745 Zenbakia 2019-12-18 / 2020-01-15

KOSMOpolita

La historia de Osés

RECARTE, Sergio

Corría el año 1949 y Argentina alumbraba una etapa de bonanza económica y de implementaciones políticas que habían mejorado notablemente el nivel de vida de los trabajadores. Fue en ese periodo, donde el país podía mostrar los mejores indicadores de equidad de su historia, cuando el navarro Regino Osés Gulina llegó por primera vez a Buenos Aires. No venía solo, lo acompañaba su esposa Francisca Bazán, su pequeña hija Olga, además, una historia de lucha, cárceles y vejaciones y las dudas de cuáles serían sus próximos pasos a seguir.

El desconcierto era entendible. El arribo de los Osés al país había sido fruto del azar y la urgencia en cauterizar heridas y sinsabores sin fin. Desde su exilio en Francia, luego de lograr huir de las garras del franquismo, el destino elegido al otro lado del Atlántico salvador apuntaba hacia Venezuela. Allí Regino tenía amigos y camaradas refugiados dispuestos a echarle una mano y la seguridad de algún trabajo.

Pero los caminos de la vida tienen esas nebulosas que lo hacen imprevisibles. A punto de embarcar la familia se encontró con el inconveniente que Venezuela había cerrado sus fronteras a cal y canto a la llegada de exiliados. La causa: un repentino golpe de Estado militar contra el reciente electo presidente Rómulo Gallegos.

A los pocos meses de haber desembarcado en el puerto de Buenos Aires, se encontraron viviendo en Pilar a 65 kilómetros de la capital de la República, para entonces una pequeña ciudad con un enorme potencial pero aún adormecida en el letargo pampeano. “Yo no sé por qué caí en Pilar, confesaría Regino varía décadas  después a un medio local, podría haber llegado a algún otro lugar. Esperaba quedarme unos años hasta que cayera Franco y poder volver, pero la vida hace con uno lo que quiere…”. Aunque resulte sorprendente, cuando pronunció estas palabras, ya había entrado en un lugar destacado en la historia de Pilar. Como también en la historia y en la memoria de aquellos miles de anónimos luchadores, primero a favor de la República frente a los embates de sectores reaccionarios y luego contra la dictadura franquista.

Por la libertad y la tierra

Regino Osés Gulina llegó al mundo el 14 de febrero de 1914 en Zuriain, una pequeña aldea a escasos kilómetros de Pamplona a orilla del camino a Santiago. Sus padres, Benito de oficio electricista y Gregoria Saturnina Gulina, al año y medio del nacimiento de su hijo, tomaron la decisión de afincarse en Oronoz-Mugaire en el valle de Baztan. Allí Benito había conseguido trabajo en la central de Mugaire, recientemente inaugurada y en unos años de enorme desarrollo de la energía hidráulica con fines industriales, gracias a la cantidad existente de saltos de agua en la navarra septentrional. Con el tiempo Regino, siguió los pasos de su padre y pasó a integrar la plantilla de la sociedad Electra-Puente Marín.

Para entonces y pese a ser muy joven, no le fue indiferente las cuestiones sociales y políticas del momento. Empujado por esos ideales, se introdujo en la lucha sindical afiliándose al PSOE y a la UGT (Unión General de Trabajadores), comenzando una difícil y complicada militancia dentro del entorno comprendido por valle del Baztan, Doneztebe-Santesteban y pueblos vecinos. Este espacio geográfico, precisamente, contaba en esos años con un electorado de mayoría derechista, básicamente carlista y una pequeña y significativa presencia del PNV (Partido Nacionalista Vasco) en pocos pueblos del País del Bidasoa. En cuanto al PSOE, sus adherentes se encontraban en escasos números, en Bertizarana, Baztan y, llamativamente, en la localidad de Urrotz, posiblemente por la presencia de trabajadores procedentes de otros lugares a causa de obras llevadas a cabo en torno a la construcción del embalse de Leurtza.

Tras la caída de la dictadura en enero de 1930, el movimiento ugetista, marcado por el problema agraria y con base estratégica en la fuerza del campo, va a  consolidarse en Navarra, puntualmente entre el campesinado de la Ribera del Ebro y en Pamplona, muy por el contrario de lo que sucedía en las montañas navarras.

 

En el lugar donde residía junto con sus padres y cinco hermanos, Regino se abocó en la tarea de fortalecer los núcleos ugestista, colaborando activamente en la consolidación del sindicalismo socialista en el Baztan, Bertizarana y en las comunidades de Malerreka. De esta manera entabló relación de militancia y amistad con los presidentes de la UGT de Elizondo y Doneztebe-Santesteban, el iruritarra Francisco Olaechea y elgorriagatarra Ramón Zozaya Huici

Durante esa etapa Osés escribió de manera esporádica para el semanario ¡¡Trabajadores!!  órgano oficial de la UGT de Navarra que había hecho su aparición el 9 de marzo de 1931 bajo la dirección de Marcelino Urricelqui Istúriz,  publicación que contaba con 4 páginas habituales y una tirada de 6.000 ejemplares.  El 4 de agosto de 1933 ¡¡Trabajadores!!  ofreció a sus lectores  una nota titulada Regata del Bidasoa, la lucha en la montaña con la firma de Osés. En ella, el joven sindicalista resaltaba, a su juicio, el paulatino crecimiento del sindicalismo socialista en esa zona de Navarra: “A pesar de la intensa campaña que realiza la derecha yendo todas unidas, desde el primer monaguillo hasta el último sacristán del rebaño clerical, La Montaña les vuelve la espalda, y aunque a pasos lentos pero firmes, viene los montañesas a las filas de la U.G.T…”

En otro artículo, y siempre en mismo órgano de prensa, Osés, tras el apodo Martillo, se hizo eco de las duras condiciones laborales de los trabajadores empleados en las obras de ampliación del balneario de aguas termales de Elgorriaga, a escasos dos kilómetros de Doneztebe-Santesteban: “El administrador se pasa todas las leyes laborales por el forro de… ¿Dónde están las autoridades para evitar estos abusos? También consta que han ido obreros a pedir trabajos y no se les ha dado y todo por no haber votado para ellos, a los caciques más caciques”.

Pocas semanas después, un Osés indignadísimo escribió en el mismo semanario una breve glosa como reacción a una nota publicada en el derechista diario El pensamiento Navarra donde un anónimo lector se ufanaba de la reciente clausura de la Casa del Pueblo de Doneztebe-Santesteban: “Ya le hemos dado la puntilla al toro miura de este pueblo”. Osés respondió desde las páginas de ¡¡Trabajadores!! “Pronto llegará el día en que ese miura os embestirá y cómo vais a correr, entonces ya no os acordareis ni de las ánimas ni de Dios. ¡Camarada Adelante! ¡Viva el bloque obrero!

En cuestión, la Casa del Pueblo a la que se hace mención, en realidad era un pequeño local dirigido por dos concejales ugestista y poco más, lo que demuestra la escasa presencia de socialista frente a una abrumadora mayoría derechista. A punto tal, que Regino, con veinte años, debió de ocupar el cargo de presidente de la sección local de la UGT de Doneztebe- Santesteban por un breve periodo.

Y en lo que respecta al cierre del local ugetista, este se dio como consecuencia de una orden emanada por el gobernador civil como represalia a los sucesos revolucionarios de octubre de 1934 alentados por el PSOE en todo el Estado español, aunque en Navarra no hubo incidentes mayores primando la tranquilidad sobre cualquier tipo de disturbios. La orden en cuestión afectó a cerca de setentas Casas del Pueblo existente en diferentes localidades navarras y dentro de un coyuntura política adversas para el sindicalismo socialista dado que la  UGT estaba padeciendo un sensible descenso de afiliados por diferentes motivos.

Uno de ellos, y quizás el principal, era la desazón del campesinado porque la Reforma Agraria en Navarra prácticamente no había podido concretarse a pesar de la voluntad y el empeño de la dirigencia socialista navarra. Se dio el caso que cuando se procede al cierre del local ugestista en Doneztebe, éste ya había sido traslado a la cercana localidad de Mugaire para luego desaparecer definitivamente.

Las escasas adhesiones al ideario socialista y del republicano en el noroeste de Navarra (en 1935 la filial de la UGT en Elizondo contaba con solo 12 afiliados) se irán a revertir sorprendente en las elecciones a Cortes celebrada en febrero de 1936, aunque lejos de los votos obtenidos por el Bloque de Derecha y también de los captados por el Partido Nacionalista Vasco.

Regino Osés, en esos años de intensa agitación política, con las fuerzas de la derecha que no escatimaba recursos y ni métodos violentos contra la República y sus seguidores, tomó la decisión de fijar residencia  en Pamplona abandonando su trabajo en la Central de Mugaire. En la capital navarra, territorio sumamente il a las ideas izquierdistas, la sede ugetista en el N° 5 de la calle de la Merced pasó a ser su segundo hogar. Allí entablaría estrecha amistad con Ricardo Zabalza Elorga nacido en Errazu y recién llegado de Argentina donde había sido director de la escuela Sarmiento de Punta Alta en el extremo sur de la Provincia de Buenos Ares, establecimiento educativo creado en 1921 con el apoyo de los obreros portuarios. En la provincia de Buenos Aires, el baztandarra de Erratzu había adquirido una enorme experiencia en las luchas sociales por mejores condiciones laborales, particularmente para los empleados de las casas de comercio. En los años en que vivió en el país sudamericano Zabalza llegó a ser un personaje referencial dentro de la militancia sindical en el sur bonaerense, destacándose  como un notable orador en los actos culturales impulsados por el flamante Sindicato de Empleados de Comercio de Bahía Blanca.

De regreso a su tierra natal, no tardó en convertirse en un personaje clave en el  ámbito político pero sobre todo en el terreno sindical. No fue extraño, entonces, la admiración que despertó en Regino la calidez humana y la enorme capacidad política y organizativa de Ricardo Zabalza. La amistad de ambos se fue consolidando con el paso del tiempo, continuando aun cuando el de Errazu debió de partir a Madrid para continuar la lucha por la implementación de la Reforma Agraria en todo el Estado español. Por ese camino, no tardó en ser elegido secretario general de la más potente organización campesina, la FETT, Federación Española de Trabajadores de la Tierra. Lamentablemente, Ricardo Zabalza terminaría  sus días fusilado una madrugada de febrero de 1940 en una tapia del cementerio Este de Madrid. Cuatro años antes, su hermano Javier había corrido la misma suerte

La estela de la resistencia

El levantamiento del 18 de julio lo sorprendió a Regino Osés enrolado en el servicio militar en Ceuta, guarnición cuyos altos mandos se habían plegado a la sublevación contra el gobierno de la República. Sin dudas, fueron días de incertidumbres y de enorme agitación. Un sector de la tropa y suboficiales se oponían al golpe de Estado y dentro del cuartel del Batallón de Cazadores del Serrallo Nº 8, hubo un intento de atentar contra la vida de Francisco Franco aprovechando una visita a Ceuta el 19 de julio. Complot que fue desbaratado y sus responsables fusilados o encarcelados en la fortaleza del monte Hacho convertida en penal militar.

En ese marco de resistencia cuartelera, durante las primeras semanas de agosto, Osés, junto a un reducido grupo de soldados y cabos de soldados, redactaron unas cuartillas animado a los soldados a rebelarse contra los jefes golpistas y si las condiciones estaban dadas, pasar a la acción armada. La trama fue rápidamente descubierta y los responsables, encarcelados. En total fueron sumariados 24 personas, cinco de ellas condenadas a la pena de muerte y el resto, entre los que se contaba el joven Regino Osés, sentenciado a reclusión perpetua, salvándose el navarro de ser fusilado por haber negado en todo momento estar involucrado en los hechos pese a las terribles torturas que padeció.  

Luego de estar detenido durante tres meses en penal Del Hacho, Osés fue trasladado a la Prisión Central del Puerto de Santa María en Cádiz saliendo en libertad condicional provisional sin destierro el 9 de julio de 1941, no sin antes  haber tratado dentro de la cárcel organizar el Partido Socialista, para entonces totalmente diezmado luego de la contienda armada y el triunfo de las fuerzas nacionalista.

