A lo largo de los siglos IX-X los reyes de Oviedo y León, por mediación de sus condes se ocuparon de defender y repoblar los territorios del extremo oriental de sus dominios, frente a la gran actividad militar del califato cordobés. Fue en estas circunstancias cunado el obispo Juan con el apoyo del rey de Oviedo, Alfonso II, fundó el 804 la iglesia-catedral de Valpuesta, restaurando las iglesias destruidas por los moros en el Occidente de Alava, desde Orduña y el Valle de Losa hasta Orón, junto a Miranda de Ebro.
Es a partir del siglo IX cuando comienza a citarse a Castilla, que limitaba al Sur con Pancorbo. En el poema de Fernán González se dice:
Entonçe era Castiella un pequeño mojón
Era de Castellanos Montes de Oca rincón
E de la otraa parte Fituero un fondón.
Montes de Oca estaba fuera de los límites de la región, quedando Burgos también fuera de la primitiva Castilla. Según R. Menéndez Pidal, todo parece indicar que en los primeros tiempos de la reconquista se mantuvieron las divisiones administrativas de la época del emperador Constantino, correspondiendo Cantabria a la parte más oriental de la Gallaecia, base del Reino de Asturias y que justo a comienzos del siglo IX recibe el nombre de Condado de Castilla, que lindaba con montes de Oca, perteneciente a la provincia de la Tarraconense. Hispania en tiempos de Constantino (s. IV-V d. C.)
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La primitiva Castilla estaba situada en el confín de las tres provincias, Gallaecia, Tarraconense y Carthaginense y se desarrolló a costa de las tres. La Carthaginense cayó enteramente dentro del poder musulmán y el naciente condado de Castilla se expandiría a costa suya. Comprendía los territorios situados al Norte de Burgos con los partidos de Villarcayo, Sedano, Villadiego, Briviesca y Miranda de Ebro, siendo su límite meridional, la fortaleza de Pancorbo. En la primera mitad del siglo IX esta región se denominó Castella. La península ibérica hacia el 800 d. C.
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En el 882 el conde Castilla, Diego Ramírez defendía Pancorbo de los ataques musulmanes, así como Don Vela, conde de Alava, Cellórigo, pasando a denominarse esta región con el nombre de Castella Vetula o Vetra, y pasando a llamarse simplemente Castilla a la región de Burgos. Con este motivo en 884 Alfonso III, rey de Asturias ordenó al conde de Castilla, la población de Burgos y en 912, Gonzalo Fernández, conde de Burgos pobló, entre otras, Clunia y San Esteban de Gormaz. Su hijo Fernán González en pleno siglo X reunió bajo su mando los condados de Burgos, Castilla, Cerezo, Lantarón y Alava, constituyendo hacia 950 un gran condado. De este modo en el siglo X el condado de Castilla comprendía: La Montaña, Aguilar de Campó, La Vieja Castilla, así como las tierras de Burgos hasta el Duero.
Castilla la Vieja a partir del siglo X designaba la vertiente norte del Ebro próxima a Villarcayo con el valle de Tobalina, pero no incluía el valle de Losa, ni Pancorbo, ni Miranda de Ebro. Más tarde, en el siglo XIV la Merindad de Castilla la Vieja, comprendía desde Oña a Pancorbo y al Norte, desde Laredo a Castro-Urdiales, quedando en su interior Frías, Miranda de Ebro y Bujedo, y por el Este, desde Valdegovía hasta Carranza en Vizcaya. Políticamente, toda la región perteneció primero al condado de Castilla y más tarde al reino del mismo nombre, salvo la reducida Castilla la Vieja que estuvo unida al reino de Navarra desde 1035 a 1064, así como el Norte de la Bureba con el monasterio de Oña, desde 1035 a 1054 y el Sur de la Bureba hasta 1076. Eclesiásticamente, desde el siglo IX toda la región dependió de los obispados de Oca y de Valpuesta, hasta el s. XI en que pasaron ambos al obispado de Burgos. La península ibérica hacia el 1000 d. C.
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detalle los límites del Reino de Pamplona)
La Rioja, por el contrario, pertenecía al reino de Navarra desde 921 por la conquista llevada a cabo por el rey Sancho Garcés I y de acuerdo con el tratado firmado en 1016 entre Sancho III el Mayor y el conde de Castilla, Sancho García, dicho reino se extendía por la parte oriental hasta Soria (desde Agreda hasta Tarazona) hasta la sierra de la Cogolla, el valle del río Razón y Garray hasta el Duero.
Con la muerte del conde Sancho García en 1029, el rey Sancho el Mayor de Navarra heredó pacíficamente el condado de Castilla, logrando extender sus dominios en perjuicio del Reino de León. Pocos años más tarde, en 1035, el rey navarro otorgaría a su segundo hijo, Fernando los dominios del antiguo condado con el título de rey, siendo de este modo el primer rey de Castilla y el más poderoso monarca hispano a partir de 1038, en que pasó a ser también rey de León, por muerte de Bermudo III.
No obstante el rey navarro en su testamento de 1035 segregó la parte nordeste del antiguo condado de Castilla para su primogénito, García IV (1035-1054), desde el río Miera hasta Vizcaya, Castella Vetula, Bureba y Alava, hasta orillas del Arlanzón a las puertas de Burgos. Las relaciones entre los dos hermanos, García el de Nájera y Fernando, debieron ser extremadamente tensas, ya que en 1054 murió el navarro a manos de Fernando en Atapuerca, recuperando éste parte de la Bureba y el monasterio de Oña. La península ibérica hacia el 1100 d. C.
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Sancho IV el de Peñalén (1054-1076) heredó de su padre el reino de Navarra junto con Alava y Montes de Oca. Valpuesta junto con Valdegovía que formaban parte de Castilla la Vieja, se incorporarán al reino de Castilla entre 1064-1065, ya que los diplomas del Cartulario de Valpuesta se fechan expresando el nombre de los reyes de León y de los condes de Castilla hasta el 1019 y de 1030 al uno de febrero de 1064, los nombres de los reyes de Pamplona y Nájera y a partir del 1065, sólo se indica el nombre del rey Fernando de Burgos y el de sus sucesores. Hacia 1065 el obispado de Valpuesta se separa del de Nájera al cual se había unido en 1052.
Al morir Fernando I en 1065 dividió sus dominios entre sus hijos, dejando Castilla a su primogénito, Sancho, y León a su segundo hijo, Alfonso VI, quien volverá a unir ambos reinos en 1072. Con la muerte del rey navarro, Sancho el de Peñalén en 1076, Alfonso VI arrebató a Navarra la Rioja oriental junto con las tierras de Soria. En 1200 Alfonso VIII de Castilla reincorporó definitivamente a su reino Alava, Vizcaya y Guipúzcoa, iniciándose a comienzos del s. XIII la redacción en romance castellano de algunos documentos notariales, como lo prueban el documento 178 del Becerro Gótico de Valpuesta (1200) y el tratado de Cabreros en 1206. La península ibérica hacia el 1200 d. C.
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Coincidiendo con esta expansión del reino de Castilla a lo largo de los siglos XI-XIII se expandió la lengua vulgar en las escrituras notariales privadas y se inició su uso regular en los diplomas reales, reservándose el latín para privilegios más solemnes. Con Alfonso X, en la segunda mitad del siglo XIII se redactarán ya corrientemente en castellano. 2. Comentario filológico
El punto de partida para intentar explicar el origen del castellano primitivo, sería Castro-Urdiales y su zona circundante, que como es sabido recibió el nombre de Flavióbriga o Portus Samanum en época romana. Durante dicha época esta zona experimentó una notable romanización debido al asentamiento cuya misión fue la extracción del mineral de hierro que es exportaba para su fundición, al igual que sucedió en Oearso-Oiartzun en la costa guipuzcoana.
La población de origen autrigón romanizada se mezcló muy probablemente con la población caristia vasca procedente de la ribera derecha del Nervión y por el contacto entre hablantes romanizados de la zona minera de Castro y de euskaldunes occidentales -digamos vizcaínos- se fue formando un protorromance castellano con unas características propias, como por ej. El sistema de 5 vocales, la confusión b/v, la evolución de la f- lat., la serie de consonantes dorsodentales y apicales, etc, y tal vez algunas voces léxicas. Este proceso debía estar ya muy avanzado en el siglo VIII, momento en el que acuden cristianos mozárabes del Sur, empujados hacia el Norte por los conquistadores árabes que llegaron a la Hispania goda el 711. Serán estos mozárabes del Sur los que construirían la primitiva iglesia de Santa María de Valpuesta en tiempos del obispo Juan el 804, al igual que harían más o menos coetáneamente en Lebeña o en San Millán de la Cogolla, que como se sabe son de estilo mozárabe.
Las gentes del norte originariamente autrigones romanizados al igual que sus vecinos más poderosos asturianos y gallegos al Oeste o los navarros y aragoneses pirenaicos al Este, emprendieron el descenso a las tierras del Sur aprovechando toda coyuntura favorable según lo permitía el poder de los hispanoárabes cordobeses o los asentados en la Marca de Zaragoza. En nuestro caso, el enclave extratégico de Valpuesta actuó como un refugio de una población que podríamos considerar de habla romance castellana para el siglo IX, que comprendía las tierras en su entorno junto con las situadas en la zona de Valdegovía y que ejercería la función de centro religioso, lingúístico y cultural en los condados de Castilla y de Alava.
Por lo que respecta a la función del monasterio de San Millán de la Cogolla, se adviene un planteamiento diferente, ya que, si bien fundado tal vez a comienzos del s. IX muy probablemente por monjes mozárabes, su situación en la Rioja, entre los límites del reino de Navarra y el condado de Castilla, fue un foco de expansión cultural lingüísticamente riojano, influenciado por navarros, castellanos y alaveses. Las glosas inequivocamente vascas tan conocidas serían el resultado de la presencia de vascos euskaldunes occidentales de origen caristio que descendieron al Sur en torno al siglo X en tiempos del conde Fernán González, dueño y señor de los condados de Castilla, Burgos, Cerezo, Lantarón y Alava. Estos vascos euskaldunes se expandirían por todo el valle del Oja, en calidad de pastores, dando lugar a una abundantísima toponimia vasca muy conocida en el área de Santo Domingo de la Calzada y en las zonas montañosas del citado valle.
Así pues, Valpuesta se podría situar en la etapa y zona donde se originaría el primitivo romance castellano con ausencia de elementos vascos, salvo los rasgos fonéticos ya señalados, pero anteriores al siglo IX, esto es el castellano propiamente dicho y San Millán de la Cogolla, situado en otro contexto, con una variante lingúistica fundamentalmente riojana con cierto influjo vasco y que se castellanizaría progresivamente a partir de 1076 con la muerte de Sancho IV el de Peñalén, al pasar Nájera, Albelda y otros monasterios de la Rioja al reino de Castilla con Alfonso VI.
La influencia de Valpuesta entraría en fuerte declive sin duda en la primera mitad del s. XI ante la pujanza del obispado de Burgos que absorbió los obispados de Oca y Valpuesta (1065) y de los monasterios, como San Millán de la Cogolla o San Salvador de Oña más poderosos y asentados en tierras más productivas. Valpuesta quedó pues arrinconada en el interior de un reino, el castellano, en fuerte expansión hacia las tierras del Duero y del Tajo con el rey Alfonso VI, pasando el testigo de su función múltiple religiosa, cultural, lingúística y política a centros situados más al Sur, como los ya citados y otros. 3. Comentario lingúístico 3.1. Los Cartularios de Valpuesta
Los primeros autores que dieron a conocer la existencia de los Cartularios de Valpuesta fueron Esteban de Garibay, Ambrosio de Morales, Gregorio Argaiz y E. Flores. Gregorio Argaiz en su Soledad Laureada (1675) dedicó un largo espacio en su obra al contenido de los cartularios Gótico y Galicano y E. Flores (1771) en el vol. XXVI de su España Sagrada, reprodujo algunos de sus documentos. Más modernamente, Lucien Barrau-Dihigo en 1900 dio a conocer la transcripción de los documentos valpostanos correspondientes al período en que fue sede episcopal (804-1087) y en 1970, María D. Pérez Soler hizo otro tanto circunstribiéndose a los textos redactados en letra visigótica, es decir los más antiguos.
Ultimamente, S. Ruiz de Loizaga, conocedor de la documentación valpostana publicó la segunda parte de los cartularios (1090-1140) ofreciendo una edición contrastada de las dos versiones -gótica y galicana- en su obra Los Cartularios Gótico y Galicano de Santa María de Valpuesta (Vitoria, 1995).
¿Qué son los Cartularios?. Simplemente se trata de manuscritos en los cuales se copiaron las escrituras originales -privilegios, derechos, títulos de propiedad y en general, documentos- de los archivos de la corona, de obispados, monasterios, iglesias, localidades o de personas privadas, con objeto de conservar, previamente autentificados, sus respectivos derechos, en caso de pérdida de sus originales.
Los Cartularios de Valpuesta, como es bien sabido, son dos, llamados Gótico y Galicano, denominados así debido a los caracteres gráficos en que fueron redactados. El primero recibió el nombre de gótico, por estar escrito en buena parte en caracteres visigóticos y por lo tanto anteriores a la imposición de la llamada letra carolina o francesa. El segundo fue copiado con posterioridad y está compuesto enteramente en letra minúscula romana o carolina. Esta segunda copia realizada en el scriptorium de Valpuesta obedeció a la necesidad de tener una copia facilmente legible, una vez que la letra visigótica dejó de ser reconocible.
El Cartulario Gótico o Viejo se inició tal vez a mediados del s. XI, anteriormente a la imposición de la letra carolingia, durante el obispado de Oveco, según S. Ruiz de Loizaga, debido probablemente a la necesidad de una mejor administración del patrimonio que había aumentado gracias a nuevas adquisiciones. Su posterior elaboración ya en letra francesa se prolongó hasta mediados del siglo XII. En total comprende 178 documentos, de los cuales más de una veintena están repetidos parcial o totalmente. De todos los cuales, 7 corresponden al s. IX, 39 al X y los demás, 46 al XI y 86 al XII. Se trata de donaciones, ventas, permutas, pleitos y escrituras de compra-venta.
El Cartulario Galicano fue compuesto, como es lógico, con posterioridad a 1080, fecha en la cual, de acuerdo con el concilio de Burgos, se adoptó el rito gregoriano con la consiguiente pérdida del rito mozárabe y la escritura llamada visigótica. Consta de 65 folios en pergamino y fue copiado por una sola mano, por el canónigo valpostano Rodrigo Pérez de Valdivielso, como consta en el colofón del cartulario. Recoge 138 diplomas, de los cuales sólo 54 fueron publicados por Barrau-Dihigo y Pérez Soler, siendo los otros 84 por 5. Ruiz de Loizaga en su obra ya citada, en 1995. El canónigo valpostano terminó de copiarlo en la primera mitad de 1236, siendo arcediano de la Colegiata, el maestro Hilario.
Pérez de Valdivielso copió sólo 138 escrituras de las 178 del Cartulario Gótico o Viejo y muy frecuentemente, como señaló en su tiempo Barrau-Dihigo, modificó la ortografía del Cartulario Gótico, corrigiendo con gran libertad los documentos, por considerarlos mal escritos, latinizando los onomásticos y topónimos, así como el resto del texto que él consideraba latinamente incorrecto y más próximo al romance vulgar, sustituyéndolo por el latín propio de los medios eclesiásticos. Por ej., en un doc. de 1132 el Cartulario Gótico dice entre otros ej. Mulier de Martin Nuniz, nuera de Nun Suveriz. El cartulario Galicano corrige: Mulier Martini Nunii, nurus Nunii Sueriz... Similarmente: dono una era... abet aletanias una de Martin martinez et de alia pars illo pozo de Petro Ivananaes con sue vez e de iuso... e de susso la charera... de camio que fiço el maestro don garsia et garsia Nafaro de Bilacones. El Galicano latiniza el texto diciendo: dono unam aream Martini Martini et de alia parte illum puteum Petri Johannis cum sua vice, et inferius... et superius viam habet... hec est convenientia cambii quod fecit Garsias Navarrus de Villacones.