700 Zenbakia 2015-09-02 / 2015-10-07

Elkarrizketa

Teresa del Valle y Jone Miren Hernandez. Antropólogas: Todavía nos falta mucha conciencia ciudadana

ETXABE ISTILLART, Miren



Aunque relativamente reciente, la disciplina de Antropología Social está asentada y tiene ya una trayectoria acreditada en el mundo académico. ¿Cuáles son los retos que le quedan por afrontar?

Teresa del Valle (T.V.): Bastantes. En este momento a mí me parece que uno de los retos es el ver la aplicación de la disciplina. Es decir, que se ha trabajado ya mucho en todo lo que tiene que ver con la teoría, metodología, y nos falta dar ese paso. No es que no se haya dado, se ha dado, pero yo creo que hay que hacer una reflexión acerca de cuáles son las necesidades más urgentes que tenemos en estos momentos. No solamente a nivel del lugar donde estamos sino también en lugares más amplios y teniendo en cuenta también la visión global de las problemáticas que existen en este momento a nivel mundial. No sé cómo lo ves tú Jone que has trabajado ya mucho en antropología aplicada...

Jone Miren Hernández (J.M.H.): Yo creo que, como decía Teresa, puede haber retos globales, de nuevas problemáticas que ahora mismo existen en diferentes lugares. Lo mismo que la antropología surge en el periodo del colonialismo y se adapta o responde a aquella situación y a los intereses que había, ahora mismo la situación es diferente, con otras realidades, otras problemáticas. Por una parte, ese es el reto que siempre va a estar ahí, adaptarse un poco al cambio de la propia sociedad y adaptarse en sentido teórico, metodológico, en diferentes sentidos. Y en nuestro caso, viendo más desde lo local, es el dar a conocer la antropología en la sociedad, o seguir profundizando en ese dar a conocer. Porque tampoco podemos decir que no se conoce, pero sí creo que hay a veces ideas preconcebidas, o ideas que vienen de otra época. Actualizar un poco ese conocimiento de la antropología. Y luego, como tú has dicho, vincular cada vez más la antropología a las necesidades que surgen. Es una visión un poco más aplicada, un poco más en la línea de lo que ha sido la antropología aplicada clásica. Y bueno, seguir ahondando...

T.V.: Yo creo que además, hay muchos temas que son de mucha actualidad. Vivimos en una sociedad que cada vez es más diversa, en la que vamos a tener que ir confrontando diferencias que tenemos y también, el ver cómo se puede orientar eso. No solamente a un bienestar, yo creo que tenemos una tarea en cuanto al bienestar común y en cuanto a que creemos que la antropología se centra en la relación entre sociedad y cultura. Ver cómo podemos ir dando salida a inquietudes que podemos tener, respecto a la diversidad, respecto a lo que muchas veces se plantea como algo que parece que es antagónico y no lo es. Como pueden ser las identidades, y luego las identidades más amplias. A mí sí que me parece que tenemos mucho que decir, y sobre todo tú estás más en contacto con la gente que está haciendo los grados, que dicen: y ahora ¿cómo puedo poner yo esto en práctica? ¿Esto me va a servir a mí para tener un lugar de trabajo? ¿Un sitio donde poder desarrollarme y aportar a la sociedad?... Yo creo que esto tú lo tienes mucho más claro por tu práctica.

J.M.H.: Es un poco el reto que siempre ha tenido la antropología. Otra cosa es que el contexto ha cambiado, evidentemente. Y también, dependiendo en qué país o comunidad estemos, o en qué cultura, pueden ser diferente las necesidades, los planteamientos, incluso las propuestas que se hagan... Yo creo que de por sí, la antropología como disciplina lleva implícita esa necesidad de leer la situación, leer el contexto, de ver las problemáticas y de intentar, de alguna manera, aportar claves. En la definición de problemas, en la comprensión, en apuntar salidas... Yo creo que es un reto constante, lo que ocurre es que hoy en día, tal vez por diferentes factores, la complejidad es como si de alguna manera hubiese estallado. La humanidad es diversa de por sí pero ahora es todo como más complejo, más acelerado, y de alguna manera los propios estudiantes y las estudiantes viven un poco de ¿cómo podemos...? Pero yo creo que el reto siempre ha estado ahí, y creo que es ahora cuando hay más dificultad por enfrentar esa complejidad también incluso de salidas laborales. Las cosas no son como antes. Uno tomaba un carril, una autopista, he estudiado esto y voy por ahí... ahora es todo mucho más complejo pero no solamente para la gente que ha estudiado antropología, en general para la gente que ha estudiado o se ha inmerso en otras disciplinas. Es esa capacidad de moverse, de cambiar, de interpretar, de reinterpretar, de aprender, de reaprender, que yo creo que está bastante implícita en la propia disciplina, pero que a veces nos cuesta también afrontarlo, no es fácil.

T.V.: Es que como tú has ido apuntando, a mí me parece que también nos enfrentamos con un gran reto. Que por un lado la antropología nos da un marco muy amplio de conocimiento, de alguna manera del mundo con toda su complejidad, es como el universo donde nos movemos. Por un lado es esa visión amplia, que yo creo que lo necesitamos mucho en estos momentos, y al mismo tiempo es ir a cómo ponemos eso en práctica, y lo hacemos más orientado a lo que sería el mercado laboral. Podríamos decir que hay una especie de dualismo. “La antropología nos da un marco muy amplio de conocimiento”.

¿Cuál es la aportación de la crítica feminista a la antropología?

J.M.H.: No se trata de una sola aportación, son bastantes. La crítica feminista en antropología bebe un poco del propio movimiento feminista en general, yo creo que hay una mirada crítica sobre todo de análisis de las desigualdades. Una aportación importante es intentar ir al meollo de esas desigualdades, desde el principio, desde el origen de la antropología feminista, la pregunta era ¿por qué? ¿por qué surgen esas desigualdades entre hombres, mujeres, etc.? Yo creo que esa es la aportación. Otra cosa es que todo esto haya ido ampliándose, modificándose. Pero sólo el intentar focalizar en la búsqueda de esos porqués, de ir al meollo de las desigualdades, de cómo suceden además en contextos diferentes, en épocas diferentes, es intentar de alguna manera darnos una explicación a eso. Esa es una aportación clave.

T.V.: Sí, además, para mí es una fuente de riqueza impresionante porque nos nutrimos también de todos los avances que se han ido dando desde las otras disciplinas. Ya no puedes ignorar dónde estarían las conexiones con la historia, dónde estarían las conexiones con la sociología, dónde estarían también las conexiones con las ciencias físicas y las ciencias naturales. Yo sí que creo que nos ha dado como una perspectiva muy amplia de cómo se construyen las desigualdades. Y cómo contamos también con una gran historia, la historia del movimiento feminista. Cómo no ha sido sólo una reflexión que ha surgido a partir, yo diría, de mediados del siglo pasado, ya en ciertas universidades, principalmente norteamericanas, y luego también, en Francia y Gran Bretaña, sino que está esa conexión entre la teoría, entre la práctica, la praxis, y después lo que es la calle. Han sido también reflexiones que se han conquistado a base de lucha y de creer en derechos. A mí sí que me parece que la crítica feminista a la antropología nos ha dado un campo muy amplio de reflexión y de impacto, para luego poder verla ya específica desde lo que nuestra disciplina marca.

J.M.H.: Sí, yo creo que esa idea de un conocimiento, una crítica muy compleja, en el buen sentido de la palabra, porque de alguna manera bebe de diferentes disciplinas, o por lo menos está en comunicación, en contacto con diferentes disciplinas, no sólo la antropología, es un conocimiento bastante interdisciplinar. Y luego está también la dimensión. Es un poco ese continuo ir y venir de lo que es el movimiento social, lo que es la academia, también las instituciones. Si hablamos un poco más desde lo local, los ayuntamientos, las diputaciones, el Gobierno Vasco también pone en marcha sus unidades orientadas a trabajar cuestiones de género, también ahí se incorpora otra dimensión, no solamente el feminismo en la calle, también en la academia y esta tercera pata, que sería la de las instituciones públicas. Ahí hay mucha riqueza de las diferentes disciplinas, de estos diferentes ámbitos. Además de intentar entender, explicar cómo funciona, cómo surge, cómo se reproduce la desigualdad, yo creo que otra aportación también es que está vinculado. Un poco lo que acabamos de decir, esta idea de construir, de poner en cuestión, de formular las preguntas a veces como dándoles la vuelta, y en eso yo creo que también a la teoría en general, al conocimiento en general, le ha aportado mucho. Nuevos conceptos, nuevas visiones, también a nivel metodológico. Hablo más desde la academia pero, que en general al conocimiento, a la labor de crítica, de construcción, replanteamiento, yo creo que también ha sido muy fructífera.

T.V.: Pienso que en la línea que tú has marcado, que es como en pensar en las posibilidades de reflexión sobre las desigualdades, también las propuestas de cómo responder a esas desigualdades es algo amplísimo, y que cada vez nos puede sorprender porque descubrimos algo en lo que no habíamos pensado. Una segregación, o por ejemplo una nueva problemática, como puede ser en estos momentos temas que tienen que ver con la custodia compartida... y que sin embargo hay como un marco amplio para pensar todo eso. Aunque son problemáticas fuertes, sin embargo, la posibilidad de pensar, reflexionar, y luego de actuar es posible. Y eso también, a mí me parece que es una apertura para creer en el cambio. O sea que los cambios son posibles por muy difíciles que sean. El tema de la violencia, que igual saldrá en otros momentos, porque es muy importante... “Creo que la antropología feminista va más allá de la situación de las mujeres, del análisis de esas desigualdades”.

¿Cómo ven la evolución del androcentrismo en la sociedad vasca, ¿en qué ha cambiado la imagen y la realidad de la mujer?

T.V.: En la medida de que la sociedad va evolucionando, también la imagen de la mujer va cambiando. Yo creo que había una imagen que se reproducía constantemente, una imagen estereotipada, de un pasado, en la historia, de un matriarcado vasco, y el enfatizar el poder de las mujeres como si ese poder estuviera en todas las presiones de la sociedad. Yo creo que lo que ha cambiado es esa imagen estereotipada, y eso se ha debido precisamente a la antropología feminista y no porque se inventara sino porque se ha estudiado y esos estudios han dado la posibilidad de enfrentarnos a lo que las mujeres somos, lo que hemos sido y lo que queremos ser. Yo creo que la imagen de la mujer se ha diversificado. Es mucho más rica que ese estereotipo con el que se quería recalcar, que en esta sociedad no había androcentrismo sino que había un poder en manos de las mujeres, que hemos visto que no existía como tal.

J.M.H.: Creo que los avances son claros, son evidentes, es difícil negarlos. Como has mencionado está la labor que la propia antropología feminista ha hecho, están los movimientos, el trabajo de muchas mujeres, muchas personas. Sí es verdad que siempre ha habido como una cierta tensión, los cambios se han producido, y en muchos casos bastante rápidamente, a la sociedad a veces le cuesta. Yo siempre cuento, como tú bien has dicho, sobre todo aquí en nuestra cultura la idea del matriarcado está muy asentada, y a mí me pasa que cada año en primer curso vienen jóvenes de 18 años y siempre viene alguien con esa idea. Sí que es verdad que los cambios se han producido en algunos contextos muy rápidamente, sobre todo de la mano del feminismo, y a veces a la sociedad le cuesta. Sabemos que los cambios sociales son generalmente bastante lentos y muchas veces van detrás del discurso. Eso también es verdad, todos lo conocemos, el salto se produce entre el discurso y la realidad. El discurso es relativamente fácil interiorizarlo, trabajarlo, pero luego cuando hablamos ya de cambios de actitudes, prácticas, pues es un poco más complicado.

T.V.: Yo creo que la sociedad vasca necesita muchas veces de representaciones, y la representación del matriarcado era algo que otorgaba poder a las mujeres, y por lo tanto, otorgaba poder a la sociedad a través de las mujeres. Muchas mujeres se sentían identificadas con el cambio porque les satisfacía. Creo que esa necesidad de representaciones que no son reales pero que se presentan como reales, han jugado un papel importante aquí. Y eso también ha oscurecido en muchos momentos el detectar los verdaderos problemas que existían con respecto al no poder de las mujeres. Además, cuando la gente más joven, en la medida en que ha tenido posibilidades de insertarse en el mercado de trabajo y ha podido constatar que a la hora de presentarse para un trabajo no era lo mismo ser hombre que ser mujer, entonces también eso ha hecho reflexionar. De hecho, la juventud hoy es mucho más crítica de lo que puede ser la situación. Por otro lado también hay juventud que todavía sigue pensando que esa representación corresponde a una realidad. Personalmente, soy totalmente escéptica con ello y desde luego, veo que todavía la situación de las mujeres en nuestra sociedad es como si dijéramos, inferior a la que sería la de los hombres. Con eso no quiero decir que no hay excepciones y que también hemos avanzado mucho, y hemos conquistado muchos puestos, y hemos conquistado muchas áreas pero queda mucho trabajo. También por parte de instituciones, como Emakunde, que ha cumplido un papel importante, por parte de la Academia, que ha puesto en solfa a todas esas representaciones, y por el trabajo, como tú has dicho, del movimiento feminista que ha sido realmente activo en Euskadi.

J.M.H.: Yo muchas veces suelo comentar que, una cosa es en nuestro contexto, los avances, los cambios que ha habido, etc. Pero no podemos aislarnos. Aquí ha podido haber cambios, más, menos, pero yo creo que es interesante mantener esa visión global, porque bebemos de todo ello. Somos parte de algo mucho más complejo. Quiero decir que, sabemos que el sistema es mucho más complejo y de alguna manera, desigualdades que se están produciendo en otros sitios ¿de dónde vienen? No es tan fácil. Digamos que desde una visión global, de planeta, de mundo, es mucho más complejo. Problemas que están teniendo mujeres, problemas de discriminación, en este caso en otra cultura, a veces, provienen de la nuestra, de alguna manera, no es tan sencillo como decir bueno, lo hemos resuelto... en una situación hipotética.

Creo que la antropología feminista va más allá de la situación de las mujeres, del análisis de esas desigualdades. Es interesante que ha entrado a replantear roles de hombres, de mujeres. Es mucho más complejo, mucho más interesante, no solamente hablar de discriminación, de subordinación como se hablaba en otra época, un poco de replanteamiento general, del sistema de género, de los roles, de qué supone ser mujer, de qué supone ser hombre, de feminidad, de masculinidad... Creo que en ese sentido, es mucho más rico y mucho más interesante el debate, o que abarca más, que solamente la situación de ámbitos concretos de igualdad evidente. “La crítica feminista en antropología bebe un poco del propio movimiento feminista en general, hay una mirada crítica sobre todo de análisis de las desigualdades”.

Hablemos sobre el valor del pensamiento crítico en una sociedad democrática. ¿Creen que los y las intelectuales deben implicarse en el quehacer político?

J.M.H.: Es un poco pensar por qué se generan esas divisiones, o por qué no hay una mayor implicación, porque podemos pensar eso, que de alguna manera también el ámbito político se ha distanciado. No solamente de los o las intelectuales, sino en general de la población, que es algo que está ahí, en el discurso y en la calle. Pensar sobre, por qué surgen esas diferencias en esos ámbitos, ¿qué ha ocurrido? Porque yo tengo igual menos memoria histórica, pero también nos ha afectado el tema de la dictadura. En otras épocas, o en otros contextos, ha fluido más la comunicación, o la participación, o la implicación de la parte más intelectual del conocimiento en lo político, y al contrario, yo creo que también es un poco, pensar en por qué surge esa distinción.

T.V.: Eso de los o las intelectuales, no sé... yo por ejemplo me veo, como ciudadana y me veo como científica social. Entonces como ciudadana, me veo implicada en lo que es cualquier problemática, no solamente en el nivel donde yo vivo sino en el nivel más amplio y a nivel mundial. Yo creo que hacer esa diferenciación, si ahora se debe entrar o no se debe entrar me parece que es baladí. Lo que sí creo es en la importancia de una conciencia ciudadana, creo que todavía nos falta mucha conciencia ciudadana. La conciencia ciudadana no es simplemente protestar en un momento sino que es seguir las cuestiones, tomar parte, hablar con la gente, leer, escuchar los medios de comunicación de manera crítica. Entonces, si eso es implicarse, yo estoy completamente de acuerdo en que tenemos mucho que decir y tenemos también una responsabilidad de cómo hacerlo. Luego ya si es entrar en un partido político o en otro, o presentarte a unas elecciones creo que eso es otra cosa. Lo que sí que creo es que para estar en política tienes primero que estar informada, segundo, tener un concepto de ciudadanía práctico, y luego también un concepto de responsabilidad actual, y en estos momentos yo creo que un grado de honestidad mínima. Eso me parece que es básico. En ese sentido, yo sí que creo que las personas que estemos informadas tenemos que aportar, luego ya lo de entrar en política o presentarte a unas elecciones yo creo que es otro tipo de elección que se debe hacer y hay otros elementos que no tienen que ver con que tú seas una persona que pienses, que actúes, que seas responsable. Yo creo que es algo más.

J.M.H.: Sí, es un poco lo que yo planteo acerca de dónde surge esa diferencia. Yo creo que sí que hay motivos de por qué surge, por qué visualizamos algo tan al margen de otra, cuando en realidad debería ser mucho más fluida la relación entre esos dos ámbitos y seguramente entre muchos más. Lo político aportaría a un ámbito y desde el conocimiento desde luego también. Como tú dices, en la medida en que hay un interés por problemáticas, en buscar información, hay una reflexión, yo creo que es algo que sí interesa ponerlo a disposición de la comunidad desde esa implicación. Es un poco incluso extraño preguntarnos ¿por qué? Como si fuesen dos mundos completamente diferentes cuando en realidad debería ser mucho más fluido.

T.V.: Creo que tenemos que participar mucho más en los medios de comunicación. Es decir, que el conocimiento que hemos adquirido, también el conocimiento que se expone, que se contrasta a través de distintos medios como pueden ser publicaciones, presencias en congresos, debates, tiene que estar también más en contacto con las comunidades a las que pertenecemos. El escribir en periódicos, estar en los medios aunque pueda resultar muchas veces costoso, sin embargo sí que creo que es muy importante y también lo que se ha ido llamando, la dimensión social del conocimiento. Cómo buscar formas de acercamiento para que ese conocimiento fluya, no se quede en lo que sería ya los contextos más puramente académicos. Y creo que las mujeres tenemos que estar mucho más en esos medios de lo que estamos. Sobre todo para hablar de temáticas de las que sabemos y temáticas de las que hemos estudiado. “La conciencia ciudadana no es simplemente protestar en un momento sino que es seguir las cuestiones, tomar parte, hablar con la gente, leer, escuchar los medios de comunicación de manera crítica”.

Ambas han desarrollado parte de su vida profesional en el mundo educativo. ¿Qué opinión les merece el desplazamiento de los saberes humanísticos de los planes de enseñanza?

J.M.H.: En general es un poco paradójico. Cuando hablamos de personas, trabajamos con personas, somos personas, de alguna manera es sacar un poco a la persona del centro. Últimamente me ha tocado trabajar con gente vinculada al mundo de la tecnología, ingenierías, robótica, a gente muy centrada en el mundo tecnológico —y no lo digo yo, sino que lo he escuchado de su propia voz— la necesidad que tienen de entender muchas veces qué pasa con el uso de la tecnología, con el no uso. Porque mucho de su trabajo es, digamos diseñar, pensar casi en abstracto, en soluciones tecnológicas y es un mundo de alguna manera bastante limitado y acotado. Y cuando intentan poner en práctica la idea de un prototipo, han diseñado no sé qué nueva tecnología, y se sorprenden de que luego la gente no lo use, la gente no lo entienda, y claro, ¿para quién se ha diseñado esto? o ¿en quién se estaba pensando? Es un poco olvidarnos que al final en general trabajamos con personas o para personas. A mí me resulta paradójico. Yo creo que al final, como personas tenemos diferentes dimensiones, prácticas, etc. pero nunca podemos olvidarnos que en general esa dimensión es así porque es la que somos de alguna manera.

