711 Zenbakia 2016-09-07 / 2016-10-05
La sociedad puede hacer (y lo hace) que algunas elecciones sean más improbables que otras, pero no puede privar a los humanos de la libertad de elegir.
El arte de la vida. Zygmunt Bauman. En busca de bienestar y (¿por qué no?) un poco de felicidad
La educación en habilidades para la vida desde las primeras etapas evolutivas es una de las iniciativas promovidas por organismos internacionales como la OMS desde 1993, así como por otras agencias multilaterales (UNICEF, 2004).
Humanas y humanos estamos sometidos a un sinfín de azares que dan cuenta, en parte, de los derroteros de nuestra vida. El azar de nacer con una determinada carga genética que desplegará una serie de peculiaridades físicas y quizás también emocionales. El azar de vivir en unas determinadas circunstancias sociales (los “determinantes sociales de la salud” de los que habla la Organización Mundial de la Salud, OMS) que condicionarán nuestros procesos de socialización. El azar, en fin, de venir al mundo en un contexto relacional de apego o, por el contrario, de distancia emocional. Factores genéticos, sociales, emocionales que van fraguando nuestra identidad. Pero, como escribió Sartre (1952): “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que nosotros hacemos de nosotros mismos con eso que han hecho de nosotros”. Casi un trabalenguas con el que proclama la libertad para decidir acerca del modo en que se quiere vivir, así como la capacidad para sobreponerse a la adversidad. Con una mala dotación genética, viviendo en condiciones de desventaja social y/o socializándose en un entorno emocional precario, el horizonte vital puede verse seriamente restringido. Pero aun en tales circunstancias hay siempre espacio para construir un proyecto de vida personal. En unas u otras situaciones, las llamadas “habilidades para la vida” son herramientas personales que pueden favorecer que una persona asuma las riendas de su destino. Por el contrario, su ausencia puede dejar a una persona en manos del azar que, en cierta medida, nos gobierna. La educación en habilidades para la vida como estrategia
La educación en habilidades para la vida desde las primeras etapas evolutivas es una de las iniciativas promovidas por organismos internacionales como la OMS desde 1993, así como por otras agencias multilaterales (UNICEF, 2004). En Life Skills Education in Schools, la OMS (WHO, 1993) define así estas habilidades: “aquellas aptitudes necesarias para tener un comportamiento adecuado y positivo, que nos permiten enfrentar eficazmente las exigencias y retos de la vida diaria”. Habilidades que pueden organizarse en tres bloques: Habilidades cognitivas: Destrezas psicosociales susceptibles de favorecer procesos cognitivos eficaces para afrontar los desafíos del entorno. Entre ellas cabe citar, el pensamiento crítico o la capacidad para tomar decisiones. Habilidades emocionales: Destrezas relacionadas con la conocida como “inteligencia emocional” (Goleman, 1996), es decir, la capacidad de gobernar las emociones, entre las que cabe mencionar la empatía o el manejo del estrés. Habilidades sociales: Destrezas cuyo manejo efectivo hace posible mantener interacciones sociales positivas, mutuamente gratificantes y de colaboración. Entre ellas podemos señalar la asertividad o la competencia relacional. A estas habilidades alude el citado Goleman en Inteligencia social (2006). Un amplio abanico de habilidades engarzadas
Las diez habilidades para la vida promovidas desde 1993 por la OMS son las siguientes: Autoconocimiento: destreza para identificar y tomar conciencia de los rasgos que dibujan nuestra personalidad, de todas aquellas dimensiones psicosociales que nos caracterizan y nos hacen singulares. Empatía: capacidad para ponerse en el lugar de las demás personas para, desde esa posición, sintonizar con sus sentimientos y emociones, y actuar para ayudarlas a superar experiencias negativas. Comunicación asertiva: habilidad para expresar opiniones, sentimientos, decisiones, etc., de manera apropiada al contexto en el que se vive y a las personas con las que se entra en relación. Relaciones interpersonales: competencia para interactuar de manera positiva con las demás personas, favoreciendo procesos de colaboración enriquecedores para todas las partes. Toma de decisiones: capacidad para construir las decisiones cotidianas a partir del reconocimiento de las variables en juego, la identificación de las opciones disponibles, la asunción de las decisiones consideradas más efectivas y la valoración posterior de los resultados. Solución de problemas y conflictos: destreza para afrontar de manera constructiva los conflictos inherentes a la vida humana que afectan a las personas y las comunidades, así como las dificultades de diversa naturaleza. Pensamiento creativo: destreza en la que se materializa uno de los procesos de pensamiento que nos permiten explorar respuestas innovadoras a las necesidades de cada momento y situación vital. Pensamiento crítico: capacidad para cuestionar experiencias e informaciones sin asumir pasivamente criterios ajenos. Esta habilidad es uno de los principales motores de la mejora personal y social. Manejo de emociones y sentimientos: destreza necesaria para reconocer y gestionar de manera positiva las emociones y los sentimientos, tanto los propios como los de aquellas personas con las que nos relacionamos. Manejo de tensiones y estrés: capacidad para reconocer las fuentes que subyacen a las tensiones y el estrés que afectan a nuestra vida cotidiana, y de actuar positivamente sobre ellas para superarlas o, cuando menos, compensar su impacto. Sin incurrir en la psicologización de los conflictos sociales
Cuando hablamos de habilidades para la vida hacemos referencia a un repertorio de destrezas psicosociales vinculadas tanto con el funcionamiento íntimo de cada persona como con su competencia relacional y su inclusión social.
El modelo de educación en habilidades para la vida pone de manifiesto la necesidad de desarrollar en cada persona una panoplia de destrezas que la capaciten para socializarse de manera no problemática en los diversos entornos de los que forma parte, encontrando en sí misma y en la relación con las demás personas fórmulas susceptibles de favorecer la autonomía, el bienestar y la inclusión social. Es lo que conocemos como resiliencia (Munist, M. et al, 1998), esa metafórica “armadura” personal con cuya vestimenta una persona puede desarrollar su vida con mayores satisfacciones y menores riesgos, revirtiendo procesos que, sin tales recursos psicosociales, podrían amenazar su bienestar y su inclusión social.
Por otra parte, el manejo efectivo de estas habilidades favorece en las personas actitudes proactivas hacia el cambio social positivo, en la medida en que no se trata de habilidades que agotan sus posibilidades en la “mismidad” del sujeto, sino que, por el contrario, están estrechamente relacionadas con la dimensión social constitutiva del ser humano. Son, por lo tanto, el núcleo del potencial relacional a partir del cual pueden conformarse redes y alianzas entre personas para mejorar las condiciones sociales que subyacen al malestar personal y colectivo.
En definitiva, cuando hablamos de habilidades para la vida hacemos referencia a un repertorio de destrezas psicosociales vinculadas tanto con el funcionamiento íntimo de cada persona como con su competencia relacional y su inclusión social. De la integración equilibrada de estas habilidades cabe esperar resultados positivos para la capacidad de las personas, y los grupos de los que forman parte, de gestionar adecuadamente su vida, incidiendo positivamente sobre las influencias sociales que la condicionan.
Sobre este modelo, así como sobre las propuestas que dinamizamos para su desarrollo en los campos de la educación para la salud, la cultura ciudadana y la prevención del abuso de drogas, puede verse más información en: http://habilidadesparalavida.net/ Referencias
Goleman, D. (1996). Inteligencia emocional. Madrid: Kairós.
Goleman, D. (2006). Inteligencia social. La nueva ciencia de las relaciones sociales. Madrid: Kairós.
Mantilla, L. y Chahín, I.D. (2006). Habilidades para la vida. Manual para aprenderlas y enseñarlas. Bilbao: EDEX.
Munist, M., Santos, H., et al (1998). Manual de identificación y promoción de la resiliencia en niños y adolescentes. Washington, DC: OPS.
OMS (2009). Subsanar las desigualdades en una generación. Alcanzar la equidad sanitaria actuando sobre los determinantes sociales de la salud. Ginebra: OMS.
Sartre, J.P. (1952). Saint Genet, comédian et martyr. París: Gallimard.
UNICEF (2004). Life Skills-Based Education for Drug Prevention: Training Manual. New York.
WHO (1993). Life Skills Education in Schools. Geneva: WHO.