en un trabajo anterior el caso de un seminarista de apellido Jáuregui, nacido en un pueblo de Los Altos de Jalisco, México, que no sabía que tenía origen vasco a pesar de su apariencia física que era la del baserritarra más característico y a quien le molestaba mucho lo que estaba pasando con los etarras presos cuando el famoso proceso de Burgos. Este chico a toda costa quería ir al País Vasco aunque no tenía muy claro para qué. En un providencial viaje a Roma con el Seminario, se les escapó a sus compañeros al arribo a Madrid para marchar a Euskadi y lo detuvo la policía por preguntar cómo llegar al norte, apellidarse Jáuregui y tener tipo vasco, justamente cuando las cosas estaban tan candentes; tuvo que ser rescatado por sus compañeros seminaristas y el propio director de la institución, que lo andaban buscando. Las cicatrices de la golpiza que le propinaron los policías todavía no se le borran de su cabeza y las muestra con orgullo.
Otro caso interesante es el de un amigo mío que tiene su origen vasco sólo por línea materna y como de cuarta generación: se apellida Barba Urrutia y desde que descubrió sus raíces encontró también la razón de su inclinación por Euskadi, al igual que sus hermanos –todos con pinta de aizkolaris-, se las ingenió para aprender euskera y todos sus hijos tienen nombres vascos, no falla a celebraciones del Centro Vasco de la ciudad de México y tiene muchos amigos en nuestra comunidad. Es, de hecho, un vasco más que habría que tomar en cuenta cuando logremos unir a todos los que andamos en la diáspora.
No hay que ignorar que también puede haber gente con apellido vasco sin tener este origen por haber sido objeto de una adopción o descender de antiguos trabajadores de predios rurales propiedad de vascos, que tenían la costumbre de dar su apellido a quienes trabajaban para ellos y aun éstos también se identifican, a veces, con lo nuestro, aunque sólo sea emocionalmente.
En prácticamente todo México puede uno encontrarse gente con orígenes parciales o totales vascos, especialmente en algunos lugares del Occidente y Norte del país pero un caso que es de llamar la atención es el de la ciudad de Morelia, antigua Valladolid, capital del estado de Michoacán, en cuya fundación en 1541 intervinieron algunos vascos con sus familias y no sólo permanecieron en el lugar sino que continuaron recibiendo a otros familiares procedentes de Euskal Herria hasta poco antes de la Independencia y aun después de consumada ésta, como los Ansorena, Arriaga, Iturbide, Zubiaga, Garagorri y una larguísima lista con la que se podría llenar una guía telefónica. Estas familias fueron mezclándose entre ellas y actualmente es común encontrar apellidos como Ibarrola Arriaga, Acha y Abarca, Ochoa Garibay, Orobio y Jáuregui, Ulibarri y Mendieta, Uriarte Arbide y Buitrón Arriola, hasta llenar una lista enorme, junto con apellidos Urquiza, Alzúa , Lejarza, Eguía, Goitia, Urueña, Elorza, Munguía, Larragoiti, Larrauri, Ochoa, Olaciregui, además de otra lista plena de apellidos dobles alaveses como Ortiz de Ayala, Ortiz de Zárate, López de Anda, López de Gorbea y así largamente. Y aquí sí puede asegurarse que casi todos conocen sus orígenes, saben cómo son sus blasones familiares y además poseen el carácter y aun el físico vasco. Morelia es como una sucursal de Euskal Herria por lo menos en lo que a su gente de prosapia se refiere, pues como ciudad es diferente.
Por cierto, conversando en una ocasión con un antiguo amigo, ya finado, Pepe Cobián Iturbide, descendiente del libertador y primer emperador de México, Agustín de Iturbide y Aramburu, me proporcionó la copia de una probanza de este ilustre personaje de la historia, en la que se puede leer lo siguiente respecto a su linaje:
“Navarro. Tuvo su casa solariega en el lugar de Irasarri, de la Baja Navarra. Caballeros de este linaje pasaron a la Villa de Peralta y a la ciudad de Calahorra y de ahí a América”.
