156 Zenbakia 2002-02-22 / 2002-03-01

Gaiak

Un caso de estudio de la emotividad comunitaria: el juego de la pelota

GONZÁLEZ ABRISKETA, Olatz

Un caso de estudio de la emotividad comunitaria: el juego de la pelota Un caso de estudio de la emotividad comunitaria: el juego de la pelota Olatz González Abrisketa "Una pitada en el frontón es lo más feo que hay". Con esta frase, uno de los pelotaris profesionales de mano más jóvenes del momento respondía a una pregunta formulada por un periodista después de un partido de semifinales del manomanista. En él, parte de sus seguidores habían silbado al pelotari contrario, en el momento en que éste se disponía a sacar. "No han sido más que un grupo de chavales" continuaba. El Juego Vasco de Pelota ha sido tradicionalmente un deporte en el que el apoyo incondicional a uno de los participantes o a un equipo en detrimento de otro, no se ha exteriorizado en la plaza o en el frontón. Durante los partidos se aplaude y estimula con frenéticas ovaciones el "buen juego"; los extensos pelotazos, los enérgicos latigazos a medio frontis que atropellan al contrario, la buena defensa de éste, las dejadas letales, la lucha agónica, la estrategia, el sufrimiento. Se aclama indistintamente a los jugadores, dependiendo claro está de su juego o de su comportamiento, que se censura en caso de considerarse inapropiado. Foto: DIARIO VASCO.COM Sin embargo, en los últimos tiempos estamos asistiendo a un cambio de comportamiento en la grada. Se anima a un pelotari concreto, en ocasiones acompañados por una pancarta y con canciones uniformadas por un grupo extenso. Esto provoca cierta incomodidad en algunos sectores del público que se mantienen fieles a la actitud tradicional pero que en la mayoría de casos son enormemente permisivos con los nuevos comportamientos . Nos preguntamos entonces porqué se ha producido este cambio en el proceder del público en el frontón y qué implicaciones tiene en el modo de entender el espectáculo y la afectividad que éste produce y que puede, quizás, reflejar los valores culturales que estimulan esa corriente de emotividad que recorre la grada. Si tuviéramosque comparar el público tradicional de la pelota con el de otro deporte, lo asemejaríamos sin duda al del tenis, por su ornamental imparcialidad, y sin embargo difiere sustancialmente de la mayoría de públicos incluido el del tenis en su hábito. Con una sonoridad desordenada, similar a la de un mercado, la grada nunca calla. Los comentarios jocosos ajenos al juego se suceden, se expanden los rumores, afloran las cuestiones personales. Añadiendo a esto el transcurrir de la apuesta, a la que se adscriben entre un 20 y un 80 por ciento de los espectadores, dependiendo de la modalidad y de la localidad en que se dispute el partido, y entre 2 y 12 corredores , nos encontramos con un millar de voces que componen una sonoridad enormemente caótica. El tumulto acústico sólo se ordena en los fugaces momentos en los que el juego, la cancha, absorta en sí misma, consigue atraer la atención de toda la grada. Hay un breve instante de silencios entrecortados, exclamaciones y voces de ánimo que terminan con la emoción contenida y comentarios de disgusto, si el tanto acaba en fallo, y de euforia, aplausos y alegría desmedida, si la jugada es terminada magistralmente. Este talante, más allá de estériles juicios de valor, refleja sin duda las disposiciones que un grupo adopta para producir ciertas identificaciones que lo consoliden como tal y que lo relacionen con un carácter propio. En definitiva, es posible dilucidar tras estos comportamientos los valores de los que el grupo se dota en un momento determinado y que lo identifican como tal. Estos valores clave, al menos desde nuestra hipótesis, cambian y lo nuevo se incorpora como si fuera algo intrínseco a la propia idiosincrasia del grupo. O sea, más que un carácter propio podemos hablar de la apropiación de un carácter, un carácter que a pesar de sus modificaciones en ocasiones contradictorias permite dar la sensación de homogeneidad que el grupo necesita para que la identificación sea eficaz y por tanto el estar juntos posible.Michel Maffesoli sostiene que hay momentos en que lo "divino" social toma cuerpo a través de una emoción colectiva que se reconoce en tal o cual tipificación .No vamos a entrar ahora a definir, por manido, el significado del término durkheiniano "lo divino social" y sólo diremos que