La extrema dureza de la cárcel y sus secuelas física no amilanó el pequeño cuerpo de Regino. Instalado nuevamente en Pamplona, en un ambiente marcado por el control opresivo del aparato represivo franquista, buscó la forma de continuar la lucha. Por ese camino, pasó a integrar la Alianza Democrática de Navarra formalmente estructurada en la clandestinidad en marzo de 1946 y como oposición frontal al régimen de Franco. Esta organización política la componía el Partido Socialista, Partido Nacionalista Vasco, Unión General de Trabajadores, Confederación Nacional del Trabajo, Partido Marxista Leninista y Solidaridad de Trabajadores Vascos. Entre los acuerdos plasmados se acordó “dar por incorporada Navarra al Estatuto Vasco”, si bien esta determinación habría de ser refrendada en su momento y cuando las circunstancias fueran las adecuadas, por el pueblo navarro. Además, se fijaban como objetivos: derribar el régimen de Franco, devolver a España la República de 1936, así como actuar siempre dentro de las normas democráticas.

Apenas dos meses después de haberse creado la Alianza Democrática de Navarra, trece de sus integrantes fueron detenidos, entre ellos Regino Osés permaneciendo en la cárcel tres meses y soportando la dureza de los interrogatorios. Pero una vez más, la policía nada logró sonsacarle pese a la documentación y propaganda incautada a los detenidos, todas ellas proveniente de Bayona, sede del reciente creado Consejo de Navarra en el exilio. Durante el juicio llevado a cabo en su contra, el juez, al no contar con evidencias palpables para acusarlo de ser parte de la organización clandestina, ordenó la libertad. Una vez más, la resistencia demostrada por Osés en las sesiones de torturas había dado sus frutos.

De todas maneras, la vida de Regino corría serios peligros, la policía estaba tras sus pasos y pendía sobre él un traslado para una ampliación de declaración, nada menos que a la Dirección General de Seguridad de Madrid. Por lo tanto, no le quedó otro camino que cruzar la frontera junto con su esposa, Francisca Bazán y su pequeña hija y emprender, como tantos otros compatriotas, el camino del exilio.  Regino no dudó en buscar el encuentro con José Zabalza, hermano de su gran amigo Ricardo, para entonces estaba asentado en Lourdes junto con su esposa Itziar Gandiaga, después de haber padecido calamidades de todo tipo en tierras galas, tras haber logrado escapar de las fauces franquistas. En esa ciudad ejercía su profesión de odontólogo y pronto su consultorio se transformó en un lugar de encuentro de los refugiados vascos y de base de consultas e informaciones para las búsquedas de oportunidades al otro lado del Atlántico.

Osés escribió de manera esporádica para el semanario ¡¡Trabajadores!!  órgano oficial de la UGT de Navarra.

El prócer local

Fue de ese modo que Osés y su familia recalaron finalmente en Argentina, precisamente en Pilar, en aquellos años un pueblecito de 10 mil habitantes con ocho o diez calles pavimentadas y poco más.

No bien llegó a ese pueblo bonaerense, Regino alquiló un local en el centro de la ciudad, donde funcionaba un bar llamado “La Marta”, ya en decadencia. Osés le cambio el nombre y lo rebautizó “La Alhambra” en honor a la fortaleza mora, último centro político  nazarí del Reino de Granada conquistado por los Reyes Católico. Con la  ayudada de su mujer, el lugar no tardó en ser un punto de cita obligada, con las mesas siempre ocupadas por habituales parroquianos de distintas clases sociales, protagonistas de tertulias inolvidables.

Detrás del mostrador y en esas extensas y dilatadas horas de trabajo, Regino comenzó a pensar qué se podía hacer para el progreso de Pilar resignado a que el regreso a su Navarra natal por el momento era imposible.

Con una fuerza extraordinaria y sin claudicaciones, el vasco se volcó de lleno en la concreción de una sucesión de obras vitales para el crecimiento de aquel pueblito tan cerca de Buenos Aires y a su vez tan lejos  de todos.

En lo inmediato, viendo que Pilar carecía de un colegio secundario y que los jóvenes debían de trasladarse fuera del distrito para continuar sus estudios, Osés no escatimó tiempo y dedicación y al frente de un grupo de vecinos se puso en marcha hasta lograr la meta propuesta. Así fue que el 26 de abril de 1967 abrió sus puertas la Escuela Nacional de Comercio Anexo “Tratado de Pilar”, siendo el vasco el primer presidente de la cooperadora de la institución.

Siempre leal a su espíritu solidario, a  continuación se empeñó en dotar a Pilar de un cuartel de bomberos que tuviera a la altura de las necesidades presente y futura del distrito. Para entonces se había desprendido del bar, aunque éste continúo abierto con el mismo nombre hasta su cierre definitivo en 1993.

Con más libertad de acción y con la tranquilidad de haber logrado reunir un capital suficiente para mantener a su familia, Osés se puso mano a la obra. Y por ese camino, sorteando los numerosos obstáculos y avatares de una economía nacional imprevisible y plagada de incertidumbres, el vasco al fin  vio concretado su sueño. Pilar lucía con orgullo un magnífico edificio de Bomberos Voluntarios y además, como se pudo comprobar con el paso del tiempo, una institución  sólida  y progresista. Institución donde por más de 30 años fue presidente el propio Osés.

Al respecto, hay una anécdota ya incorporada en la historia de la comunidad pilarense que demuestra la firmeza y honestidad de Regino Osés. En los finales y principios de los años setenta, durante los gobiernos militares, los estallidos sociales insurreccionales se dieron con frecuencia en diferentes ciudades del país, como por ejemplo, Córdoba y Rosario. Salvando la diferencia, Pilar contó con su Pilarazo.

“Una vez sola me tocó intervenir en política” –señaló una vez Osés  a un medio local, fue en el “Pilarazo”.  Los hechos sucedieron más o menos así. A principios de la década de 1970 echaron al intendente Nicolás Ruiz Guiñazú. Él quería pavimentar 200 cuadras y llamó a licitación. En ese ínterin cambiaron las autoridades provinciales, y uno de los que licitaban vino recomendado por el gobernador, pero como la suya no fue la mejor propuesta no ganó la licitación. El gobernador, de bronca, lo destituyó y puso a otro que ya había estado, con un mal precedente. A eso le siguió la toma de la municipalidad por el pueblo”.

En cuestión, el llamado “Pilarazo finalizó cuando desde la capital de la provincia, mandaron a un intermediario con la intención de calmar las aguas. Éste inmediatamente convocó a personas y entidades representativas, entre ellas, Bomberos Voluntarios con Regino Osés a la cabeza, quien  le sugirió sin rodeo que debía de retirar a los militares y a la policía, porque lo que estaba sucediendo era solo una cosa civil. Para entonces, alrededor de 5 mil personas se habían reunido en la plaza en un ambiente de suma tensión. El vasco le aseguró al desconcertado intermediario  que en realidad el problema tenía fácil solución y sobre todo, “sin ningún tipo de violencia” y además: “él no trabaja gratis”.

Cuenta Osés que el funcionario público pensó que le estaba pidiendo dinero para su provecho personal, pero no fue así. “Lo que obtuve fue un cheque de la provincia de 6 millones de pesos de entonces que fueron destinados a la finalización de la sede del cuartel de bombero”. Edificio, hay que decirlo, que sirvió luego para albergar la sede de la sucursal del Banco Nación. Otra iniciativa de Osés cuando comprobó que Pilar contaba con una solo una entidad financiera; el banco de la Provincia de Buenos Aires, por supuesto incapaz de cubrir la demanda de los pilarenses a causa del gran aumento de la población.

