134 Zenbakia 2001-09-07 / 2001-09-14

Gaiak

La disputa por Navarra mediante la distinción o unidad de carácter de sus gentes y la afinidad caracterial a ámbitos culturales disgregadores: ¿Una 'Psicología popular navarra', o dos 'mentalidades populares' contrastadas en Navarra?

MARTÍNEZ MAGDALENA, Santiago

La disputa por Navarra mediante la distinción o unidad de carácter de sus gentes y la afinidad caracterial a ámbitos culturales disgregadores: ¿Una "Psicología popular navarra", o dos "mentalidades populares" contrastadas en Navarra? La disputa por Navarra mediante la distinción o unidad de carácter de sus gentes y la afinidad caracterial a ámbitos culturales disgregadores: ¿Una "Psicología popular navarra", o dos "mentalidades populares" contrastadas en Navarra? Santiago Martínez Magdalena Desde que J. Caro Baroja publicara en 1970 su inestimable ensayo "El mito del carácter nacional y su formación con respecto a España", dentro de un amplio programa de crítica a la caracterización del campesinado y en relación con el campesinado vasco navarro, debió entenderse que las perspectivas tradicionales que pretendían definir el carácter de las gentes de Navarra, en nuestro caso, o la manera de designarlas a propósito de sus costumbres sobre todo, estaba harto señalado, y de manera consistente. Sin embargo, sea por la asistematización del pensamiento carobarojiano, sea por la incomodidad que suscitaba, lo cierto es que los estudios posteriores que, de una u otra manera y con uno u otro pretexto, designan a las gentes de Navarra, nos parecen renuentes a abandonar lugares comunes. ¿Puede explicarse esto, acaso, por el arreciamiento del combate ideológico en torno a la explicación histórica y al futuro de Navarra? Pero, de ser así, ¿excusa la pereza intelectual en la designación, siempre contrapuesta, de las gentes de Navarra? Nos parece que no, máxime cuando, además, los derroteros de las ciencias sociales contemporáneas llevan a lugares que Caro Baroja ya vislumbrara. Que Navarra está en disputa es una evidencia, pero no sólo política. Navarra ha experimentado una historia que precisa interpretaciones distintas e inacabadas (más allá del medievalismo académico navarro); Navarra ha sido definida didácticamente mediante una división geográfica que buscaba criterios de "unidaden la diversidad" paisajística y cultural; como se buscaba "unidad religiosa en la diversidad (tenida ésta última por folclórica)"; o, finalmente, como se han buscado criterios parecidos en la definición caracterial de los navarros, etc. Sin embargo, y precisamente por la parcialidad e intencionalidad de la ciencia, estos problemas de definición sobre lo que sea Navarra, acaban por ser, ineludiblemente, políticos. La diferenciación cultural de Navarra ha requerido, evidentemente, y sobre todo, una distinción caracterial, cuya mejor expresión la hallamos en el pensamiento de A. Campión: "El montañés y el ribereño, o ribero, como por aquí le llamamos, parecen dos razas, dos pueblos. En vano el atavismo trabaja, la adaptación triunfa". Y esta diferenciación sólo es posible desde una larga y antiquísima tradición explicativa (la del determinismo geográfico y racial y cultural) que ha sobrepasado incluso la crítica carobarojiana, como dijimos estando argumentada en divisiones anteriores: como es conocido, mientras el montañés es afín al vasco, el ribereño es señalado, desde la pretensión panvasquista, como de origen neto vascón, aunque contaminado por su afinidad aragonesa y castellana (a lo largo, p. ej., de la obra de A. Campión). Históricamente, se habla de una africanización (en relación al elemento judío y árabe) o aragonización (con un sentido más moderno) de la Ribera. Así, leemos desde diferentes perspectivas: "En la ribera participan sus habitantes del carácter de los aragoneses, y aunque menos intransigentes y más cultos, son alegres, expansivos, generosos y más aficionados a divertirse que a trabajar"; "El carácter de los montañeses se parece mucho al de los habitantes de las provincias cercanas... los riberos, contrariamente, a los aragoneses y riojanos"; " Antaño, montañeses y ribereños eran similares; pero hoy, en los del sur, una aridez semítica en relación al pasado judeomusulmán proclama la vecindad de Aragón y Castilla"; " El acercamiento de nuestraRibera a Zaragoza no supone su aragonesización (valga la palabra), como creen muchos de Pamplona y no pocos de Zaragoza; pero indudablemente es un peligro para su desnavarrización, peligro que debe evitarse". Desde una perspectiva regionalista, por el contrario, el montañés es tenido estrictamente por navarro, pese a que las afinidades vascas puedan mantenerse; por otra parte, y de manera similar, la brujería (como elemento de la mentalidad popular), es más un asunto documentado en el norte, y su límite puede trazarse, como en divisiones diversas (mapas biológicos, geográficos y paisajísticos, lingüísticos y culturales, económicos, históricos, religiosos, sociales y jurídicos), mediante una línea imaginaria que pasase por encima de Sangüesa y Lumbier, hasta las Améscoas, al norte de Estella, con focos aislados en Viana y Bargota. Los casos relativos a la Ribera son considerados excepcionales y ligados a los cuentos populares; del mismo modo, las procesiones ribereñas, bien sea por su pintoresquismo o poso medieval barroco, por expresar la fuerza popular, o lo que se quiera, vienen a manifestar asimismo una diferencia geográfica, folclóricamente atribuida y explotada con interés político en una rivalidad entre interpretaciones diferentes de la identidad navarra y ribereña: bien regionalista; o bien queriendo recuperar a la Ribera dentro del entorno vasco en conformidad con el común poso mágico religioso (en la intención de autores como Arellano y Jimeno Jurío). Navarra ha sido descrita, por tanto, y desde diferentes perspectivas, mediante una tensión cultural que la divide en ámbitos de afinidad vasca y castellano