Más de cien años de cine en Euskadi Más de cien años de cine en Euskadi Santiago de Pablo En los últimos años, celebrar conmemoraciones de los primeros cien años del cine (a nivel mundial, nacional o local) ha sido algo habitual, hasta el punto de que se han multiplicado la publicación de libros y la celebración de encuentros y proyecciones al calor de estos centenarios, a veces no exentos de cierta polémica, ya que coincidiendo con algunas de estas conmemoraciones se ha descubierto que algunos de los hechos celebrados estaban mal datados por la historiografía cinematográfica. En Euskal Herria ya podemos hablar, sin embargo, de una historia de más de cien años de cine. Las primeras proyecciones cinematográficas tuvieron lugar en el verano de 1896 en Biarritz, Bilbao y San Sebastián, llegando a Pamplona y Vitoria en el otoño del mismo año. Como han demostrado las recientes investigaciones de Jon Letamendi y Jean Claude Seguin, ya en la primavera de 1897 Antonio Salinas rodó una vista de la plaza de la Virgen Blanca de Vitoria, que constituyen las primeras imágenes de nuestra tierra hechas por un operador vasco. A partir de aquí comenzó una estrecha relación entre el cine y el País Vasco, plasmada en el desarrollo de la exhibición cinematográfica y en películas como Edurne, modista bilbaína (1924), El mayorazgo de Basterretxe (1928) o Euzkadi (1933). Tras el largo túnel del franquismo, en que la película vasca emblemática fue Ama Lur (1968), la transición a la democracia con el ambiente político, social y cultural vasco en plena ebullición permitió una recuperación de la producción propia. En este marco comenzó una casi interminable polémica sobre el concepto de «cine vasco». Para algunos, debía ser un cine exclusivamente en euskera. Para otros, que tenían todavía reciente el ejemplo de Ama Lur, debía hacerse sólo cine documental, contribuyendo así a la «construcción nacional de Euskadi». Muchos pensaban que el cine vasco, aun siendo de ficción, había de centrarseen la historia y la realidad socio política vasca. En parte, esta idea se vio corroborada por el éxito de los primeros largometrajes de Imanol Uribe: El proceso de Burgos y La fuga de Segovia. A partir de la aprobación del Estatuto, las facilidades dadas por las subvenciones del Gobierno Vasco hicieron que en los años siguientes se produjeran un buen número de películas en Euskadi. Fue la época de lo que se llamó quizá con excesivo optimismo «nuevo cine vasco», cuyas máximas cotas fueron Tasio, de Montxo Armendáriz, y La muerte de Mikel, de Imanol Uribe. Con el paso del tiempo, la situación iría cambiando, produciéndose un cierto desencanto. Las siguientes películas no obtuvieron el éxito esperado, la Consejería de Cultura del Gobierno Vasco se enfrentó con determinados cineastas, cambió el sistema de subvenciones a fondo perdido (sustituido por la hoy defenestrada sociedad pública «Euskal Media», e incluso comenzó a ponerse en duda el propio concepto de cine vasco). Hoy, el panorama del cine en Euskadi está mucho más claro. La gran asignatura pendiente sigue siendo conseguir una infraestructura industrial propia y consolidada, y prueba de ello es el éxodo de directores vascos fuera de Euskadi. Sin embargo, ha aumentado el número de películas, los cineastas vascos cosechan éxitos importantes y aparecen nuevos valores. Curiosamente, el cine vasco se encuentra en su mejor momento cuando el propio concepto de «cine vasco» ha caído casi en desuso. Aunque sigue habiendo voces que propugnan la creación de un «lenguaje audiovisual exclusivamente vasco», la mayoría de los cineastas piensan que la diversidad cinematográfica es un valor positivo y que el cine vasco no puede aislarse de las corrientes españolas e internacionales. Montxo Armendáriz declaraba hace algún tiempo que el cine vasco «no tiene mucho sentido. No existe como tal, con una estética y directrices precisas. Hay grandes diferencias entre los vascos que hacemos cine y creo que eso es rico y positivo». JuanmaBajo Ulloa añadía que los cineastas vascos están «más preocupados por la forma, el encuadre y las personas que por nuestro pasado, cultura e ideas políticas». Al fin y al cabo, como afirma el director vitoriano, el cine es «contar historias» y la forma de hacerlo no puede determinarse artificialmente. Es cierto que la calidad de las películas vascas es desigual y queda todavía mucho por hacer, pero después de más de cien años de historia el cine de los directores vascos ha alcanzado la mayoría de edad. Santiago de Pablo es profesor titular de Historia Cotemporánea en la Universidad del País Vasco y autor del libro Cien años de cine en el País Vasco (1896 1995) Copyright ©Eusko Ikaskuntza
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