lo tomamos para este artículo en su simple acepción religadora, que refiere inevitablemente a los lazos afectivos que un grupo social construye para fundar comunidad. Estos dispositivos intangibles son periódicamente accionados y alimentados a través de ciertos rituales que, precisamente por esa disposición emotiva privilegiada, instituyen los valores y el orden comunitario de una cultura concreta, fortaleciendo así el vínculo identitario. Es en esos momentos de afectividad comunitaria, por tanto, cuando el corazón individual bombea los significados culturales transmitidos por ciertas sensaciones contenidas en el ritual y hace posible la acción de un palpitar común. Maffesoli cree que esta fuerza agregativa que supone lo divino social, lo que nos une a la comunidad; se trata menos de un contenido, que es del orden de la fe, que de un continente, es decir, de algo que es matriz común o que sirve de soporte al "estar juntos" . Sin despegarse de la ya tradicional dicotomía entre comunidad predominio de lo empático y sociedad predominio de lo utilitario , reivindica la afectividad como argamasa que, gracias a la proximidad y a la conexión táctil de las que procede, ensambla a los miembros de una colectividad más allá de fines sociales u objetivos prácticos. El estar juntos, una vez conscientes de la precariedad individual y de la consumación de los grandes valores, se convierte en finalidad última de la contemporaneidad. Por ello, el desplazamiento del contenido para ubicarse en el continente, en la potencia del nosotros. Sin embargo, y sin alejarnos demasiado de Maffesoli a este respecto, creemos que es fundamental un contenido, un corpus de valores para que ese continente matrizsea efectivo, active realmente la pulsión del estar juntos. Sin un acuerdo incorporado, no racionalizado sobre lo que es deseable para la imagen del grupo, para la identificación, la emotividad no es posible. Ante ciertos estímulos debemos compartir los mismos sentimientos de alegría, gozo, desgana, aburrimiento, repugnancia etc. para que el ritual consiga fundar comunidad. Teniendo en cuenta esta premisa es más fácil dar cuenta de los altibajos que sufren ciertos acontecimientos. Los rituales fluctúan históricamente, su efectividad varía de un periodo a otro. Hay momentos en los que el ritual no apasiona, queda desligado porque su contenido no se adecua a los nuevos valores que parte del grupo ha incorporado y con los que se identifica. Como consecuencia el continente se pierde, esa fuerza agregativa se debilita y no consigue generar cauces de afectividad entre los miembros, que ya no se identifican unos con otros. Al principio del artículo apuntaba al cambio que se ha producido en la modalidad de mano del Juego de Pelota. Decía que una gran parte de los espectadores que acuden a presenciar un partido de pelota han encontrado en él valores que no estaban presentes anteriormente en ese espacio y que sin embargo han acabado imponiéndose. De esta manera, se ha conseguido que sectores más amplios de población se identifiquen con lo que allí acontece. Varias veces a lo largo de la Historia de la Pelota se ha producido este fenómeno. Ha habido periodos de florecimiento, de adecuación del juego a los valores que el grupo sentía como propios, y periodos de decadencia, de imposibilidad de identificación con aquello que el juego representaba. Momentos calientes, de gran flujo de emotividad y cohesión comunitaria, y momentos fríos, de desmembramiento y de incomunicación entre los actores. Así ocurrió, por ejemplo, con el cambio de estructura en el juego el paso del juego a largo al blé , que nació en la primera mitad del siglo XIX pero que no se impuso hasta finalesde ese siglo; con la incorporación de un elemento nuevo en el espacio de juego la pared izquierda ocurrido en la segunda mitad del XIX; y otro tanto con la invención de la cesta punta a finales del XIX. En la actualidad, con constantes retransmisiones televisivas y un gran seguimiento por parte de los medios, la mano está adquiriendo un protagonismo impensable veinte años atrás. Gente que nunca ha seguido este deporte se está revelando ahora como auténtico pelotazale, comentando en los bares las incidencias de los partidos, el momento de forma de los pelotaris, alguna que otra información extradeportiva sobre el fenómeno etc. El tratamiento que se le está dando a la información sobre la Pelota es similar a la de otros deportes. Se habla de las empresas, de los contratos, de las lesiones de los pelotaris, de las incidencias del juego, y se ofrecen estadísticas detalladas sobre las jugadas y los tiempos del partido. Además, se comenta y escribe también sobre el comportamiento del público; si anima a tal o cual jugador, a favor de quién está la apuesta, cómo varia etc. Esto es reflejo también de lo que ocurre en el frontón. Hemos hablado al principio del tipo de espectador que acoge la Pelota y no vamos a repetirlo pero sí queremos recuperar la frase con la que hemos empezado. "Una pitada en el frontón es lo más feo que hay, no han sido más que un grupo de chavales". Ésta enuncia sin duda el momento en el que se encuentra el público de la Pelota. Se conoce lo que es tradicionalmente propio del espectador pelotazale y como tal lo expresa el pelotari en esta frase. Sin embargo, lo que está ocurriendo es que se están importando los comportamientos de otros deportes, porque ellos también reflejan los valores que están primando en la comunidad que acude al frontón, que nos es más que parte de la sociedad vasca en general, que concurre también en otros recintos deportivos. Hoy en día, en la Pelota se está primando con el omnipresente aplauso el deporte competitivo de ejecuciónracional. Atrás quedo la sacrificada construcción del tanto. Tradicionalmente en Pelota el aplauso era reservado para la buena ejecución del tanto, y se censuraba con gestos o comentarios de reproche el aplaudir un fallo. En la actualidad, en mano, se aplaude la consecución de todos los tantos, sean buena o fallo, puesto que el valor primordial, aquel que mejor refleja la sociedad actual es la búsqueda del triunfo, el ganar por encima de cualquier otra consideración. Por tanto, concluimos que toda acción ritual, para que sea efectiva identitariamente hablando, debe compartir un corpus de valores con la comunidad a la que representa y que esta adecuación entre los valores expresados por el ritual y los participantes en él depende del momento histórico que la comunidad atraviese. La mayor parte de las culturas no son islas, están afectadas por ese "espíritu de la época" que lo inunda todo y que está a su vez cargado de valores. Muchos de ellos traspasan varias culturas, especialmente hoy en día. Es innegable que hay valores propios de la cultura, pero aparecen imbricados también con los propios de la época, que en ciertos momentos son más influyentes que los anteriores. Por tanto, para que sea efectivo, para que provoque emotividad, los valores que el ritual expresa deben adecuarse al momento que atraviesa la cultura concreta. En definitiva, para que la emotividad se produzca creemos fundamental que el ritual exprese una serie de valores con los que la comunidad se identifique. Del mismo modo, consideramos que es esa corriente de afectividad la que posibilita la propia comunidad, puesto que, como explica Eugenio Trías , sólo un suceso pasional, algo que padecemos, nos permite conocer y actuar y es gracias a esa constante acción performativa como la comunidad se funda. Una comunidad que se concentra y celebra a sí misma en aquellos lugares donde aflora la emoción por lo percibido. En el caso estudiado, la Pelota Vasca, el frontón es uno de esos lugares y por tanto esposible, tal y como se ha procurado mostrar con este artículo, identificar en él esos valores e intentar comprender cómo y porqué mutan. (1) Este cambio reseñable de comportamiento se localiza principalmente en la modalidad de mano en Hegoalde, que ha sufrido un avance espectacular en aficionados en parte gracias a las retrasmisiones televisivas. (2) El corredor o artekari es el encargado de casar las apuestas de los espectadores y estipular cuál es el momio apropiado en cada momento. (3) Maffesoli, El Tiempo de las Tribus. ICARIA ed.; Barcelona, 1990: p. 36. (4) Idem, p.82. (5) Se llama "juego a largo" a aquellas modalidades de juego directo, en las que los pelotaris se colocan unos enfrente de otros y se lanzan la pelota alternativamente (como en el tenis). (6) La voz "blé" se refiere al juego de pelota contra pared. Aquel en que dos pelotaris, parejas o tríos juegan alternativamente con la mediación de un muro. (7) Trías, E. Tratado de la Pasión. Ed. Taurus; Madrid, 1984 Olatz González Abrisketa, becaria FPI del Gobierno Vasco Euskonews & Media 156.zbk (2002 / 2 22 / 3 1) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria