653 Zenbakia 2013-01-09 / 2013-01-16
A partir de 1980 venimos asistiendo a la proliferación de estrategias locales de revitalización del tejido económico, social y cultural del espacio rural vasco. Las expresiones de la cultura local recuperadas y resignificadas son múltiples y de carácter muy variado; objetos, celebraciones religiosas y civiles, razas animales, productos gastronómicos, etc. Tras un complejo proceso de patrimonialización, tales elementos pasan a formar parte del repertorio cultural de la nueva comunidad rural. El estudio de este fenómeno en las zonas de montaña del País Vasco resulta especialmente relevante ya que el dramatismo que caracteriza a este paisaje envuelve de una emoción particular a cualquier proyecto de revitalización llevado a cabo en el mismo. A modo de ejemplo citaremos el caso de la recuperación de una raza equina autóctona en la comarca de la Montaña Alavesa ubicada al sureste de la Comunidad Autónoma Vasca.
Cualquier proceso de construcción identitaria llevado a cabo actualmente en el espacio rural europeo tiene un mismo origen; la crisis energética, económica, ética e identitaria de la década de 1970. Además, la exaltación del individualismo extremo y el proceso de homogeneización cultural y económica en la actualidad promueven de forma indirecta los mismos valores que a finales del siglo XX impulsaron a muchas personas a encontrar en el pueblo un lugar de identificación excepcional como respuesta a la alienante realidad.
Semental de la raza Caballo de Monte del País Vasco con su dueño en el concurso morfológico de la raza celebrado el 9 de septiembre del 2007 en el pueblo de Alda.
Foto: Ixone Fernandez de Labastida
La desestructuración socioeconómica y cultural del espacio rural a partir de 1950 fue especialmente acuciante en las zonas desfavorecidas de montaña como la Montaña Alavesa. De manera paradójica, estos mismos espacios se convirtieron más adelante en lugares excepcionales para combatir el fuerte sentimiento de desarraigo que se había apoderado de muchos habitantes de la urbe. El hecho de que multitud de personas comenzarán a buscar su propia pertenencia e identidad en el espacio rural produjo finalmente el fenómeno del neorruralismo el cual produjo un trasvase de población de la ciudad al campo de manera tanto temporal (tiempo libre y de ocio) como permanente. La nueva comunidad rural emprendió además un proceso de búsqueda y recuperación de prácticas y elementos tradicionales con los que poder restaurar la sensación de estabilidad mínima.
La retradicionalización de la yegua de monte alavés se produjo en el contexto anterior. En 1984, unos pocos ganaderos de la zona que aún mantenían algunas yeguas en el monte decidieron asociarse. Gracias a la ayuda técnica y económica de la Diputación Foral de Álava procedieron a la recuperación de esta raza autóctona. La recuperación comenzó cruzando las pocas yeguas de monte que quedaban en la comarca de Montaña Alavesa con tres sementales de caballo Comtois traídos personalmente desde Bretaña por unos ganaderos locales. Las yeguas de la montaña se optimizaron genéticamente lo que al mismo tiempo implicó una mejora de su aptitud cárnica. La recuperación de esta raza finalizó en 1999 año en el que la yegua de monte alavés se introdujo en el Catálogo de Razas Autóctonas pasándose a denominar Caballo de Monte del País Vasco.
La mejora genética de la raza se emprendió de manera paralela a la retradicionalización del animal. En 1993, un grupo de vecinos y vecinas del pueblo de Arlucea (zona de Izki) decidieron celebrar una fiesta comunitaria y para ello necesitaban encontrar algún referente aglutinador. Para esto se hicieron la siguiente pregunta: ¿Aquí qué es lo que tenemos? Y la respuesta evidente fue: Tenemos caballos. La nueva comunidad postradicional, consciente de la adscripción y distinción que ofrecía el Caballo de Monte del País Vasco al grupo, comenzó a celebrar el Día del Caballo en la Montaña Alavesa. Esta fiesta dramatiza anualmente el carácter simbólico que la yegua local posee para la propia comunidad.
Ejemplar de yegua de monte del País Vasco esperando en los boxes para participar en el concurso morfológico celebrado el 12 de septiembre del 2004 en el Día del Caballo en la Montaña Alavesa (San Vicente de Arana).