aragonesa. Las tramas ideológicas que promueven una u otra vinculación se expresan en la búsqueda de criterios de unión regional o supra regional, imponiendo en uno u otro sentido símbolos que definan el modelo original de Navarra. En esta competición, puede suceder que: A. La diferenciación cultural de la Ribera se alce con una representatividad de la identidadgeneral: autores como J. I. Homobono, contraponiendo la escasa atención general que reciben las romerías del norte respecto de las meridionales, entiende que la dedicada a éstas últimas es explotada (por grupos sociales y políticos que ostentan una definición hegemónica) como expresión canónica o tópica de la cultura navarra. Este autor, además, señala el intento político de imponer los rasgos de identidad ribereña como generales para todo el territorio, ignorando los rasgos vascos de la montaña (calificados como alógenos); esta identidad generalizada por contraste con una alteridad foránea se legitima añade Homobono merced a la asimetría de poder, favorable al colectivo que sustenta esta generalización. Es decir, algunos aspectos culturales, como p. ej. las procesiones de la Ribera o algunas romerías (Ujué o Javier), serían tomadas como símbolos típicos y representativos de toda Navarra, con un sentido de unidad regional (por ejemplo, de unidad por la fe); O puede suceder, por el contrario: B. Que en otro sentido como escribe J. Mª. Jimeno Jurío " el mayor conocimiento de la vida tradicional de la montaña y el desconocimiento de la ribereña tiene una consecuencia lógica, palpable en el momento actual: La valoración de lo noroccidental como quintaesencia de lo vasco", para continuar: "En Navarra está sucediendo que, mientras se habla de respeto a los valores étnicos y culturales de cada región hispana, se avasalla la personalidad regional dentro de nuestro propio territorio, implantando en todo él unas formas unitarias, importadas de la Navarra Húmeda e incluso de Guipúzcoa o de Vizcaya". Lo cierto es que, en numerosas ocasiones, lo típicamente navarro se representa como lo montañés (p. ej., en el modelo de sucesión familiar que criticó Mikelarena Peña), incluso desde perspectivas divergentes: así, p. ej., M. Iribarren cree que hacia el sur de Navarra "lo típico desaparece poco a poco, desplazado por lo universal"; y M. Aranburu, desde la primera perspectiva, insisteen que la Ribera posee una personalidad fuerte y diferenciada (de la aragonesa), pero por lo que comparte con regiones limítrofes (el medio natural) y ser comarca fronteriza, "pierde algo de tipismo y de la individualidad nativa, es decir, montañesa o vasca ... para mantenerse netamente navarra, esencialmente navarra, en sus tendencias, en sus manifestaciones de todo género, en el fondo de su carácter"; O, simplemente, formar parte de una unidad plural, de necesario contrapunto social, económico e historicopolítico, bien de una unidad cultural general, o de una unidad restringida al estatuto regional actual. Lo cierto es que, como vemos: 1. existe una división cultural de Navarra (entre norte y sur o, en resumen, entre Montaña y Ribera), que se explica como contrapunto y contraste; 2. tanto los criterios de unidad regional (donde se explican las diferencias como contraste cultural y variación folclórica) como los de agregación extra provincial (donde las diferencias son explicadas como desnaturalización o contaminación foránea de la cultura original vasca) son difusos y sólo se diferencian en su perspectiva y propósitos políticos; 3. por estas causas, existe en Navarra una disputa o competición por establecer qué símbolos de identidad representan a Navarra: qué paisaje, qué costumbres, qué personalidad...; y con qué criterios de unidad (religiosos, forales) sobre qué proyecto político y entidad territorial (panvasquista, regionalista). Y es que las diferentes tradiciones literarias y científicas que definen qué símbolos identifican a Navarra están trenzadas y explotadas ideológicamente, enfrentándose y compitiendo por la definición de una identidad colectiva, y en cuya disensión suele predominar una de ellas, cambiar, retornar, etc.; en efecto, "cuando en el seno de la propia sociedad existen diferentes definiciones identitarias, su legitimidad o grado de aceptación e imposición depende de la distribución desigual de poder entre los colectivos que las sustentan".La diferenciación cultural interna de Navarra, por lo tanto, o la insistencia en su unidad según la vertebración que se quiera (excusando la diversidad como folclore o detalle enriquecedor), permite y persigue en ocasiones sin menoscabo de esta existencia diferencial la contraposición cultural, el contraste, o la hegemonía. Así, las corrientes de pensamiento y acción políticas pueden imponer o aprovechar distintas interpretaciones históricas de una realidad problemática. Será ésta, precisamente, la cuestión esencial que haya de guiar nuestra travesía intelectual: Navarra como problema . Y así, entre otras teorías de explicación de la diversidad navarra, el determinismo geográfico, racial, histórico o cultural que nutre estas ideas sobre Navarra y sus gentes va a configurar perspectivas encontradas para definir qué es Navarra: unas perspectivas que no son de otra índole que políticas, en cuanto éste ámbito permite recrear fronterizamente la identidad colectiva y el modelo futuro de territorialidad, avenidos ambos a la voluntad de adscripción comunitaria contemporánea que, como es sabido, se amplía y complica hasta horizontes multiculturales y plurilíngües, plurales de espacios y tiempos fragmentarios y siempre cambiantes, admitiendo contradicción, complejidad, participación individual, grupal o colectiva, mediante prueba y cambio, trauma, experimentación, etc. Santiago Martínez Magdalena: E mail: Fotografías: Página web de la Comunidad Foral de Navarra Euskonews & Media 134.zbk (2001 / 9 / 7 14) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria