Simón Guimon, un apasionado apóstol euskaldun en la pampa Simón Guimon, un apasionado apóstol euskaldun en la pampa Gonzalo Javier Auza De un lado el padre Simón Guimon, un sacerdote vasco que pasaba los sesenta años y que hacía muy poco tiempo había llegado a América. Del otro, el cacique Catriel, líder de los aborígenes que dominaban el centro de la provincia de Buenos Aires y que aterrorizaban a los blancos de la frontera. Corría el año 1859. La reunión se realizó en territorio bajo dominio pampa, en la inmensidad de la llanura bonaerense, intérprete por medio que seguramente tuvo que descifrar el pobre castellano de este euskaldun que había comenzado a estudiarlo en Buenos Aires . Quizá se escuchaba el canto de algunas torcazas o los pastizales agitados por el viento. En cualquier caso, la situación evidentemente no era relajada. Estaban frente a un poderoso jefe que defendía su gente y su tierra de la llegada de los blancos. Y ellos eran blancos. ¿Qué palabras exactas habrá usado el vasco para intentar convencer al aborigen de que le permitiera visitar sus tolderías y enseñar religión a los niños? ¿La ansiedad lo habrá vencido frente a la trascendencia de una eventual respuesta positiva de Catriel? Como un nuevo Francisco Javier tenía ante sí un mundo pagano inmenso para evangelizar y su ardor lo debía carcomer. Era esa la tercera entrevista que Guimon tenía con el cacique. En la primera sólo habían intercambiado saludos; y en la segunda habían solicitado visitar las tolderías. Mapa de las misiones de los bayoneses en la campaña bonaerense y Uruguay. Fuente: Revista FVD de los Padres Betharramitas (Buenos Aires), Octubre de 1935. Cuentan que nunca intentó el padre Guimon la conversión de un pecador sin conseguirla. Sin embargo, Catriel fue el freno que le puso Dios al esfuerzo de este sacerdote que por donde pasaba dejaba una estela de trabajo abnegado. "No podemos consentir en recibiros, ni siquiera una sola vez, ni siquiera para satisfacer vuestra curiosidad",respondió el jefe aborigen luego de consultar con todos los caciques. Guimon comprendió, entonces, que el límite de su apostolado estaría del otro lado de la frontera con el indio, en la campaña bonaerense dominada por los blancos, entre ellos cantidades de euskaldunes que se arrimaban hasta el borde de la civilización criolla. Atención espiritual de vascos y no vascos Los sacerdotes bayoneses llegados al Río de la Plata el 4 de noviembre de 1856 habían venido a asistir a esos vascos. Y a ellos se dedicaron, especialmente en Buenos Aires, donde se instalaron al llegar y realizaron una obra inmensa que perdura hasta la actualidad. Sin embargo, su impulso apostólico los llevó a extender la acción por fuera de la colectividad vasca. Así, organizaron más de treinta misiones en el transcurso de apenas cinco años, que les permitieron recorrer prácticamente toda la campaña: Dolores, Chascomus y Ranchos en 1857 meses después de su arribo a Argentina ; Luján, Mercedes, Chivilcoy, Navarro, Lobos y Cañuelas, en 1858; Merlo en 1860; Barracas, Avellaneda, Morón y Quilmes, en 1861. Y en los mismos años también misionaron en Uruguay. A partir de 1859 cruzaron la frontera del río Salado que marcaba el límite del territorio seguro para llegar hasta Azul y Tandil. En esa oportunidad gestionaron las entrevistas con Catriel, con el objeto de ir mucho más lejos de donde habían llegado. Los viajes misionales implicaban pasar muchos meses fuera de Buenos Aires. Acostumbraban salir hacia la campaña en otoño (de marzo a junio) y en primavera (de agosto u octubre a enero del año siguiente). Se establecían en las diversas localidades y se quedaba muchos días para poder asistir a los pobladores, administrar los sacramentos, predicar sermones y otras actividades que les llevaban tiempo completo. Arrancaban el día temprano y lo concluían sobre las once de la noche. Ese esfuerzo y dedicación daban sus frutos. Según el testimonio de la curia de Montevideo, en un año de misión habían confirmadoa más de 20.000 personas, confesado a más de 5.000 y habían regularizado 700 matrimonios. Las cifras son enormes para el volumen total de población de la campaña. En esos años Guimon le escribía al superior de la orden, Miguel Garicoitz, en estos términos: "Hay unos 20.000 vascos franceses y españoles. Salvamos seis mil y el resto nos huye. Los que no han perdido la fe vuelven poco a poco". La acción de estos misioneros respondió con creces a las expectativas puestas en su arribo. Y en la ciudad de Buenos Aires fueron un ejemplo para el resto del clero del que se convirtieron en directores espirituales en unas circunstancias en las que había un enorme déficit de sacerdotes y de recursos materiales; y el poder político local no apoyaba la obra de la Iglesia (como sí lo hacía el gobierno de la Confederación de la que Buenos Aires estaba separada con sede en Paraná). El Padre Antonio Domingo Fahy un irlandés que había llegado doce años antes a Buenos Aires y que desarrolló una actividad evangelizadora intensísima antes del arribo de los betharramitas agradecía