721 Zenbakia 2017-07-05 / 2017-09-06
La realidad demográfica que estamos viviendo en los países desarrollados en cuanto al proceso de envejecimiento de la población no tiene precedentes. Observando nuestra realidad más próxima en Euskal Herria, somos testigos de la, cada vez más frecuente, convivencia de 4 generaciones en una misma familia, como prueba evidente de este fenómeno.
En los últimos 30 años se ha duplicado en Euskadi el volumen de la población que tiene más de 65 años y se espera que en 2030, represente el 30% del total de la población.
Los procesos demográficos son tendencias de largo alcance, a las que la escuela francesa de prospectiva las denomina “tendances lourdes” dado que sus efectos son duraderos en el tiempo al no ser reversibles a corto plazo.
A pesar de que el proceso de envejecimiento de la población, motivado tanto por el aumento progresivo de la esperanza de vida como por el descenso de la tasa de natalidad es una realidad desde finales de los años 70, comienzos de los 80 del siglo anterior, es decir desde hace aproximadamente 40 años, no es hasta el inicio de este nuevo siglo y más intensamente desde la década pasada, cuando comienza a generalizarse la atención de las instituciones hacia este fenómeno. En 2002 se celebró en Madrid la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, auspicia por la ONU donde se adoptó una declaración con el objetivo de diseñar una política internacional sobre el envejecimiento. El Plan de Acción que se derivó de dicho acuerdo abogaba por un cambio de actitud, de políticas y de prácticas a todos los niveles para aprovechar el enorme potencial de las personas mayores en el siglo XXI.
Reflexionar acerca de este potencial para extraer conclusiones y poder elaborar propuestas operativas, centradas en torno al valor social del envejecimiento, es una de las líneas de trabajo de la iniciativa “Nahi dugun gizartea, izango dugun Euskal Herria” encuadrada en el marco de la organización del XVIII Congreso y celebración del Centenario de Eusko Ikaskuntza. Esta reflexión confluye con el interés de la Diputación Foral de Gipuzkoa en el marco de su programa “Etorkizuna Eraikiz”, razón por la cual la Institución Foral apoya y financia la misma.
La mirada desde la que se está abordando esta cuestión es desde la necesidad de complementar y propiciar una suma de esfuerzos tanto institucionales como sociales ya en marcha: Euskadi Lagunkoia, Nagusilan, Secot..., por citar algunas de ellas, orientadas a poner en valor y a disposición de la sociedad gipuzkoana y vasca todo el conocimiento, las capacidades, las habilidades y la “sabiduría” acumulada de toda una vida profesional y dedicación a la familia que atesoran las personas mayores. El objetivo es explorar vías capaces de materializar la transmisión y el aprovechamiento de todo este capital tangible e intangible para elaborar propuestas concretas a integrar en las políticas públicas.
En la jubilación es desde donde emerge una nueva fuerza, silenciosa, pero creciente, y que es la voluntad y/o el deseo de aportar, a quien lo necesite, el bagaje, la experiencia, el conocimiento y el tiempo disponible que en ese momento de la vida aflora como activo disponible.
Una de las claves que está interviniendo en todas las iniciativas que existen y sobre las que se está explorando, tiene que ver con lo que representa la salida de la vida profesional y la sustitución de la remuneración proveniente de un trabajo por cuenta propia o ajena: el salario, a la remuneración derivada de la conquista de un derecho social: la pensión de jubilación. Este hito de la jubilación es el que marca socialmente una línea divisoria entre dos formas de organizar la vida y el transcurrir cotidiano que suceden de un día para otro.
En la nueva organización de la vida que supone la jubilación es desde donde emerge una nueva fuerza, silenciosa, pero creciente, porque surge cada vez de un mayor número de personas, y que es la voluntad y/o el deseo de aportar, a quien lo necesite, el bagaje, la experiencia, el conocimiento y el tiempo disponible que en ese momento de la vida aflora como activo disponible. Esta disposición puede orientarse, dependiendo del deseo individual de cada persona, con mayor vigor hacia la esfera privada, o hacia la pública, pero no cabe duda que el mero hecho del deseo en sí mismo ya supone un enriquecimiento de las relaciones humanas en cuanto que crea una interacción entre diferentes, generando nuevo capital humano.
¿Alguien deja de ser útil a la sociedad porque ya no produce un bien, comercia o presta un servicio en una organización de la que recibe un salario?, ¿es que la producción, el comercio o la prestación de un servicio se hacen únicamente en el periodo de vida laboral? o ¿lo seguimos haciendo después, si ello es lo que deseamos?, ¿tienen que estar irremediablemente unidos a una remuneración económica, si no?.... Estas son algunas de las cuestiones que han surgido en los debates organizados a lo largo de 2016 y que van a conformar a su vez las bases del trabajo para este año.
Organizar y canalizar todo el potencial que tienen las personas mayores para seguir aportando a la sociedad, porque así es su deseo, es una tarea ineludible para una sociedad como la nuestra cuyo principal capital son las personas. Ello nos permite seguir tejiendo y profundizando cada día para lograr una sociedad inclusiva, cohesionada y capaz de dar cauce de transmisión intergeneracional puesto que la realidad demográfica que vivimos nos exige nuevos modos de organizarnos para garantizarnos un futuro sostenible. En ello estamos.