T.V.: Sí, además en la medida en que cada vez el mundo va avanzando en distintas direcciones pero nunca avanza en una sola dirección, coger una sola dirección yo creo que es un error, porque lo que vas a hacer es estrellarte, seguro. Esa misión de dejar de lado, de no darle tanta importancia a lo que es el pensar, el reflexionar, el plantearte cuestiones, el ver las interrelaciones, las interconexiones. Pues precisamente si algo es importante en el mundo de hoy es eso. A mí me parece que, coger por ejemplo, la antropología con el arte, el arte con la arquitectura, la arquitectura con la medicina, la medicina con lo que puede ser la historiografía... precisamente las tareas en las universidades tienen que tener una orientación de ver la gran diversidad con lo que pueda ser la especialización. Entonces, dejar de lado aquello que nutre y que ha nutrido el pensamiento, la historia, los disparates que se han hecho, es que no lo puedes dejar de lado. Lo que tienes que hacer es ver ¿qué aprendemos de ello y a dónde nos lleva? y cuáles son los pasos para ir armonizando lo que puede ser en estos momentos y como tú has explicado muy bien, el énfasis en las nuevas tecnologías que son muy importantes, pero con todo ese acerbo de una humanidad que se ha ido gestando en los tiempos más diversos, y los tiempos más oscuros, y además en los tiempos de luz.

J.M.H.: Es como la idea de fragmentar el conocimiento cuando la realidad es mucho más fluida. La interconexión en cualquier vida de cualquier persona, en cualquier comunidad, en cualquier sociedad. La realidad está mucho más interconectada. Yo creo que el conocimiento, por diferentes motivos ha ido caminando hacia esa fragmentación, crear de alguna manera ámbitos parciales y ámbitos de alguna manera acotados, pero la realidad es afortunadamente mucho más compleja, mucho más fluida y mucho más interconectada. Yo creo que si no atrapamos esas claves desde la propia realidad es difícil hacer buenos diagnósticos o enriquecernos. Aprender de la propia diversidad que nos ofrece la vida misma.

T.V.: Y eso a mí me lleva otra vez a lo que hemos planteado en la primera pregunta acerca del lugar que tiene la antropología hoy. La antropología sí que conjuga esa diversidad con lo específico, y entonces se puede aplicar también a lo que serían los ámbitos más amplios del conocimiento con los que serían más específicos.

La situación del euskara y de la cultura vasca ¿qué futuro le cabe a una cultura minoritaria en un mundo crecientemente uniformado?

J.M.H.: Bueno, yo creo que por una parte es claro que hay una tendencia uniformizadora, de homogeneizar, pero desde la antropología sabemos que la diversidad es lo que predomina, entonces, nuestro caso puede tener sus peculiaridades, sus diferencias pero también es el caso de muchas otras culturas, otras realidades. Creo que además está la otra idea de que hay una tendencia homogeneizadora, uniformadora, pero también ha habido un interés por ser diferente. Atrae lo diferente, entonces es una tensión entre estos procesos de homogeneización. A veces podemos decir de colonización, de conciencias o de culturas, pero al final nos atrae la diversidad. Buscamos la diversidad, la diferencia. Es una tensión que está ahí y que ha estado y creo que seguirá estando.

T.V.: Yo creo que es una gran riqueza y lo que dice Jone que exista esa tensión, es tremendamente importante, porque la tensión puede ser negativa, pero puede ser positiva, y puede ser creativa. Tengo una experiencia reciente, y Jone, tú además fuiste muy importante en eso... cuando me invitaste o fuiste el canal para la invitación de asistir a la última “txapelketa”. Yo nunca olvidaré esa sensación de una cultura minoritaria, una lengua minoritaria, la emoción que podía causar y cómo había una especie como de electricidad que se notaba en el ambiente. Cómo las lenguas minorizadas tienen un lugar muy importante porque muestran la diversidad que puede haber de interpretación de emociones, de manifestaciones. Y luego también, cómo se pueden plasmar en comportamientos y en creatividad. A mí me parece que seguir manteniendo esa tensión, pero los aspectos positivos, en los que llevan a conquistar nuevos ámbitos. También se ve en la antropología, que se imparte en euskera, algo que no era posible hace bastantes años, y que es una fuente también de riqueza de comunicación y de creatividad. De crear pensamiento en la diversidad ling?ística. Ahí yo sé que tú tienes un papel muy importante.