Con estas acciones a favor de la comunidad y con otras más, Regino Osés se convirtió en un célebre dirigente social y protagonista de acalorados y vehementes discursos resaltando el valor de la honestidad como un bien invalorable. En este sentido existe un ejemplo que lo pinta de cuerpo entero. Durante un almuerzo en la Sociedad de Bomberos Voluntarios celebrado  en 1981 en plena dictadura militar y siendo presidente Regino Osés, éste tomó la palabra. A ambos lados, estaba el saliente intendente, quien llamativamente había permanecido en el cargo pese al golpe de Estado de 1976, y el entrante, enviado por el gobernador de facto de la provincia. El vasco a viva voz y mirando a cada uno de ellos a los ojos, dijo: “Aquí tenemos al que se va y el que se queda…el que se  va… un buen muchacho y al que viene… a él como no lo conocemos decimos que no robe, que sea honesto, necesitamos que Pilar crezca”, todo esto mirándolo a la cara al flamante jefe comunal.

Dentro del contexto de pueblos y ciudades bonaerenses, ciertamente Pilar logró destacarse  por su crecimiento a partir de la creación del Parque Industrial, un emprendimiento privado de enorme envergadura donde se localizan pequeñas y medianas empresas, tanto para el mercado interno como en el internacional. Y cómo no, también en esta iniciativa, que se convirtió con el paso de los años en uno de los agrupamientos industriales más grande América latina, estuvo presente el espíritu visionario de Regino Osés.

En este punto y según cuenta el propio Osés: “todo se gestó durante una reunión, allá por 1972, entre el intendente, el ingeniero civil Meyer Oks y yo. Oks, dueño de dos fábricas, en cuestión manifestó su intención de huir de Buenos Aires y montar un parque industrial alejado de esa gran urbe y que tenía interés en el distrito de Pilar dada su la ubicación estratégica”.

Sin dudarlo, Osés, profundo conocer de cada rincón de la zona, le recomendó una estancia de 200 hectáreas que estaba en venta y así fue como aquel ambicioso proyecto pudo concretarse. Un Parque Industrial que en la actualidad abarca una superficie de 900 hectáreas siendo el principal motor de crecimiento de Pilar.

Regino Osés Gulina falleció el 8 de abril de 2012 y sus restos fueron velados en el salón principal del cuartel central de bomberos de Pilar, en el mismo edificio que levantó con el apoyo de la comunidad y que lo hizo crecer como nadie se hubiera imaginado.

Los últimos años y en la tranquilidad del merecido descanso, lo transcurrió en la compañía de su hija Olga, dedicado a la lectura, a escribir poemas y siempre con el recuerdo constante de su Navarra natal y en los muchos camaradas que compartieron sus ideales a favor de la justicia, la libertad y la igualdad social.

Fuentes:

Majuelo Emilio: La generación del sacrificio: Ricardo Zabalza (1898-1940), editorial Txalaparta, Tafalla, Nafarroa, 2008

Anasagasti Iñaki/ San Sebastián Koldo: Santiago Aznar y la Crisis del Socialismo (1939-1946), Donostia, Eusko Ikaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos), 1988

Virto Ibañez, Juan José: La UGT de Navarra: Algunas aportaciones al estudio del socialismo navarro.

Mikelarena Fernando: Muertes oscuras. Contrabandistas, redes de evasión y asesinatos políticos en el País del Bidasoa, 1936, Pamiela, Arre-Navarra, 2017

Gipuzkoako Foru Aldundia, Atzoko Prentza Digitala, Prensa Histórica Digital, ¡Trabajadores! : órgano de la U.G.T. en Navarra

Archivo Histórico Provincial de Cádiz, prisión Central de El Puerto de Santa María, Catálogo de expedientes de reclusos por rebelión (1936-1955), caja N°29334, expediente n°40.

Pilar a Diario. com: “Murió Regino Osés, un pilarense con vida de prócer”, 8/4/ 2012.

El Diario de Pilar, “Cuando el pueblo de Pilar se convirtió en ciudad”, 12/5/2019

Pilar a Diario.com: “Regino Osés, el vasco con vida de prócer local”, 8/4/2019l,

Majuelo Gil, Emilio: Ricardo Zabalza Elorga, un dirigente obrero de Punta Alta (1921-1929), Cuaderno del Sur-Historia, El Archivo, año VI – N°°15 de mayo 2006.

Diario Resumen. El Anuario de Pilar, 2015.”Al que se va, y al que se viene…”, pag 7


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