439 Zenbakia 2008-05-09 / 2008-05-16

Gaiak

Un fantasma recorre los barrios de Bilbao...

AHEDO GURRUTXAGA, Igor

Es el fantasma del movimiento ciudadano

Puede sonar pretencioso y exagerado. Efectivamente lo es. Pero también es cierto que una simple lectura superficial de la prensa diaria refleja la creciente presencia de los movimientos y plataformas ciudadanas como expresión de un cierto descontento existente en los barrios, a pesar de la más que obvia transformación y mejora urbana de Bilbao. Hoy mismo (30-III-2008), por ejemplo, la prensa se hace eco de las protestas de los vecinos/as de Deusto, Olabeaga... Previamente, ésta había puesto el foco de atención en los problemas de tráfico y aparcamiento en los barrios. Antes en las protestas de los vecinos ante el emplazamiento del crematorio, etc. Sorprende, como algo novedoso, el carácter movilizador y contencioso, así como innovador de muchas de estas expresiones ciudadanas: movilizaciones semanales por el metro en Rekalde; movilizaciones para el soterramiento de las vías de FEVE en Zorrotza; movilizaciones “por la convivencia” en Otxarkoaga; propuesta participativa de reordenamiento interno de Irala; demanda de consulta ciudadana sobre el tranvía en Rekalde; vía jurídica en el caso del tanatorio...

Y sorprende más este reciente “despertar” de la movilización ciudadana en Bilbao cuando se compara con el perfil gestionista que ésta había asumido desde la llegada de la democracia hasta fechas recientes. Efectivamente, el movimiento ciudadano que se había convertido en un sujeto de cambio durante la transición se apagaba lentamente tras ser asumido su testigo contencioso por las formaciones políticas, para iniciar una senda de cooperación pragmática con las instituciones sobre la base de una debilidad organizativa que contrasta con la capacidad de la administración municipal para coger la batuta de la ordenación urbana tras décadas de crecimiento desordenado y caótico. Foto: Daquella manera.

http://www.flickr.com/photos/daquellamanera/362620622/

Parecería, pues, como si pudiéramos establecer retrospectivamente tres periodos difusamente delimitados, pero con consistencia propia. El primero, que iría de finales de la década de los 60 a comienzos de la década de los ochenta; el segundo, ya en plena democracia, hasta finales de la década de los noventa; y el tercero que se acompaña de la más actual transformación de Bilbao en clave de ciudad globalizada. Quién cambia qué

Que Bilbao está en pleno proceso de transformación es un hecho incontestable. Como parece obvio que este cambio se entiende a partir del papel que juegan gran cantidad de instituciones públicas –no sólo la municipal– y privadas en un juego de gobernanza de geometría variable. Sin embargo, si ponemos el foco sobre el terreno, observaremos cómo gran parte de los espacios en los que se concreta la actual transformación de Bilbao son espacios que el movimiento ciudadano logró conservar del urbanismo depredador en la década de los 70 (por ejemplo Mirivilla), o que ya hace cuatro décadas demandó conservar o rehabilitar (por ejemplo el paseo de los Caños). De igual forma, 40 años después, muchas de las demandas de este movimiento ciudadano siguen presentes (tal es el caso del Metro).

Esta cuestión nos obliga a asumir una posición abierta, porosa, dialéctica a la hora de identificar el sujeto de la transformación de una ciudad como Bilbao. Negar el papel de la ciudadanía en el cambio de esta ciudad sería tanto como ofrecer a los individuos un papel expectante y pasivo que no hace justicia ni con la historia ni con la realidad. Suponer que los y las ciudadanas han sido los únicos impulsores del cambio municipal supone, por el contrario, caer en una autocomplacencia de la acción colectiva que no hace justicia con la realidad. Quizá parecería más adecuado un camino intermedio: una posición de análisis que recupera el papel de las personas como sujetos activos, pero que los limita por el peso de unas estructuras que aunque emanan de la voluntad de los actores, llegado un determinado punto, cobran autonomía y se convierten en constricciones. Un camino, pues, en el que los sujetos son libres pero están limitados; un camino en el que las estructuras creadas por los actores ofrecen oportunidades, pero también constricciones.

Pero, esta perspectiva nos obliga a encontrar un punto de conexión entre el espacio de las individualidades (actores que se movilizan en la acción) y el de las totalidades (estructuras que se despliegan en su funcionamiento). Un punto de contacto que podríamos identificar con la agencia que se concreta en la praxis social, en este caso urbana. La agencia que acontece en la praxis, en consecuencia, se convierte en el objeto de análisis del cambio urbano, en la medida en que lo explicaría; pero también en la medida en que nos podría dar pistas sobre los diversos comportamientos colectivos presentes a lo largo de las últimas décadas en esta ciudad, en lo que a la forma de relacionarse cada individuo con la estructura municipal afecta.

Desde esta perspectiva, se abre un interesante campo de investigación que podría explicar la evolución del comportamiento colectivo en Bilbao desde un análisis de la contienda que nos permita entender el por qué y el cómo de la transformación de la ciudad, y desde una perspectiva más concreta interpretar los cambios en los actores y estructuras municipales entre 1965 y 2007. ¿Cómo podría aprehenderse el cambio urbano en Bilbao?

Como ya hemos apuntado, parecería interesante diferenciar tres periodos de análisis (1965-1981; 1981-1995; 1995-2007) para explicar 1) la evolución de las estructuras sociales, políticas, económicas y urbanas que afectan a Bilbao desde la escala micro (barrios) y macro (Euskadi, Estado, Occidente) y 2) la evolución de la organización municipal y los actores colectivos que intervienen en la ciudad, prestando especial atención a los movimientos sociales urbanos y su interacción con la administración.

Este análisis de la evolución de las estructuras municipales y los actores, en consecuencia, se completaría estudiando la forma en que en cada uno de los periodos se vinculan ambos (estructuras y actores) gracias a la mediación de la agencia que acontece en la praxis colectiva en la ciudad de Bilbao.

De esta forma, se podrían abordar dos perspectivas de análisis, sincrónica y diacrónica respectivamente. Desde la primera se podría analizar la vinculación entre estructuras y actores a través de la agencia en cada periodo (dimensión vertical); desde la segunda, complementaria con la anterior, se podría analizar la forma en que esta agencia permite el tránsito entre cada uno de los periodos a lo largo del tiempo (dimensión horizontal).

Dicho de otra forma, podríamos abordar nuestra tarea de análisis como resultante de tres tareas complementarias e inseparables:

. Análisis de la evolución de las estructuras económicas, políticas, sociales y urbanas a escala macro (Occidente, Estado y Euskadi), meso (Ciudad) y micro (barrios), con especial atención a las dos últimas, para visualizar el cambio político, urbano y económico en la ciudad de Bilbao entre 1965 y 2008.

. Análisis de la evolución de los actores colectivos vecinales y municipales en la ciudad de Bilbao entre 1965 y 2008.

. Análisis del cambio en y entre cada uno de los tres periodos, observando la vinculación entre estructuras que se despliegan en su funcionamiento y los actores que se movilizan en la acción a través de la descripción de una agencia que acontece en la praxis y que se explicita en la forma en que se relacionan Estructura de Oportunidad Política, marcos discursivos, repertorios de acción y modelos organizativos a través de una batería de mecanismos de la contienda. ¿Para qué?

La perspectiva histórica que proponemos podría servir de atalaya desde la que observar un pasado caracterizado por diversos modelos de contienda a lo largo del tiempo. Esta contienda (agencia) media la evolución de unas estructuras y los actores que ante ellas intervienen, y que vienen condicionados a su vez por los efectos de cambios estructurales de más largo alcance y escala (supra-municipales).

Alcanzada esta tarea parecería más fácil comparar el actual estado de una ciudad que sólo recientemente ha entrado en la lógica de las ciudades globalizadas. En consecuencia, se podría comparar el “estado de la ciudad” de Bilbao con otros referentes, como los modelos de desarrollo identitarios actualmente presentes en diversas urbes, o las lógicas de contienda presentes, así como los mecanismos que facilitan o debilitan la interacción contenciosa entre los nuevos actores vecinales y las nuevas estructuras municipales en un contexto de transformación acelerada de la ciudad.

Esta labor comparativa, finalmente, podría tener virtualidad para profundizar en las fortalezas y oportunidades presentes para un desarrollo equilibrado de la ciudad bilbaína, definiendo propuestas que permitan sorteas las debilidades y amenazas de los nuevos tiempos. Desde la perspectiva urbana, las barreras anteriores se suturan (Amezola, nuevos puentes, nuevos enclaves para nuevas centralidades como Zorrozaurre), pero se mantienen unos crecimientos y desarrollos desiguales que asemejan la nuestra a una ciudad estratificada. Se supera, pues, la lógica de la ciudad fracturada de las ciudades industriales, pero se mantienen diversos niveles de desarrollo en forma de estratos, en cuya cúspide se sitúa el centro urbano, hasta descender a unas periferias ya conectadas con el centro, pero menos afectadas por su irradiación desarrollista.

