668 Zenbakia 2013-06-19 / 2013-07-03
VII Congreso de Estudios Vascos (7. 1948. Biarritz). – Donostia : Eusko Ikaskuntza, 2003. – P. 455-457. – ISBN: 84-8419-931-2.
La presencia vasca en Perú ha sido menor que en otros países de América Latina. No obstante, P. Batiz puede mencionar un buen número de arquitectos, escultores, canteros, artesanos, etc. que se ilustraron en la construcción de varias ciudades y especialmente en su capital Lima.
Nada de nuevo se dice al afirmar que en todos los países del globo se hallan vestigios de la raza vasca. Tampoco creo cosa nueva el decir que gran parte de la grandeza que hoy ostentan algunas de las repúblicas americanas como Chile, Colombia, Méjico y la Argentina, ha sido aportación de nuestro gran pueblo vasco. Pero si yo afirmara y dijera que la actual grandeza y prosperidad del antiguo imperio de los Incas, es también debida a la raza vasca, al punto me saldrían al paso muchos, por no decir todos, los que habiendo inventado la palabra Hispanidad para describir y significar las proezas de España en el mundo, la siguen empleando para opacar en muchos casos glorias que de lleno pertenecen a los hijos de Euskalerria.
En el caso del Perú, emporio de riquezas en otro tiempo, y que durante largos años constituyó la porción más preciada de los aventureros españoles, podríamos también afirmar que el aporte vasco fue muy notable, pero a mi parecer no en la proporción y escala de los países citados. No pretendo con esto añadir ningún mérito a los que empleando el vocablo Hispanidad para fines meramente políticos se obstinan en englobar las hazañas de todos los hijos de la Península Ibérica en un solo haz de glorias, sino tan solo deseo dar a cada uno lo suyo. Los vascos hemos jugado nuestro papel en todas partes y aquí en el Perú, también nos tocó desempeñar el nuestro. Desde los tiempos de Pizarro y Almagro sin duda. Pero la historia silencia los nombres de los que acompañaron a los primeros conquistadores. Es de suponer que, habiendo partido los primeros expedicionarios de Panamá y Darién a donde habían llegado ya muchos vascos, acompañando a Colón en su cuarto viaje y más tarde en otras expediciones, entre los compañeros de Pizarro habría algunos vascos, cuyo concurso parecía casi necesario para esas empresas.
Pero la Historia que no menciona nombres de vascos en esos primeros años, una vez terminada y más o menos consolidada la conquista, comienza a citar apellidos vascos en la tarea de dar forma y consistencia a las poblaciones. Esto demuestra claramente que el pueblo vasco estaba ya contribuyendo desde los comienzos a la colonización del Perú. Así vemos que el primer alarife de la ciudad de los Virreyes se llama Juan Meco, cuyo origen nos parece vasco porque Meco es palabra vasca, del que se deriva Mecolalde. También figura en los primeros años un tal Martín de Axubita, de oficio cantero, que primero había trabajado en Bogotá a las órdenes de Juan de Vergara. Y entre los escribanos y notarios de los primeros tiempos también leemos algunos apellidos netamente vascos.
Por los años de 1590, es decir, medio siglo después de la fundación de Lima, capital de Perú y capital de toda América meridional durante muchas décadas de años, aparece en escena un hombre de raza vasca, que había de contribuir poderosamente al embellecimiento de Lima, como alarife primero y luego como arquitecto, escultor y tallista de primer orden. Se llamaba Juan Martínez de Arrona y de él se dice que durante algún tiempo estuvo recibiendo lecciones de castellano. Si esto es verdad y sabiendo que había llegado de la Península Ibérica, todo hace suponer que se trata de un vasco. ¿Natural de Arrona, de Guipúzcoa? Lo ignoramos. Lo que nos consta es que fue un hombre honrado, trabajador incansable, cumplidor de sus compromisos. Fue durante muchos años el arquitecto número uno de la ciudad de Lima, consultado por las autoridades para todas las obras de importancia y que llevó la dirección suprema de la obra de la Catedral desde el año de 1613 hasta su muerte acaecida en 1635, cuando pasaba de los 70. Yo me limito a hacer la presentación de esta primerísima figura de la raza vasca, que dejó su nombre perpetuado en la grandiosa catedral de Lima y en otras tantas iglesias y conventos en que dejó obras de meritorio valor artístico.
La presencia vasca en Perú ha sido menor que en otros países de América Latina.
Foto: CC BY - David Berkowitz
Por los años de 1607 y 1608 trabajaba también el Maestro de Cantería Juan de Zumárraga, vizcaíno, que parece se dedicaba a labrar la piedra para los edificios y casas solariegas, percibiendo por su especialidad cuatro patacones diarios. Por esa misma época un Hermano Coadjutor de la Compañía de Jesús era el director de las obras de su Convento y autoridad competente en la materia, ya que varias veces fue consultado por las autoridades acerca de obras de público interés1.