J.M.H.: Para mí el hecho de la tensión, y de esa tensión creativa, que yo creo que ha estado muy presente y que sigue estando en nuestra cultura, y que también lo está en otras. Eso es importante, mantener esa tensión y sobre todo esa lectura creativa de la tensión. Y también ese saber interpretar nuestra situación que es mejor que otras, en algunos aspectos peor, en otros similar, y el saber que a pesar de esas fuerzas uniformizadoras la atracción de lo diferente sigue estando todavía ahí. La riqueza de lo diferente. Yo creo que esa tensión, si se mantiene y si sigue también trabajándose en esa línea creativa puede ser interesante. “Creo que además está la otra idea de que hay una tendencia homogeneizadora, uniformadora, pero también ha habido un interés por ser diferente”.

Frente al “horror económico”, desearíamos todos una “economía con rostro humano”. ¿Qué opinión tienen ante la situación que vivimos donde son los mercados los que nos gobiernan?

T.V.: Yo creo que la base de la reflexión económica tiene que ser la ciudadanía. Y en estos momentos, no podemos ocultarnos, y no podemos dejar de expresar lo que sentimos sobre la situación porque parece que es tan sobredimensionada que una se siente pequeña. Yo no soy economista pero sí que vivo una realidad y observo la realidad de muchas personas. Yo creo que la base en estos momentos son las personas. Y son las personas, y los grupos domésticos, y los grupos más amplios sobre los que hay que pensar la economía. Luego se podrá pasar a unas dimensiones más amplias. Yo he oído hablar de la economía del bien común, una economía que piensa en las personas. Es el tipo de economía que hay, y yo creo que en estos momentos tampoco se puede hablar de economía sin hacer una crítica a los abusos económicos que se han hecho. Lo que no se puede obviar, es cómo se ha abusado del poder para generar riquezas que cuando una lee las cifras le parece que son imposibles de tener en cuenta. Yo creo que ahí es donde tenemos que recalcar, en esa ciudadanía responsable que piensa en la gente que se ha quedado sin casa, que se ha quedado de un día para otro sin trabajo, la gente que no puede llegar a fin de mes. Esa es la economía que a mí me preocupa y donde quiero recalcar, ya que en otro tipo de economía me pierdo porque no está a mi alcance. Sí está a mi alcance criticarlo pero no está a mi alcance el ponerlo en la realidad en la que debe estar.

J.M.H.: Yo creo que es interesante pensar y reflexionar sobre cómo surge esa distancia, porque yo creo que es una distancia que además genera impotencia y eso es interesante. Podemos pensar, malpensar o “bienpensar”, que es una distancia que se genera para precisamente eso. Cuando hablamos de una economía que es algo que se nos escapa, yo creo que a la mayoría de las personas, y es algo como completamente abstracto y completamente global, mundial, esa sensación de que cada vez nos sentimos más pequeños, más pequeñas y es como una especie de impotencia. Y yo creo que ahí hay una cierta trampa en crear como esos propios conceptos, esa misión... Cuando si hay algo realmente cotidiano o vulgar, es la economía pero como la entendemos y la vivimos las personas que tenemos que sacar adelante el día a día. De repente se ha generado como una imagen en unos conceptos, un vocabulario, es decir, esto desde dónde surge, cómo surge y ¿en qué contexto? Porque tiene ese efecto de desactivar, porque realmente te sientes pequeña, además sientes que no puedes hacer nada, ¿qué genera? Como hablábamos antes, los intelectuales, la política, pero a veces generando este tipo de dicotomía, categorías, generamos también frustración, apatía, porque tenemos la sensación de que no podemos hacer nada. Es interesante pensar en eso, en cómo se genera todo, toda esta idea en la economía cuando sabemos que es todo mucho más banal, más cotidiano, más diario.

