Nuestra sociedad después de la crisis aprende lentamente a cambiar. Tan lentamente que parece que no haya aprendido nada. Siguen las instituciones, los valores, las formas de vivir del pasado. La construcción de la nueva cultura recuerda demasiado al pasado reciente. Pero no nos engañemos, de forma inexorable está naciendo una sociedad que impondrá una nueva cultura. Es el momento de construirla nosotros sin intermediarios políticos o económicos, porque la nueva cultura es la cultura social innovadora y ésta es sobre todo una cultura participativa. Está en nuestras manos.1
Los historiadores repiten con frecuencia que a pesar de las fechas que se suponen separan periodos de la vida humana, siempre controvertidas, los cambios culturales se arrastran en periodos de tiempo largo, se producen de forma no uniforme y con distinta intensidad. Así que durante mucho tiempo conviven pasado y futuro dentro del mismo espacio social.
Hemos entrado en la sociedad del conocimiento y hemos dejado atrás la sociedad industrial. La prosperidad de las naciones, las regiones, las empresas y los individuos depende, hoy en día, de su capacidad para navegar por el espacio del conocimiento. Y este es un proceso que se presume participativo. Mientras más personas participen en los procesos de intercambio y creación de conocimiento, mejor para ese colectivo. Exige militar como sujetos cognitivos abiertos, capaces de iniciativa, de imaginación y de reacción rápidas ante problemas u oportunidades. Todo se basa y basará a largo plazo en la flexibilidad y la vitalidad de nuestras redes de producción, de transacción y de intercambio de conocimientos, lo que incluye la educación, las empresas o la resolución de problemas sociales. Nada nos es ajeno.
La cultura social innovadora será la expresión que vamos a utilizar para caracterizar una sociedad en transformación que hace que los individuos se ocupen de su progreso (algún autor ha sugerido que mejor hablar de niveles de humanización) y del progreso colectivo participando en los asuntos sociales que les preocupan e importan. Una sociedad con una buena cultura social innovadora o buenas dosis de capital mental es aquella que permite la productividad de las personas, que libera su potencial creativo y en relación con otros contribuye al bienestar de la sociedad. Cuando una comunidad permite el desarrollo de estas personas afecta a la competitividad pero igualmente a la inclusión y cohesión social.
Nosotros venimos del naufragio de una crisis profunda, la crisis de todo un sistema, pero la sustitución por otra escala de pensamiento no parece evidente. Es verdad que debemos construir un nuevo barco, con las tablas del naufragio anterior parafraseando a Otto Neurath2. Hay partes que recuerdan y son parte de la vieja estructura pero debemos crear una nueva. Hay partes de la vieja estructura que podemos utilizar y otras que debemos desechar.
La primera gran armadura de este entramado que si tenemos que usar es la participación de las personas en los asuntos que les competen. No hay espacio en el que no debamos participar (no necesitamos ser empoderados). Durante mucho tiempo atrás hemos decidido de forma errónea que nos representen en asuntos cruciales y dejado el poder en manos de supuestos líderes que nos han fallado estrepitosamente.
La participación debe germinar primero en el mundo económico, en las empresas, porque los asuntos empresariales competen a todos los implicados. Si el desempleo es el principal problema social porque tenemos que permanecer pasivos para que otros nos lo provean. La sociedad del conocimiento ha puesto a las personas en el centro de la actividad empresarial. No hay ideología en ello, sino que en la sociedad del conocimiento el atractor no son los activos físicos, sino el talento y el conocimiento que reside en las personas de forma inalienable. Se comparte a voluntad y no puede ser “extraído”, solo puede ser entregado, de manera que la “empresa” y el “propietario” deben procurar al conocedor un clima adecuado de trabajo y posiblemente alguna manera de participación en gestión, beneficios y propiedad. Es necesario reinventar la participación, no caer en el error de ponernos en manos de otros.
Hay que recuperar todas las organizaciones, instituciones, empresas, etc. para alcanzar mayores escalas de humanización. Para ello debemos implantar nuevas formas de gestión y relación, un nuevo estilo de gestión participativa y colaborativa, para lograr crear valor económico, social y medioambiental.
La cultura social innovadora se basa en que la sociedad admita el valor de financiar cambios, de afrontarlos para lograr mayores cuotas de bienestar.
Participativa, colaborativa e innovadora
Porque la cultura social innovadora se basa en que la sociedad admita el valor de financiar cambios, de afrontarlos para lograr mayores cuotas de bienestar. Exige modelos mentales que huyan del esquema mental especulativo, consumista y conservador. Gobernar no es proteger lo establecido como tantas veces se cree. Gobernar es justo lo contrario fomentar la competencia buscar la imperfección, es decir demostrar que hay algo que hacer, que algo tiene un hueco, un vacío y animar a buscar algo que lo llene.
