563 Zenbakia 2011-01-21 / 2011-01-28

KOSMOpolita

El exilio institucional: El Gobierno autonómico vasco y sus delegaciones en el exterior (1937-1965) (I/III)

ALVAREZ GILA, Oscar SANZ GOIKOETXEA, Eneko

CBS-UNR RenoUniversidad del País Vasco



El exilio institucional: El Gobierno autonómico vasco y sus delegaciones en el exterior (1937-1965) (II/III)

El exilio institucional: El Gobierno autonómico vasco y sus delegaciones en el exterior (1937-1965) (III/III)

Hace ya varias décadas que el exilio ha sido aceptado en la historiografía como una de las más importantes consecuencias de la Guerra Civil de 1936-1939.1 Tras el paréntesis obligado de cuarenta años debido a la persistencia del régimen político dictatorial que gobernó España a causa de su victoria en la contienda, la vuelta de la democracia tras la muerte de Francisco Franco trajo consigo igualmente la recuperación de aquellos aspectos de la memoria histórica del pasado reciente que habían sido ocultados o interpretados únicamente desde la ortodoxia ideológica del régimen vencedor en la guerra. El fin de la dictadura franquista supuso también, en algunos casos la desaparición voluntaria, y en otros casos el retorno de todas aquellas instituciones del estado republicano español que, tras ser expulsadas por la derrota, se habían mantenido en el exilio otorgando una“ficción de continuidad” a lo que ya desde épocas muy tempranas se definió como “depósito de la legitimidad democrática” republicana, frente a un régimen político basado en la carencia de libertades políticas, la represión de todo conato de oposición, surgido precisamente de una rebelión militar contra sus propias autoridades civiles. Fundamentalmente fueron cuatro los órganos del entramado gubernamental republicano que pervivieron en esta situación tras el final de la guerra: el parlamento, el poder ejecutivo central (presidencia, presidencia de gobierno y consejo de ministros), y los ejecutivos autonómicos catalán y vasco. Existió, por lo tanto, un exilio institucional, que no sólo se superpuso, sino que en gran medida estuvo fuertemente ligado en su origen y desarrollo a las vicisitudes individuales y grupales del exilio personal. El caso del Gobierno Vasco, y su entramado institucional exterior, fue buen ejemplo de ello. Autogobierno en tiempos de cólera: el nacimiento del Gobierno Vasco

José Antonio de Aguirre Lecube.

El 7 de octubre de 1936 la Gaceta de Madrid, boletín oficial del gobierno republicano, publicaba en su número 281 el texto del nuevo Estatuto Vasco, aprobado pocos días antes en las Cortes Generales. En la disposición transitoria primera de su articulado se establecía que “en tanto duren las circunstancias anormales producidas por la guerra civil, regirá el país, con todas las facultades establecidas por el presente Estatuto, un Gobierno provisional”, que sería elegido por los concejales de los ayuntamientos vascos que estuvieran en disposición de otorgar libremente su voto por no hallarse bajo el dominio de los militares rebeldes. El mismo día resultó elegido para el cargo de primer lehendakari el nacionalista José Antonio de Aguirre y Lecube, que se puso al frente de un gobierno de concentración en el que se hallaban presentes todas las fuerzas leales a la República, casi todas ellas del ámbito de la izquerda. El contexto en el que nacía el Gobierno Vasco era, simplemente, terrible. Tras los fallidos intentos por establecer la autonomía vasca desde el advenimiento de la II República, la guerra se había iniciado sin concretar las expectativas de avanzar en el proceso autonómico generadas con la vuelta al poder de las izquierdas. De hecho, la sorprendente rapidez con la que las cortes republicanas aprobaron el nuevo texto estatutario, una vez estallada la guerra, tenía más que ver con la intención de asegurarse la confianza de las fuerzas nacionalistas vascas y su implicación en el bando republicano, antes que cualquier otra consideración. Pero para entonces, el territorio asignado en el Estatuto al nuevo Gobierno Vasco era más un desideratum que una realidad, ya que sólo pudo ejercer sus competencias en un ámbito muy disminuido, reducido prácticamente a la provincia de Vizcaya con algunos pequeños territorios en la zona norte de Álava o en la frontera de Guipúzcoa.