T.V.: Y al hilo de todo ello, a mí me parece importante el pensar y repensar qué entendemos por bienes públicos. Parece que el concepto de lo público está en entredicho, en estos momentos se ha atacado mucho a lo público, para desmantelarlo. A mí me parece que en estos momentos desde los derechos humanos, desde el concepto de la ciudadanía está la reflexión de lo público y qué valor le damos, cómo lo cuidamos, cómo exigimos, y cómo lo valoramos para transmitirlo a las generaciones siguientes. A mí me parece que es una responsabilidad que tenemos. No pensar que lo podemos agotar sino pensar cómo lo podemos multiplicar para ofrecerlo de una manera amable a los que vienen después.

J.M.H.: Sí, porque creo que pocas veces nos sentimos parte de lo público. En nuestro caso por ejemplo como trabajadoras dentro del ámbito de la educación pública, pero incluso como consumidoras, que hay una parte de nosotras, de nuestra práctica cotidiana, de nuestra vida que es parte de lo público, y a veces no pensamos desde ahí, como parte de lo público. Teresa del Valle (Donostia, 1937) Obtuvo en 1988 la primera Cátedra en Antropología Social de la UPV/EHU. Catedrática Emérita desde 2007 y en la actualidad colaboradora Honoríafica en el Departamento de Filosofía de los Valores y Antropología Social. Fundadora en 1981 del Seminario de Estudios de la Mujer de dicha universidad y directora (1981-1985; 1991-1994). Investigadora en Micronesia, Euskalerria, México en los campos de la antropología feminista, antropología política, rituales, cambio social y categorías de espacio y tiempo. Miembro fundador de la EASA (European Asociation of Social Anthropologists) y vicepresidenta entre 1988-1990. Miembro del comité ejecutivo de ESfO (European Society of Oceanists) entre 1992- 1996. Premio EMAKUNDE 2010 del Gobierno Vasco por su trayectoria investigadora en torno a la igualdad entre mujeres y hombres. En 2014 fue elegida Académica de número de JAKIUNDE, Academia de las Ciencias, las Artes y las Letras de Euskalherria. Tiene lo que ella denomina un CV híbrido: Carrera de Piano por el Conservatorio de Bilbao; grado en Arte e Historia de los Estados Unidos por Saint Mary College, Master en Historia de Estados Unidos y de Latinoamérica por Saint Louis University. Master y doctorado en Antropología Social por la Universidad de Hawaii. Estudo becada en el East West Center de la Universidad de Hawaii y realizó su trabajo de campo para su tesis en la isla de Guam, Micronesia. Entre sus libros destacan: Mujer vasca. Imagen y realidad; Korrika rituales de la lengua en el espacio; Culturas oceánicas: Micronesia; Korrika Basque ritual for Ethnic Identity; Gendered Antrhopology; Andamios para una nueva ciudad. Lecturas desde la antropología. Una larga trayectoria de dirigir y participar en investigaciones en equipo nacionales e internacionales.Numerosos artículos en revistas especializadas estatales e internacionales. Vicepresidenta de Eusko Ikaskuntza por Gipuzkoa (2006-2012). Valora su tarea como mentora a través de la dirección de un número considerable de tesinas, memorias de master y tesis. Cultiva lo que denomina “dimensión social del conocimiento” en foros más allá del medio académico: conferencias, cursos, artículos en revistas divulgativas, periódicos, radio, TV. Sus intereses investigadores actuales en el contexto de la crítica feminista se resumen en: espacio-temporalidades; envejecimiento, memoria y metodología. Jone Miren Hernández García Doctora por la Universidad del País vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU). Profesora agregada en el grado de Antropología Social y Cultural que se imparte en la UPV/EHU. Ha investigado cuestiones vinculadas a la lengua (euskara) y la cultura vasca, la juventud, el tiempo libre y el deporte; principalmente desde un prisma feminista y de género. Sus últimas publicaciones guardan relación con el bertsolarismo o improvisación oral característica de Euskal Herria.