564 Zenbakia 2011-01-28 / 2011-02-04
El exilio institucional: El Gobierno autonómico vasco y sus delegaciones en el exterior (1937-1965) (I/III)
El exilio institucional: El Gobierno autonómico vasco y sus delegaciones en el exterior (1937-1965) (III/III) El paréntesis europeo: del final de la Guerra Civil a la caída de Francia
Junto con las delegaciones en territorio español, uno de los rasgos destacados de la proyección exterior del nuevo gobierno autonómico vasco fue la creación de una serie de oficinas en otros países. El carácter abiertamente internacional de la guerra, con la participación en forma de ayuda material y militar a ambos bandos, y los debates que surgieron en torno a las implicación de terceros países en el esfuerzo bélico de ambos contendientes, explica que el Gobierno Vasco recién constituido no limitara su representación exterior a la España republicana, sino que muy tempranamente se preocupara por abrir delegaciones en otros países europeos. El contexto en el que se movían estas delegaciones, además, era notablemente diferente al de las delegaciones creadas en España. A diferencia de éstas, que gozaban de un entramado jurídico que las protegía y en las que sustentaban su labor, en el caso de las oficinas abiertas en el extranjero existían serias dudas en torno a su estatus y su encaje en las definiciones habituales del derecho internacional:
Las Delegaciones vascas no eran representaciones de un estado independiente que dispusiese de su propio servicio exterior con embajadas y consulados, por lo que habitualmente no gozaron de un status diplomático a la manera habitual. Sí se ampararon algunas, al menos inicialmente, en las ventajas diplomáticas ofrecidas por las embajadas de la República española. Hecha esta salvedad, está admitido y comprobado por la historiografía que las Delegaciones del Gobierno Vasco alcanzaron un reconocimiento, si no diplomático, reiteramos, sí en gran medida político. Moviéndose entre ambos parámetros, los delegados enlazaron y trataron con los gobiernos de forma oficiosa, siendo aquéllos interlocutores válidos ante ministros, funcionarios de los ministerios de asuntos exteriores y diplomáticos.1
Todavía hasta fechas muy recientes, el debate en torno al estatuto jurídico de las oficinas abiertas por el Gobierno vasco —y posteriormente, por otros gobiernos regionales españoles surgidos al amparo de las constituciones de 1931 y 1978— se ha centrado en torno a consideraciones de derecho internacional clásico. Ciertamente, siguiendo dichos parámetros, no puede calificarse su actividad de diplomática en un sentido estricto y pleno, según viene definido en el derecho internacional, ya que las Delegaciones vascas nunca fueron concebidas, ni consideradas por sus interlocutores, como misiones o embajadas de un estado soberano. No obstante, si que ejercieron una labor paradiplomática en los ámbitos representativa, mediador, protector y propagandístico, tanto de cara a los propios vascos —“del exterior y del interior”, en la terminología que se acuñaría para diferenciar al mundo del exilio de la realidad en el propio País Vasco—, como en ocasiones en su proyección ante las autoridades de los países en los que se instalarían.
Delegación del Gobierno Vasco en el exilio, en la avenida Marceau, de París.
En una primera fase, y aunque ya para entonces se había hecho patente el interés del Gobierno vasco en otorgar un papel singular en su proyección exterior a aquellos países en los que existían importantes colectividades de inmigrantes vascos, la atención quedó centrada sobre todo en los países europeos. De este modo, la primera y más importante de las delegaciones se establecería en Francia, con una sede principal en París (1936) y otras secundarias en Bayona (1936), San Juan de Luz (1937) y Burdeos (1936), en un ámbito geográfico próximo a la frontera vasco-española. De hecho, serían éstas las únicas delegaciones exteriores creadas por el gobierno antes de su marcha al exilio; ya que el resto de oficinas instaladas en el continente europeo durante esos años (Bruselas, Londres2 y los intentos de delegación en Dublín, en 1937, y Ginebra, 1939) fueron abiertas cuando el gobierno ya había comenzado su peregrinar fuera del País Vasco.
La Delegación de París, puesta al mando de Rafael Picavea3, se situaría en un inmueble que acabaría por adquir tintes de leyenda en la memoria histórica de la lucha antifranquista en el País Vasco. Sito en el número 11 de la avenida Marceau, el palacete adquirido por el Gobierno Vasco para este fin, incluso, llegaría a servir de sede del propio Gobierno en el exilio en tres periodos: de julio a septiembre de 1937; de abril de 1939 a junio de 1940; y tras la derrota de la Alemania nazi, en 1946. Dos fueron los ámbitos preferentes de actuación adjudicados a la Delegación —ámbitos que serían también secundados por el resto de Delegaciones abiertas en otras capitales europeas—. En primer lugar, la Delegación se apresuró a crear un potente aparato de propaganda, que se puso en manos de Felipe Urcola y el historiador vasco-francés Eugène Goyhenetche. Asimismo se adquirió una imprenta en la que se editaría toda la propaganda antifascista publicada por la Delegación, en al menos siete idiomas diferentes, comenzando por el que sería el primer órgano de expresión del exilio institucional vasco, con una cabecera cuyo nombre adquiriría un notable éxito y sería repetido en iniciativas periodísticas similares en otras capitales, sobre todo en América, promovidas por las Delegaciones vascas. Nos referimos a Euzko Deya, que como su nombre indica, pretendía erigirse en la “voz de los vascos”, voz que se entendía acallada por el sojuzgamiento y la falta de libertades del régimen de Franco.
En segundo lugar, se buscó la creación de una red de pensadores y políticos locales que apoyaran públicamente la legitimidad y aspiraciones de la lucha del Gobierno vasco frente a la rebelión franquista. De este modo, a Delegación fue capital en la promoción y organización de la llamada Liga Internacional de Amigos de los Vascos (LIAB, en sus siglas francesas). La incertidumbre que se genera una vez que el bando franquista gana la guerra y ante el posible olvido del conflicto, hace que el Gobierno intente crear un organismo que tenga enlaces internacionales y que sirva de altavoz de los derechos vascos ante las autoridades gubernamentales y la opinión pública de todo el mundo. Con esa intención nacerá un 16 de diciembre de 1938 la LIAB, dividida desde el principio en dos grupos de acción: el primero, denominado “Comité de Ayuda a los Vascos”, se trataba de un grupo humanitario para proveer ayuda material a los refugiados; presidido por Monseñor Clément Mathieu; el segundo, llamado “Comité de Intereses Generales de Euzkadi”, estaría al cargo de la difusión internacional y propaganda. El núcleo de la LIAB estaba formada por cuatro personalidades de la jerarquía eclesiástica francesa, entre ellos, el cardenal Monseñor Verdier, arzobispo de París y Monseñor Feltin, arzobispo de Burdeos; tres personalidades católicas prestigiosas, entre ellos, François Mauriac y Jacques Maritain; cuatro destacados políticos, miembros del PDP (demócrata-cristianos, centristas), entre ellos Auguste Champetier de Ribes y el senador Ernest Pezet, que será el Secretario General de la LIAB; tres personalidades políticas católicas de izquierda; un antiguo combatiente; juntamente con Edouard Herriot, antiguo Presidente del Consejo, miembro del partido radical y que pasaba por tener ideas anticlericales. Se trataba, como se ve, de una composición muy dispar, buscada ex profeso.
Boise, Idaho. La Delegación Vasca del Gobierno Vasco en exilio visita la comunidad vasca de Boise, Idaho en 1940. Foto 1940.
Las sedes o subdelegaciones del suroeste francés y País Vasco-francés, por su parte, tenían una finalidad mucho más práctica: establecer una red de apoyos para ubicar y acoger a los exiliados vascos que permanecían expulsados fuera del País Vasco como consecuencia del avance del bando rebelde en la Guerra Civil4 y la definitiva derrota. Como recordaría, años más tarde, el segundo lehendakari Jesús María Leizaola:
(..) durante los primeros años nuestra actividad se centró en la creación de una especie de central, destinada a llegar a una masa importante de gente esparcida por Europa, América y otras partes del mundo, al tiempo que intentaba afectar de modo clandestino lo que pasaba en el interior del país. Nuestro trabajo fundamental era, en estos momentos, reagrupar al pueblo vasco procurando sacarle de las cárceles, alejándoles de la represión y de la persecución e intentando evitar que cayera en manos de los nazis y que tuviera que sufrir en sus campos de concentración.5
La primera de las delegaciones surgidas en este contexto fue la de Bayona, en octubre de 1936 (es decir, en una fecha muy temprana, pues se halla entre las primeras decisiones tomadas por el Gobierno Vasco tras su constitución. De hecho, puede incluso afirmarse que, en cierto modo, esta Delegación antecedió incluso a la constitución del propio Gobierno, porque ya desde julio del mismo año las llamadas Juntas de Defensa que se habían constituido en Vizcaya y Guipúzcoa habían enviado a J. Oruezabala a la ciudad de Bayona con este cometido.6 La Delegación contaba con un hospital entre Bidart y Guéthary, llamado La Roseraie, usado para el cuidado de enfermos y heridos evacuados desde la Euskadi republicana. Asimismo, era el responsable último de la gestión y aprovisionamiento de las diversas colonias infantiles, incluyéndose aquí los costes de los edificios y su mantenimiento, la manutención de los niños asilados, y el personal de administración y servicios y el profesorado que atendía a los niños. Como señalan De Pablo y Sandoval, la Delegación de Bayona se había convertido, junto a la sede del Gobierno en el exilio en París, “en los centros neurálgicos de la acción del Gobierno Vasco”.7
1 UGALDE ZUBIRI, A.; La acción exterior del nacionalismo vasco (1890-1939): historia, pensamiento y relaciones internacionales, Oñati, IVAP, 1996, p. 607.
2 Sobre las actividades de la Delegación vasca en Londres, cfr. IRUJO, M.; Inglaterra y los vascos, Buenos Aires, Editorial vasca Ekin, 1945. JIMÉNEZ DE ABERASTURI CORTA, J.C.; “Irujo en Londres (1939-1945)”, Vasconia, Donostia, 32 (2002), pág. 99-132.
3 IMAZ MARTÍNEZ, Í.; “Rafael Picabea Leguía, 1867-1946. Breve aproximación biográfica”, Bidasoako Ikaskuntzen Aldizkaria, 25 (2007), pág. 107-152.
4 En el artículo de Jesús María de Leizaola: “La organización política de los vascos”, Euzko Deya, Buenos Aires, nº 25, 10 de enero de 1940.
5 Declaraciones de Leizaola, en Euzkadi, Bilbao, nº 159, 6 de diciembre de 1979, Pág. 14.
6 UGALDE ZUBIRI, A.; “La contribución del Gobierno Vasco a la acción de la República Española ante Naciones Unidas en 1945-46”, en: Tusell, Javier (ed.), La política exterior de España en el siglo XX, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1997, pp. 327-337, cit, en p. 336.
7 DE PABLO CONTRERAS, S. y T. SANDOVAL; “Im Lande der Basken (1944). El País Vasco visto por el cine nazi”, Sancho el Sabio, Vitoria, 29 (2009), pp. 157-197, cit. en p. 167.
El exilio institucional: El Gobierno autonómico vasco y sus delegaciones en el exterior (1937-1965) (I/III)
El exilio institucional: El Gobierno autonómico vasco y sus delegaciones en el exterior (1937-1965) (III/III)