Desde nuestra óptica, para un desarrollo equilibrado de la ciudad que trascienda la lógica de los “estratos”, la participación ciudadana podría convertirse en un eje transversal que incentiva una corresponsabilidad cívica, sustrato desde el que romper la divisoria maniquea entre administrados y administradores, asentando una lógica de corresponsabilidad entre el cuerpo político, técnico, asociativo y la ciudadanía no organizada. O como Jordi BORJA apunta en su obra “El espacio público: ciudad y ciudadanía” (2003, Electa): “la ciudad como productor de ciudadanía, ámbito para el ejercicio de ésta, no es la ciudad genérica con tendencia a la anomía, privatizada por los miedos y la insolidaridad, orientada socialmente por los valores individualistas y familiaristas, fragmentada a la vez por las estructuras físicas y administrativas del territorio y por localismos corporativos de guethos de todo tipo, sin referencias fijas y simbólicas comunes y consentido para el conjunto de sus habitantes”.

Dicho de otra forma, se hace necesario recuperar un catálogo de derechos urbanos que permitan hacer frente a la creciente complejidad de los territorios locales. Entre los derechos que destaca BORJA estarían: El derecho a la vivienda y al lugar; el derecho al espacio público y a la monumentalidad; el derecho a la belleza; el derecho a la identidad colectiva dentro de la ciudad; el derecho a la movilidad y a la accesibilidad; el derecho a la centralidad; el derecho a la conversión de la ciudad marginal/ilegal en ciudad de ciudadanía; el derecho a la justicia local y a la seguridad; el derecho a la ilegalidad; el derecho a la calidad del medio-ambiente; el derecho a la diferencia; el derecho al status jurídico-político de ciudadano; o el derecho a la información transversal.

Por eso, cuando atruenan en nuestra memoria los ecos de una ciudad, la ciudad de “las Luces”, París, iluminada por las llamas de los incendios y los cócteles molotov lanzados en los suburbios periféricos, este catálogo de derechos ciudadanos muestra toda su pertinencia. Se nos impone como una obligación la reflexión, la auto-reflexión para conocer hasta qué punto la historia de nuestra ciudad muestra o no avances duraderos en el acceso a la ciudadanía, alejándonos de la desafección, la marginación y exclusión, la apatía o la desconfianza, fermentos todos ellos incontrolables... agazapados en esta época de tiempos inciertos. ¿Cómo avanzar?

Parecería que una tarea de este tipo debería sostenerse sobre la verificación de una serie de hipótesis, que por ahora sólo nos atrevemos a presentar como posibles pistas para un futuro desarrollo y concreción:

1. Parecería que en los tres periodos de análisis, las características de las estructuras municipales y el papel de los actores es deudor del contexto que ambos se apropian y modelan para maximizar sus potencialidades.

1.1. Así, el contexto del primer periodo parecería ser el de una ciudad inserta en un régimen no democrático primero y democrático después, aunque en ambos casos se trate de un sistema de capacidad baja. En el plano urbano, este contexto viene marcado por la existencia de una lógica fragmentada en el seno de las ciudades. En el plano económico la lógica fundamental es la del modelo de producción fordista. Finalmente, en el plano de la acción colectiva, esta viene influida por el peso de los valores materiales y la necesidad de satisfacerlos en nuestras ciudades.

1.2. El contexto del segundo periodo parecería el de una ciudad que transita lentamente hacia un régimen democrático de alta capacidad, inhibiendo progresivamente la contienda transgresiva y alimentando la legitimidad de las estructuras municipales. En el plano urbano, en consecuencia, la ciudad se democratiza y se hace más permeable a los ciudadanos, que comienzan a acceder de forma más igualitaria a las lógicas ciudadanas (derecho a la centralidad, a la igualdad, al espacio, a los servicios...). En el plano económico se explicita en nuestra escala urbana el paso del modelo fordista al postfordista, explicitado en la crisis industrial que sacude a Bilbao. En este contexto, la acción contenciosa ciudadana pierde fuerza frente a otros cleavages, y consecuentemente al nuevo contexto se transforma hacia lógicas que habiendo partido de la confrontación militante, se centran ahora en una pose de cooperación pragmática.