Foto: Ixone Fernandez de Labastida
La emblematización de la yegua de monte a partir de la década de 1990 sólo fue posible gracias a la conexión percibida por parte de la comunidad postradicional entre este animal, su lugar de producción (la montaña) y la tradición caballar (memoria colectiva). Efectivamente, hasta la década de 1950 la yegua fue un referente estratégico para la economía local como animal reproductivo y de trabajo. La autenticidad percibida en el animal también deriva de su manejo tradicional semisalvaje. Históricamente, las zonas montañosas de la vertiente mediterránea del País Vasco se han mantenido indivisas para favorecer la explotación conjunta de este espacio entre los diversos pueblos y aldeas que confluían en el mismo. Este hecho ha favorecido el desarrollo de la ganadería de montaña. Por todo ello, la yegua ha constituido aquí un importante elemento de identidad territorial interno y en consecuencia, la comunidad postradicional ha mostrado después un gran interés por recuperar y resignificar este animal como símbolo identitario.
El proceso de revitalización del Caballo de Monte del País Vasco no sólo consiste en su recuperación (retradicionalización) sino también en su refuncionalización (reeconomización). Es precisamente en este último punto en el que emerge el conflicto social. La refuncionalización del Caballo de Monte del País Vasco consiste en restituir su valor económico como animal reproductivo y de trabajo (característico hasta 1950) por su actual capacidad cárnica. En este punto es la propia comunidad la que se muestra rehacía ante la estrategia ganadera. La razón es que la promoción de la carne de potro como producto de calidad y el impulso de su consumo entre la sociedad vasca colisiona con algunas creencias culturales de naturaleza alimentaria muy arraigadas en nuestra cultura. Entre las explicaciones sobre la aversión generalizada hacia la carne de caballo se encuentran algunas de carácter cultural; prescripciones religiosas de origen cristiano y católico (Douglas 1999), protagonismo histórico de este animal en cuestiones de índole económico, político y cultural que lo han convertido en un modelo reducido de nuestra identidad humana (Levi-Strauss 1962), cuestiones de carácter estético y emocional ya que la comestibilidad está en relación inversa a la humanidad del animal (Sahlins 1976) o cuestiones de clase que explican la aversión hacia la carne de caballo como una cuestión de distinción social (Bourdieu 1979). Otro tipo de explicaciones se mueven en el campo del materialismo y la ecología y afirman que en culturas con una larga tradición bélica o lugares con terreno abrupto donde la agricultura no ha tenido desarrollo, los caballos han sido importantes instrumentos de lucha, trabajo, carga y transporte, por lo que históricamente, ha resultado mucho más rentable mantenerlos vivos que sacrificarlos como alimento.
Degustación popular gratuita de carne de potro de la Montaña Alavesa en la fiesta del caballo celebrada en el pueblo de Alda el 9 de septiembre del 2007.
Foto: Ixone Fernandez de Labastida
En definitiva, la revitalización del espacio rural es una compleja realidad en la que emergen estrategias muy diversas, en ocasiones incluso, contrapuestas. El espacio rural actual es un contexto muy complejo en el que conviven diversos grupos con formas de vida e intereses vitales dispares; agricultores y ganaderos, neorrurales (permanentes y temporales), turistas, etc. Por ello, resulta difícil proponer proyectos en los que confluyan los diversos intereses de manera armoniosa. Incluso, como en el caso citado, una determinada estrategia puede congregar a colectivos diferentes y tener mucho éxito hasta que llega un momento en el que las decisiones tomadas sitúan a la comunidad ante alguna disyuntiva que puede llevar, incluso, hasta su desagregación. De esta manera la cultura cambia y se flexibilizan algunos de sus principios básicos en concordancia con las necesidades de cada momento. Sin embargo, este proceso no se da de la noche a la mañana. Algunas realidades son más difíciles de cambiar que otras. Tal es el caso aquí expuesto ya que los hábitos alimenticios se encuentran tan arraigados en las personas como lo están otras estructuras sociales como la religión o la familia. Por ello, cuando un proyecto de revitalización rural propone cambios estructurales como el que hemos visto en el ejemplo anterior, puede que necesite mucho tiempo para que finalmente la comunidad lo internalice o puede incluso terminar fracasando.