Luego viene la descripción del escudo, que no tiene caso reproducir, y más adelante continúa:
“La primitiva casa solar de Iturbide estuvo situada en el lugar de Irazarri, en la Baja Navarra. El día 3 de septiembre de 1658, D. Juanes de Iturbide, certificó legalmente ser hijo legítimo del señor de la Casa Solariega de Iturbide, cuyos moradores han sido tenidos en todo tiempo como hidalgos, cristianos viejos, asiento y entierro señalados en la Iglesia Parroquial de dicha tierra, con uso y costumbre de privilegio antiguo e ser jueces del lugar de Irazarri”.
Luego sigue la genealogía hasta llegar a Don José Joaquín de Iturbide y Arregui, padre de Agustín de Iturbide y de quien dice que fue “Regidor honorario del Estado Noble de Navarra y Perpetuo del Muy Ilustre Ayuntamiento de Valladolid de Michoacán. Nació en la Villa de Peralta el 6 de enero de 1639” y luego continúa una extensa descripción de dicha genealogía llena de apellidos como Plancarte, Lasa, Huarte, Ortiz de Ayala y otros muchos más.
En el Occidente de México, partiendo de Guadalajara hacia el Norte y Noroeste, encuentra uno apellidos como Orozco –uno de los más comunes-, Aguirre, Anguiano, Ibarra, Ochoa, Sainz, Arzate, Urrutia, Echaniz, Iberri, Echegaray, Arechiga, Astiazarán, Zazueta, Gaxiola, Uribe, Galindo, Lanzagorta, Echauri y hacia el Centro, Sur y Sureste del país abundan también gran variedad de apellidos euskaldunes entre los cuales hay algunos que incluso en el País Vasco ya han desaparecido y que por aquí se han conservado, según me hacía notar alguna vez el genealogista navarro Jesús de Garritz, quien dedicó muchos años a estudiar este fenómeno. Por cierto, en el Noreste de México, en la zona llamada Huasteca, dentro del estado de San Luis Potosí, existe un lugar llamado San Jerónimo, que fue fundado en el Siglo XVI por soldados vizcaínos que desertaron de las fuerzas de Pánfilo de Narváez cuando éste fue enviado a perseguir a Hernán Cortés y fue derrotado por éste. Esos soldados se fueron a esa región y al fundar el pueblo lo hicieron de acuerdo con sus costumbres y le dieron el carácter de las localidades de Euskal Herria, luego llevaron a sus familias y procuraron conservarse vascos, lo cual lograron por muchos años. No he conocido el lugar pero en los años 50 conocí a unos nativos del pueblo apellidados Aguirre, que no negaban la cruz de su parroquia, como se dice coloquialmente. Ya haremos algún día un reportaje sobre San Jerónimo y su historia.
Sería de capital importancia por su trascendencia que, aprovechando esas condiciones, todos los vascos por nacimiento, origen o aun sólo por simpatía e identificación, que andamos dispersos por el mundo y especialmente en América, logremos enlazarnos y unirnos, como se ha propuesto en la reciente reunión de Comunidades Vascas para reforzarnos y marchar juntos en pos de nuestros propósitos comunes, todos vascos, unos dentro y otros fuera de Euskal Herria y que no nos pase como lo que en son de broma y desde luego con cierta exageración criticaba otro amigo mío periodista, de los campeonatos mundiales de pelota vasca: “Ahora, Salsamendi y Urrengoechea, azules, representando a Japón, contenderán contra la pareja representativa de Estados Unidos, Otaduy y Arroitajauregui, rojos; los que ganen se enfrentarán a los brasileños Arizcorreta y Undabeitia y posteriormente tendremos un partido de exhibición de trinquete a cargo de la pareja argentina integrada por Azurmendi III y Azcarate contra los australianos Eguia y Zulaica”. Hay que aprovechar nuestra herencia étnica y hacer lo que los judíos, que sin importar en donde nazcan y aunque se reconozcan como ciudadanos de ese lugar, no dejan de ser judíos y de mantenerse unidos en todo el mundo, por aquello de que no hay fuerza sin unión. Elkarterik gabe indarrik ezta. Menu KOSMOPOLITA Aurreko Aleetan Inicio > EM 251 > Kosmopolita -->
2004/04/23-30