630 Zenbakia 2012-06-22 / 2012-06-29
Cartel del congreso de SPILS.
En una primera aportación a Euskonews&Media, publicada a principios de Mayo en euskera, daba mis primeras impresiones de esta excepcional Universidad, a escasas semanas de llegado y estrenado con el curso cuya impartición es el objeto principal de mi estancia sabática y de la beca o acuerdo de colaboración entre la Sociedad de Estudios Vascos y la Universidad de Stanford (a través de Joan Ramon Resina, director del Iberian Studies Program en el Europe Center del Freeman Spogli Institute), a quienes permaneceré eternamente agradecido. En una contribución distinta para la RIEV en inglés voy a desarrollar la temática de mi curso sobre pluralismo en Europa al hilo de las crisis que estamos atravesando y de la necesidad de articular un demos europeo que pueda dar el salto hacia una Federación Europea, apostando como vía transitoria por la Europa a dos velocidades que ha propuesto Jean Claude Piris desde el realismo. Para ello me basaré en la conferencia que pronuncié en el congreso de SPILS (Stanford Program in International Legal Studies, ver anexo).
En este segundo escrito, en castellano, para Euskonews quisiera extraer algunas conclusiones de corte más general aunque inevitablemente anecdóticas y subjetivas, como en el anterior. Mis observaciones versan sobre la Universidad, sobre Palo Alto y el Sillicon Valley en el que se ubica, y sobre la región de California conocida como San Francisco Bay Area, que he tenido oportunidad de conocer gracias, entre otros, a la comunidad vasca de la zona, entusiasta y vitalista. La Universidad de Stanford, asmoz ta jakitez
The Farm como se le llama por la finca para caballos que adquirió el magnate Stanford, cuenta con un campus de 3310 ha, y se ubica en Palo Alto, entre San Jose y San Francisco. Se puede divisar toda su extensión desde su Torre Hoover - llamada así en honor al presidente homónimo, de la primera promoción de Stanford, y que creó el centro para la Historia contemporánea, recogiendo testimonios documentales importantes de todo el mundo, ¡entre otros nada menos que los manuscritos de Rosa Luxemburg! Realmente impactan las dimensiones del campus, y eso que el acelerador de partículas de 2 millas de largo no se ve al estar detrás de las colinas de Portola.
La universidad toma su nombre de Leland Stanford, que hizo fortuna con los ferrocarriles y fue personaje muy influyente y gobernador de California. Al morir el hijo Leland Stanford Jr, antes de cumplir los 16, sus padres, Leland y Jane Lathrop, decidieron fundar la universidad y acoger a la juventud californiana. La Universidad fue gratuita hasta los años 1930. El magnate murió antes de que la primera promoción de 1891-1895 celebrara su egreso. Jane tomó literalmente las riendas de la Universidad llegando incluso a pagar los salarios académicos de su propia fortuna y a ofrecer como prenda su colección de joyas. En ese momento se trataba de un proyecto visionario: era una universidad privada sin denominación religiosa y mixta. Para su lanzamiento contrataron al Provost Jordan, científico y humanista que es precisamente quien ideó el logo die Luft der Freiheit weht - “sopla el viento de la libertad” basándose en una expresión de Lutero inicialmente expresada en latín. No es este el lugar de relatar su historia, que puede fácilmente encontrarse en internet. El terremoto de 1896 destrozó casi todo el campus, pero se rehizo y echó a andar.
La impresión que me he llevado en estas diez semanas de docencia es de una Universidad de gran calidad. En realidad nunca he visto una universidad de estas características. La excelencia académica la damos por supuesta sin necesidad de recurrir a los Nóbeles y laureados que la pueblan. La excelencia la encontramos sobre todo en las y los 6,988 estudiantes de grado y los y las 8,400 estudiantes de postgrado, su versatilidad, su dedicación, su ingenio y su amabilidad. Ser críticos y cultos no está reñido con ser educados y amables, y mi impresión es que nuestras universidades pueden mejorar mucho en estas virtudes cívicas que le alegran a uno el día y la vida.
La comunidad académica en Stanford tiene una ventaja sobre los restantes claustros que he podido conocer (Oslo, Burdeos, Copenhague, Edinburgh, Estocolmo, Glasgow, Istituto Universitario Europeo, Madrid, Milan) quizás con la excepción de Helsinki, Lund u Oxford: es una universidad residencial de investigación. La mayoría del profesorado y los estudiantes de primeros años residen en el campus que cuenta con numerosas residencias y viviendas. La comunidad académica en Stanford es una piña, se interrelaciona mucho de modo que se fomentan los enfoques interdisciplinares. La estructura del campus, la agilidad del curriculum fomentan este ambiente. En la Escuela de Derecho por ejemplo, hay relativamente pocas asignaturas troncales, y casi todas son optativas, algunas como la mía incluso esporádicas, es decir que no se repiten. Ello no afecta a su validez curricular ni a su impartición: hay asignaturas con dos únicos estudiantes, algo que en nuestro entorno se consideraría un derroche, aquí es el señuelo de la calidad. Lo que me llama la atención en la Law School es la cantidad de programas dedicados a la tecnología, la computación, internet, copyright, etc. hasta el punto que van a superar a la otra gran tendencia de la ciencia jurídica: el análisis económico del derecho. Mis ámbitos de especialización, la sociología jurídica (Law and Society) queda rezagada en importancia y no digamos la teoría analítica del derecho: una excentricidad oxoniense. El derecho de la UE tiene su importancia, pero aquí se ve más como una piedra en el zapato; recordemos el bullying que la Comisión está ejerciendo sobre Google.
La autonomía para organizar las clases es plena, aunque luego los requisitos para obtener créditos los fija la American Bar Association pues no olvidemos que los estudios de derecho son postgrados profesionalizantes. En uno de los mejores cursos que jamás haya presenciado, la Profesora Deborah Hensler y la profesora visitante de la Universidad de Tilburg Ianika Zankowa, sobre “litigios transnacionales” recibían cada semana a uno o varios invitados nomalmente abogados de élite que habían participado en alguno sonoro litigio. Todos estos invitados lo tomaban como un gran honor poder participar en dichas clases. He comprobado el poder simbólico que tiene Stanford en todo California: es un referente de calidad. Evidentemente, yo no contaba con los medios necesarios para organizar un curso de esas características, pero aporvechando la visita de mis amigos Luis y Leize organicé una clase abierta en mi curso sobre “Pluralismo cultural, jurídico y constitutional en Europa”, con Luis Mendizabal como artista invitado para explciar el papel de los medios de comunicación y de EiTB como articulación de la identidad vasca, con canciones vascas (animadas por Leize e Iñaki) y clips sobre fiestas populares vascas y con una conferencia que impartí sobre las minorías nacionales en Europa y los mapas como territorios reales e imaginarios.
Curso sobre “Pluralismo cultural, jurídico y constitutional en Europa”, con Luis Mendizabal.
Otra forma de fomentar el espíritu de camaradería en el claustro es mediante las comidas semanales entre profesores y los seminarios semanales impartidos por académicos locales y visitantes. Además de las relaciones dentro de las facultades, centros o escuelas, hay muchísimas conferencias invitadas abiertas al público (desde el actual presidente Gül de Turquía, presentado por la profesora del centro Hoover Condolezza Rice, ex-secretaria de estado republicana, o el ex presidente Toledo de Peru, hasta el prestigioso filósofo Michael Walzer, el columnista del NYTimes Thomas Friedman o la socióloga Saskia Sassen. Todos ellos me han impresionado). He asistido a varias conferencias, a razón de dos por semana, y más o menos me he encontrado en ellas a algunos asiduos asistentes de edad avanzada. A veces he llegado a sospechar que su presencia se debía a los ágapes de las recepciones que seguían a las charlas, pero no; también he coincidido con estos ilustres cuando no se ofrecía más que un austero te, y les he oído plantear preguntas muy certeras: lifelong learning lo llaman, y se lo toman en serio.
Representación de Romeo y Julieta por los estudiantes de ingenierías y ciencias.
A las actividades académicas se añaden las culturales, artísticas y musicales, con artistas invitados de fama mundial o protagonizadas por los estudiantes de Stanford. De estas segundas me han impresionado los conciertos musicales de música clásica (orquesta sinfónica y coro de la Universidad, destacando la Misa de Schumann), jazz (Stanford Jazz Orchestra, se va de gira a los festivales de jazz centro-europeos de verano), folk y rock, los espectáculos musicales y de danza o las representaciones teatrales (no puedo dejar sin mencionar la representación al aire libre de Romeo y Julieta, de Shakespeare por estudiantes de ingenierías y ciencias, justo en la zona de las escuelas técnicas, o la actualización de la comedia de Aristófanes (las mujeres de la asamblea), Women on Top, con sarcasmos dirigidos a Wall Street y al poder sexual femenino. La adaptación corrió a cargo de los estudiantes de postgrado en griego helénico. Los estudiantes en Stanford se implican en múltiples actividades culturales, artísticas y musicales además de deportivas.
Uno de los aspectos de los que Stanford se siente más orgulloso, dejando a un lado, la excelencia académica son las actividades deportivas y su gran palmarés en competiciones masculinas y femeninas de atletismo, con varias medallas olímpicas. Las instalaciones deportivas están perfectamente integradas en el campus. Personalmente no me siento muy atraido por los espectáculos deportivos y a pesar de que muchos colegas en Euskadi me conminan a asistir a los partidos de los grandes equipos de baseball, football o basketball, no lo he hecho. Casi me ha bastado con seguir la proeza del Athletic pero me he alegrado de no tener que sufrirlo como monotema. El caso es que las instalaciones deportivas en Stanford están muy bien integradas salpicando el campus pero sin sobresalir, entre parques de esculturas y una vegetación gigantesca de sequoias aún jóvenes, eucaliptus, robles y encinas (especie muy presente en la toponimia de Stanford). Ello por no cebarnos en el campo de golf, uno de los diez mejores de América. El roble vasco? Eman ta zabal zazu
La presencia vasca en la Universidad es algo que me ha sorprendido gratamente. Para empezar el Provost Etchemendy es de origen vasco, de Nevada. Sólo he oído cosas buenas sobre él (en boca del decano Kramer de la Law School o del peluquero Carmelo). ¡Qué orgullo por lo que nos toca! Hay más vascos en Stanford (Aitzol o Judit por ejemplo), y también en la co-opetencia de Stanford, la universidad publica de Berkeley (Jon). En mi último artículo para Euskonews&Media ya mencioné al Etxepare scholar, Iñaki Lopez de Luzuriaga, entregado y sufrido profesor de euskera. El pasado jueves 24 de Mayo, además de las clases que da en el Basque Cultural Centre de South City, Iñaki impartió una sesión de txalaparta en la plaza blanca de Stanford (espero que todavía se nos pueda ver en este clip http://www.youtube.com/watch?v=JmqkoqJqDjM; ¡para mi era la primera vez! La pancarta que se ve tras la Ikurrina es precisamente la que anunciaba la obra de teatro Romeo y Julieta). Además de las gentes, muchas de las calles y edificios de Stanford tienen nombre vasco: Salvatierra, Lasuen, Arrillaga, de Anza.
Sesión de txalaparta en la plaza blanca de Stanford
Precisamente con de Anza anclamos con nuestro segundo tema. Stanford se ubica en Palo Alto, una ciudad pujante y extensa. Si nos fijamos en el sello de la universidad y de la ciudad, veremos una sequoia que es precisamente el símbolo del Palo Alto. Cuando bajo el reinado de Carlos III se exploró la costa del norte de California, bajo el mando de Portola, una avanzadilla que penetró en la bahía de San Francisco por el sur desde Monterey, por Filoli - no descubrieron la entrada por el Golden Gate - se adentró en la erreka o riachuelo San Francisquito justo por la zona donde suelo hacer jogging por las mañanas y donde Stanford tiene ahora su aeropuerto y club de aviación y río adentro divisaron una Sequoia milenaria a la que llamaron el Palo Alto en lo que es ahora el downtown. Se pensó en fundar una misión en el lugar para lo cual se dibujó una cruz con la idea de retornar. De Anza (nacido en Arizpe, literalmente bajo el roble, en Sonora, EEUU de Mejico, de padre oriundo de Hernani) fue quién dirigió la segunda expedición 1775-76 que pasó por la zona, en realidad su empeño era trazar la vía interior entre Arizona (nombre que el propio Anza acuñó para ese estado y que significa buen roble, al parecer por una finca homónima) y California y de hecho aún hoy se pueden recorrer los miles de kilómetros de la Anza trail; como el camino de Santiago pero a lo americano. El caso es que el riachuelo estaba casi seco, por lo que se abandonó la idea de la misión.
Palo Alto, fundada por Stanford para atender a la Universidad, es hoy una ciudad muy animada y muy próspera de unos 65000 habitantes: aquí se respira espíritu empresarial, start-ups que se convierten en gigantes, trabajo duro, innovación, pero a un ritmo tranquilo y un ambiente caro y cool. El clima es más apacible que en la costa, al estar protegido por las lomas de Portola Valley. El dialecto de inglés que se habla en la zona es el hi-tec, es contagioso: no nos imaginamos su alcance global. Google, Pay Pal, Hewlett Packard, Facebook, Logitech, Sun Microsystems, en fin casi todas nacieron aquí y las que no lo hicieron, como Yahoo, fueron fundadas por exalumnos. Es una de las ciudades más caras de USA, pero ¡viniendo de Donostialdea, la verdad es que uno está escaldado! La relación entre Stanford y Palo Alto es de casi perfecta simbiosis: hay gran flujo e influjo de las empresas start-ups y la Universidad, no en vano se la considera según los rankings de 2010 como la primera universidad del mundo en tecnología, segunda en general, cuarta en ciencias sociales y humanidades (me corrige Joan Ramon, en el último ranking de 2011 quedó la primera). Estos días (27 y 28 de Mayo) he leído en Le Monde un par de artículos sobre el endeudamiento financiero en que incurren tantos y tantas estudiantes por los préstamos para pagar las matrículas de la universidades (se hablaba de Harvard y de unos 40 000 $ por curso). También se mencionaba un extravagante magnate de San Francisco, de cuyo nombre prefiero no acordarme, que financiaba mediante premios espectaculares a estudiantes geniales que abandonaban los estudios universitarios para crear sus empresas. Me chocaba esa impresión que quería dar de rompedor antisistema, anti-universitario, aunque achacaba a las universidades una enseñanza poco encaminada a la innovación y excesivamente cara. Es cierto que se suelen proponer nombres de grandes visionarios empresarios de Sillicon Valley u otras zonas que crearon sus empresas antes de terminan los estudios, pero lo curioso es que venían de la universidad, se empapaban en su entrono, bebían de sus fuentes. Hace unos días escuché una conversación de estudiantes en la cafetería de la Business School de Stanford: estaban discutiendo de una start up que implicaría iniciativas sanitarias de apoyo utilizando Facebook; era como un brainstorming de la película que se hizo sobre Facebook, pero en la mesa de al lado.
Aquí están todos tan empapados de tecnología que una de mis preguntas favoritas para entablar conversación es preguntarles qué tipo de tecnologías de comunicación usaremos dentro de un par de años. Una joven profesora del centro Codex en la Law School que acaba de dejar la docencia para meterse en una start up y un colega suyo flamenco de otra start-up jurídica Lawgives.org me comentaban que igual lo siguiente no es ni de comunicación. Google está experimentando el coche sin conductor. Lleva recorridos más de 100 000 km por las carreteras de California sin haber causado el más mínimo reparo jurídico-administrativo, ni accidente. Hasta el entorno regulativo aquí favorece la experimentación. Casi todos reconocen que el futuro tecnológico próximo ni lo imaginamos, pero que nada se estaciona; ¡yo soy para ellos un cavernícola por usar aún el iPad de primera generación que adquirí hace un año y no tiene cámara incorporada! Si algo se estaciona se estanca, Heráclito en su máxima potencia. Es más, ven como algo bueno el fracaso de una start up, pues eso les da más coraje y aprendizaje para la siguiente. Uno de los profesores más brillantes de Stanford, Josh Cohen, lo expresó con tino en una conferencia: es bueno fracasar (fail a lot) frecuentemente, peor que sea pronto (but fail early). Puestos a aventurar hipótesis explicativas, se me ocurre que la mentalidad del terremoto está en el bagaje psicosocial o cultural de la zona. En el de 1989 Stanford fue muy afectada, pero todo se rehace y se aprovecha para relanzarlo. Los start-up comenzaron aquí a partir del famoso centro de transistores del Nóbel Shockley. Unos empleados dejaron su empresa en 1957 para montar Fairchild Semiconductors, pero a estos se les fueron otros que montaron sus start ups, y así en sólo 20 años se generaron hasta 65 empresas, el espíritu emprendedor está en el aire. Con la mitad de su espíritu emprendedor en la mitad de nuestra gente creo que nos salíamos de Europa. Aquí se respeta a los vascos precisamente por ese espíritu emprendedor, en realidad compartido con todos los emigrantes (motivo adicional para la integración y no para la expulsión). Zazpiak Bat en la Diáspora Californiana
Este hype del Sillicon Valley no lo he detectado en otras zonas, tecnológicamente más relajadas. Tampoco lo he detectado entre los amerikanuak que he tenido conocido ocasión de conocer. Me han maravillado por su perfecto manejo de la múltiple identidad y su espíritu emprendedor. Los Basques en la Bay Area han establecido su Cultural Centre, Gure Euskal Etxea en South San Francisco muy cerca del aeropuerto. Es impresionante: cuenta con un pedazo de frontón, con un enorme escenario y sala de actos, sala de conferencias y un fantástico restaurante. Se puede hablar en euskera con muchos de sus miembros, se puede ver jugar al mus, con modalidades de iparralde (mus a seis), se aprenden danzas vascas, se aprende euskera y hasta txalaparta. Se celebran actividades en torno a la comida, la danza y el canto.
Fiesta del Pow wow de los amerindios.
Una de las actividades a la que me apunté fue la excursión en bicicleta por Marin county, al norte de la Bahía sobre la que se puede kuxkuxear en esta dirección http://www.sfbcc.us/content1.asp?cat=10&id=69. Animada por dos personas que deseo mencionar expresamente: Philippe Acheritogaray y Leon Sorhondo. Ello, junto con la Erramu Igandeko bazkaria me ha dado la oportunidad de conocer a bastantes americanos y americanas de origen vasco, de primera, segunda y tercera generación, con una presencia destacada de Iparralde (Aldude) y su colindante Baztan. Hace unos treinta y cinco años llegaron los últimos pastores, pero las cosas habían cambiado mucho. Las condiciones de los amerikanuak las ha descrito magistralmente Asun Garikano en Far Westeko Euskal Herria, al cual me remito.
Lo que me ha impresionado a mí es como combinan perfectamente el american way of life, en este caso con los dialectos propios del San Francisco Bay Area, cosmopolita, multicultural y tecnológico, con la identidad y los símbolos de la identidad vasca de nuestra memoria colectiva: euskara, euskal dantzak, gastronomía, música, catolicismo, fragmentos de nuestra historia (el acto en conmemoración de los 75 años del bombardeo de Gernika donde Iñaki impartió una interesante conferencia atrajo a numerosos vascos, familiares y amigos, y me impactó la seña que Gernika ha fraguado en los descendientes de nuestros hermanos de Iparralde). Por un momento he llegado a pensar que nuestro sueño abertzale del zazpiak bat, nuestro territorio libre imaginario, es decir nuestra Utopía, podía ser alcanzada en la diáspora. Pero vuelvo a despertar: estos componentes son muy importantes en el plano simbólico, pero a la hora de retornar al lebenswelt o al principio de realidad, los habitantes del octavo herrialde son enormemente pragmáticos y huyen espantados de todo proyecto político, algo que también he tenido ocasión de comprobar en la fiesta del Pow wow de los amerindios (foto anexa) que se celebra a mediados de Mayo en Stanford (http://www.stanfordpowwow.org/): las coloridas celebraciones generan un sentimiento identitario simbólico que se añade a muchas otras identidades culturales y se van contrastando en esta enorme ensaladera intercultural que son los EEUU, donde nos encontramos con indios evangélicos, indios católicos, indios budistas, etcétera.