234 Zenbakia 2003-12-12 / 2003-12-19

Gaiak

El camino hacia la biblioteca digital

AGIRREAZALDEGI, Teresa

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2003/12/12-19 El camino hacia la biblioteca digital Teresa Agirreazaldegi, miembro del Seminario de Biblioteconomía Joana-Albret y profesora de la UPV/EHU

Jatorrizko bertsioa euskaraz

Es probable que las bibliotecas sean el equipamiento cultural y educativo más antiguo y extendido que existe. En cualquier caso, no todas son del mismo tipo; las hay de diversa índole: las bibliotecas nacionales, por ejemplo, además de albergar la bibliografía de un país, constituyen la base sobre la que se asienta todo el sistema bibliotecario; las bibliotecas públicas, atendiendo al derecho de todos los ciudadanos a conocer la cultura, se encuentran en manos de las instituciones públicas; las bibliotecas universitarias constituyen el pilar de cuantas investigaciones se realizan y de la enseñanza superior; las bibliotecas escolares deberían desempeñar un importante papel en la formación de los estudiantes y en la pedagogía del profesorado. Junto a éstas existen, además, las bibliotecas y servicios de documentación de entidades específicas creados con un determinado fin, así como las bibliotecas y centros de documentación de carácter especializado, bien por estar enfocados hacia una temática concreta, bien por dirigirse a un público muy definido.

Tanto las bibliotecas como los servicios de documentación se cimentan sobre dos pilares, que vienen a ser las colecciones y los servicios. Ambas albergan un riquísimo patrimonio, y, al mismo tiempo, saben adaptarse a las necesidades de los usuarios. El eje central del servicio bibliotecario lo constituye el catálogo o colección de fichas que incluye la descripción, clasificación e indexación de todos y cada uno de los ejemplares, clave fundamental para su búsqueda. Sin duda, el principal propósito y logro de los bibliotecarios del siglo XX ha sido el haber aprobado una normativa encaminada a la consecución de dicho fin. El siguiente paso consistía en informatizar los catálogos. De tal forma, el conjunto de información que antes se recogía en pequeñas cartulinas se ha convertido, al día de hoy, en una base de datos de las referencias. Las redes e Internet ofrecen, además, la posibilidad de consultar tales catálogos a distancia.

Todo lo apuntado, sin embargo, no es más que el principio de una inmensa revolución que se propone fusionar las citadas colecciones con los servicios. Ya en la actualidad, las bibliotecas albergan no sólo libros, diarios y revistas, sino también informes, discos, CD-ROMs, vídeos, disquetes y otra serie de materiales. El mayor de los cambios, sin embargo, se está produciendo en el campo de la digitalización del conocimiento; es decir, en los contenidos que pasarán a gestionarse exclusivamente en formato digital. La idea que relaciona la información con el soporte se está descomponiendo, al igual que la concerniente a una concreta localización física. Este proceso se puede ver muy claramente en el caso de los servicios de documentación de los periódicos, en los que toda la información de la que disponen, así como la mayoría que les llega desde el exterior, es recogida, seleccionada, analizada, almacenada, reutilizada y distribuida en formato digital. Y los servicios de documentación de las radios y televisiones están siguiendo el mismo camino.

Existen numerosas definiciones sobre la biblioteca digital, partiendo de sus características, funciones o componentes. Tramullas propone la siguiente: “[Una biblioteca digital] es un sistema de tratamiento técnico, acceso y transferencia de información digital, estructurado alrededor del ciclo de vida de una colección de documentos digitales, sobre los cuales se ofrecen servicios interactivos de valor añadido para el usuario final”1.