“Las circustancias anormales” a la que hacía referencia la ley estatutaria no llegarían a desaparecer. En junio de 1937, el Gobierno Vasco iniciaba, a través del puerto de Santander, un viaje al exilio que lo llegaría por París, Barcelona, París nuevamente, Nueva York y, desde 1947, definitivamente de vuelta en París. En total, este ejecutivo habría vivido, hasta su extinción formal en 1980, siete meses de gobierno efectivo en el propio País Vasco, y cuarenta y un años de resistencia en un exilio que tuvo como escenario tres países y dos continentes. La premura en la constitución y las dificultades añadidas para ello por las condiciones bélicas, sin embargo, no serían óbice para que el recién constituido Gobierno comenzaría a desarrollar, ya desde fecha muy temprana, la organización de un aparato de representación exterior —concretado bajo el nombre de “Delegaciones”—, que serían un elemento capital en la continuidad del propio gobierno, en su sostenimiento material en el exilio, y en la labor de interlocución política y difusión propagandística que fue la base de su actividad durante buena parte de los años del exilio. Gobierno y delegaciones vascas serían, de este modo, las dos caras complementarias del mantenimiento del entramado institucional del autogobierno vasco durante los años del exilio.

Los primeros esbozos de una “política exterior” del Gobierno vasco se produjeron durante los meses en los que su sede se mantuvo en la ciudad de Bilbao, prácticamente sitiada por el ejército franquista. La “ayuda humanitaria” a las víctimas inocentes de la guerra, que aunque no existía por aquel entonces como concepto universalmente admitido en el derecho internacional, sí que era una realidad, fue uno de los principales ámbitos en los que se centró dicha política: en especial, el establecimiento de colonias infantiles de refugiados en Francia, Inglaterra, Bélgica y la Unión Soviética2; o los problemas que el bloqueo del puerto de Bilbao por parte de la poderosa flota franquista generaban a la evacuación y ayuda humanitaria a la población vizcaína que fueron, por ejemplo, objeto de debate en varias ocasiones en la Cámara de los Comunes del Reino Unido.3 Pero fue, sin duda, el eco internacional que tuvo el bombardeo de Guernica el que permitió al Gobierno Vasco plantearse una campaña de difusión internacional a una escala que hasta entonces no habría pensado posible, tomando como base el horror que los principales medios de comunicación mostraron ante el ataque aéreo masivo e indiscriminado contra una población civil indefensa.4

Gernika-Lumo (Bizkaia). Bombardeo del 26 de abril de 1937. La plaza del mercado y la Taberna vasca.

Fue también este momento cuando se crearían las primeras Delegaciones, abiertas en dos frentes. Por un lado, el Gobierno Vasco nombró representantes en otras ciudades españolas, primero en Madrid5, y posteriormente en Valencia y Barcelona, en todos los casos, teniendo como uno de sus objetivos servir de enlace con el gobierno central republicano, a lo que se unían otras tareas como la propaganda o la atención a la población vasca allí residente.6 Estas delegaciones, que no durarían más allá de la derrota republicana, tuvieron sin embargo la importancia de marcar el modelo organizativo de las que se abrirían posteriormente en otros países. Como señala Ugalde Zubiri, “la fórmula más corriente [de su composición] fue: 1) Un delegado, máximo responsable político y encargado de los contactos de mayor envergadura político-diplomática; 2) Un secretario general, coordinador de la Delegación y secundando la labor del delegado; y 3) Otros miembros o vocales, como un abogado, un periodista y un tesorero”7. La delegación de Barcelona8 acabaría adquiriendo una mayor importancia que las otras dos, desde el momento en el que se instalaría allí la presidencia de la República y, desde septiembre de 1937 —tras unos breves meses de residencia en París— el propio Gobierno vasco, expulsado ya de la ciudad de Bilbao. La llamada Delegación de Euzkadi en Cataluña llegaría así a ejercer una variada actuación, especialmente en lo referido a la organización de los contingentes de refugiados vascos que se habían trasladado a territorio leal republicano para seguir participando en la lucha contra el bando nacional:

(...) se creó una milicia vasca, la cual tenia su sede en la población de Pins del Vallès (Barcelona); se buscó una solución para que los niños pudieran seguir estudiando en la retaguardia, inaugurándose la primera Ikastola de Cataluña en la plaza del Pi, en el local de la “Biblioteca Apel-les Mestres”; se organizó un servicio médico, teniendo como personaje de relieve al doctor Sánchez Llistirellas, fallecido en 1937; se documentó a todos los refugiados con un carnet que los acreditaba como vascos, y cuyos impresos eran repartidos por los Mossos de Esquadra; se buscó trabajo a hombres y mujeres a pesar de las dificultades; se estableció, en buena parte a través de los mismos refugiados, un nexo entre las dos zonas, tanto a través del correo, como de servicios de transporte, que pasaban por Francia para llegar finalmente a Bilbao; se creó un periódico independiente, Euzkadi en Catalunya, el cual se convirtió en el semanario de los vascos situados en tierras catalanas —y de otros frentes, como por ejemplo el de Madrid—; se creó una emisora de radio...9

1 Cfr. entre otros; RUBIO, J.; La emigración de la guerra civil de 1936-1939, Madrid, San Martín, 1977. SORIANO, A.; Éxodos. Historia orial del exilio republicano en Francia, Barcelona Crítica-Grijalbo, 1989. DREYFUS-ARMAND, G.; El exilio de los republicanos españoles en Francia. De la Guerra Civil a la muerte de Franco, Barcelona, Crítica, 2000. ALTED, A. y L. DOMERGUE; El exilio republicano español en Toulouse, 1939-1999, Madrid, UNED-Presses Universitaires du Mirail, 2003. ROMERO SAMPER, M.; La oposición durante el franquismo. El exilio republicano, Madrid, Ediciones Encuentro, 2005.

2 ARRIEN, G.: La generación del exilio. Génesis de las escuelas vascas y las colonias escolares (1932-1940), Bilbao, Onura, 1983. ALONSO CARBALLÉS, J. J.: 1937. Los niños vascos evacuados a Francia y Bélgica. Historia y memoria de un éxodo infantil, 1936-1940, Bilbao, Asociación de Niños Evacuados del 37, 1998.

3 “Lehendakaritza. Atlee’ren urrutidatzia”, Eguna, Bilbao, nº 91, 17 Jorrailla (Abril) 1937.

4 Con la esperanza de que sirviera para modificar la pol?tica de neutralidad de las potencias democráticas. Cfr. UGALDE ZUBIRI, A.; “La actuación internacional del primer Gobierno Vasco durante la Guerra Civil (1936-1939)”; Sancho el Sabio, Vitoria-Gasteiz, 6 (1996), pág. 187-210 , cit. en p. 190.

5 SAN SEBASTIÁN, K.; Crónicas de postguerra, 1937-1951, Bilbao, Idatz-Ekintza, 1982, p. 44.

6 ARCHIVO DEL NACIONALISMO VASCO, Artea (Vizcaya), Sección “Archivo del Gobierno de Euzkadi”, 01.01 Departamento de Comercio y Abastecimiento, Correspondencia / 1937 -- 1938 / GE-0475-01.

7 UGALDE ZUBIRI, A.; “La actuación internacional...”, 1996, p. 194.

8 Sobre esta delegación, destaca el trabajo monográfico de ESCUDER SOLER, X. e I. GOIOGANA MENDIGUREN; “Historia de la Euskal Etxea de Barcelona”, Euskaldunak Munduan - Vascos en el Mundo, Vitoria-Gasteiz, Gobierno Vasco, 2003, vol. 5, pp. 47-268.

9 BOU, J. y F. X. MEDINA; “¡Cada día, catalanes, acordaos de Euzkadi!. La Semana Pro-Euzkadi (Barcelona, junio de 1937)”, Sancho el Sabio, 13 (2000), pp. 137-150, cit. en p. 139.

El exilio institucional: El Gobierno autonómico vasco y sus delegaciones en el exterior (1937-1965) (II/III)

El exilio institucional: El Gobierno autonómico vasco y sus delegaciones en el exterior (1937-1965) (III/III)