Cloc (1978 1981): La provocación... y nosotros que la quisimos tanto Cloc (1978 1981) La provocación... y nosotros que la quisimos tanto Juan Aguirre Sorondo "Necesitamos surrealistas para organizar renovación artística". Así rezaba un anuncio aparecido en la prensa guipuzcoana en abril de 1978. Y no iba de broma. O, por decirlo mejor, era una broma pero que muy seria. Tres estudiantes del barrio del Antiguo decididos a encender una Revolución contra los Versalles culturales donostiarras y sus pelucones, ya fuesen orgánicos como inorgánicos, eran responsables del llamamiento. Aunque hoy parezca mentira, cosas así pasaban en aquellos años. Discurríamos por eso que se ha dado en llamar la Transición: un tiempo violento y desconcertado, alentador e incrédulo; un tiempo con cara de huevo del que se especulaba si lo que con tanto esfuerzo incubaba era un polluelo, una lagartija o una serpiente. La contribución de Cloc que así se llamó el invento nacido de aquel anuncio por palabras, al que por cierto nadie respondió fue hacer del huevo una piñata y liarse a varapalos contra ella con la insolente esperanza de que abortase un charco de espejos o una arrebatiña de versos o una pedorreta de sueños o cuanto a la imaginación en caída libre se le antojase. Una Revolución Surreal e Irreal, Revolución armada con la guillotina de sus juveniles desvergüenzas. Una Revolución en zapatillas. Aramburu, Del Hoyo y Bermejo en una de las fotos que les hicieron para la entrevista en Unidad, en octubre de 1978. Si justo una década antes los jóvenes libertarios descubrían ufanos que bajo los adoquines estaba la playa, los Cloc de Mayo del 78 iban más lejos y se preguntaban qué diantres habría bajo la playa (la de Ondarreta, claro). A estas y otras indagaciones dedicaban sus des/composiciones literarias recogidas en la revista Cloc, Arte y Desarte. Por entonces las revistas literarias abundaban en proporción semejante a las de informática en nuestros días, pero la de los Cloc siempre tuvoun aire especial; empezando por su presentación, ácrata y rigurosa, exquisita y brutal, en desvaídos folios fotocopiados en empresas de amiguetes o en la misma sede central del Gobierno Vasco (entonces Consejo General Vasco), donde los activistas se infiltraban con nocturnidad y alevosa expresión de chicos buenos para aprovechando que aún no se había inventado la ertzaintza hacer una tirada clandestina a cargo del presupuesto preautonómico. Aquellas piezas de convicción luego se regalaban o se intercambiaban con colegas de Lesaka, Don Benito o San Cugat, menos unos pocos ejemplares que se vendían al precio de 50 pta en el kiosko de Justo de la Avenida. Por este medio fue tejiéndose un trama de relaciones líricosubversivas que al cabo de los meses culminaría en ediciones periféricas de Cloc Navarra, Cloc Madrid, Cloc Barcelona... Pero al margen de fulgores literarios, que no cabe duda de que los tuvo, no es por la revista por lo que se recuerda a Cloc. Lo que verdaderamente atizó la fama de este grupúsculo de agitadores fueron sus acciones públicas, provocadoras denuncias contra la bovina aceptación de los modelos de arte, de política y de fe a través del ataque directo a algunas de sus obras y a los santones del poder cultural. Nada ni nadie quedaba libre de los sarcasmos de esta banda que osaba pintar un pijama rayado sobre el aclamado "Peine de los Vientos" de Chillida, concursaba en un importante certamen literario con varios poemas de Pablo Neruda (¡y quedaban en segundo lugar!), fracturaba el pétreo hueso nasal del busto de un escritor local, procesionaba por el centro de San Sebastián granizando miles de esquelas mientras hacían tremolar una bandera americana, reventaba tertulias y actos literarios, o lanzaba una denuncia a pluma calada contra las "actividades culturales" (sic) de la Fundación Sabino Arana. Claro está que todo ello hubiera tenido una repercusión muy limitada si los medios de comunicación no se hubiesen prestado a dar cancha a sus títeres depapel con los que alimentaban falsas polémicas a favor y en contra de sus propias acciones, ni a publicar las noticias que regularmente les remitían (con titulares de este tenor: «La pasada madrugada CLOC asesinó a Jerónimo Inchusta. Le golpearon brutalmente con un quinqué de plomo obtenido en una rifa»; «CLOC construirá una quisquilla de magnesio Recibirá el nombre de Juana Lopetegui»; «Trágico balance para un número póstumo de CLOC. Alvaro Bermejo y Fernando Aramburu asesinados en Nanterre»). Pero aunque ciertamente hubo excepciones, como la suspensión en Radio Popular del serial radiofónico "El capitán Garaicotrueno, coraje y valor a punta pala" después de una irreverencia, o el cierre de la sección "Clocarata" en La Voz de España cuando sólo llevaba dos entregas, cierto es que esto, en vez de debilitarlos, reforzaba esa imagen de enfants terribles que tan bien les cuadraba. Autorretrato imaginario de Álvaro Bermejo: Martínez de Retrato de las Rivas en antepasados con un café de San tintas sobre Petersburgo papel. con una señorita. El pintor y la modelo. Dibujo de Aramburu con ceras sobre papel. Aquella aventura, como todas las aventuras vividas con juvenil intensidad, fue efímera y terminó en desencuentro. Quiero pensar que los Cloc empezaron a sentirse (¡pobres!) "hombres hechos y derechos" y decidieron que lo más juicioso era seguir desbrozando el camino en solitario. Aunque me queda la duda de si su disolución no fue el enésimo y definitivo disparate colectivo. El caso es que Fernando Aramburu marchó a vivir a Alemania, donde es profesor de español; su particular búsqueda del tiempo perdido dio como resultado una espléndida novela, Fuegos con Limón (Tusquets, 1997), que se inspira en las andanzas de Cloc. Alvaro Bermejo es hoy uno de los novelistas vascos con más galardones literarios. José Félix del Hoyo se dedica a la docencia en Alicante y sigue jugando al ajedrez, su perpetua pasión. José Francisco Irazoki (Zoki), Juan Martínez de las Rivas, JuliánPeña y Félix Maraña, también han crecido y se han multiplicado literariamente por el mundo. La mayoría de ellos recuerda con cariño los días de vino y broncas (pero alguno hay que aún se ofende cuando le recuerdan que de niño se hacía pis en la cama). Desde el 9 de febrero al 18 de marzo, una exposición en el KM KULTURUNEA de Donostia ( ) evoca la trayectoria del grupo. Y un libro que publica la editorial Hiperión, escrito por Juan Manuel Díaz de Guereñu, Cloc. Historias de Arte y Desarte (1978 1981), acaba por elevar a aquellos provocadores a los altares contraculturales. Lo peor de todo es que ahora no hay quien venga a reventarles los fastos, ni nadie que amenace con despeinar el bisoñé a esta nueva hornada de pelucones. Juan Aguirre Sorondo, escritor Fotografías: Del libro de Juan Manuel Díaz de Guereñu "Cloc: Historias de arte y desarte (1978 1981)" Euskonews & Media 70.zbk (2000 / 3 / 10 17) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria
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