Firme recuperación de la rentabilidad del capital en la economía vasca Firme recuperación de la rentabilidad del capital en la economía vasca Alberto En los últimos veinte años se ha Alberdi producido una clara recuperación Larizgoitia de la rentabilidad del capital en el área de la OCDE, desde valores del 15% hasta el entorno del 20%, tendencia que es común a la Unión Europea, que no obstante se mueve en niveles más bajos cercanos al entorno del 15%. La economía española por su parte se sitúa a medio camino entre las cifras de las dos áreas económicas citadas, habiendo alcanzado cifras incluso superiores a la OCDE en los años de fuerte crecimiento de finales de los ochenta. La economía vasca no ha sido ajena a esas tendencias de nuestro entorno económico y por ello una de las conclusiones más destacadas del estudio "Tasa de beneficio, crecimiento económico y distribución de la renta. Una visión postkeynesiana con aplicación a las economías vasca y española en el periodo 1965 1995." (Cuadernos de Azkoaga, nº 10. Eusko Ikaskuntza); es la constatación de la firme recuperación de la rentabilidad del capital desde principios de los ochenta hasta alcanzar niveles similares a los de la economía española. Para valorar en su justa medida esa evolución, hay otra constatación que no es menos importante: ese comportamiento rompe con una tendencia descendente que se registraba invariablemente desde 1965 y que tocó su suelo precisamente en 1981. La crisis de finales de los años setenta no hizo sino agudizar una crisis de rentabilidad que venía gestándose desde hacía quince años antes. Un aspecto igualmente interesante es que, con la excepción del periodo 1977 1981, la crisis de rentabilidad de la economía vasca no se debía a una escasa participación de los beneficios en la renta, sino a una débil productividad del capital. Ha sido la corrección de esa debilidad la que ha permitido la firme recuperación de la rentabilidad, que se ha mantenido en niveles superiores al20% entre 1989 y 1995. Esa baja productividad relativa del capital, estimada con datos macroeconómicos, expresa el mismo fenómeno que la baja rotación de activos puesta de manifiesto en los análisis de la Central de Balances. En ese sentido, no cabe duda de que se ha producido no sólo una reconversión sino una transformación profunda ligada a una mejora de la gestión empresarial. Esa transformación económica nos presenta hoy una economía que tiene una menor relación capital/trabajo, esto es, un menor grado de mecanización, pero que desde 1983, dejando aparte excepciones como la de la aguda recesión de 1993, consigue unas altas tasas de progreso técnico que se cifran entre el 2% y el 4% anual. Aunque 1995 queda ya algo lejano, lo cierto es que la continuidad del crecimiento, las mejoras de gestión ahorradoras de capital y los efectos de la introducción de las nuevas tecnologías nos sitúan ante un escenario favorable. Sin embargo, en los últimos meses las sombras se están enseñoreando del horizonte, en su mayor parte como consecuencia de la inadaptación de las instituciones y las políticas a la nueva economía globalizada. Ahora que parece que se avecinan tiempos de deflación, el déficit público vuelve a ser insustituible como mecanismo de respiración artificial del sistema, justamente cuando el fundamentalismo financiero pretende proscribirlo so pretexto de unas ideas que reflejan la más trasnochada teoría económica. Si a ello añadimos la explosión de la deuda americana cabalgando a lomos de una burbuja especulativa de enormes proporciones, las distorsiones causadas por los movimientos de capitales y crisis de imposible salida como la de Argentina, se comprenderá que los factores institucionales representan un serio riesgo para el inmediato futuro de la economía internacional. Y lo curioso del caso es que, instituciones aparte, la nueva revolución tecnológica proporciona las bases para una nueva onda larga de prosperidad, porque induce aumentos de productividad y unareducción de la relación capital trabajo que inciden positivamente en la tasa de beneficio y pueden poner en marcha un proceso acumulativo de crecimiento. El mismo ser humano que ha creado las condiciones tecnológicas para la prosperidad ha diseñado un marco institucional que puede llevarla al traste, posponiéndola hasta la superación del trance de una severa crisis. Alberto Alberdi Larizgoitia, economista Euskonews & Media 150.zbk (2002/1/11 18) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria
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