que vinieran a atender "a esa hermosa raza de gente que desgraciadamente ha sido descuidada durante muchos años"; y agregaba: "están mejor instruidos en su religión los vascos que nuestro pueblo". Dos años después opinaba: "Ultimamente han venido algunos misioneros vasco franceses que valen y que están rindiendo un gran servicio a la religión". El alma de la misión El puntal de todo este accionar era el Padre Simón Guimon, a pesar de que el cargo de superior lo tenía el Padre Diego Barbé. Los otros sacerdotes eran: Juan Harbustan, Luis Larrouy y Pedro Sardoy; acompañados por los hermanos Magendie, Joannés y Fabiano. Colegio San José, la institución más importante creada por los bayoneses en Buenos Aires. Lamentablemente no podemos conocer el rostro de este apóstol euskaldun de la pampa. Sabemos que no era físicamente muy agraciado (se lo apodaba le laid, el feo), pues tenía rasgos toscos, usaba lentes y erapelado. Sólo tenía una potente voz. Tampoco existe una biografía castellana de este sacerdote, que permita sondear detalladamente en su obra (sólo existe una biografía en francés, no editada). Esa es una asignatura pendiente de los estudios vascos y eclesiásticos en Argentina. Sabemos que Guimon era el alma de la misión en este país desde las primeras gestiones realizadas en Europa. Por cierto, buscó personalmente los sacerdotes euskaldunes y gestionó ante el obispo de Baiona que enviara misioneros vascos para atender a los compatriotas sin asistencia espiritual en el Río de la Plata. La idea cuajó con la invitación del obispo de Buenos Aires, Monseñor Mariano José de Escalada y con el concurso del cónsul argentino en Baiona que prestó los medios económicos para el traslado. Naturalmente dotado para realizar una labor de esa envergadura el hecho de emprender ese viaje a los sesenta y tres años lo pinta de cuerpo entero. Su entrega apasionada en Argentina confirma que su corazón ardía. Sus antecedentes eran más que sólidos. Tenía una amplia experiencia como confesor y misionero; y era un sabio conocedor de las almas. Tenia una concepción de la moral que adelantaba por muchos años los modelos imperantes en la época, alejada del jansenismo y del rigorismo y cercana a los corazones. Además tenía la capacidad de hablar frente a la gente de la ciudad y frente a la gente del campo, a cada uno según sus códigos. Desde el mismo momento del embarque convirtió la nave en una parroquia flotante, y así continuó durante los 65 días que duró el viaje. Ya en Argentina, en sólo cinco años de labor, realizó junto a los otros sacerdotes bayoneses una tarea muy destacada en la obra de evangelización y de acción social en este país y en Uruguay. Se entrego hasta el último momento. Un Viernes Santo, mientras impartía el sacramento de la confesión, aparecieron los primeros síntomas de que la vida se le agotaba. Se le practicó inmediatamente una sangría; y al día siguiente volvió a predicary confesar hasta la mañana del domingo de Pascua. Una semana después se le obligó a guardar cama contra su voluntad y ya no volvió a levantarse. El 22 de mayo de 1861 el médico le anunció que le quedaban unas pocas horas de vida. Simón Guimon, con dulzura final, le respondió: "¡Gracias, doctor! ¡Ha llegado por fin el día más hermoso de mi vida!". Bibliografía D'Agostino, Olga M. García de, "Apostolado misionero y docente de los padres bayoneses en Buenos Aires", Archivum, N° XIX (2000), pp.337 351. Alvarez Gila, Oscar, Misiones y misioneros vascos en Hispanoamérica (1820 1960), Bilbao, Labayru Ikastegia, 1998. Anónimo, "Vida y fisonomía de un apóstol. El R.P. Simón Guimon", F.V.D. (octubre de 1935), pp.412 423. Auza, Néstor Tomás, Los católicos argentinos: su experiencia política y social, Buenos Aires, Editorial Claretiana, 1984. Auza, Néstor Tomás, Historia y catolicidad 1869 1910, Buenos Aires, Editorial Docencia, 2001. Auza, Néstor Tomás, "Los laicos en la Iglesia argentina. Contribución a una teología integral", en Bojorge, H., Rovai, J.A., Auza, N.T., Laicado: comunión y misión. Aportes para una nueva evangelización, Buenos Aires, Ediciones Paulinas, 1989, pp. 147 224. Rodríguez Villamil, Vicente M., "Los bayoneses en Argentina", en AAVV, Iglesia e Inmigración en la Argentina. Segundo seminario sobre Iglesia, evangelización e inmigración en la Argentina. Mayo de 1991. Volumen II, recopilado por Néstor Tomás Auza, Buenos Aires, CEMLA, 1994, pp 127 139. Ussher, Santiago M., Cien años de acción católica en la Argentina (1831 1931), Buenos Aires, s/ed., 1957. Gonzalo J. Auza, http://J Auza Euskonews & Media 210. zbk (2003 / 05 / 16 23) Euskomedia: Euskal Kultur Informazio Zerbitzua Eusko Ikaskuntzaren Web Orria
Webgune honek cookieak erabiltzen ditu, propioak zein hirugarrenenak. Hautatu nabigatzeko nahiago duzun cookie aukera. Guztiz desaktibatzea ere hauta dezakezu. Cookie batzuk blokeatu nahi badituzu, egin klik "konfigurazioa" aukeran. "Onartzen dut" botoia sakatuz gero, aipatutako cookieak eta gure cookie politika onartzen duzula adierazten ari zara. Sakatu Irakurri gehiago lotura informazio gehiago lortzeko.