El tema de las bibliotecas digitales ha acaparado la atención de los profesionales terminando por implicarlos, como bien demuestra el sitio web de la prestigiosa federación IFLA (International Federation of Library Associations and Institutions). Ha sido, asimismo, el objeto de estudio de diversos cursos y congresos (el más reciente, Las IV Jornadas sobre Bibliotecas Digitales2, celebradas en Alicante del 10 al 12 de noviembre). También ha despertado el interés de la propia sociedad; basta con echar una mirada a la cantidad de medios y subcategorías de las que constan las secciones Digital Libraries de los conocidos directorios de Internet Yahoo u Open Directory Project (congresos, literatura electrónica, tesis electrónicas, metadatos, entidades, proyectos y colecciones en el primero; y desarrollo de las bibliotecas digitales, archivos de textos digitales, medios de libre adquisición, archivos de publicaciones científicas, y compra de libros-e: publicaciones: digital, en el segundo).

Son muchas las bibliotecas de reciente creación que están formando colecciones de documentos digitales sin disponer de estructura física alguna, y elevado es, asimismo, el número de guías y directorios tanto generales como especializados disponibles en Internet. Las bibliotecas tradicionales, por su parte, han empezado a digitalizar sus patrimonios históricos y a ponerlos en la red, para de tal forma contribuir a su conservación y divulgación. A destacar que incluso algunas conocidas obras literarias carentes de copyright se han sumado al proceso de digitalización, permitiendo de tal modo encontrar en Internet unas bellísimas colecciones (por ejemplo, Gallica; Athena; Biblioteca virtual Miguel de Cervantes; e Internet Public Library: Books).

Detrás de muchos grandiosos proyectos se encuentran bibliotecas nacionales y universidades. Los comienzos de la digitalización hay que situarlos en el anhelo de la comunidad de enseñanza superior de poder consultar revistas científicas. Gracias a la intervención de las grandes empresas editoras y distribuidoras, publicaciones y bases de datos pueden hoy ser consultados tanto en los Intranet de las universidades como en las redes de Internet, y de tal forma obtener el texto íntegro de miles de documentos. El excesivo coste de tales adquisiciones, sin embargo, ha reavivado la polémica. En los foros no deja de reivindicarse la necesidad de que los resultados de las investigaciones sean difundidos a través de medios de libre acceso (open access). En este sentido, notables actores europeos dedicados a la investigación, sobre todo alemanes (Instituto Max Planck y Fundación Alemana para la Investigación) y franceses (CNRS e INSERM), suscribieron el 22 de octubre en Berlín un manifiesto a favor del libre acceso a la información científica y técnica 3. Esta postura es compartida por el ARL (Association of Research Libraries) de los EEUU y por la Institución SPARC (The Scholarly Publishing and Academic Resources Coalition). El proyecto de ley "Public Access to Science Act" presentado en el Congreso norteamericano tiene por objeto incluir los resultados de las investigaciones financiadas con capital público entre los bienes de dominio público.

Como se puede observar, Internet consta esencialmente de contenidos. Y son precisamente los bibliotecarios y documentalistas, junto con otra serie de profesionales, quienes se hacen cargo de gestionar tales cúmulos de información. En estas circunstancias, las bibliotecas se están encaminando hacia un híbrido modelo que gravita sobre un catálogo informatizado, integrado, a su vez, en catálogos colectivos que, por medio de protocolos como el Z39.50, nos conducirán hacia una biblioteca en la que no existan paredes. El catálogo en cuestión proporcionará las debidas referencias y permitirá obtener el texto íntegro de determinados documentos, así como tener acceso al patrimonio particular. A los bibliotecarios les corresponderá, por tanto, organizar y catalogar tales medios, y facilitar el acceso al mundo físico y virtual.

¿Y qué hay de Euskal Herria? A decir verdad, estamos muy atrasados. No tenemos ninguna política bibliotecaria. La situación actual se caracteriza por la dispersión, la falta de planificación, dificultades en lo que respecta a la formación, y escasez de medios.