1.3. Finalmente, frente al Bilbao que “es tan pequeño que no se ve en el mapa”, el actual contexto parecería el de una ciudad “que ya no es tan pequeña” y que “ya se ve en el mapa”. Bilbao se inserta, en consecuencia, en la red mundial de ciudades globalizadas, con el Guggenheim como buque insignia de los nuevos tiempos de una ciudad que ya ha abandonado la senda industrial para adentrarse en nuevas lógicas de centralidad económica. En este contexto, el valor predominante en la articulación de la acción colectiva asume tintes post-materiales, satisfechas las previas necesidades materiales de las periferias que centralizaban la contienda ciudadana. Finalmente esta contienda transita por sinuosos caminos que se ejemplifican en lógicas que van desde la confrontación a la gobernación local pasando por la cooperación; desde la identidad legitimadora surgida de arriba abajo a la ciertas identidades reactivas que se alimentan de la memoria de la periferia, pasando por identidades hibridas, más débiles e incluso no-identidades presentes en la ciudad...

2. Los anteriores modelos de desarrollo y evolución de las estructuras de gran escala que parecen incidir desde el punto de vista político, económico, urbano y contencioso en Bilbao tienen efectos en la forma en que –mediadas por la agencia– se desplegarían las estructuras municipales y se movilizarían los actores. Esta mediación agencia, a su vez, nos podría permitir identificar el sujeto de cambio más relevante para cada contexto, así como los sustratos desde los que se asienta el comportamiento colectivo en la ciudad.

. Durante el primer periodo parecería que el sujeto de cambio más relevante es el movimiento social urbano que eclosiona a partir de 1965, generando en su interacción con las estructuras municipales un comportamiento colectivo y una lógica de la contienda asentada sobre el discurso del agravio en la periferia urbana (periferia no solo geográfica, sino también económica y política).

. Durante el segundo de los periodos parecería que el sujeto de cambio más relevante es el de una administración municipal que carece de inputs por parte de un movimiento vecinal que languidece tras su crisis de crecimiento y agotamiento con la consolidación democrática. Sobre estas bases parecería que la lógica del comportamiento colectivo ciudadano transmuta hacia fórmulas más clientelares de interacción entre la ciudadanía y el municipio.

. Finalmente, en el tercer periodo, actual, parece que se asienta sobre una nueva síntesis, todavía precaria, caracterizada por la rearticulación de un nuevo movimiento vecinal y la administración municipal sobre nuevas claves que transforman la primera lógica “amigo-enemigo” y la segunda lógica clientelar por una nueva lógica asentada en el concepto de “adversario” (Mouffe, 2000) a partir de la cual se permite la interacción entre los actores vecinales y la administración local en nuevas fórmulas de gobernación y participación ciudadana. En consecuencia, es lógico que nuestra hipótesis considere abierto el posible desarrollo del comportamiento colectivo. No obstante, creemos que éste, al igual que en otras partes del planeta se asienta en diversos equilibrios propios de lógicas legitimadoras por una parte, y por otra parte lógicas de resistencia, en su doble vertiente proactiva –planes comunitarios, participación en los distritos– y reactiva –surgimiento de ninbys, lógicas aislacionistas–. ¿Con qué instrumentos avanzar? Como hemos visto, la agencia media el espacio de las individualidades y las totalidades. Es el punto de contacto entre unos actores que se movilizan en la acción y unas estructuras que se despliegan en su funcionamiento. Pero ¿cómo acontece la praxis agencial? Desde nuestra perspectiva, la respuesta a esta pregunta se haya en la forma en que se combinan una serie de variables de análisis por medio del estudio de diversos mecanismos de la contienda. Las variables de análisis serían, por una parte, la estructura de oportunidad política que explica por qué en un determinado momento se dan condiones para la acción colectiva. De igual forma, el análisis de la EOP se debe acompañar del estudio de los marcos discursivos en juego en cada momento en los diferentes actores y estructuras que interactúan en una lógica de contienda. Finalmente, deberíamos prestar atención a los repertorios de acción (desde los convencionales a los violentos, pasando por los disruptivos), así como a las formas organizativas de los actores y estructuras. Cada una de esta variables aborda elementos parciales de oportunidad, discurso, organización y acción. Pero todas ellas interactúan a través de diversos mecanismos que las conectan: mecanismos tales como el de la correduría que conecta enclaves antes separados; la certificación o descertificación de agentes y estructuras; la articulación identitaria; la atribución de amenaza y oportunidad que implica la difusión de una definición compartida referente a los cambios en las probables consecuencias de las acciones posibles emprendidas por algún actor político; la apropiación social, entendida como la capacidad del desafiador para apropiarse de una organización y de suficientes personas que le presten una base social/organizativa que hace posible la movilización; la formación de categorías a través de procesos de préstamo, invención o encuentro.