Más tarde, antes de que expire el siglo XVII, entra en escena otro artista vasco, cuyo origen se desconoce, pero que su apellido y su carácter lo hacen suponer netamente vasco. Se llama Diego de Aguirre y ya aparece llevando a cabo obras de importancia por los años de 1670 a 1672. Pocas iglesias y capillas habrá en Lima que no cuenten algún retablo o parte de retablo que no haya sido tocado o retocado, sino realizado por las manos de este artista, uno de los principales en emplear el barroco como estilo en sus obras. Fallece el año de 1718, ya octogenario, dejando también perpetuada su memoria en multitud de obras que aún hoy son la admiración de los turistas. Junto a este insigne artista vasco y trabajando con él estuvo también por los años de 1670 un tal Juan Díaz de Gamboa, cuyo apellido no deja lugar a dudas.
Así como tampoco cabe equivocarse de Martín de Abendaño, otro de los compañeros del gran maestro. ¿Y no serían vascos los conocidos alarifes y arquitectos consultados como peritos en la materia por los años de 1678-1679 sobre la reconstrucción de una obra de importancia, que había sufrido graves deterioros en el Monasterio de la Encarnación y cuyos nombres eran Juan de Egoaguirre, Francisco de Ibarra y Diego de Mondragón? No podemos ni dudar.
Y Juan Iñigo de Eraso que por los mismos años aparece ejecutando los portales de la Plaza Mayor y dirigiendo las reparaciones de la Capilla de la Purísima Concepción, perteneciente al gremio de sastres y establecida en la Iglesia de San Francisco también parece era vasco. Juan de Irrazabal, cuyo apellido es netamente vasco también figura como tallista por los años de 1734.
Y otros nombres que aun cuando no aparezcan en este rápido bosquejo son netamente de origen vasco y que también trabajaron junto a los artistas citados, constituyen un timbre de gloria para nuestra raza en la enorme tarea de las construcciones coloniales. No tememos pecar de exagerados al afirmar que en la grandeza colonial de la ciudad de Lima y en la lenta pero sólida realización de esa grandeza, los vascos con sus canteros, alarifes, arquitectos, escultores y tallistas desempeñaron un papel de principalísimos actores desde su iniciación hasta la época de la Independencia. Sobre todo, nadie puede objetar a la afirmación de que en los siglos XVII y XVIII, fueron los vascos los que llevaron la primacía en el conjunto de realizaciones artísticas de que hoy día tanto se glorian los limeños. Son vascos los que empezaron a introducir el estilo renacimiento en los primeros tiempos de la Colonia, es un vasco el principal personaje que se perfila en el cambio del Renacimiento al del Barroco (Juan Martínez de Arrona) y es también vasco el ejecutor de las más bellas obras de este estilo en el siglo XVII y parte del XVIII (Diego de Aguirre).
También será vasco el que introduzca innovaciones neoclásicas en el arte colonial. Y estamos ante otra figura vasca de gran renombre. Su nombre Matías Maestro, no parece muy vasco, pero su origen (era de Vitoria, Alava) nos lo presenta como paisano nuestro. Este fue sacerdote. Había nacido en Vitoria en febrero de 1766 según el P. Rubén Vargas. Cuando el Generalísimo San Martín promulga y hace proclamar la Independencia, él, que se sentía revolucionario en lo artístico, también se adhirió a la política de los separatistas, firmando el acta capitular de la Independencia. Falleció el año de 1835. Cuando salga a la luz pública su obra inédita sobre arquitectura que lleva por título Orden Sacro, se sabrá más de su capacidad artística que ya dejó evidenciada en las grandes obras por él realizadas.
Y así cerramos este ligerísimo bosquejo de personajes vascos que en el engrandecimiento y prosperidad del Perú colonial fueron figuras muy destacadas y que son claro exponente de la capacidad de nuestra raza en las artes. Pero permítaseme citar los nombres de otros vascos que figuraron más o menos en otras ciudades. Juan Miguel de Veramendi, venido de La Plata, aparece por los años de 1560 a 1561 construyendo la segunda iglesia de la ciudad del Cuzco. En esa iglesia existen cuadros pintados por un tal Juan Iñigo de Loyola. Por esos años aparecen también otros hombres de apellido vasco, como Hernando Montoya, maestro de cantería, Pablo de Garnica, maestro de carpintería. Me he limitado a hacer la presentación de algunas figuras vascas. Otros, más entendidos y revisadores de archivos, que vengan después, hallarán nuevos valores de nuestra raza y uniéndola a los grandes valores ya descubiertos en el campo de las letras, en el de pericia militar o marítima y a los nuevos que todavía no se han descubierto en otros diversos aspectos de la capacidad humana, podrán realizar un estudio detallado y presentar a los vascos del futuro y a los amantes de la vieja raza euskara obras de sumo interés que sirvan para elevar más y más el nivel y el concepto de cultura y progreso que se merece ante la humanidad entera este pueblo digno de mejor suerte.
Lima, agosto 1948
* Archives Manuel de Ynchausti. Ustaritz
1Se llamaba Fray Martín de Aizpitarte