En primer lugar, tenemos la imperiosa necesidad de disponer de un catálogo colectivo -de incuestionable calidad y editado en las lenguas oficiales de nuestro país- que reúna el patrimonio de las bibliotecas de Euskal Herria. En lo que respecta al plurilingüismo, deberíamos aprovechar las experiencias de las bibliotecas Azkue, Habe, Koldo Mitxelena o Mondragon Unibertsitatea, así como de algunas otras localizadas en el extranjero, como por ejemplo la Bibliothèque Royal de Bélgica.

Otra de las necesidades más apremiantes consiste en formar la bibliografía nacional de Euskal Herria, que recopile todo cuanto se publica en y sobre ella. En vista de que el registro del depósito legal resulta insuficiente, lo más conveniente sería avanzar en la dirección marcada por Joan Mari Torrealdai y Jon Bilbao; es decir, establecer las bases para la investigación y recopilar y difundir los resultados de las mismas. En este sentido, se acusa la falta de proyectos del tipo de Catàleg de Tesis Doctorals de Catalunya (dentro del Ndltd internacional), o la escasa proliferación de iniciativas como, por ejemplo, la base de datos sobre los trabajos de investigación realizados en euskera, elaborada por UEU (Inguma. Euskal Komunitate Zientifikoaren Datu-basea). Consideramos, además, que también nuestras instituciones públicas debieran involucrarse en el proyecto del libre acceso (open access).

Necesitamos colecciones hemerográficas formadas desde la óptica de Euskal Herria, así como proyectos destinados a asegurar su explotación y conservación. También es necesario definir las políticas de digitalización del fondo de las bibliotecas que garanticen la conservación y divulgación de los patrimonios históricos. Sin olvidar que, hoy en día, buena parte de la información discurre exclusivamente por los cauces de Internet, de modo que convendría recurrir, antes de que fuera demasiado tarde, a los conocimientos de la archivística para almacenar todo ese conjunto de información correctamente.

En otro orden de cosas, ya va siendo hora de considerar las bibliotecas públicas como entidades de primer orden de cara a la cultura, la educación y el ocio. Del mismo modo que cabe exigirles que ofrezcan la totalidad de los servicios en bilingüe, que alberguen las colecciones populares y que se mantengan fieles al compromiso que han adquirido con los sectores sociales, se les debe asegurar una suficiente dotación de medios económicos (para comprar colecciones y mejorar las condiciones de trabajo) y técnicos (para que una agencia se haga cargo de las labores de catalogación), así como formación para sus trabajadores.

Mas todo ello nunca llegará a suceder si cada entidad y biblioteca sigue actuando por su propia cuenta. Es primordial crear una -o varias- sólida red entre las bibliotecas, por encima de la cual se sitúe una sólida entidad dotada de autonomía que marque las pautas estratégicas, políticas y técnicas a seguir, y que cuente con suficientes recursos y con la aceptación social. Algunos le llamamos Biblioteca Nacional. Otro factor de máxima relevancia a tener en cuenta para poner fin a la situación actual es la educación. En Euskal Herria no hay estudios universitarios de biblioteconomía, documentación y archivística, por lo que los jóvenes que desean recibir una formación en dichos campos se ven obligados a salir fuera, lo cual ya supone un obstáculo. Pero es que, además, las sinergias que surgen entre los estudios universitarios y las investigaciones nos son absolutamente necesarias para asegurar a los profesionales de las nuevas tecnologías una sólida y continua formación. Basta con echar un vistazo a Cataluña para percatarse de la importancia que este aspecto reviste. 1 Tramullas Saz, Jesús. “Propuestas de concepto y definición de la biblioteca digital”. In III Jornadas de Bibliotecas Digitales (JBIDI 2002). 2JBIDI 2003. Para consultar los informes de las citadas jornadas: III Jornadas de Bibliotecas Digitales. JBIDI 2002 . 3Conference on Open Access to Knowledge in the Sciences and Humanities, 20 - 22 Oct 2003, Berlin. Artículos relacionados