Hablamos de una innovación que interesa a los seres humanos y realizada por seres humanos en un espacio antropológico construido por ellos mismos, no existe una eficacia o beneficio vacíos sino conectados a sus hacedores que le dan valor y significación.
El espacio antropológico puede ser la comunidad, la empresa, la ciudad o cualquier otro donde se compartan significados, lenguajes y cultura, pero sobre todo permitan la configuración y reconfiguración de colectivos inteligentes que son capaces de atacar y resolver los problemas que les conciernen. La tecnología digital es la facilitadora de ese espacio de proximidad y por suerte está disponible para todos.
La empresa hoy es antes que nada, un espacio antropológico para el intercambio de conocimiento, no un espacio físico, sino una red de comunidades, incardinada en otras redes de mayor alcance fuera de sus límites. La empresa debe innovar, gestionar la innovación pero sobre todo formar parte de una red de innovación en un gran sistema fractal. Los ingredientes de la nueva gestión son:
Prospectiva
No hay nada más propicio para la colaboración que ver un posible futuro compartido. La prospectiva es el ejercicio de traer al presente señales del futuro. El futuro se manifiesta en el presente en forma de señales tenues y los gobiernos, las empresas deben poner encima de la mesa esas señales y debatirlas.
Colaboración
Sabemos mucho de algo, muy poco de otras cosas, así que necesitamos colaborar para sobrevivir. Se colabora si existe reciprocidad así que hace falta organizar el tráfico de ideas. Se llamará gestión de conocimiento o de otra manera pero el núcleo del desarrollo personal y colectivo es intercambiar y crear nuevo conocimiento.
Gobernanza
No sirve imponer sino facilitar. Las reglas de la gestión avanzada deben respetar la individualidad y basar las decisiones en la voluntariedad, la equidad y la reciprocidad. La labor del líder no es intervenir sino crear espacios de trabajo colaborativo.
Pero existen muchos obstáculos para la transformación. Son las tablas del naufragio que no podemos volver a usar.
Una de las rémoras es pensar que la economía y la empresa es algo privativo de élites empresariales o políticas como ha sido hasta ahora. Hay que pasar a ver lo económico puro como intrascendente y alejado del valor humano. Todavía sufrimos el espejismo de pensar que toda la economía es economía financiera, desprovista de finalidad real de crear valor, solo especulativa. Alejados de la economía productiva y el progreso general. ¿Para qué mancharse las manos si el dinero atrae dinero, para que crear bienes, servicios, valor y riqueza real? Los fundamentos del capitalismo radical neoclásico son conservadores, retrógrados, descarnados y no crean ningún valor, solo fortunas para unos pocos. Los modelos económicos de libre mercado, que funcionan fatal en épocas de crisis, ha dejado el poder en manos de grandes fondos y ya no hay dinamismo, ni riqueza, solo prestamistas y endeudados. El dinero no financia a los que crean bienes y servicios para los demás, el dinero solo busca la centésima de punto para ganar rentabilidad, se mueve a velocidad de clic y enloquece para bien de unos pocos aprovechados. Todos somos un poco culpables porque de hecho el dinero, el de todos, está buscando rentabilidades fáciles.
Otro gran obstáculo y de considerables dimensiones es el paternalismo rampante que acompaña a la cultura de la gestión. Sin embargo el management como tal ha muerto, se impone una nueva forma de establecer el propósito, la misión y los objetivos empresariales, que deben abarcar el desarrollo humano. El feminismo y el ecologismo son posiciones que ayudan sobremanera a disolver esa pátina tan dañina para el progreso porque muchas veces adormece voluntades y sugiere dejarse ir.
Si lo profesional y el desarrollo personal no se separan tanto estaremos llegando al punto en el que desaparece un mundo económico centrado en la compra de tiempo de trabajo para pasar a un mundo donde se intercambia talento y donde el conocedor es parte negociadora, no solo el proveedor de talento.
Cuando aflora un compromiso personal la cultura social está ahí manifestándose desde las personas. Ya no se trata de la cadena elaborar-consumir- reciclar sino de fomentar experiencias y crear, recrear nuestro mundo o sea significados culturales.
1 Algunos textos tomados del libro “Cultura Social Innovadora”, Arbonies, A. (2015), Ediciones Diaz de Santos. Madrid
2 “We are like sailors who must rebuild their ship on the open sea, never able to dismantle it in dry-dock and to reconstruct it there out of the best materials. Where a beam is taken away a new one must at once be put there, and for this the rest of the ship is used as support. In this way, by using the old beams and driftwood the ship can be shaped entirely anew, but only by gradual reconstruction.” Ottro Neurath